Nothing compares 2 U

[MÚSICA MAESTRO] Uno de los momentos más conmovedores que se hayan visto en la historia de los conciertos de rock tuvo a Sinéad O’Connor como protagonista. La cantante irlandesa había sido invitada a participar, junto a un elenco de grandes estrellas, para celebrar los 30 años de vida artística de Bob Dylan, en el Madison Square Garden de New York. Cuando fue llamada al escenario para interpretar I believe in you, del álbum Slow train coming (1979) – el primero de Dylan tras su conversión al Cristianismo-, fue abucheada de forma ininterrumpida, durante algo más de dos minutos. Sola y frágil, se paró delante de ese público hostil y esperó, con los brazos cruzados y los ojos fijos en el suelo.

Kris Kristofferson, quien la había anunciado, se puso a su lado para brindarle su apoyo. Los músicos comenzaron a tocar los primeros acordes del tema de Dylan pero, como la pifia continuaba, ella les ordenó que se detengan. Furiosa, se arrancó los audífonos que llevaba puestos y les escupió, a gritos y a capella, la letra de War, tema grabado por Bob Marley en 1976 que adapta un emotivo discurso del monarca etíope Haile Selassie (1892-1975), patrón del rastafarianismo, contra el racismo y la discriminación. Al terminar, Sinéad, de apenas 25 años, se echó a llorar a los brazos de Kristofferson. Fue el 16 de octubre de 1992.

Dos semanas antes, ella había hecho lo mismo en uno de los programas de televisión más sintonizados de Estados Unidos, Saturday Night Live, con un detalle adicional. Mientras entonaba el último verso de la canción -“confiamos en la victoria del bien por encima del mal”- sostuvo delante de las cámaras una fotografía del Papa Juan Pablo II y la hizo añicos mientras gritaba “Fight the real enemy!” (“¡Combate al verdadero enemigo!”). En su interpretación, O’Connor introdujo la frase “abuso infantil”, poniendo en la agenda pública algo que, para ese entonces, ya era un ignominioso e impune secreto a voces: la inacción de la Iglesia Católica frente a casos de violaciones sexuales a niños, perpetradas por personajes como Fernando Karadima (Chile) o Marcial Maciel (México), que recibían protección del mismísimo Karol Wojtyla. Aquella valiente protesta hizo que un sector muy influyente del establishment le diera la espalda a la artista.

Madonna, por ejemplo, intentó desautorizarla. Después se supo que fue un celoso disfuerzo para evitar que el impacto mediático provocado por la fuerte declaración de O’Connor le robara atención a su quinto disco Erotica y el hipersexualizado libro de fotos que lo acompañaba, lanzados ese mismo 1992. Otro de sus notables críticos fue nada menos que Frank Sinatra (1915-1998) quien la llamó “vulgar y estúpida” tras lo ocurrido en SNL. Un par de años antes, “La Voz” ya había amenazado a Sinéad con “patearle el trasero” por decir que, si antes de uno de sus conciertos sonaba el himno de los EE.UU., ella se negaría a salir al escenario.

La aparición de Sinéad O’Connor en el escenario pop-rock fue un desafío a la imagen de la mujer en la música de fines de la década de los ochenta. La frivolidad había copado casi todos los espacios, dando origen a lo que ocurrió después, desde Britney Spears hasta Dua Lipa -pasando por la infinidad de variantes internacionales y nativas cuyos ecos cada vez más degradados gozan, lastimosamente, de robusta vigencia-. A eso, Sinéad respondió de manera radical: ausencia de elementos glamorosos o exhibicionistas (cabeza rapada, ropa sencilla, movimientos espasmódicos), actitud ambigua frente a su sexualidad, mirada fija y penetrante, a menudo molesta. Y canciones que trasuntaban lo filosófico y lo íntimo, de letras inteligentes interpretadas con una voz suave pero intensa, capaz de enternecer pero también de angustiar por sus niveles de tensa emotividad.

Su álbum debut, The lion and the cobra (1987) -título que hace referencia a un versículo del Antiguo Testamento (Salmos 91:13)-, obtuvo moderada presencia en radios británicas con temas como Mandinka, Troy y I want your (Hands on me), con un estilo que la acercaba a heroínas del rock británico como Kate Bush y Siouxsie & The Banshees pero con ecos de folklore irlandés, presentes a lo largo de toda su discografía (como en este tema de su segunda placa, I am stretched on your grave). De hecho, en este disco destaca el tema Never get old, en el que colabora con ella la cantante Enya, diva de la música celta, que en ese entonces iniciaba también su camino en solitario, tras separarse del combo familiar Clannad. Vocalmente, O’Connor es antecedente directo de lo que hizo Dolores O’Riordan (1971-2018) al frente de The Cranberries, otra importante banda irlandesa de esa década. Cantantes como la canadiense Alanis Morissette o la islandesa Björk reflejan también la influencia que tuvo Sinéad O’Connor en su generación.

