caos

La realidad del pais, ahora mismo, permite darnos cuenta que estamos viviendo tiempos de incertidumbre, de temores e inseguridades, donde se muestra la debilidad de las instituciones responsables de advertir, prevenir y corregir el desorden. Es pues así, que, ante la falta de un ordenamiento integral de la sociedad, nos convertimos en caldo de cultivo para cualquier abuso y aberración que pueda darse entre nosotros. Toda esta situación trastoca la psiquis de nuestra población, la convierte en víctima ante cualquier atentado que pueda darse y que lastime su integridad y sus vidas. 

No se justifica para nada en estos tiempos este momento de terror que se vive en las ciudades, de angustia y desazón, donde la sola amenaza advierte la necesidad de cuidarse y lastimosamente allanarse a las lacras. Terrible situación que el Estado debe corregir de inmediato, urgente, y como siempre se dice articular sistemáticamente entre las instituciones la solución ante esta jodida situación. Poner las barbas en remojo y comenzar un plan bien pensado con estrategias a corto, mediano y largo plazo. Cada una de estas estaciones temporales de atención tienen responsables directos, ya el lector pondrá en la lista de responsabilidades cada institución. Pero es muy importante incluir el sistema educativo y formativo, de la mano con las instituciones que incidan en la importancia de entender el concepto de ciudadanía como parte fundamental del desarrollo de las poblaciones, la justicia no solo es resolver derechos, también es velar por el cumplimento de deberes, en fin. Fortalecer la sociedad en una necesaria lucha contra los egoísmos sociales que se van gestando por los cambios mundiales. Hablar de poblaciones vulnerables, distorsiona la idea de que en realidad son grupos vulnerables y desde ahí comienza el trastocamiento de una realidad que está inmersa en el caos total. Muchos años han pasado y seguimos representados por gobiernos que han permitido, silenciosamente, la generación de un desorden social. Las instituciones se han deslegitimado, la mediocridad en muchos casos ha anidado en espacios funcionales importantes, donde las decisiones eran urgentes y no las han tomado, por la desidia y por la falta de experiencia ejecutiva. Hasta ahora se ve esa situación en muchos espacios de mando en el estado. Podría continuar describiendo esa situación, pero sería más de lo mismo.  

Cuando digo que los gobiernos han permitido silenciosamente la generación de un desorden social, me traslado en el tiempo y recuerdo cuando dictaba un curso de Realidad Nacional en una universidad particular donde me esforzaba, como docente, en plasmar en los alumnos el sentido de reconocer la importancia de una relación estrecha entre el estado y la sociedad, y muchos de ellos comparaban esta relación, con el sentido de lo que son las relaciones padres (léase estado) e hijos (léase población) y creo, no se equivocaban. No cabe aquí el debate sobre los derechos sobre familias disfuncionales o no, la relación directa es padre e hijos. 

El ejemplo era básico, un padre o madre, educa, enseña, pone reglas, dicta normas, en familia o no y prima el respeto en todas sus formas, es lo normal creo yo. En el desarrollo y crecimiento de este niño, joven y adulto esas normas y reglas van a perdurar siempre y con luchas generacionales, pero todo las trasladará en su momento. Existirá un orden. Si los padres no educan, no ponen reglas, etc., entonces el replique va a ser lo antagónico al orden y al respeto, en todas sus formas, se genera el descontrol y se debilita en todas sus formar al ser humano. Visto desde el estado, son las instituciones que lo representan, quienes deberían, seriamente captar este ejemplo coloquial y básico. El orden que se establece desde los inicios son los más importantes. Los egoísmos de estos tiempos, generan violencia y confrontaciones constantes, Si miento díganme. Aunque me lleve a detractores, siempre los hay, es la verdad. 

Demás está decir, que, en nuestra sociedad, han pasado veinte años aproximadamente donde el descontrol y la improvisación han primado y nuestra sociedad, nuestra población ha permitido que el caos se imponga y con la debilidad de nuestras instituciones, el pais se vuelve “tierra de nadie”.  El que entiende, entiende.

Nuestra realidad es terrible, y yo NO estoy justificando nada, condeno la situación de terror que se vive, los emprendedores, los artistas, todo aquel que se esfuerza y genera ingresos está en peligro, eso es terrible. Solamente advierto, que, sabemos qué es lo que motiva este caos, una sociedad débil, es más vulnerable, el desorden vulnera, la desidia vulnera, el irrespeto vulnera, la desconfianza vulnera, y no merecemos sentirnos vulnerables, merecemos, repito, comenzar a aplicar estrategias, a corto, mediano y largo plazo. Solo así, las respuestas que traerán nuevamente nuestra tranquilidad no tardarán en llegar.  

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Manejar en Lima es aprender todo un sistema aparte del evidente que cuenta con reglas de tránsito, etc. Todos los conductores de la ciudad han desarrollado el tercer ojo, uno en la nuca y tal vez más. Si no es imposible, puedes terminar consumido por el flujo automovilístico y quedarte, literalmente, estancado. Nunca aprendí a manejar mecánico, de frente automático cuando me llevaban el primer año a la universidad, que aún tenía 17 años. John, mi maestro al volante, me dio una primera lección que hasta ahora no la olvido y la tengo en mente cuando manejo. Estar detrás del timón es como tener un arma me decía. Lo único que impide que te vuelvas loco y atropelles a la gente sin cesar es tu propio control, más allá de querer hacerlo o no. Si pierdes ese control o manejas desmedidamente, efectivamente puede ser letal. Felizmente no me ha pasado nada grave salvo uno que otro choque sin mayores consecuencias. Tal vez, lo peor que recuerdo fue chocar el carro de mi mamá con el de mi papá. Nervios de principiante. 

