Reflexión

Las protestas contra la Consagración del Perú al Sagrado Corazón de Jesús ameritan al menos dos lecturas: una que la separa de nuestro tiempo, mientras que la otra la acerca. La primera tiene que ver con la consolidación del frente único de trabajadores manuales e intelectuales, conocida proposición que se adjudica a Haya de la Torre, influenciado por el maestro Manuel González Prada quien, en 1905, pronunció ante la Federación de Panaderos de Lima el discurso titulado “El intelectual y el obrero” en donde, aunque atribuye al intelectual el liderazgo de la rebeldía, lo limita señalando que su rol no debe ser el de lazarillo:

“El mayor inconveniente de los pensadores -figurarse que ellos solos poseen el acierto y que el mundo ha de caminar por donde ellos quieran y hasta donde ellos ordenen. Las revoluciones vienen de arriba y se operan desde abajo. Iluminados por la luz de la superficie, los oprimidos del fondo ven la justicia y se lanzan a conquistarla, sin detenerse en los medios ni arredrarse con los resultados. Mientras los moderados y los teóricos se imaginan evoluciones geométricas o se enredan en menudencias y detalles de forma, la multitud simplifica las cuestiones, las baja de las alturas nebulosas y las confina en terreno práctico. Sigue el ejemplo de Alejandro: no desata el nudo, le corta de un sablazo”

No olvidemos que el propio Vladimir Ilich Lenin, en su obra “Qué Hacer” publicada en 1902, señaló que el liderazgo del Partido Bolchevique no debía caer necesariamente en obreros, sino que podían contarse intelectuales dentro de ese pequeño Comité Central que debía erigirse en el cerebro de una gran revolución proletaria en ciernes.

Haya de la Torre, a su turno, amplió la idea de frente único de González Prada y de Lenin. Según su interpretación marxista de América Latina -nos referimos al Haya entre 1925 y 1930 – incluso las clases medias debían formar parte del frente pues cualquier sujeto descontento con el imperialismo podía ser útil a la lucha en determinado momento. Este planteamiento fue luego neurálgico en su polémica con Mariátegui. Los supuestamente “socialistas puros” acusaron a Haya de revisionismo al incluir las clases medias en la lucha, aunque desde la mirada del fundador del APRA, las clases medias de los países tercermundistas eran también objeto de explotación imperialista puesto que recibían ingresos hasta cinco veces inferiores a sus pares de los países desarrollados.

En todo caso, de acuerdo con Zygmunt Bauman (2017) vivimos en Tiempos Líquidos y esa Indoamérica y ese Perú del que hablaron y polemizaron González Prada, Haya y Mariátegui han sido superados por una realidad mucho más compleja. Para comenzar, hoy somos un país informal, muy parecido al que describió José Matos Mar en su celebérrimo “Desborde Popular y Crisis del Estado” y, por otro lado, los grandes teóricos de la globalización sostienen que actualmente la performance y el consumo han desplazado a la sociedad de clases.

En cambio, el tema de las libertades civiles parece estar más vigente que nunca. “No matarás” dijo Haya en tenor religioso, pero tras el “mandato divino” se descubre la defensa del inajenable derecho a la vida, básico y fundamental en cualquier constitución que se precia de liberal, democrática y republicana. El 23 de mayo de 1923, hace precisamente cien años, las fuerzas del orden dispararon contra la multitud, y lo hicieron porque regía una dictadura, la primera del siglo XX, la que inauguró un ciclo pérfido de flagrantes violaciones de la Constitución e interrupciones del Estado de Derecho en el Perú, las que continuaron hasta el 5 de abril de 1992 y se yerguen como una amenaza muy actual en contra de nuestra precaria institucionalidad y nuestra más que asediada vigencia de derechos fundamentales, entre ellos los derechos humanos.

La noche del 14 de noviembre de 2020, en esas mismas calles de Lima, muy cerca de Huérfanos, cayeron Inti y Brian, mientras protestaban contra el apócrifo gobierno de Manuel Merino. Menos de tres años después, como paradójica conmemoración del Centenario de las jornadas de protestas del 23 de mayo de 1923, al atardecer del año 2022 y al amanecer del 2023, más de cincuenta vidas de ciudadanos peruanos que clamaban por más democracia y libertades civiles fueron cegadas debido a una siniestra interpretación del monopolio de la violencia ejercida desde el Estado.

Cien años después del 23 de mayo de 1923, caen nuevamente Salomón Ponce y Alarcón Vidalón en las históricas calles del damero de Pizarro, así como en las de Ayacucho y Puno, mientras que Haya de la Torre, eufórico, las sigue recorriendo, clamando un grito desesperado, tratando de convencer a los viejos balcones coloniales que lo miran con indiferencia: “no matarás”.

