elecciones 2026

1.- Lo primero es definirse sin ambages de derecha. Ya no es una mala palabra para los sectores populares. Por el contrario, según algunas encuestas, supera a la izquierda en autoidentificación ideológica.

2.- No es posible que Hernando de Soto, Fiorella Mollineli, Fernando Cillóniz, Roberto Chiabra, Rafael Belaunde, Carlos Espá, Ricardo Márquez, Carlos Neuhaus, Pedro Guevara, Carlos Anderson o Wolfang Grozzo, vayan por separado a una justa electoral. Todos unidos, en un solo frente, con un buen candidato y sobrados cuadros tecnocráticos y candidatos al Congreso, pasarán a disputar, sin duda, la segunda vuelta.

3.- Debe ser disruptiva. El “modelo” vigente, tal como lo entiende la gente, es un desastre, sin salud, educación, justicia, seguridad, crecimiento económico. Hay que patear el tablero y ser enfático en que se quiere cambiar el establishment, no mantenerlo y mucho menos defenderlo. Hay decenas de propuestas programáticas en diferentes sectores que bien podrían darle ese tono disidente a la derecha unida.

4.- Deben alejarse lo más posible del gobierno actual. Es un desastre absoluto. El pacto Ejecutivo-Legislativo que nos gobierna es una calamidad sin remedio y por eso su altísima tasa de desaprobación. Algunos sectores de la derecha se conforman con Dina Boluarte porque hay relativa paz social. Es un craso error de interpretación, que no está leyendo el inmenso malestar popular que crece a diario bajo la epidermis aparente de la calma.

5.- Debe cuestionar con dureza a los dos socios cooperantes del desastre, que son Keiko Fujimori y César Acuña, que en los hechos están demostrando cómo sería un gobierno de cualquiera de ellos. Por supuesto, ni pensar en sumar a Fuerza Popular o Alianza Para el Progreso, en ningún tipo de pacto o alianza.

6.- Empezar la campaña desde ya. Quien más recorra el país, más opciones tendrá. Lo pueden hacer. La gente no los identifica con el régimen y no son, por ende, repudiados. Con una buena campaña de marketing publicitario, la derecha debería estar llamada a disputarle a la izquierda radical o a Keiko Fujimori la jornada final de la segunda vuelta.

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elecciones 2026, ideas para la derecha

El 82.4%, preguntado por IEP por quién votaría si se adelantasen las elecciones, señala que no sabe, no precisa o que por ninguno. Al 43%, según Datum, le interesa poco informarse sobre política y al 28% simplemente no le interesa. A un 68%, según IEP le interesa poco o nada la política. Un 42%, según Ipsos, no se identifica ideológicamente ni de derecha, ni de centro ni de izquierda.

Bolsón electoral presto a ser conquistado e indicador, por ende, de que nada está dicho para las elecciones presidenciales venideras, sueñan los candidatos más optimistas que aún no aparecen en el radar.

Sin duda, hay un porcentaje de indecisos al interior de los resultados estadísticos mostrados, que a la hora nona, terminarán decidiendo razonablemente, pero el grueso de los que aparecen allí son ciudadanos anómicos a los que no les va a interesar quién candidatea sino al momento de estar parado en la cola para ingresar a votar y terminará haciéndolo por el que esté de moda, el que más excéntrico le parezca, el que más joda al resto.

Años de destrucción del debate público, de la ausencia de políticas públicas que ameriten una discusión alturada, de ausencia de políticos (que se esconden para recién aparecer cada cinco años), carencia de cuadros tecnocráticos en el ámbito político, por más explosión de politólogos de la que seamos testigos, la desvinculación de la academia, la farandulización de los grandes medios de comunicación, son, entre otras razones, las causas de esta situación harto peligrosa para la sostenibilidad democrática del país.

Ese ciudadano descrito en las encuestas no vota por buenos candidatos, por programas de gobierno, por equipos tecnocráticos y políticos por más años que haya costado labrar, no se fija siquiera en la lista de candidatos al Parlamento. Es un voto antisistema por naturaleza y difícilmente va a aminorar de acá al 2026.

Ese es el lecho rocoso sobre el que se va asentar la jornada venidera y sería bueno desde ya que los candidatos decentes establezcan campañas ad hoc para ese público (hay tácticas de microfocalización que hoy permiten llegar a niveles o segmentos focalizados pequeños con relativa precisión). Si no, serán desbordados y ni se enterarán por qué.