1990 fue el año de su absoluta consagración. Aun cuando sus canciones propias tenían la suficiente potencia expresiva como para destacar en una escena pop paralizada por la superficialidad, fue un cover el que la catapultó a los primeros lugares. Nothing compares 2 U -una balada gospel que Prince (1958-2016) había escrito en 1984 para su proyecto paralelo The Family-, incluida en su segunda producción discográfica I do not want what I haven’t got (1990), se transformó en un desgarrador lamento que, con la voz y personalidad de Sinéad, cobró más de un significado. El videoclip mostraba, en primerísimo primer plano y sobre fondo negro, el rostro una jovencita de 23 años, de impactante palidez y mirada profunda, procesando su dolor a través de varias emociones encontradas: cólera, tristeza, reflexión y llanto contenido.

La hipnótica instrumentación de Nothing compares 2 U simulaba un conjunto de cuerdas a través del uso de sintetizadores (semejantes a los mellotrones en el prog-rock de los setenta), con melancólicos arreglos escritos por ella y el productor Nelle Hooper (Björk, Massive Attack). El tema disparó las ventas del LP, -y habría desatado la ira de Prince, como ella relató en su autobiografía Rememberings (Penguin Random House, 2021), quien hizo su propia versión muchos años después, en el 2000. El disco contenía otras muy buenas canciones como The Emperor’s new clothes, The last day of our acquaintance o la conmovedora Black boys on mopeds, que condena la brutalidad policial aplicada durante el gobierno de Margaret Thatcher en Reino Unido. Así, entre densos exorcismos personales, sinceras reflexiones sobre el amor y denuncias de naturaleza político/social, la vulnerabilidad de Sinéad O’Connor quedó expuesta sin ambages. Dos años después pasó lo de la foto del Papa, que la consolidó como una voz honesta que solo obedecía a sus propias convicciones, a pesar de los prejuicios y enemigos famosos que se ganó por ello.

Ese mismo 1992, apareció su tercer álbum Am I not your girl?, una selección de estándares de jazz y musicales de Broadway, acompañada por una big-band. Aunque en su momento pasó casi desapercibido, el disco contiene buenas versiones de How insensitive, de Antonio Carlos Jobim; Bewitched (bothered and bewildered), que fuera éxito en la voz de Doris Day en 1949; Why don’t you do right?, grabada por Peggy Lee en 1942; o I want to be loved by you, canción que hiciera famosa Marilyn Monroe en la película Some like it hot (Billy Wilder, 1959). Don’t cry for me Argentina, del musical Evita (Andrew Lloyd Webber, 1976), también aparece en este disco, cuatro años antes de la disforzada grabación de su némesis, Madonna. Como parte de la campaña promocional de este disco, Saturday Night Live la tuvo como invitada musical en el inolvidable capítulo que desató la ira reaccionaria de una considerable porción del público en aquel homenaje a Bob Dylan.

Después de su cuarto álbum Universal mother (1994), que generó un par de singles, Fire on Babylon y Thank you for hearing me -sobre su breve relación con Peter Gabriel-, además de homenajear a Kurt Cobain con una delicada versión de All apologies (In utero, 1993), a medio año del suicidio del cantante y guitarrista de Nirvana, O’Connor “desapareció” discográficamente hasta el año 2000, en que salió Faith and courage. Y las comillas son porque, aunque no lanzó ningún disco con material propio, sí se mantuvo muy activa colaborando con artistas como Richard Wright -tecladista de Pink Floyd-, The Who y la organización Red Hot para el álbum Red Hot + Rhapsody, celebrando los 100 años de nacimiento de George Gershwin (1898-1937), interpretando el estándar Someone to watch over me, de 1926.

Luego, en el 2005, apareció Throw down your arms (2005), un disco de reggae que grabó en los legendarios estudios Tuff Gong de Kingston, Jamaica, bajo la producción de Sly & Robbie, donde incluyó una versión en estudio de la polémica War, junto a covers de otras estrellas jamaiquinas como Burning Spear, Peter Tosh, Israel Vibration, entre otros. Dos años después publicó Theology (2007), con canciones dedicadas a la religión como I don’t know how to love him (de la ópera-rock Jesus Chist Superstar), The glory of Jah (compuesta por ella en homenaje al rastafarianismo), Rivers of Babylon (exitazo de Boney M en 1978), entre otras. Sus dos últimos álbumes en estudio, How about I be me (And you be you)? (2012) y I’m not bossy, I’m the boss (2014) prosiguen la línea temática de reivindicación frente a toda clase de abusos y discriminaciones.

