John Lennon

[MÚSICA MAESTRO] Hace unas semanas comentábamos acerca del nuevo ingreso de los Beatles a las primeras planas a través de Now and then, canción construida meticulosamente con retazos de grabaciones hechas en tres años distintos y muy alejados entre sí -1977, 1995 y 2023- y a nuestros oídos regresaron también las creaciones del Fab Four, que tenían en John Lennon -cantante, compositor y multi-instrumentista altamente eficiente en guitarras, pianos y armónicas- una de las dos grandes columnas que sostuvieron aquella máquina de éxitos musicales y logros artísticos.

Como sabemos, los Beatles fueron, básicamente, una entidad en las que cada individuo valía en función a lo que aportaba a la suma de las partes. Pero dentro de ese innegable trabajo de equipo, John y Paul tuvieron siempre un peso mayor al de George y Ringo, sin ser más importantes unos que otros. Y, en un tercer nivel de análisis de las estructuras beatlescas, se suele pensar que si McCartney simbolizaba, en lo musical, el lado más amable -por decirlo de alguna manera- mientras que en lo administrativo se mostraba calculador y orientado al negocio; Lennon poseía un perfil musicalmente más confrontacional y una visión despreocupada en cuanto a los aspectos comerciales de pertenecer a una banda de rock, más cercano al pragmatismo de Ringo y a la espiritualidad de George, aunque de una forma menos etérea que la del entrañable autor de joyas como Something, While my guitar gently weeps o Here comes the sun.

Esta definición de personalidades al interior del grupo, que ya se intuía en las composiciones de The Beatles, el romanticismo de Paul en Yesterday, Blackbird o Michelle frente a la oscuridad de John en Dear Prudence o Help!, el pop barroco de Macca en Penny Lane o Eleanor Rigby frente al rock ácido de Johnny en Happiness is a warm gun o Tomorrow never knows -aunque todas venían siempre firmadas por ambos como muestra de ese trabajo conjunto al que hacíamos referencia- se hizo aún más evidente en lo que hizo John Lennon como solista entre 1969 y 1980, año en que se produjo su lamentable asesinato en New York, un día como ayer, 8 de octubre, a las 10 de la noche.

La llegada de Yoko Ono (Japón, 1933) marcó un antes y un después en su vida personal y artística. Desde los cambios físicos -los pelos y barbas largas, los lentes redondos, los trajes blancos- hasta sus intentos por hacer música vanguardista con aquella triada de álbumes publicados entre 1968 y 1969 -incluso se atrevió a emular al compositor experimental norteamericano John Cage (1912-1992) con dos minutos de silencio en el LP Unfinished music No. 2: Life with the lions-, publicados en medio del desmoronamiento de la química de su banda, todo lo relacionado a su intensa relación con esta eterna aspirante a diva del avant-garde, que inició mientras aun estaba casado con Cynthia, la madre de su primer hijo Julian -a quien Paul McCartney compusiera Hey Jude- impregnó sus actividades y decisiones, elevando a la potencia aquel perfil que iba de lo libertario a lo díscolo, con serias preocupaciones sociales manifestadas desde la cínica ironía y ocasionales arranques de extravagancia y agresividad.

Así, Lennon pasó de declarar que los Beatles eran más populares que Jesucristo en 1966 -un hecho que trajo reacciones extremadamente violentas como la incineración pública de discos del grupo- a aparecer, dos años después, junto a Yoko completamente desnudos en la carátula del LP Unfinished music No. 1: Two virgins, el primero de esos lanzamientos experimentales, repletos de los insufribles alaridos de Yoko que harían palidecer a la mismísima Chilindrina en frenesí llorón (lo único rescatable es la viñeta Remember love, con arpegios al estilo de Julia), para luego hacer titulares en el mundo entero con su protesta pacifista en la cama, primero en un hotel de Holanda y luego en Canadá, en junio de 1969, desde donde grabó, guitarra acústica en mano y a grito pelado, ese himno antibélico llamado Give peace a chance -lanzado apenas dos meses después de The ballad of John and Yoko, grabada con los Beatles-, su primer single en formato convencional.

