Top Gun

Y por si fuera poco, Kosinski pone la cámara donde tiene que ser: dentro del avión. Este no es un espectáculo de ver aviones volar por los aires y explotar a alta velocidad. El espectador se encuentra metido en una nave aérea, sintiendo la aceleración a través de planos cerrados del rostro de los protagonistas, como se ve todo desde adentro de la cabina y que tan cerca estamos de estrellarnos. 

Sin saber y solo con sentir, uno no se da cuenta que llevas dos horas pegado a la butaca con las manos sudorosas. Como ha dicho Cruise en todas las promociones, esta es una película para verla en el cine. Y vaya que lo es. Es sensiblemente ruidosa, hermosamente coloreada y lleva la adrenalina a flor de piel. Garantizado el estrés, la frustración, el consuelo y el llanto. Y al final, el cine es eso, una pila explosiva de emociones desbordantes. 

Un logro paralelo a todo ello es el de Denise Chamian. ¿Quién? Una directora de arte con cuatro décadas en el negocio que ha logrado colocar aquí cada rostro actoral a la perfección. Aunque siempre me resulte irrelevante, porque el cine es mucho más que un grupo de actuaciones, hay un reparto en estado de gracia.  Teller, Connelly, Hamm, Harris y Powell traen a la función sus mejores maniobras y una inmensa calidad en su juego. 

Top Gun Maverick hace mejor lo que cualquiera pensaría que es antagónico para Tom Cruise: no se toma tan en serio. Fluye entre un discurso político ligero, una comedia bien puesta, y una acción enfocada en el paseo emocional. 

La película no te tira en la cara sus capacidades técnicas. Muy por el contrario, parece una demostración de cómo Cruise también ha madurado en la vida real, consciente del paso del tiempo y las arrugas. Ya cercano a las seis décadas, se ha asegurado que todos los hinchas del cine -e incluso a los que no lo quieran tanto a él- sepan con claridad cuánto lo vamos a extrañar. Más de una tonelada y por encima de la velocidad del sonido.

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Tom Cruise, Top Gun
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