Sinéad O’Connor interactuó siempre con los mejores. En 1986, apenas a sus 20 años, trabajó con The Edge y Larry Mullen Jr., de sus compatriotas U2, en Heroine, tema central de una película anglofrancesa llamada Captive. En julio de 1990, en medio del megaéxito global de Nothing compares 2 U, participó en la puesta en escena de Roger Waters, The Wall – Live in Berlin, para celebrar la caída del muro que dividió a Alemania tras la Segunda Guerra Mundial. En aquella ocasión, O’Connor se unió a Garth Hudson, Rick Danko y Levon Helm de The Band para entonar Mother, oscura composición del líder de Pink Floyd acerca de madres abusivas y castrantes. También grabó una dulce versión de Sacrifice, para el tributo a Elton John & Bernie Taupin Two rooms, en el que participaron grandes nombres como Tina Turner, Kate Bush, Eric Clapton, Phil Collins, entre otros.

Ese mismo año, en octubre, integró el elenco internacional del concierto benéfico Desde Chile… un abrazo a la esperanza, organizado por Amnistía Internacional, donde actuó frente a miles de personas en el Estadio Nacional de Santiago con Sting, Rubén Blades y Peter Gabriel. Con este último colaboró en las canciones Blood of Eden y Come talk to me, para el álbum Us (1992) del ex vocalista de Genesis. Al año siguiente grabó You made me the thief of your heart, tema central de la banda sonora de la laureada película In the name of the father, del director irlandés Jim Sheridan, protagonizada por Daniel Day-Lewis. Y, en 1995, se unió a The Chieftains para interpretar dos canciones tradicionales, The foggy dew y He moved through the fair, incluidas en el disco The long black veil, en que el grupo de folk irlandés más famoso del siglo XX hace dúos con gente como Mick Jagger/Keith Richards, Van Morrison, Ry Cooder, entre otros. El colectivo Massive Attack solicitó su voz para tres canciones del disco 100th window (2003), el cuarto de la excelente banda de trip-hop. Aquí podemos ver y escuchar una de ellas, la enigmática Special cases.

La controversia y la tragedia marcaron la vida personal de Sinéad O’Connor, como cuenta el elocuente documental Nothing compares (Kathryn Ferguson), estrenado en el prestigioso Sundance Film Festival 2022. Fue víctima de abuso infantil a manos de su propia madre. Criada en un ambiente católico ortodoxo -se ordenó como sacerdotisa siendo aun muy joven-, se declaró durante años como cristiana creyente y posteriormente, desde el 2018, se convirtió al Islam y cambió su nombre a Shuhada’ Sadaqat (aquí un concierto de esa etapa). Diagnosticada con trastornos de la personalidad -bipolaridad, borderline- tuvo cuatro matrimonios, el más largo de los cuales no llegó a los tres años, y cuatro hijos. El último de ellos, Shane -cuyo padre fue el músico irlandés Dónal Lunny, que tocó bouzouki, bodhrán, teclados y guitarras en su disco de música celta Sean-Nós Nua (2002)-, se suicidó en enero del 2022, a los 17 años. Dieciocho meses después de esta desgracia, el pasado 26 de julio, fue hallada sin vida en su departamento en Londres.

De todas las personalidades que han expresado su pesar ante esta irreparable pérdida para la música -Bob Geldof, Tori Amos, Bryan Adams- fue el cantante y compositor británico Morrissey, ex líder de The Smiths, quien puso los puntos sobre las íes: “Su sello la abandonó después de vender siete millones de álbumes para ellos. Se volvió loca, sí, pero poco interesante, nunca… hay cierto odio en la industria de la música hacia los cantantes que no “encajan”. La alaban ahora solo porque es demasiado tarde. No tuvieron las agallas para apoyarla cuando estaba viva y clamaba por ayuda”. Nada más cierto respecto de una víctima de los verdaderos enemigos: la industria, los prejuicios, la ambición y el poder de ciertos grupos religiosos y políticos a quienes no les pesa destruir todo aquello que genere amenazas a sus propósitos de dominio y control social.

Tags:

Nothing compares 2 U, Prince, Rock de los 90, Sinéad O'Connor
x