En los once años de su carrera en solitario, Lennon se paseó entre la polémica, el brillo musical y el activismo político a través de sus canciones y apariciones públicas. En diciembre de 1968, aun en actividad con los Beatles y en medio de sus jugueteos con la música concreta, la manipulación de cintas y los gritos de su flamante novia-como en esos insoportables veinte minutos titulados John & Yoko, del Wedding album-, una invitación de su amigo Mick Jagger para participar en el especial de televisión de los Rolling Stones, Rock and Roll Circus, terminó con la formación de un supergrupo, The Dirty Mac. Sus integrantes eran, todos, parte de la realeza del rock de esa época: Keith Richards (bajo), Eric Clapton (guitarra) y Mitch Mitchell (baterista de The Jimi Hendrix Experience) se unieron al Beatle para interpretar una desgarrada versión de Yer blues, clasicazo de The White Album, una rareza que se mantuvo oculta al público hasta 1996, en que se lanzó de forma oficial.

Luego de Give peace a chance, siguieron un par de singles más, Cold turkey e Instant karma! (We all shine on), grabados en los estudios Apple con Phil Spector como productor asociado. En 1970 aparecería el primer larga duración de John Lennon de pop-rock, titulado simplemente John Lennon/Plastic Ono Band, en referencia al grupo de músicos que solía acompañarlo, entre quienes estuvieron ocasionalmente George Harrison, Ringo Starr, Eric Clapton, Billy Preston, el bajista Klaus Voorman, el baterista Alan White -antes de unirse al quinteto de rock progresivo Yes- y, por supuesto, Yoko. Con ellos también grabó Imagine (1971).

En estos dos discos Lennon se mueve entre la introspección autobiográfica –Jealous guy, Isolation, Mother-, referencias a su ex banda –Hold on, con la melodía que usó para Sun King, del Abbey Road; o How do you sleep? en que lanza venenosos dardos a Paul McCartney- y baladas de tono reflexivo/confesional como Working class hero, Love, God y la archiconocida Imagine, himno utópico a la búsqueda de un mundo más solidario y humanista, algo cada vez más imposible de conseguir en estos tiempos. Ese mismo año lanzó dos singles más, el alegato democrático Power to the people y Happy Xmas (War is over). Ambas, junto con Gimme some truth -también del LP Imagine- y la mencionada Give peace a chance, conforman el canon básico del discurso pacifista y político de John Lennon, temas que fueron desapareciendo poco a poco de sus composiciones, pero no de sus actividades fuera de los escenarios.

La vida pública de John Lennon y su inseparable esposa Yoko Ono estuvo marcada por un poderoso compromiso por diversas causas sociales e incluso se le llegó a relacionar con movimientos políticos de izquierda. Sus manifestaciones contra la guerra de Vietnam, su constante apoyo en marchas -megáfono en mano- y conciertos en defensa de los derechos civiles y canciones abiertamente politizadas como John Sinclair (dedicada a un conocido escritor y activista de izquierda), Angela (para la célebre comunista afroamericana Angela Davis) o The luck of the Irish (sobre los sucesos que convulsionaban Irlanda en ese entonces) lo pusieron en la mira del FBI -el cantante vivía en New York desde 1971- y del gobierno de Richard Nixon, que trató de deportarlo en varias ocasiones, a pesar de considerarlo “poco peligroso por su permanente uso de narcóticos”.

Las canciones mencionadas aparecen en el álbum Some time in New York City, el mismo que contiene la legendaria colaboración de John y Yoko con The Mothers Of Invention, que terminó en polémica por la violación a los derechos de autor perpetrada por Lennon (ver aquí). En aquel disco figura también uno de los títulos más controvertidos de Lennon, Woman is the nigger of the world. El uso del término despectivo “nigger” generó, en su momento, gran confusión respecto de esta canción que es, en realidad, una ácida crítica contra la cosificación de la imagen femenina en la televisión. En este doble, mitad en estudio y mitad en vivo, la profusa participación vocal de Yoko Ono termina contaminando su escucha, algo que también ocurrió lastimosamente años más tarde, en 1980.

Entre 1973 y 1975, John Lennon publicó tres álbumes más: el atmosférico Mind games (1973), que contiene el soñador tema-título, un retorno a las formas musicales introspectivas de sus primeros discos, y una nueva referencia a su pasado Beatle en la canción Out the blue, usando los mismos acordes del clásico Sexy Sadie (The White Album). En 1974 apareció Walls and bridges, de sonido mucho más ecléctico, donde encontramos la famosa colaboración con Elton John, Whatever gets you thru the night (aquí la versión en vivo, con la banda del hombre del piano, en el Madison Square Garden), el bolero Bless you y hasta un instrumental en clave de funky, Beef jerky. Durante este tiempo, John estuvo separado de Yoko e inició una relación sentimental con su asistente personal y creativa May Pang, en lo que se conoció como “el fin de semana perdido”.

