[Migrante al paso]Una pelota venia directo hacia mí, recién salía del Museo Reina Sofía, la detuve con precisión. Todavía lo tengo, pensaba. En la pequeña plaza frente al museo, rodeado de arquitectura clásica europea, sentía que estaba en un comercial de Nike de los noventa. Un grupo de adolescentes levantaba las manos para que se las devuelva. Doy unos pasos atrás, me sentía David Beckham en su prime. Apunto, pateo y le doy directo a un carro de policía. Todos se comenzaron a reír incluido yo y los policías. En mi defensa estaba con unas zapatillas que no sirven mucho para el fútbol. Con un poco de vergüenza la recojo y se las doy a los jóvenes.
—¿Quieres jugar con nosotros? —me preguntaron, me sentí emocionado.
A que no caiga, quedé entre los finalistas y dijeron algo que se me va a quedar estampado en la memoria: No dejes que el viejo nos gane. Efectivamente, perdí y seguí mi camino intentando ocultar el dolor de rodilla. Me quede entusiasmado un buen rato, hace tiempo no jugaba fútbol.
Esa mañana me sentí aplastado dos veces, primero por el comentario de los jóvenes y varios minutos antes por la majestuosidad del Guernica de Picasso. No había mucha gente y lo pude apreciar a la perfección. En este tipo de museo es normal que la gente se aglomere frente a las obras emblema, pero ese día sólo había unos cuantos. La pintura de 1937 es enorme, espectacular y triste a la vez. Ya la había visto una vez, pero fue recién en esta ocasión que me sentí diminuto ante ella. Me costó dejarla ir, cuándo la volveré a ver. En el instante que me di media vuelta para seguir recorriendo el museo pensaba en lo efímero de la impresión. La obra de arte siempre va a estar ahí, pero yo no, solo unos pasos hacia el siguiente salón ya era un adiós prolongado.
Policía con metralleta, pasa por ese arco y ya estás ahí, me dice. A tan solo unas cuadras de mi hospedaje estaba la plaza mayor. Entré por uno de los diez accesos que tiene. Toda rodeada de edificios antiguos, pero mantenidos a la perfección. Al medio una estatua de Felipe III en caballo, un antiguo rey de España que muchos lo consideran como un vago. Me senté un buen rato fumando cigarros y viendo a los turistas tomándose fotos. Es alucinante, te sientes en el siglo XVII; si no fuera por una que otra infraestructura moderna, el traslado hacia el pasado sería total. Este lugar es de suma relevancia histórica, en algún momento la Corte funcionaba ahí. También es recordado por 3 famosos incendios que amenazaron con destruirla.
Siempre digo tener buena memoria, pero no me acordaba de nada. Madrid es una ciudad donde se siente el arte, fiesta y cultura en el ambiente. No se espera menos de una ciudad cuyo país gobernó el mundo entero por más de un siglo. Es notorio. Solo caminar por las calles angostas del centro, cruzarte con piletas y miles de lugares de tablaos de Flamenco, ya es nutritivo para el conocimiento. Es una ciudad de ensueño.
Caminé más de una hora por la famosa avenida Paseo de la Castellana para llegar al estadio Santiago Bernabéu, que ha sido recientemente remodelado. Soy fanático del club desde que veía al gordo Ronaldo jugar. El brasilero. Mi fanatismo por él era exagerado, era mi ídolo y en la actualidad lo sigue siendo. Recuerdo cómo me molesté en el Estadio Nacional, cuando los hinchas peruanos le gritaban cachudo y más. También rememoro cuando hizo una visita a Lima y mi padre nos llevó para tomarnos una foto con el astro. Hasta hoy recuerdo cómo apoyó sus manos en mis hombros para firmar mi camiseta de Brasil. Al costado de un banco Santander se compraban las entradas para el tour por el estadio. Me llevé la sorpresa de que justo al lado había una placa en la pared en memoria de Francisco Pizarro que lo exponía como fundador de Lima, en la parte superior se podía ver el escudo de la ciudad peruana. Siempre tuve una relación particular con este personaje, lleva mi nombre, era un carnicero y mutiló a miles de personas en nuestro territorio. Un salvaje por donde lo veas, pero murió en su ley, con la espada desenvainada en su propio cuarto frente a las tropas revolucionarias.
Entré al gigantesco coliseo del Real Madrid. Mientras subía las escaleras recordaba cómo no me perdía ni un solo partido de los famosos galácticos en mi niñez. El recorrido no es tan impresionante. Vi el super balón de oro que sólo ha sido entregado una vez a Di Stefano, probablemente el siguiente sea Lionel Messi. Los chimpunes de Zidane, las camisetas de los jugadores más emblemáticos y otras atracciones más modernas. Lo que sí es impresionante es cuando entras a las tribunas y ves la cancha en todo su esplendor. Toda mi vida he soñado con ser un futbolista profesional, meter un gol y gritar lleno de euforia. Algún día regresaré, pero a ver un partido, y si es posible un clásico entre el Barcelona y el Real Madrid.
En estos pocos días he recuperado la apreciación del arte plástico, después de muchos viajes e incontables museos, me había peleado con los cuadros. Sentía que ya lo había visto todo. Les decía a mis padres que si veía un cuadro más me iba a agarrar a cabezazos contra la pared. Después de un largo paseo por el Parque del Retiro, enorme, con monumentos, precioso y con miles de lugares para echarte un rato y relajarte, fui al Museo del Prado que se encontraba cerca. También visité el museo Sorolla y me quedé divagando entre sus obras de playas valencianas, el museo se encuentra en lo que una vez fue su casa. En el Museo del Prado, vi a Las Meninas de Velázquez, es una colección impresionante de varios artistas famosos de todos lados y toda época. Pude ver el famoso cuadro de Goya del que Picasso toma inspiración luego para el Guernica. El 3 de mayo, como se llama la obra, representa el levantamiento español contra la dominación francesa de inicios del siglo XIV, muestra los fusilamientos que hubo. El Guernica de Picasso, plasma el horror de los bombardeos en la ciudad del mismo nombre durante la guerra civil. Pero lo que más me gustó, y ya lo sabía de antemano, fueron los cuadros de El Greco. No sé cómo describirlo, son como obras etéreas y de estilo único. Solo en esa sala me quede media hora. En esta ciudad fui recuperando paso a paso la apreciación por el arte y cultura occidental, una que me había dedicado a criticar por mucho tiempo.