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TRES

Diez años atrás, una vez una profesora, en plena conversa en la sala de descanso, indicó.

No me molestan los gays, pero no permitiría que se besen delante mío. Solo eso.

¿Entonces la pareja tendría que pedirte permiso para demostrarse afecto?, ¿qué tipo de libertad es esa? Inquirí.

Ella no supo que contestarme, y tenía veintipocos años.

Veinte años atrás, tenía un local en un Shopping céntrico. Al lado mío, quedaba el cine, motivo por el cual compartía, en varios momentos del día, con el personal del cinema. En cierta ocasión, vi que se burlaban de un joven gay que atendía un pequeño puesto, en el mismo piso. No hice nada, lo dejé pasar. Al poco tiempo, razoné que la vida de ese joven debe ser ya difícil -por su condición- para que unos pelotudos se burlen de él en su trabajo. Entonces, me acerqué a su local.

Hola que tal, soy Tomas, del local de enfrente, te quería indicar si alguna vez necesitas cambio avísame. Ok.

Para todo aquel, que alquiló un local en un shopping, sabe que conseguir sencillo es uno de las cosas más preciadas.

Solo una vez, fue por mi local para pedir cambio.

Eso sí, cuando nos topábamos lo saludaba, y él devolvía el saludo; pero con cierta aprensión. Aunque nunca hicimos amistad, quería que supiera que lo respetaba.

Y creo que él deseaba eso: Respeto.

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