Populismo

Ahora, ¿es posible salir de esta línea ideológica populista como sociedad? Si hay una característica de los peruanos, desde los ochenta del siglo XX en adelante, es que somos un país muy informal. Según estudios del INEI, el Perú tiene 80% de informalidad, que convive entre la legalidad y la ilegalidad. Es esta situación que condiciona (más no determina) el momento populista en el que nos encontramos, el cual puede apreciarse en la alta aprobación que tuvo Martin Vizcarra cuando judicializó la política peruana, cuando cerró el Congreso de la República el 2019 y cuando se hizo un referéndum para que los congresistas solo estén por un periodo en el espacio legislativo.  

El libro nos presenta no solo su contribución a la academia desde el punto de vista ideológico; nos presenta también, ante la opinión pública en base a los datos, los desafíos aún que tenemos como país para la construcción republicana.

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Política, Populismo

EL PODCAST DIARIO DE OPINIÓN DE JUAN CARLOS TAFUR.

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estatismo, gremios empresariales, medios de comunicación, poderes, Populismo, presidentes del Perú, tecnocracia liberal

Hay tres poderes fácticos -gremios empresariales, tecnocracia liberal y medios de comunicación- que a lo largo de las últimas décadas han jugado un rol de contención importante respecto de cualquier devaneo populista o estatista.

Esta trenza derechista logró que Alejandro Toledo se quitase la vincha roja, que Alan García II no hiciese realidad sus promesas populistas de campaña, que Ollanta Humala elija la hoja de ruta, etc. Gracias a su presión, terminaron por evitar que el país se vaya al abismo, y a pesar de la enorme corrupción de la transición democrática, el país creció, disminuyó la pobreza y lo propio ocurrió con la desigualdad.

Lamentablemente, en el último lustro, esta trenza había sufrido serio menoscabo. Los gremios empresariales se hallaban seriamente desprestigiados por el caso Lava Jato y el Club de la Construcción, los tecnócratas liberales habían perdido capacidad de influencia al haber salido del Estado, y los medios atravesaban no solo una serísima crisis económica -que perdura-, sino que arrastraban errores de indulgencia cometidos, sobre todo, con el gobierno de Martín Vizcarra.

Felizmente, sin embargo, luego del triunfo de Pedro Castillo, esta triada de poderes fácticos está recuperando su capacidad de influencia y está logrando lo que, por ejemplo, un Congreso opositor mediocre y blandengue no ha logrado, como es la caída de un gabinete y luego de varios ministros, o que se modere la línea económica inicialmente planteada por el régimen.

Los gremios se han modernizado y entendido que su rol político no puede ser “a lo bestia” y que bien dosificada la postura enérgica es mucho más decisoria. Los medios, casi por unanimidad, han puesto el acento hipercrítico en la denuncia de las tropelías del gobierno, recobrando prestigio, y la tecnocracia liberal ha logrado compensar su ausencia de las instancias de decisión públicas con una presencia mediática influyente.

En medio de la ausencia de liderazgos políticos, de la defección de los principales partidos, de la debilidad institucional del Congreso o de los poderes locales, que la trenza derechista se haya recompuesto, recupere bríos y capacidad de influencia, es una extraordinaria notica que hay que ponderar. El Perú de estos años críticos lo va a agradecer.

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Es verdad que en primera vuelta se produce un desfleme de propuestas y que recién en la segunda vuelta -en la búsqueda de conquistar el centro- éstas se morigeran, pero de por sí, si nos guiamos por el formato discursivo de los candidatos, el panorama que se viene para los siguientes cinco años no es muy alentador.

Yonhy Lescano y Rafael López Aliaga, los dos candidatos más potentes (a pesar de la aparición de George Forsyth en la última medición de Ipsos), han hecho gala de un populismo desmadrado. Lescano ha anunciado controles de precios y tasas, presiones al BCR por plata, empleos en base a inversión pública; López Aliaga ha arremetido contra los monopolios mediáticos, lechero y farmaceútico con clara connotación intervencionista.

En ambos casos, no proponen el libre mercado competitivo como mecanismo de solución de los problemas que se puedan encontrar sino la intervención estatal.

A esa situación de riesgo populista se agrega el escenario de un Congreso tan o más fragmentado que el actual y, por ende, lleno de competencias internas por ver quién lanza la iniciativa más populista y demagógica. Y el problema es que a diferencia de lo sucedido con PPK, Vizcarra o el propio Sagasti, lo más probable es que esta vez estas iniciativas tengan eco en el Ejecutivo.

El último bastión contra propuestas de este tipo ha sido en los últimos tiempos el Tribunal Constitucional, pero a la vez hay que tener en cuenta que será el nuevo Congreso hiperfragmentado el que designará a los seis reemplazantes de los magistrados con mandato ya vencido. Así pues, probablemente toque en suerte un TC a la medida del populismo desembozado del flamante Legislativo.

Ya que no está Verónika Mendoza en lugar expectante, se podría descartar un cambio del modelo económico, pero sí vamos a ver infinidad de perforaciones populistas. No veremos expropiaciones, pero sí regulaciones ad hoc contraproducentes; no veremos empresas estatales creadas, pero sí injerencia en procesos privados.

No se ve muy halagueño el panorama. Queda un mes todavía por delante y podría ocurrir que los candidatos más liberales (Keiko Fujimori o De Soto), o menos populistas (Forsyth), logren crecer o mantenerse en lugar expectante y variar la perspectiva, pero la foto de hoy nos muestra un panorama sombrío.

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Candidatos presidenciables, Elecciones 2021, Populismo
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