Es evidente que los temas personales juegan un rol también en la actuación política. Lo que plantea Parodi es que el celo de JCM frente al liderazgo de Haya de la Torre fue el origen de la polémica, y no discrepancias ideológicas. Y aquí es clave seguir en forma estricta el desarrollo de los hechos. Haya manda a JCM los documentos del Plan Insurreccional, documentos muy delicados teniendo en cuenta que el Perú estaba bajo la dictadura de Leguía. Con el envío a JCM, Haya le reconoce como el dirigente de la sección del APRA en Lima. Y la indicación de Haya fue que los documentos que enviaba debían ser puesto a conocimiento y discutidos con las otras células apristas. Sin embargo, JCM no difundió los documentos y atacó a Haya de la Torre, llevando el tema a un debate ideológico.[11] JCM al no  dar a conocer los documentos que Haya le había enviado a otras células apristas no solo no actuó con lealtad a Haya sino tampoco con el movimiento del cual el participaba. Los demás integrantes de las células apristas en Perú pudieron estar de acuerdo con el Plan de Haya de la Torre. ¿Por qué Mariátegui no difunde el Plan Insurreccional? Según Parodi porque veía amenazado su posición como líder de la célula aprista, es decir, por temor al liderazgo de Víctor Raúl Haya de la Torre. Sin embargo, había que sopesar bien la afirmación sobre el liderazgo de JCM de la izquierda peruana en esos momentos. Mariátegui tuvo una labor más intelectual que política. Era un hombre de gabinete. Son famosas sus tertulias de distintos temas desde la política al arte en su casa del jirón Washington. Haya, en cambio, había demostrado ser un organizador y líder de masas con excepcional oratoria y gran carisma y con una personalidad arrolladora. Incluso cuando fue deportado Haya fue invitado a distintas conferencias y destaco como un joven líder peruano. JCM destacaba más por su gran pluma la cual había desarrollado en tantos años ejerciendo el periodismo. Sin lugar a dudas, la revista Amauta le otorgó un gran prestigio a Mariátegui, pero desde nuestro punto de vista era un reconocimiento intelectual, no político. El propio Parodi reconoce que “el auroral movimiento aprista” Haya lo “había organizado desde su partida al exilio en octubre de 1923.”[12]

Por otro lado, Parodi es muy severo  con JCM lo señala como divisionista al aseverar que con su actitud “se partió un proyecto político continental y Mariátegui pudo triunfar en una lid bastante desigual promovida por él mismo”,[13] de esta forma responsabiliza al Amauta de la división y al decir un debate “desigual” hace notar que JCM no actúo limpiamente en la disputa. Asimismo, según el historiador Mariátegui le declaro la guerra “al movimiento aprista con el objetivo de destruirlo.”[14]

El mayor aporte de Parodi es ubicar con precisión el contexto en el cual se desarrolló la polémica Haya-Mariátegui, lo cual le lleva a afirmar que el origen de esta fue “la estrategia de uno de los contendientes para socavar el proyecto insurreccional del otro, por colegir que amenazaba sus propias aspiraciones políticas o por interpretar que se ubicaba fuera de los cauces del comunismo internacional, o por la suma de ambas premisas.”[15]

 

[1] Parodi Revoredo, Daniel (2022). Lima no respondía. El fracaso del plan insurreccional planteado en México explicado en carta de Víctor Raúl Haya de la Torre a Wilfredo Rozas, fechada el 22 de septiembre de 1929. Investigaciones Históricas, época moderna y contemporánea, (42), 1019-1048. https://doi.org/10.24197/ihemc.42.2022.1019-1048

[2] Parodi Revoredo, Daniel: Idem. p. 1028

[3] Parodi Revoredo, Daniel: Idem. p. 1033

[4] Parodi Revoredo, Daniel: Idem. p. 1029.

[5] Parodi Revoredo, Daniel: Idem. p. 1029.

[6] Vásquez Juárez, Nelson: “Las sombras de Mariátegui. El primer caviar de la historia”, Lima, Instituto Sudamérica, 2011. En este libro se detalla los pormenores del viaje y estadía de JCM a Italia. Hay que precisar que el cargo de agente de propaganda estaba relacionado con la difusión de la posición del Perú frente a la cuestión Tacna y Arica, la cual se resolvió en 1929.