Cierra este ciclo el disco Rock and roll, publicado a inicios de 1975, en el que rinde homenaje a su adolescencia, desde la carátula con una foto suya tomada en la puerta de una casa en Hamburgo (Alemania), con versiones de clásicos del rock, soul, R&B y blues, entre los que destacan Be bop-a-lula (Gene Vincent, 1956), Sweet little sixteen (Chuck Berry, 1958) y Stand by me (Ben E. King, 1961). En octubre de ese mismo año, debido al nacimiento de Sean, su único hijo con Yoko Ono, Lennon decide retirarse de la actividad musical para cumplir su rol de padre, un largo paréntesis que duraría cinco años, en que reapareció con nuevos bríos y un álbum, titulado Double fantasy, grabado en New York tras un liberador viaje de vacaciones en la isla caribeña de Bermuda.

La crítica especializada vio, al principio, este retorno como demasiado “cursi” pues todas las canciones -siete de John y siete de Yoko- se centraban en su vida familiar. La animadversión por este edulcorado giro en las nuevas canciones de Lennon hizo que se pasaran por alto sus extraordinarias melodías, letras positivas, sofisticada producción e instrumentación. Desde la carátula, que mostraba a la pareja dándose un tierno beso, Double fantasy era testimonio del recuperado optimismo del ex Beatle. El disco, lanzado por el sello Geffen Records, se publicó en a comienzos de noviembre de 1980. Nadie sabía lo que iba a ocurrir tres semanas después, el 8 de diciembre.

El execrable crimen de Mark David Chapman, quien aun cumple condena en la Institución Correccional Green Haven de Beekman, New York -la tercera desde su encarcelamiento en 1981-, conmocionó al mundo de la música y de la cultura en general. Muchos fanáticos de los Beatles que vivieron aquel momento lo recuerdan como el más triste de sus vidas. Apenas tenía 40 años cuando las balas de ese enloquecido y obsesionado seguidor lo fulminaron en la puerta del edificio Dakota, ubicado a pocos metros del Central Park, en el corazón de Manhattan. Tras el lamentable hecho, Double fantasy se convirtió en un éxito de ventas y canciones como (Just like) Starting over, I’m losing you, Beautiful boy, Watching the wheels y, especialmente, Woman, se convirtieron en clásicos de inmediato.

Con la colaboración de un elenco variado de músicos, Lennon dejó material grabado que bastó para lanzar un álbum póstumo, Milk and honey (1984) del cual se extrajo el single Nobody told me, que compuso originalmente para cedérsela a su viejo amigo Ringo Starr. Dos años después, aparecería un disco con tomas alternas de varias canciones del periodo 1973-1975, llamada Menlove Ave. En años posteriores, decenas de recopilaciones y remasterizaciones de la obra musical de John Lennon han mantenido vigente su genio y figura, convirtiéndolo en un ícono del siglo XX. Del mismo modo, numerosos libros han ofrecido análisis profundos de su vida. En cuanto a producciones audiovisuales dedicadas al ex Beatle, destacan Imagine (Andrew Solt, 1988), The U.S. vs. John Lennon (David Leaf, 2006) y John & Yoko: Above Us Only Sky (2018).

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#Rock, 8 de diciembre de 1980, Imagine, John Lennon, The Beatles, Yoko Ono

[MÚSICA MAESTRO] Desde las primeras semanas tras su amarga separación en 1970, las noticias de una posible reconciliación de The Beatles comenzaron a rondar, entre medias verdades y abiertos inventos, las redacciones de los medios especializados en música popular más importantes de Inglaterra y Estados Unidos.

Rumores de conversaciones telefónicas entre Paul y John, colaboraciones de Ringo y Paul en los primeros discos solistas de George, cualquier movimiento o comunicación entre los cuatro camaradas, todo era buen motivo para que las páginas de New Musical Express y Melody Maker crearan ilusiones entre los seguidores del grupo.

Se llegó a especular, casi a finales de los setenta, que los cuatro de Liverpool se habían juntado a escondidas bajo un extraño nombre, Klaatu, para hacer de las suyas (ver nota aquí). Por cierto, todas estas ilusiones tenían pleno sentido pues los músicos seguían productivos, publicando discos individuales -entre 1970 y 1979 Ringo lanzó siete álbumes, George ocho, mientras que John y Paul, diez cada uno- y cruzando, de vez en cuando, sus caminos personales y artísticos.

El asesinato de John Lennon (40) en 1980 en New York anuló para siempre la posibilidad de que los Beatles se reunieran de nuevo en el mundo de los vivos. Y dos décadas después del lamentable crimen de Mark David Chapman, en el 2001, el sensible fallecimiento de George Harrison (58), fue un nuevo latigazo de aquella inexorable realidad.