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elecciones 2026, Encuestas, votantes 2026

¿Creen ustedes que el 90% de peruanos que estima que en el Perú gobiernan unos pocos en beneficio de ellos mismos, va a tender, naturalmente, a votar por un candidato del statu quo? Somos, en ese sentido el país de Latinoamérica con la peor percepción de equidad social y económica.

Tendría que surgir un candidato de derecha lo suficientemente disruptivo para lograr que esa percepción sea soslayada por otras razones. De lo contrario, la izquierda radical, que denuncia sistemáticamente el “régimen neoliberal”, se la llevará al galope.

El establishment peruano, sin embargo, en lugar de andar pensando en cómo presentar una opción electoral disidente del modelo, que lo modernice o reverdezca -mejor dicho-, se regodea en la urgencia de que el Congreso legisle para impedir que Antauro Humala pueda postular. Allí coloca todas sus expectativas creyendo que así resuelve el problema y que, ¡zas!, la gente va a votar por la centroderecha en automático, porque no le queda otra.

A quien escribe le parecen diez veces más potentes que Antauro como candidatos Guido Bellido o Guillermo Bermejo. Son más articulados y no tienen tantos anticuerpos como el etnocacerista. En una segunda vuelta, Keiko Fujimori le puede ganar a Antauro. Con Bellido o Bermejo pierde sin lugar a dudas.

La centroderecha no está midiendo a cabalidad el embalse de furia popular que despierta el statu quo, que ya no se centra solo en el sur andino sino en todo el país. Ni siquiera la inseguridad ciudadana, que debiera despertar simpatías por opciones derechistas de mano dura lo está haciendo, sumando más bien fuego al descontento general con el establishment en el que insertan a todo candidato de centro y de derecha.

No pinta bien el panorama electoral para el 2026. La coalición Ejecutivo-Legislativo ha corroído desde sus bases las opciones de centroderecha y va a ser muy difícil que un candidato surgido de ese lado del espectro ideológico rompa las resistencias que se le antepondrán. Tendrá que contratar a un genio del marketing para lograrlo.

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antauro, elecciones 2026

Se está complicado tanto la trama de los audios del ministro del Interior, Juan José Santibáñez, y se ve a la par el respaldo público de la presidenta, que más parece un pacto mafioso que un síntoma de simpatía política. Si a ello le sumamos el ya extraño retraso en la captura de Vladimir Cerrón, uno empieza a sospechar si la presidenta no está envuelta en una trama de corrupción que, descubierta, la ponga al desamparo de un Congreso que por más pacto fáctico que haya establecido con ella, se vería obligado a proceder a su vacancia.

Sería lo mejor que le podría pasar al país. No podemos tolerar dos años más de un Congreso que se ha propuesto destruir la institucionalidad democrática (siendo el Ministerio Público el último de sus objetivos) a paso firme e impune, junto a un Ejecutivo mediocre y débil que no es capaz de desplegar una mínima política pública decente y eficaz.

Ese marasmo político del Estado está aumentando los niveles de irritación ciudadana a niveles tales que si no estallan ya no sólo de manera aislada, como vemos en las calles contra funcionarios públicos, se manifestarán en la colocación del voto en las ánforas llevando al país al imperio de la furia y el desencanto.

Ya votó el Perú así dos veces en las últimas décadas. Lo hizo en el 90 por Fujimori, quien felizmente se reconvirtió y lejos de aplicar el programa heterodoxo que prometía terminó desplegando la mayor reforma estructural de la economía vista desde los tiempos de Velasco. Y lo hizo también el 2021 con Pedro Castillo, con los resultados calamitosos que hasta hoy sufrimos con la heredad de su mediocre vicepresidenta Dina Boluarte. Un lustro desastroso que no ha hecho si no ahondar la crisis política y económica que ya desde el 2011 empezamos a padecer.

Le haría bien al país que se adelanten las elecciones. Un año menos de suplicio le restará posibilidades a los candidatos disruptivos, que prometen patear el tablero y, en base al malestar ciudadano, construir un país donde el odio y la venganza sean su signo vital. Que se vaya Dina Boluarte ayudará a atemperar ese estado de ánimo cada vez más arraigado.

