Neuquén

[MIGRANTE DE PASO] Desde que me subí a una tabla de pequeño, ya sea de skate o de surfing, quise hacer snowboard. Nunca fui muy bueno, pero las risas, sustos y buenos momentos que pasé con amigos bastante más experimentados que yo, son irreemplazables. Es difícil de explicar, aunque haya sido un niño miedoso, en el mar con estas tablas tengo los mejores recuerdos de mi infancia. Tras unos videos tutoriales de Youtube, mi mente infantil pensaba que ya estaba listo. Claramente, no lo estaba.

Es uno de los destinos más visitados de Argentina. Antes de ir, solo lo conocía por sus centros de esquí. Al llegar me di cuenta que detrás de su fama como santuario del deporte extremo se esconden paisajes hipnotizantes. Más de una tarde me quedé contemplado el lago Nahuel Huapi, acompañado de cigarros que son más ricos en temperaturas bajo cero. Donde se vea, el espíritu aventurero aumenta. En una de esas tardes viendo el agua no pude evitar meterme. Fue imprudente e irresponsable, pensé que me iba a dar hipotermia. Cuando se me descongeló la cabeza y dejé de temblar sentía que había pasado por un proceso de ablución.

Lago Nehuel
Lago Nehuel

Cuando llegué a mi hospedaje ya era tarde, así que solo pude recorrer la ciudad buscando algo de comer. La nieve acumulada en los edificios bajos de madera te sumerge en un cuento. Existe una atracción particular por la nieve para quienes no estamos acostumbrados a ella. A la mañana siguiente, enrumbé al Cerro Catedral donde se encuentra el centro de esquí, uno de los más grandes de Latinoamérica.

Tras recibir el equipamiento alquilado sonreía como un niño después de abrir un nuevo juguete. Fuimos a la parte baja de la montaña donde aprendería. Es totalmente diferente a otro deporte con tabla. Vas mucho más rápido y la nieve, por cierto, duele más de lo que aparenta. Un amigo me llamó mientras descansaba después de tantas caídas y le dije que era uno de los mejores días de mi vida. El hambre y el dolor de coxis me hicieron dar cuenta de que dos horas se habían sentido como 20 minutos. Parece un parque de diversiones natural.

Cerro Catedral
Cerro Catedral

Después de almorzar carnes en un restaurante al pie de la montaña subo en uno de los teleféricos que te llevan a las partes más altas. Mientras subía conversando con una tía de cariño, iba disminuyendo mis palabras y mis piernas comenzaban a temblar. Se detuvo por menos de un minuto y casi no podía controlar mi pánico a las alturas. Me quedé mudo hasta bajar. Con las piernas aun temblorosas veía cómo niñas y niños parecían profesionales deslizándose en la montaña. Solo pensaba que era imposible que me tire desde ahí arriba. Luego del mismo proceso para bajar me limité a hacer snowboard en partes menos altas.

Practiqué tres días seguidos y no aprendí a no caerme. Me dolía la frente por usar los lentes de snowboard encima de mis lentes normales. Definitivamente estaba fuera de forma, tenía todos los músculos adoloridos. Los últimos momentos los pasé viendo a la gente deslizarse. Los deportes extremos son admirables. Es una de las maneras de explotar el máximo potencial humano. Las personas que dedican su vida a este tipo de actividades parecen súper humanos desafiando la naturaleza, desde las propias capacidades hasta las enormes montañas, olas o velocidades.

Durante la semana que estuve también hice la excursión de los 7 lagos. Partiendo del Lago Nahuel, donde se encuentra la ciudad de Bariloche, en la ruta 40 partes hacia el norte atravesando tres parques nacionales y dos provincias. La provincia de Rio Negro, donde se encuentra San Carlos de Bariloche, y Neuquén, donde se encuentra San Martin de los Andes. En el camino se bordea el lago Espejo, el Falkner, Lago Escondido, el Lakar entre otros. Te pierdes entre sus paisajes mientras avanzas.

Lago Escondido
Lago Escondido

No pudimos terminar el recorrido por una nevada que nos detuvo un par de horas en el camino. Llegamos a una curva inclinada y tuvimos que detenernos. El carro se deslizaba por la pendiente en lugar de avanzar. No habíamos puesto las cadenas en las llantas y no sabíamos cómo hacerlo. Mientras intentábamos ponerlas pasó un camión tirando agua salada en la carretera como medida para evitar la acumulación de nieve. Nos ayudaron a poner las cadenas y pudimos avanzar.

Cuando vives sumergido en estudios y trabajo, olvidas muchas cosas. Mientras avanzaba por esos paisajes, la naturaleza me recordó lo sublime de sentirse diminuto. “Los hombres ya no tienen tiempo de conocer nada” mencionan en El Principito, refiriéndose a la imposibilidad de los seres humanos para conocer algo o alguien debido a una carrera contra el tiempo. Cuando te expones a la naturaleza, te ves de inmediato reducido a nada. Ni el tiempo y espacio parecen reales, aunque lo sean más que cualquier concepto teórico que rellena tu mente.

Es fácil olvidarlo. Viviendo en un sistema aniquilador de vínculos transparentes, la formula está en el arte, el deporte y en los paisajes. Al borde de la sociedad. No importa dónde estudiaste, en qué trabajas ni cuánta plata ganas, nimiedades en las que perdemos más tiempo del que deberíamos. En quiénes piensas y qué piensas ante la naturaleza cruda te enseña mucho más y pone a prueba de qué estás hecho.

Una última excursión fue en el mismo Cerro Catedral, donde el destino final era un restaurante a 3500 metros sobre el nivel del mar. Solo hay acceso en invierno y con motos de nieve. De noche, la travesía solo es iluminada por los faros de las motos. Era imposible no recordar películas de espías de cuando era niño. Luego de una travesía en la que subes en curvas por bosques nevados llegas a “El Refugio” donde te sirven fondue de queso y chocolate acompañado de vino y una chimenea que calienta el recinto.

Al finalizar el viaje, mi mente se quedó atrapada en las montañas, lagos y actividades que hice alrededor de ellos. Quiero regresar y ver los mismos paisajes en verano-, pensaba. Al igual que algo del lugar se queda adentro tuyo, parece como si hubiera dejado algo mío ahí, a miles de kilómetros de mis estudios y trabajo.

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