A pesar de ello, los Beatles y su impresionante legado artístico jamás abandonaron el imaginario colectivo de las siguientes generaciones. A través de los años, la vigencia de sus canciones ha perdurado venciendo tendencias, colocándose varios niveles por encima de las categorías que ellos mismos ayudaron a crear -rock clásico, pop barroco, psicodelia, avant-garde- y convirtiéndose en figuras legendarias ajenas a la paulatina y creciente decadencia de los gustos de las masas modernas, negándose a desaparecer. Gracias a su auténtica calidad y trascendencia, las grabaciones que John, Paul, George y Ringo realizaron entre 1962 y 1970 son obras maestras del arte mundial, reverenciadas como las pinturas de Leonardo da Vinci, las películas de Charles Chaplin, los personajes de Walt Disney o los libros de Miguel de Cervantes Saavedra.

Pese a las ausencias físicas de Lennon y Harrison, los amantes de la música de los Beatles pudieron siempre mantenerlos unidos, a través de dos misteriosos mecanismos naturales: los recuerdos y los sueños. Las miles de personas que los vieron por televisión en 1964 en el show de Ed Sullivan, los enfervorizados fanáticos que ni siquiera los dejaron cantar en el Shea Stadium de New York un año después o los atónitos transeúntes que se ganaron con su concierto en el techo de Savile Row, Londres, el 30 de enero de 1969, deben haberlos recordado y soñado infinidad de veces durante sus vidas, iluminadas por la fortuna de haberlos vistos juntos haciendo lo suyo, en pleno uso de sus facultades.

Hace unas semanas la tecnología, esa creación artificial que el ingenio humano ha puesto al servicio de las civilizaciones para toda clase de fines, se une esta vez a los naturales recuerdos y sueños para devolvernos al grupo y traernos una nueva canción, trabajada en 2023 por Paul McCartney (81) y Ringo Starr (83), los dos Beatles que aún están entre nosotros, usando para ello grabaciones recuperadas de John Lennon y George Harrison, fechadas en 1977 y 1995, respectivamente.

La canción se llama Now and then (De vez en cuando) y representa, más allá de las razones que se puedan esgrimir para no considerarla un nuevo clásico beatlesco, comparable a gemas de la música pop como I want to hold your hand, Strawberry fields forever, Penny Lane, Something o Let it be, un homenaje y un trabajo de amor a una herencia artística entrañable e imperecedera. Como anotó hace unos días un crítico musical en una publicación británica, su sola existencia es más importante que los detalles de su sonido. Por otro lado, no es la primera vez que los Beatles regresan en formato tecnológico.

Now and then pertenece a un grupo de canciones que John Lennon compuso y grabó de manera artesanal en su departamento del edificio Dakota, a pocos metros del Central Park en el corazón de New York, allá por 1977. Yoko Ono, viuda de Lennon, le alcanzó esas cintas a Paul McCartney en los años noventa, proponiéndole que la banda se encargara de terminarlas. Así, la mujer históricamente sindicada como responsable de la ruptura de la mágica amistad que unía a los Beatles desde sus años escolares, se encargó de reunirlos en un acto de (in)voluntaria justicia.

De ese mismo paquete de temas inconclusos salieron los singles Free as a bird y Real love, que McCartney, Starr y Harrison construyeron en 1994, junto al productor Jeff Lynne, líder de Electric Light Orchestra y colaborador de Harrison, tanto en su álbum Cloud nine de 1987 como en el supergrupo Traveling Wilburys (junto a Bob Dylan, Tom Petty y Roy Orbison) y que fueron incluidos en el megaproyecto The Beatles Anthology -tres álbumes dobles y una colección de videos con materiales nunca antes vistos y oídos del Fab Four-, que vio la luz en 1995 y fue éxito de ventas millonarias a nivel mundial.

De hecho, Now and then fue también revisada para formar parte de esas antologías pero no logró superar las dificultades técnicas que planteaba la baja calidad de la cinta original. Como se viene contando con amplio detalle en notas de diversas webs especializadas en todo lo relacionado a los Beatles, George Harrison rechazó, en su momento, la canción Now and then por estos problemas y Jeff Lynne consideró muy difícil recuperar la voz de Lennon pues no contaban con la tecnología suficiente para alcanzar un resultado óptimo que hiciera justicia al esfuerzo. Casi treinta años después, los nuevos softwares de edición de sonido han hecho posible el procesamiento de aquella demo casera para, a partir de allí, redondear lo que se lanzó a principios de noviembre de este año como «la última canción de los Beatles».

