Unidad Política

[PIE DERECHO] Uno de los deseos del año ha sido que la derecha y el centro se logren aglomerar y presentar máximo dos o tres candidaturas el 2026 o cuando se produzcan las elecciones generales. No parece ser ése, sin embargo, el ánimo de sus protagonistas, quienes parecen creer que es mejor ir cada uno por separado y recién en la segunda vuelta apoyar al que pase a ella.

Es un escenario de alto riesgo. Es verdad que esa perspectiva sí podría lograr un mayor número de congresistas del perfil ideológico señalado, pero atomizaría el voto presidencial hasta niveles equivalentes, en el mejor de los casos, a los del 2016.

Bajo tal circunstancia y teniendo en cuenta la potente vocación antiestablishment de la ciudadanía -según reflejan todas las encuestas que ya preguntan por preferencias electorales-, podría ocurrir tranquilamente que sean dos candidatos disruptivos radicales los que pasen a la jornada definitoria.

Si se toma en cuenta, además, que los dos candidatos de derecha que junto a Keiko Fujimori disputaron el pase en la anterior jornada -Rafael López Aliaga y Hernando de Soto- no gozan hoy del mismo predicamento, la eventualidad de que ocurra el escenario indeseado de dos candidatos de izquierda en la segunda vuelta crece en posibilidades.

Debería existir, además, una tendencia natural al agrupamiento. La diferencia ideológica entre muchos de los candidatos de centro o de derecha que asoman en el horizonte es mínima. Tranquilamente deberían haber sido partícipes de la misma agrupación. Es absurdo que vayan por separado a una contienda.

El Perú no puede correr el riesgo de que se repita el fenómeno Castillo, quien con poco más de un año de gestión arruinó el país y sus efectos aún se sienten hasta hoy. Sería calamitoso que el 2026 triunfe un candidato de la izquierda retrógada que nos ha tocado en suerte.

Es imperativo el llamado a la conjunción de esfuerzos por parte de los sectores ideológicos que al menos coinciden en defender el modelo de una economía de mercado y el sistema democrático formal como lechos rocosos de la sociedad peruana.

Debe tenerse en cuenta, además, que adicionalmente a competir contra el ánimo disruptivo de un sector importante de la población, se enfrentará la adversa situación de tener un gobierno de derecha terriblemente mediocre como el de Dina Boluarte y que puede ser una piedra atada al cuello de dicho sector.

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Candidatos Radicales, elecciones 2026, Fragmentacion del Voto, Unidad Política

Es necesario que la derecha se una en conglomerados importantes para el 2026, pero no deben soslayarse las necesarias distancias entre una derecha liberal y una ultraconservadora que crece y adquiere cada vez mayor presencia política. Son el agua y el aceite.

La derecha liberal, en particular, debe tener mucho cuidado en no contaminarse con dos influencias perniciosas: una, primera, la mencionada, de la derecha ultramontana, autoritaria, conservadora y mercantilista, que por más que sume votos o eventual representación, distorsionaría el proyecto y hasta eventualmente lo sabotearía en caso de ganar la elección.

Y la segunda, está a su otro costado, y es el de la llamada izquierda caviar, cuyo accionar en la política peruana ha sido muy dañino. Su falta de presencia electoral la ha suplido con penetración en poderes públicos como la Fiscalía y el Poder Judicial, para, a partir de allí, arremeter contra sus adversarios (desde Alberto Fujimori, quien recibió una sentencia exagerada, hasta Alan García, a quien querían verlo preso y humillado a toda costa), enrareciendo la atmósfera política.

El odio antifujimorista irracional nace de las canteras caviares y en muchos casos ya dejó de ser un saludable síntoma de vigor democrático para convertirse en una rémora para la convivencia política en la precaria democracia peruana. Con esta izquierda, que además ha fracasado en el gobierno, en la gestión municipal de Susana Villarán, y que se prestó de comparsa del corrupto e inoperante régimen de Castillo, los liberales no pueden marchar juntos. Sería un despropósito.

Hay varios candidatos liberales en ciernes. Algunos ya inscritos, otros en pleno proceso de hacerlo. Deben sentarse y conversar. No pueden ir divididos. Tienen la ventaja de ser una apuesta nueva, no jugada en el país, con candidatos frescos y fuera del establishment, y en esa medida, con posibilidad de disputarle los fueros a la izquierda radical, que se asoma con relativa ventaja en la futura carrera electoral.

Como no puede haber una suerte de primaria solo entre candidatos liberales, otro método es el de las encuestas. Apenas muestren que alguno de estos candidatos despunte sobre los otros, ya sería ocasión de armar un pacto claro y transparente, que ojalá prenda en una ciudadanía harta de lo ya conocido y del statu quo.

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derecha liberal, elecciones 2026, Extremismo Político, Unidad Política

Es necesario que la derecha se una en conglomerados importantes para el 2026, pero no deben soslayarse las necesarias distancias entre una derecha liberal y una ultraconservadora que crece y adquiere cada vez mayor presencia política. Son el agua y el aceite.

La derecha liberal, en particular, debe tener mucho cuidado en no contaminarse con dos influencias perniciosas: una, primera, la mencionada, de la derecha ultramontana, autoritaria, conservadora y mercantilista, que por más que sume votos o eventual representación, distorsionaría el proyecto y hasta eventualmente lo sabotearía en caso de ganar la elección.

Y la segunda, está a su otro costado, y es el de la llamada izquierda caviar, cuyo accionar en la política peruana ha sido muy dañino. Su falta de presencia electoral la ha suplido con penetración en poderes públicos como la Fiscalía y el Poder Judicial, para, a partir de allí, arremeter contra sus adversarios (desde Alberto Fujimori, quien recibió una sentencia exagerada, hasta Alan García, a quien querían verlo preso y humillado a toda costa), enrareciendo la atmósfera política.

El odio antifujimorista irracional nace de las canteras caviares y en muchos casos ya dejó de ser un saludable síntoma de vigor democrático para convertirse en una rémora para la convivencia política en la precaria democracia peruana. Con esta izquierda, que además ha fracasado en el gobierno, en la gestión municipal de Susana Villarán, y que se prestó de comparsa del corrupto e inoperante régimen de Castillo, los liberales no pueden marchar juntos. Sería un despropósito.

Hay varios candidatos liberales en ciernes. Algunos ya inscritos, otros en pleno proceso de hacerlo. Deben sentarse y conversar. No pueden ir divididos. Tienen la ventaja de ser una apuesta nueva, no jugada en el país, con candidatos frescos y fuera del establishment, y en esa medida, con posibilidad de disputarle los fueros a la izquierda radical, que se asoma con relativa ventaja en la futura carrera electoral.

Como no puede haber una suerte de primaria solo entre candidatos liberales, otro método es el de las encuestas. Apenas muestren que alguno de estos candidatos despunte sobre los otros, ya sería ocasión de armar un pacto claro y transparente, que ojalá prenda en una ciudadanía harta de lo ya conocido y del statu quo.

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