La del estribo: interesante apreciar en las tablas la obra de Mario Vargas Llosa, ¿Quién mató a Palomino Molero?, con la adaptación y dirección de Edgar Saba y un elenco actoral encabezado por el gran Gustavo Bueno, Haydeé Cáceres, Oscar Carrillo, Ramón García, Susan León y otros. Va en el clásico teatro Marsano hasta el 29 de setiembre. Entradas en Teleticket.

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Candidatos, elecciones 2026

Recién en un foro de Wathsapp discutíamos por donde comenzar a reconstruir el país puesto que carecemos de una burguesía con carácter auténticamente nacional capaz de tomar en sus manos al Perú y liderar el desarrollo de la nación con lo mucho que además esto suena a alocución de barbado activista setentero. Pero no deja de ser cierto. Además, tampoco contamos con clase política, ni a nivel del gobierno central, ni en el plano de los gobiernos locales. 

Esta ha sido reemplazada por lo que Patricia del Río llamó alguna vez caquistocracia vocablo que designa al gobierno de los peores o menos capaces. Y es que habría que esforzarse mucho para encontrar un ciudadano menos capaz para el ejercicio de la Primera Magistratura de la Nación que Pedro Castillo Terrones cuyo inconcluso y circular cuento del niño y el pollo denigrará por siempre el honorable oficio de maestro.

Cualquier referencia al Congreso es una perogrullada. Ya se sabe que ha sido tomado por una camarilla de personajes la más de las veces siniestros e inescrupulosos que legislan a favor de intereses privados vinculados no solo con lo ilegal sino con todo lo que atenta contra el bien público. Solo así pueda explicarse que se limite la figura del allanamiento domiciliario poniendo sobre aviso al sospechoso que será visitado para que coloque a buen recaudo cualquier bien o caudal que pudiese obrar en su contra. De allí que el rector de la UNI, Alfonso López Chau haya llamado “Constitución de 2024” a la Carta de 1993 pues, entre gallos y media noche, la actual mayoría congresal la ha fraguado a favor de los peores y en perjuicio de todos los demás. 

El problema comienza con la historia, podríamos remontarnos al régimen colonial, o a los orígenes republicanos, pero seré práctico. Si todo está podrido ¿por dónde se comienza? Por los poderes del Estado. José Martí dijo, “cuando el sufragio es ley, la revolución es el sufragio” y Alfonso Barrantes añadió, “en el Perú, un gobierno honesto ya sería una revolución”. 

Parece que tendremos hasta 60 partidos inscritos y aptos para participar en las justas electorales de 2026. Parafraseando a Basadre, el problema oculta la posibilidad. Entre esos 60 nuevos partidos se encuentran los tres o cuatro candidatos que representan la genuina indignación ciudadana ante quienes han convertido nuestra política en un espacio de impunidad para el delito y a nuestro país en su hedionda madriguera. 

Necesitamos identificar a las fuerzas políticas que defienden el bien común, que defienden la política entendida como servicio público, que defienden la tecnificación de la gestión, que defienden los proyectos de desarrollo y apoyarlos a rabiar para convertirlos en mayoría. Estos partidos deben tener la sabiduría necesaria para unirse, llegado el momento, antes o después de las elecciones, para así gobernar juntos, priorizando la necesidad de construir el país Antes que las cuotas de poder o esas pugnas intestinas típicas del comunismo criollo del siglo XX. 

Platón entendía la aristocracia, no como la vivimos en el Perú hace un siglo, sino como el gobierno de los mejores. Necesitamos tres o cuatro nuevos partidos cuyos candidatos o candidatas presidenciales y congresales se encuentren entre los más calificados y comprometidos para gobernar el país, para reformular nuestra Constitución conforme a lo que haga falta e igual con las principales instituciones y luego irradiarse al resto del país extrayendo lo mejor de cada una de sus regiones. 

Si me preguntan por un inicio donde parece no existir ninguno, este sería el mío. Y dejo claro que no he hablado ni de izquierdas, ni de derechas, creo que necesitamos a ambas, siempre y cuando actúen dentro de los marcos democrático e institucional y se pongan de acuerdo. A ver si por una vez, actuamos al servicio del Perú. 

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Alfonso López Chau, elecciones 2026

Hay quienes piensan que es posible que el 2025, en un afán de tomar distancia del gobierno, las bancadas que hoy lo sostienen, se le voltearán y podrán llegar, inclusive, a la vacancia.

