Perros

[MIGRANTE AL PASO] Después de meses fuera de Lima esperaba regresar y ver a mi perro amigo, Quipu. Lamentablemente, ya no va a ser posible. Voy a extrañar su esponjoso pelo y sus ojos celestes, casi blancos, que parecían ver a través de ti. Vivió casi 16 años, que es un tiempo bastante largo para un siberiano. Ya sabía que era inminente, pero igual me agarró por sorpresa. Pensaba que me iba a esperar antes de su final. Cuando he estado lejos, donde la nostalgia te invade sin aviso y se hace doloroso, él también invadía mis sueños a manera de consuelo. Como si me hiciera compañía desde la distancia. Me llegó la noticia hace unos días y fue inevitable recordar momentos que compartimos. Soy una persona que tiene miedo de aceptar el pasado como tal, me aferro a pensar que momentos menos preocupantes ya no continúan. Ya me ha pasado con otras mascotas, pero esta vez se siente como el fin de una etapa. Ya soy adulto sin lugar a duda y debo admitir que no me encanta. La única opción para mí es no tomarme las cosas muy en serio, de lo contrario todo es muy abrumador y la verdad que prefiero pasar el tiempo relajado. 

Todo avanza y no siento gran estima por lo que se espera de personas de mi edad. De hecho, aborrezco cualquier expectativa que ponen sobre las personas sin ningún sentido. Busco abrigo en mi memoria y me siento más cómodo. Cuando fui a recoger a este perro yo estaba en el colegio. En tercero o cuarto de secundaria, no lo recuerdo bien. Era una bola de pelo que se molestaba cuando lo incomodaban. Las manchas negras en la cara hacían que parezca que estaba frunciendo el ceño, después se le borraron.  No creo que exista algo después de la muerte, pero una amiga me escribió diciendo que Quipu ahora está en el cielo jugando con mis otros perros y sentí consuelo. Espero que algo así sea cierto. En sus últimos meses ya no podía subir escaleras y lo teníamos que subir al cuarto de mis padres para que duerma tranquilo, ladraba para que lo carguen. Siempre mantuvo una compostura altiva y se entendía porque era el rey de la casa. Le hacían acupuntura y terapia de electricidad para que se mantenga bien. Si alguien va a tener un perro es para tratarlo como familia, si no es mejor no tenerlo. 

Francisco Tafur 

Ahora que ya no está, me siento desfasado. La ilusión en la que entran la personas cuando crecen no me llena el alma, por el contrario me hace pensar que las personas siempre fueron ridículas y tontas. Me sentía más cómodo en compañía de mis perros. Cuando era chico y me dejaba vencer por el sentido que se le suele dar a la realidad me acurrucaba en el pelaje de mi amigo esponjoso y mis sentimientos se diluían. Toda la vida fui un desadaptado de alma canina. Estos seres glotones, con colmillos y cara atontada parecían entenderme más que profesores o personas externas a mi núcleo pequeño de familia y personas. Aprendí de ellos que mi manada es más importante que todo lo demás. Es mejor estar rodeado de gente que te comprende más allá de lo que expresas verbalmente. 

Siempre fui más inteligente que los demás y solía desesperarme cuando tenía que socializar con otros, incluso me generaban inseguridad. Ahora ya me di cuenta de que no tengo nada que demostrar y todo es más fácil. Ya solté insultos y escupitajos hacia personas que se creen dueños de la verdad y moral. Ya pasé más tiempo de lo debido deprimido y triste. Ya creí que el mundo no tenía esperanza. Ya malgasté mis palabras tratando de refutar perspectivas de la vida que están vacías de tanta explicación. Ahora prefiero disfrutar de lo que tengo, sin necesidad de vomitar mis opiniones sociopolíticas y demás. Después de todo, me di cuenta de que lo bonito de la vida no se encuentra ahí, sobre todo en el país que vivimos. Es un lugar donde quejarse de todo se ha vuelto la regla, donde las propias carencias se vuelven exigencias hacia los demás. Una de las lecciones más grandes que recibí de mis mascotas es que se puede ser feliz compartiendo con las personas cercanas sin perder el tiempo en intentar demostrar que tu forma de pensar es lo correcto. Ni siquiera es necesario hablar. Solo lo hago porque me gusta escribir, no me miento diciéndome a mí mismo que lo hago por un aporte cultural y mucho menos moral, me sentiría patético. 

Francisco Tafur 

Quipu era el perro más bonito que he visto, cada vez que lo paseaba se acercaba gente de todo tipo para acariciarlo. Con mis amigos bromeábamos diciendo que era un perro legendario. Solo una vez pude notar que le tenían miedo. Estaban haciendo unos arreglos en la casa y yo estaba en mi cuarto con la puerta cerrada. Uno de los trabajadores iba a abrir la puerta y se detuvo porque su compañero le dijo: cuidado que ahí está el lobo. Yo me maté de risa. Su forma de expresar cariño era peculiar. Cuando estaba dormido se acercaba y me lamia la cara solo una vez y se iba. Cuando había invitados hacía lo mismo con la gente que quería acariciarlo. Parecía atorrante, pero solo era tímido. Cuando eran mis amigos de toda la vida se quedaba en el medio de la reunión para que todos le hagan cariño. Siempre extrañaré ese comportamiento especial. Me sentía reflejado en él. 