Como ocurrió con Real love y Free as a bird, Paul y Ringo grabaron pistas nuevas de bajo, batería y voces, mientras que la guitarra acústica y el solo de slide de George provienen de las sesiones de 1995, todo unido al piano y voz de Lennon, extraídos de la grabación original de finales de los setenta. Un trabajo de edición sonora que no es para nada una novedad en el mundo del pop-rock pues se practica desde mediados de los años sesenta, con la salvedad de que aquí se usaron fuentes de audio registradas con veinte y treinta años de distancia entre ellas.

Gracias a la sofisticación de la tecnología actual, el resultado final elimina toda imperfección que pudiera esperarse del copy-paste de registros tan diferentes/desiguales. McCartney además agrega pianos, órganos y colabora con Giles Martin -hijo de Sir George Martin, «el quinto Beatle» fallecido en 2016- para los arreglos de una sección de cuerdas que le da a Now and then un acabado sinfónico elegante y profundo, una característica del sonido clásico del grupo, especialmente si pensamos en su etapa intermedia a la que pertenecen temas como Eleanor Rigby, A day in the life o Here, there and everywhere.

Now and then debutó como #1 en Inglaterra y Estados Unidos, como era de esperarse. El videoclip combina imágenes de las diversas etapas de la banda -la Beatlemania de monocromáticos uniformes y peinados idénticos, la psicodelia de Sgt. Pepper/Yellow Submarine/Magical mystery tour, las grabaciones de Let it be y el álbum blanco, los videos finales de Abbey Road- con las sesiones de 1995 para The Anthology y las más recientes de Ringo y Paul, en un collage audiovisual que despierta emociones en todos nosotros, fans incondicionales y agradecidos por tantas imágenes y sonidos que aportan luminosidad en momentos grises como los que hoy padecemos a nivel nacional e internacional. El video acumuló más de 30 millones de reproducciones en YouTube a poco más de un mes de haberse publicado. Paralelamente, un video de doce minutos titulado Now and then: The last Beatles song, presenta la historia del tema contada por sus protagonistas.

El tema ha sido incluído en una nueva edición de la clásica recopilación 1967-1970 -el recordado álbum doble de la carátula azul- y, como single, viene acompañado de una nueva mezcla de Love me do, en la versión definitiva con Ringo Starr en batería -grabada originalmente el 4 de septiembre de 1962, toda una simbología que une la primera y la última -hasta ahora- grabación de la formación definitiva de los Beatles en un solo disco, oro en polvo para coleccionistas. La prensa cultural de Inglaterra no hace más que hablar del tema, lo cual nos ofrece una oportunidad para liberarnos por un rato de las babosadas a las que nos somete la actualidad musical en lo que respecta a las modas reinantes en nuestro medio.

En el universo del pop-rock clásico, hay artistas que han hecho de los lanzamientos póstumos un camino discográfico aparte, incluso más copioso que el que dejaron grabado en vida. Casos especiales son, por ejemplo, los de Jerry García (Grateful Dead) y Frank Zappa, quienes solían grabar todos sus conciertos y sesiones con la intención de convertirlos, posteriormente, en colecciones de LPs y CDs. Cada uno de ellos tiene hasta hoy, más de cien discos publicados después de sus fallecimientos en 1993 y 1995, respectivamente, y siguen sumando títulos.

En el caso de los Beatles, por el contrario, los lanzamientos póstumos han sido muy pocos y espaciados. No las recopilaciones, conciertos y remasterizaciones, que son numerosas, desde los dobles 1962-1966 y 1967-1970, editados originalmente en 1973; las dos colecciones de singles Past Masters (1988); hasta el CD 1 (2000) o el documental de tres episodios Get back (Peter Jackson, 2021) que causó gran revuelo desde su estreno en la plataforma Disney +; sino a aquellos lanzamientos que (re)descubren grabaciones inéditas, tesoros escondidos. Después de la mencionada The Beatles Anthology (1995-1996) y Let it be… naked (2003), en el que se escucharon por primera vez las canciones de aquel accidentado álbum sin los arreglos orquestales de Phil Spector, Now and then se inscribe en esta tradición de ediciones póstumas que causan emoción y expectativa por sus contenidos.

El impacto mediático, artístico y comercial de Now and then demuestra que siguen siendo los mejores de todos los tiempos. Los Beatles lo hicieron de nuevo.

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