John me recogía de la Universidad de Lima, cuando estudiaba ahí, y esas fueron mis pruebas de fuego para manejar luego ya solo. Para regresar tenía que entrar a la Javier Prado y cruzar al otro extremo en menos de 100 metros para dar la vuelta en u y entrar al otro sentido de la avenida. Después de varios meses de hacer eso lo logré Aun no experimentaba el temible road rage, furia al volante, por la emoción de las primeras semanas manejando. Iba feliz, con lentes de sol, rock y reggae a todo volumen y una mano salida por la ventana con un cigarro. En ese momento no sabía lo ridículo que me veía, pero no me importaba tampoco. Disfrutaba mi propia ilusión por mi primer carro. 

La segunda prueba para manejar en Lima la tuve en la carretera y Huaylas, la avenida más caótica que conozco. Igual hay un truco para aligerar su tránsito y es ir por el carril del medio. La primera vez, luego de pasar por Huaylas me fui hasta Cerro Azul en el kilómetro 140, mi playa favorita, pero está bien lejos. Me moría de miedo cuando los autobuses gigantes pasaban por el costado a 80 o 100 kilómetros por hora que hacían que mi pequeño carro se sacuda. Como tenía amigos en el carro mi única meta era llegar seguro sin cometer negligencias. Agarré el timón con las dos manos y sin darme cuenta tensé todo el cuerpo. Cuando llegamos me dolía la espalda, parecía que me había quedado en la misma posición. En fin, si puedes manejar en todas las situaciones que he mencionado ya estás preparado para Lima, aunque en esta ciudad no se puede estar ciento por ciento seguro al volante. Ya que para que la viabilidad funcione tienes que contar con los otros pilotos y eso se sale de tu control. 

Cada vez más autos; mayor contaminación y gasto económico improductivo, retrasos en cargas; la segunda ciudad con más tráfico del mundo; se pierden 68 horas extras al año; renovación de vías fuera de la vista; el tiempo medio en hora punta es de 30-60 minutos; según la pérdida de productividad el tráfico genera un costo de 2 mil millones de soles anuales; San Juan de Lurigancho y Ate tienen los peores resultados de contaminación por autos; mal empleo de semáforos y vías mal comunicadas y un paupérrimo trabajo de la PNP en el área de tránsito.

Esta semana salí en San Valentín por el cumpleaños de un amigo y el regreso fue espantoso. Sumado a que vivo en Barranco y se ha vuelto un infierno por su mala viabilidad. Miraflores estuvo pesado, pero avanzaba. Tranquilo en el carro enano de mi madre, un Fiat 500 de hace 10 años, escuchando Oasis y cantando. Llegando al límite con Barranco hasta bajé el volumen para pensar bien qué hacer. Era una estampida de carros que quería ingresar al distrito

Me puse nervioso porque hace dos años que no manejaba en estas circunstancias. Entré en modo tráfico: preparado para unas cuantas mandadas de mierda, meter carro y no dejarse intimidar por los micros de los que vale la pena recalcar su salvajismo. El diminuto carro no es una buena herramienta para las circunstancias, nadie te respeta y se meten como si fueras un triciclo. Antes sí caía en la tentación de pelearme sin límites. Ahora ya soy más relajado felizmente. Si quieres conocer la verdadera cara de un peruano míralo manejar. Muestran lo peor de cada uno. Simplemente no hay respeto y es la ley de la jungla. Por alguna razón la gente cree que se trata de competir y en el caso de los hombres parecen jugar a ver quién la tiene más grande. Bueno, qué se puede esperar de un país con la masculinidad frágil.

Las parejas de mis costados comenzaban felices, parecían coquetearse. Bastaron 20 minutos y ya se estaban peleando. Las motos locas se meten entre los carriles. Los típicos falsos bravucones que creen que pueden hacer lo que quieran por tener camionetas gigantes que no sirven para nada acá. Yo los cerraba a propósito con mi carro de un metro. Me molesta cuando se meten en partes de la ciclovía o se creen vivos por adelantar por donde no se debe. Unas 5 peleas de carro a carro. Nunca llegan a nada, pero es divertido verlas. Lima está mal de la cabeza, pero tiene su gracia.

Cuento dos anécdotas para entender un poco como se rige la psique colectiva del tráfico. Estaba bajo el sol y puse mi carro para que un camión no pueda adelantarnos en contra. Ojo que mi comportamiento infantil también entra dentro del análisis. Se puso a mi lado de alguna forma y me comenzó a insultar. Le expliqué y me contestó: ¿acá dónde está la autoridad? Me quedé pensando y es cierto, en las calles la policía y quienes deben regular están ausentes, en la propia capital. Me quedé sin palabras e igual me quedé ahí, sin moverme. Era conflictivo

La otra se dio cuando vi cómo un policía estaba manejando borracho, su compañero con una cerveza y prendían la alarma para hacer lo que quisieran. Ya todos vimos el video viral de un policía persiguiendo a otro para multarlo. En eso se basa nuestro tráfico. En una carrera sin reglas sin la noción de mi primer aprendizaje: manejar es como tener un arma. Lo olvidaba, me demoré 1 hora y 20 en llegar a mi casa. 

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barranco, caos, Tráfico, transporte limeño
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