[7] La famosa fotografía se puede apreciar en: RENGIFO BALAREZO, Antonio, (2018) “José Carlos Mariátegui: la amistad y la política”, Pacarina del Sur [En línea], año 9, núm. 35, abril-junio, 2018. ISSN: 2007-2309. Consultado el Lunes, 20 de Marzo de 2023.

Disponible en Internet: http://pacarinadelsur.com/home/huellas-y-voces/1611-jose-carlos-mariategui-la-amistad-y-la-politica

[8] Parodi Revoredo, Daniel: ídem. p. 1030.

[9] Parodi Revoredo, Daniel: Idem. p. 1039.

[10]  Parodi Revoredo, Daniel: Idem. p. 1041.

[11] Parodi Revoredo, Daniel: Idem.  pp. 1036-1037.

[12] Parodi Revoredo, Daniel: Idem. p. 1038.

[13] Parodi Revoredo, Daniel: Idem. p. 1037.

[14] Parodi Revoredo, Daniel: Idem. p. 1038.

[15] Parodi Revoredo, Daniel: Idem. 1043.

Link del artículo, Lima no respondía

“Lima no respondía. El fracaso del plan insurreccional planteado en México explicado en carta de Víctor Raúl Haya de la Torre a Wilfredo Rozas, fechada el 22 de septiembre de 1929”

https://revistas.uva.es/index.php/invehisto/article/view/6914

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José Carlos Mariategui, Víctor Raúl Haya de la Torre

Nuevamente aquí, la generalización y estandarización de los miembros de un grupo étnico o sociocultural nos enfrenta a un caso flagrante de racismo y por cierto que no pienso entrar en polémicas con los predicadores de la inexistencia del racismo inverso. No todo descendiente de Europeo en el Perú, no toda persona blanca tiene dinero, veranea en las playas de Asia o es dueña de un banco y con esto no quiero negar que, en el nivel de las mentalidades colectivas, de las actitudes de algunas personas y hasta de las oportunidades laborales, la ideología dominante -que aún prioriza lo occidental sobre lo andino en el país- coloque a las personas caucásicas en una cierta ventaja respecto del resto de los peruanos, fenómeno que, por cierto, debe ser objeto de las políticas conducentes a erradicar el racismo en el Perú.

Lo que he querido hacer notar, en estas líneas, es como, tanto en el caso de los éxitos de Milena Warthon y Alessia Rovegno, las reacciones racistas son básicamente similares: tú no eres una mujer andina por esto, tú no eres peruana por aquello, lo cual refleja arraigados y explícitos discursos racistas de los que ningún peruano, independientemente de su extracción social o su procedencia étnica, está a salvo. En el Perú no se puede ser peruano o peruana y punto, y a nadie se le puede aceptar de esa manera, es decir, como parte de una comunidad multicultural y multiétnica de la que todos formamos parte.

Las redes sociales agravan el problema

Las grandes transformaciones sociodemográficas que vivió el Perú en el último tercio del siglo XX deberían ser suficientes para que podamos dar pasos agigantados hacia adelante en la superación o atenuación del racismo y la discriminación racial. Sin embargo, lo que notamos, desde el posicionamiento de las redes sociales, es una radicalización de estereotipos al nivel de las representaciones sociales y el imaginario colectivo. No estamos más unidos, por el contrario, somos mucho más conscientes de nuestras supuestas diferencias, las que no se entienden como variables culturales que deberían sumarle al proyecto nacional sino como fronteras que marcan líneas divisorias cada vez más infranqueables.

En un país, cuya crónica crisis política impide ocuparse de lo importante, siempre desplazado por lo urgente, deberíamos comenzar a pensar en trazar aquellos puentes que nos conviertan, en un futuro cercano, en una sociedad multiétnica y multicultural, una en la que compartir nuestras diferentes raigambres sea el factor catalizador de la unidad nacional.

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Alessia Rovegno, Milena Warthon, Racismo

Por eso no solo no tendremos elecciones el 2023, no unas que broten de la decisión parlamentaria, sino que tampoco hemos tenido reforma política los últimos 23 años, a pesar de que se pide a gritos. Porque esta tendría que ser aprobada por aquellos que serían los primeros en ser reemplazados por una clase política profesional, como consecuencia directa de la reforma política, la de los partidos y la electoral. 

De suerte que nos hemos convertido en una versión nacional de esa cárcel en forma de  panóptico circular que estudió Michel Foucault, en la que nadie, desde su celda, podía verse ni hablar con nadie. Lo único que se puede observar, tras esas rejas, es ese mismo centro pétreo, que representa el poder, y que todos buscan con exacerbada abnegación.