Es un escenario improbable. ¿Imaginan ustedes si cualquier régimen que surja de las entrañas de un Parlamento tan desprestigiado podrá sostenerse en el poder o sufriría el mismo fenómeno que se tumbó a Merino? Esto es lo más probable que ocurra. Nadie de la oposición en su sano juicio se va arriesgar a semejante traspiés ad portas de un proceso electoral. No es por allí que podría venir un fenómeno político que recorte el mandato de una presidenta tan impopular como Dina Boluarte.

Es solo la ocurrencia de un fenómeno de masas callejeras el que podría hacer que Dina Boluarte se vea obligada a renunciar. Hoy se ha logrado, a pesar del inmenso malestar que el régimen produce, una relativa paz social, pero ya hay una sucesión de síntomas, que aislados no significan mucho, pero que reunidos pueden estar mostrando que la paciencia popular ya está en su límite.

Hemos sido testigos en las últimas semanas de múltiples muestras de irritación popular, algunas con desenlace indeseablemente violento, pero que dicen mucho del telón de fondo que signa a la ciudadanía del Perú, harta de sus políticos, de todos en general (muy pocos se salvan), y que hoy empieza a manifestarse por el momento inorgánicamente.

Basta un detonante, que puede ser cualquier medida administrativa irritante, para que se incendie la pradera. Y si eso ocurre este gobierno no aguanta ni tres días en Palacio.

Por allí veo la única manera de que este gobierno no dure hasta el 2026. Desde el escenario político del Congreso no va a surgir ninguna iniciativa que lo promueva porque no le conviene a nadie. Prefieren a Boluarte como monigote en Palacio y ellos seguir gobernando desde la comodidad impune de sus curules.

El régimen chicha, mercantilista y lindante con la criminalidad que hoy nos rige, ha encontrado su punto de equilibrio y no lo va a deshacer por más que las encuestas lo descalifiquen.

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Dina Boluarte, elecciones 2026

La gente no es tonta. Bastó que la izquierda, encabezada por Verónika Mendoza, se sumara a la movilización convocada para este 19 de julio en contra del gobierno, y la misma derivó en un fracaso rotundo. Ni siquiera se pudo llenar una cuadra de manifestantes.

Mendoza no solo es una mala candidata sino que, además, es pésima política. Jugó sus cartas de apoyo al nefasto régimen de Castillo y solo se distanció de él, oportunistamente, cuando sus cuadros fueron retirados del gobierno.

Pudo ser la izquierda moderna que el Perú necesita a gritos que se conforme, pero prefirió las migajas del poder y se alineó incondicionalmente con un gobierno radical, estatista, corrupto y finalmente golpista.

En la última encuesta de Ipsos, publicada hoy en Perú21, aparece con 3% de intención de voto -que no está mal-, pero tiene la mitad de Antauro Humala, quien alcanza un 6% de respaldo electoral. Una vez más, si las tendencias se mantienen, va a ser desbordada por los radicalismos izquierdistas, dada su ambigüedad y modosería ideológica, valga el término.

Esta vez debe haber calculado que si el gobierno y el Congreso tienen una altísima desaprobación, convocar una protesta contra ambos, era, pues, políticamente, muy rentable, pero a pesar de jugar con esa ventaja, demostró que no tiene capacidad de convocatoria popular alguna (como tampoco la tiene Martín Vizcarra, quien también se sumó al coche).

Le haría mucho bien al país que el espectro de la izquierda moderada sea ocupado por otra persona que no sea Verónika Mendoza. Ojalá Alfonso López Chau, quien hoy no aparece en las mediciones, pueda ocupar ese espacio y así consolidar un nicho ideológico vacío de un buen liderazgo.

Que no se confunda, por cierto, moderación con tibieza. Una izquierda democrática bien puede ser disruptiva con el statu quo. Así lo va a demandar una campaña polarizada, donde el centro aguachento no va a tener cabida. Verónika Mendoza no merece seguir teniendo espacio en el proscenio electoral peruano. Por lo que se ha visto, es una radical disfrazada de moderada, que solo busca oportunistamente el poder a como dé lugar. La izquierda misma haría bien en marcar sus distancias de ella en cualquier alianza futura posible.

-La del estribo: un placer enorme leer al entrañable Julio Ramón Ribeyro. La publicación de cinco cuentos, bajo el título Invitación al viaje y otros cuentos inéditos, contiene relatos hallados en el archivo personal del autor, en la residencia de su viuda en Paris, escritos al parecer en la década del 70. El primer libro que leí, fuera de las obligaciones escolares, fue La palabra del mudo y a partir de ello recorrí su obra completa No me cabe si no inmenso gozo por redescubrir la magnífica prosa del mejor cuentista peruano.

