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En todas las luchas políticas hay centristas como parte del contexto. Una vez más, no caben frente a la feroz asimetría de la realidad. No se puede, por ejemplo, hablar de respeto a las minorías en la discusión política sobre los derechos sexuales de la comunidad LGTB, porque en este caso la condición minoritaria no implica diferencia alguna en la calidad ciudadana, pues no hay mirada civilizatoria divergente. Aquí lo que ha habido es un abuso histórico contra todo lo humano que no sea heterosexual y heteronormativo, y por tanto lo único que corresponde al opinante público o actor político progresista es la denuncia y el compromiso con la causa igualitaria y liberadora. Tampoco se puede ser vanguardista en temas de sexualidad y al mismo de derecha económica pro-capitalista, salvo desinformación histórica y epistemológica. La familia hetero-patriarcal es funcional al capitalismo (servicios y cuidados gratuitos en casa, en favor de la mano de obra del sistema y su reproducción por medio de los hijos), y la ciencia moderna tiene este delirio de control sistémico y racionalización total de la realidad porque el mejor ideal del modelo industrial capitalista es la maquinización organizacional de la sociedad, para fines productivos y de acumulación. Se ve aquí, además, que la pulcra ciencia siempre aparece diciendo lo que conviene al orden económico reinante, y luego entra en razón muy lentamente.

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