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Congreso de la República, Perú, política peruana

2023, otra vez. Estamos buscando un país ¿para qué? Para construirlo, y para construirlo necesitamos narrativas nuevas para este país nuevo. Solemos decir que no hay un centro político, que necesitamos un centro político, pero ese centro para existir necesita crear sus propias narrativas, esas que el país está esperando para unirse y encontrar un nuevo punto de partida. No habrá centro político en el país, mientras, quienes pretendan serlo, no hagan otra cosa más que camuflarse, con algún maquillaje, bajo las viejas narrativas de la derecha y de la izquierda, de aquellos que marchan, con los ojos vendados, sobre un viejo puente apolillado, desplomándose una y otra vez, a través de la historia, hasta el infinito.

Por ello, pensamos que una narrativa más aceptable para un sector mayoritario de la sociedad debería plantear que en el periodo estudiado se produjo una guerra iniciada por las bandas terroristas contra el Estado y la sociedad, y que la actuación de dichas bandas se caracterizó por el nulo respeto a la vida humana y la violación indiscriminada de los derechos humanos. En esta guerra, las FFAA y policiales actuaron en defensa del Estado y de la sociedad y derrotaron a las bandas terroristas. Sin embargo, en su actuación violaron los derechos humanos de la población; es decir, de la sociedad. Al respecto, dejo las siguientes recomendaciones:  

  1. Es necesario un profundo trabajo de reconciliación entre las FFAA y los pobladores o descendientes de pobladores víctimas de dichas violaciones a sus derechos humanos. Es decir, entre las FFAA y la sociedad. 
  2. Las bandas terroristas no formarán parte de ninguna política de reconciliación en tanto que únicas responsables del conflicto armado o terrorismo. La reconciliación debe darse exclusivamente entre la sociedad y sus Fuerzas Armadas. 
  3. Las políticas específicas, las dejo para otra columna. 

  

 

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Minedu, Terrorismo

El Perú que despierta el 1ero de enero de 2023 no está igual de alejado de esa Suiza real maravillosa que nos retrataba Vargas Llosa en 1990. Lo está mucho más. En la década fujimorista se implementó un proyecto político populista que destruyó la partidocracia, lo que tornó más clientelar y asistencial a una sociedad que ya lo era desde los tiempos coloniales. En la década milenio, Alejandro Toledo inventó 24 gobiernos regionales autónomos que institucionalizaron dichas clientelas básicamente en favor de ellas mismas y de los poderes regionales existentes, legales o no. Alan García, a su turno, les transfirió recursos centrales, escalonadamente, desde 2007 hasta 2011. El Perú no se regionalizó, no se federalizó, se feudalizó. La distancia entre la Suiza de 1990 y el Perú contemporáneo nos ha retrotraído a los tiempos del Estado centrífugo y los gamonales serranos.  

Parafraseando a Mario Vargas Llosa, Carlos Iván Degregori, en Demonios y Redentores, nos narra la escena cuyo inicio reproduce en pequeño la emboscada de 1532 en Cajamarca. Los protagonistas son dos monjas y un piquete de policías que buscan convencer a un grupo de aguajunes de darles a sus hijas niñas para llevarlas a la misión de Santa María de Nieva con la intención de civilizarlas y que no crezcan sin Dios. Al fracasar las monjas, se imponen los policías y se llevan a las niñas a la fuerza. Estas acabarían de sirvientas en casas de poderosos o de prostitutas en La Casa Verde. En los últimos sesenta años, el Perú ha cambiado lo suficiente para asegurarse de no cambiar nada. Como al principio, la República sigue siendo una quimera. 

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Mario Vargas Llosa, Perú

Acá tenemos a las regiones alejadas del poder central; aquellas han desarrollado mecanismos eficaces de protesta, entre los cuales el bloqueo de carreteras se destaca entre todos por su inevitable eficacia. Acá tenemos, reitero, centrifuguismo, distancia, conciencia de sí de las regiones, la que puede ser políticamente canalizada. La rivalidad entre el centro y la periferia nunca ha sido más real, máxime cuando el centro ingresó en un espiral de crisis política desde 2016, y, desde hace 5 años nos ha “regalado” 6 presidentes y 3 Congresos.

En su texto, que trata del neorepublicanismo, Sergio Ortiz Leroux coloca a la sociedad civil como un cuarto poder eventual, al lado de los tres poderes del Estado, aquel se autoconvoca y moviliza cuando los otros tres se desvían notablemente del bien común. Con esto, ciertamente, ni justifico violencias, ni niegos infiltrados, pero tampoco podemos terruquear las protestas sin observar en ellas el hartazgo del Perú provinciano frente al Perú central, con notables toques identitarios, que dan para otra columna.