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candidatos peru, elecciones 2026, lópez chau, verónica mendoza, Verónika Mendoza

El 49% de la población considera que Keiko Fujimori es aliada del gobierno. Un 48% lo estima así con César Acuña y 42% con López Aliaga. ¿Mellará en algo su desempeño electoral, considerando que la presidenta Boluarte tiene un respaldo de apenas 6% según Ipsos y 5% según IEP?

La pregunta viene a colación de la próxima elección de la Mesa Directiva del Congreso y si acaso, los partidos mayoritarios estrenarían el año legislativo entrante una actitud más beligerante respecto del gobierno, al extremo inclusive -señalan algunos analistas- de evaluar una vacancia presidencial.

Me parece poco probable. Primero porque el escenario extremo de la vacancia los colocaría en la peor situación, la de tener que asumir los costos de manejar el poder Ejecutivo, una moledora de carne en estos momentos. Y, segundo, porque la verdad es que a la ciudadanía le importará poco si un candidato estuvo o no cerca del gobierno. Ya vemos que la izquierda, presuntamente incinerada por su apoyo a Pedro Castillo, hoy se presenta renovada y con reactivados bríos sin que le haya afectado semejante apoyo.

Hay que tener en cuenta, además, el corrosivo y significativo dato de la última encuesta del IEP, que señala que al 68% del país le importa poco o nada la política. ¿Qué le va a importar, pues, si debe decidirse por un candidato a quien se le identificaba años antes con un gobierno impopular? No será ese el factor decisivo a la hora de votar.

Por lo tanto, se prevé que la situación de la Mesa Directiva será políticamente poco incidente en el devenir del poder en el país, a menos que la ocupe una lista de izquierda opositora, lo cual es bastante improbable, dada la alianza fáctica mayoritaria del autodenominado “Bloque Democrático”.

No se avizoran cambios significativos en la relación Ejecutivo-Legislativo el periodo político venidero. Se mantendrá la alianza de hecho que hoy nos gobierna, con un Ejecutivo allanado a los deseos parlamentarios y un Congreso que protegerá al Ejecutivo en los asuntos más álgidos.

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elecciones 2026, Encuestas, IEP

Será bueno que los candidatos de la centroderecha democrática vayan perfilando sus propuestas de manera de empaquetarlas y venderlas de un modo enérgico, radical y frontal en la venidera campaña electoral.

La tremenda insatisfacción con la democracia y el basamento autoritario de las mayorías poblacionales van a hacerlas proclives a discursos radicales. Ya los hay desde la izquierda y la derecha. A Antauro y Bellido les corresponden Butters o López Aliaga. Si la centroderecha se perfila aguachenta y acomedida será desbordada por los discursos de estos sectores.

Las encuestas que arrojan una preferencia electoral por el centro son engañosas. Detrás de esa preferencia en el fondo anida la incertidumbre respecto de por quién votar, que es mayoritaria, sumada al desinterés por la política revelado por la mayor cantidad de ciudadanos. Ese sector responde seguramente “centro” cuando le piden una autodefinición ideológica, pero no quiere decir que sean pasibles de ser conquistados por discursos tibios, moderados o no confrontacionales.

En materia económica -la principal preocupación según la encuesta del IEP-, en corrupción y en seguridad ciudadana hay un enorme filón para elaborar propuestas audaces, disruptivas, sin salirse del eje democrático que debe contener a la centroderecha.

Cuando se terminen de conformar los partidos, las alianzas, los equipos técnicos y los comandos de campaña deberán poner especial énfasis en el marketing electoral. No es tiempo de tibiezas. La crisis política e institucional es tan honda que un discurso “políticamente correcto” no calará en la ciudadanía irritada ya no solo con el modelo económico sino también con el modelo político, es decir la democracia.

Ello se acentúa con la inmensa cantidad de candidatos que va a haber. Es necesario distinguirse entre, probablemente, cuarenta candidatos, si no más, que disputarán las elecciones del 2026. Así sea solo por este hecho, queda claro que los lugares comunes o los discursos “normales” no atraerán los reflectores ciudadanos. Está será una campaña para disruptivos y se lo puede ser sin necesidad de caer en las tentaciones autoritarias de los extremos.

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