El poder político central, y todo lo que se mueve a su alrededor no maduraron los últimos 22 años: involucionaron. Regresó la democracia, pero en su versión informal, sin partidos políticos, es más, sin políticos, con pillos, en su mayor parte, con lobistas, desapareció la mínima huella republicana de lo que significa la búsqueda del bien común, prevalecieron los extremos, de la derecha y de la izquierda. Por ello, las regiones piden otros gobernantes al centro del poder y, cada vez más, imponen la agenda de una nueva constitución, o al menos su refrendo. Las cartas están sobre la mesa.

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Izquierda, Partidos políticos, Regiones

En los modernísimos años noventa, con caída del muro de Berlín, globalización, televisión por cable, inicios de internet y todo, Alberto Fujimori nos contó la historia de que el Perú todavía era caldo de cultivo para sofisticadísimas dictaduras, con inteligencias grises a la cabeza. Me refiero a Vladimiro Montesinos -especie de gran hermano orwelliano, que todo lo ve y todo lo sabe, y todo lo controla y todo lo corrompe y con el amén, explícitamente firmado en cartas de sujeción de las Fuerzas Armadas. Con estos métodos se quebró el orden constitucional el aciago 5 de abril de 1992 y se intervinieron todas las instituciones del Estado. Cuánta nocturnidad, cuánta extorción, cuánto chantaje, cuántos destrozos en nuestra per se precaria institucionalidad; el Estado quedó en pie porque no puede desaparecer ¿o sí? Pero los partidos políticos no. Agentes de inteligencia con un mínimo de pudor y que denunciaron las miserias del régimen acabaron torturados, estudiantes dinamitados, fosas comunes a la orden del día, tanto como madres esterilizadas sin que nadie se los advierta primero. Estaba por advenirse nuestro nuevo milenio y las prácticas de Fujimori eran peores de obscenas que las de Sánchez Cerro, solo que con internet.

¡Pero no participamos tampoco en lo de Manuel Merino! Nos dicen. Sí, sí. Sí participaron, puesto que lo permitieron y sus fuerzas disuasivas, entre ellos se lucieron los impresentables ternas, que se movían como cangrejos del apocalipsis, arrestando a nuestros jóvenes, lo que nos hizo notar que rápidamente se erguía, de súbito, una nueva dictadura. Por eso salimos los mayores en masa a las calles, para cuidarlos y proteger a nuestros jóvenes, pero nada impidió que perdiésemos a Inti y a Bryan, a punta de fuego policial, lo que sí logramos fue impedir el asentamiento de una nueva dictadura, apenas ayer, en 2020. Triunfo de la sociedad civil y de nadie más.

Y ahora el cuento es que los militares se han convertido, de súbito, en paladines de la democracia por no sumarse a la pantomima de un pobre infeliz, Pedro Castillo, que nunca entendió de qué trataba la banda bicolor que lucía y a quien la casta militar odiaba profundamente: primero por tratarse de un campesino rural al que les costaba mucho cuadrársele y reconocerlo como su Jefe Supremo, segundo porque veían en él a un terruco, debido al partido de izquierda que lo llevó al poder. No cabe duda de que Pedro Castillo es un villano por donde se le mire y que es un alivio que él mismo, en su inconmensurable torpeza, se haya autoeliminado políticamente con su pantomima golpista, pero ¿tenían acaso los militares algún motivo para seguirle el rumbo a esta bala perdida?

No seré tan concluyente en mis últimas palabras; la negativa de las FFAA a plegarse a lo que fuera que intentó Pedro Castillo el martes 7 -además de autosabotearse- no suprime de un plumazo su secular vocación golpista y de irrespeto impenitente al orden constitucional. Aunque declarativamente se grite su vocación democrática, la respuesta no la tiene la voz de los jerarcas castrenses sino Cronos, el Dios olímpico del tiempo. 

Sólo las próximas décadas, que de seguro nos traerán coyunturas complicadísimas                                   -probablemente colmadas de aprendices de Fujimori y Montesinos- como complicada es nuestra historia republicana, nos dirán si realmente los militares se quedarían en sus cuarteles si un aspirante a sátrapa, que les insinué una sonrisa con la parte derecha de la cara, los disponga a una nueva y harto patrimonialista -léase corrupta- aventura autoritaria. El tiempo lo dirá, pues Pedro Castillo “nunca dijo nada”. Su corrupta inteligibilidad fue su rasgo más saltante. 

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fuerzas armadas, golpe, Pedro Castillo
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