Siempre quedaran en mis recuerdos cuando pasaba días enteros acompañado de mi compañero canino, viendo películas o leyendo. Cuando le mordió la oreja a un gran danés. Cuando nos alejábamos mucho de la casa y me empujaba para regresar. Cuando comía echado. Cuando miraba a los extraños como juzgándolos. Cuando ponía su hocico cerca de mi comida para que le dé. Cuando mi abuela lo elogiaba, diciendo que era su favorito. Infinitas situaciones donde él parecía ser el protagonista.  Por más que sea doloroso cuando es hora de despedirse de una mascota, estoy seguro de que tendré más amigos peludos en mi vida. Simplemente, me siento mejor cuando vivo con uno de ellos. 

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Perros

[MIGRANTE DE PASO] Crecí entre perros y recuerdo a cada uno de ellos como si siguieran a mi lado. Fueron parte de mi desarrollo y sus apariciones en sueños son algo normal. Siempre protegiéndome. De niño sólo podía ir al parque de la esquina si me acompañaba Max. Era un pastor alemán gigante y con un hocico más grande que mi cabeza. En mi memoria está como un personaje mayor que cuidaba de mí. A diferencia de los perros que tuve después donde el rol estaba invertido.

Teníamos alrededor de 10 años, mi primer amigo y yo, cuando vivimos uno de los recuerdos que más atesoro y está implantado en mí. Hasta el día de hoy recordamos esta historia con cariño. Al igual que mi hermano y yo, él también tenía alma canina, de hecho, su apodo es “cachorro”.

Después de largas noches de videojuegos compartía cama con Max. Miles de historias, peleas en la calle y consuelos convierten una amistad en hermandad y dura para toda la vida. Tengo la bendición de estar rodeado de amigos de ese nivel. Hay muchas personas que nunca llegan a conocer la verdadera naturaleza de estos vínculos. No suelo llevarme bien con ellos.

Por un alma caninaFuimos al parque con Max, nuestras cabezas lo superaban en altura por pocos centímetros. Un borracho que habrá tenido 20 años, en ese momento lo vimos cómo alguien adulto en su totalidad, nos gritó: ¡Ese es el perro que ladra todas las mañanas! (era mentira porque nunca lo paseábamos tan temprano). Después del grito abusivo le dio una patada en la cabeza. Inmediatamente el pastor alemán se puso frente a nosotros y parecía convertirse en lobo, dejando su domesticidad atrás. Su pelaje dorado se erizo, retrajo las encías y mostró los enormes colmillos que lo caracterizaban. Nosotros, los de alma canina, no solemos tenerle miedo al conflicto, pero éramos niños y no podíamos defendernos efectivamente. Soltamos la correa sin pensarlo dos veces. La enorme bestia saltó hacia el tipo desagradable y lo tumbó al piso sin morderlo. Solo lo sometió con su peso y presencia amenazante que lo mantenía en el suelo.

-¡Max! -Bastó una llamada para que regrese a su estado natural y deje al borracho levantarse. El susto lo obligó al tipo a alejarse, como con la cola entre las patas.

Como todo buen perro, él tenía en el ADN el deber de proteger a los niños. Hay algo heroico detrás de toda gran mascota. El adorable e imponente pastor se aseguraba que mi hermano y padres estén bien antes de irse a dormir a los pies de mi cama. Aun cuando envejeció y sus patas traseras se habían debilitado, ponía todo su esfuerzo para subir las escaleras y cumplir con su rutina protectora. Por más que insistiéramos en que durmiese en el primer piso no lo iba a hacer. En sus últimos meses teníamos que cargarlo.

Un día, al regresar del colegio, su enorme figura no estaba esperándonos en la puerta. Algo iba mal. Encontramos que un mantón cubría el cuerpo lobezno al costado de un hueco que habían hecho en el jardín. Hasta hoy su cuerpo descansa ahí. Aun de niño imaginaba cómo seguía protegiéndonos. El típico apetito voraz post colegio había desaparecido. Comía con lágrimas silenciosas. Intenté hacerme el fuerte sin lograrlo. Todavía puedo escuchar el sonido de un golpe desesperanzado de mi hermano a una madera en la pared. Por más que era algo invariable, éramos muy chicos para aceptar la muerte de un ser querido. Vinieron unas semanas con los pies fríos, sin ladridos bulliciosos y con pensamientos que por primera vez eran invadidos por la muerte. Al final seguimos viviendo con la fiereza que nos había contagiado Max.

Las personas caninas tienen esta característica. Nunca olvidaremos las lecciones que nuestras queridas mascotas nos dieron. Mi hermano y yo compartimos, ahora mayores, la idea de que los niños se tienen que defender con un cuchillo entre los dientes, como lo hacía Max. No sólo por ficciones que ponen a la infancia como el verdadero rey de la sociedad (Naruto) y una educación excelente de mis padres y abuela, que nos sigue defendiendo. Más importante que las notas y el colegio estaba nuestro bienestar junto con siempre defendernos de quien sea y de ayudar a quienes no pueden hacerlo. Actualmente existe una obsesión por logros académicos, por medir el éxito en dinero y determinar el valor de una persona según esos factores. Yo le atribuyo a esa visión repugnante la culpa de ser una sociedad sin sabiduría, ensimismada y poca empática.

Se subestiman los beneficios de crecer con uno o varios perros. Son fundamentales para contrarrestar lo mencionado antes. Está comprobado que es beneficioso para el desarrollo emocional ya que cuentas con una fuente de apoyo y amor incondicional. También aumenta el sentido de responsabilidad al darse uno cuenta de que todo animal doméstico requiere de cuidados. Para los pequeños también fomenta el desarrollo cognitivo como las habilidades de comunicación, trabajo en equipo y la empatía. Por último, tiene beneficios fisiológicos, como mejorar el sistema inmune.Por un alma canina

Está claro que si tienes una mascota es para que sea parte de la familia. Existe un sinfín de personas que las tiene para estar encerradas, para cuidar la casa y peor aún para pelear. Un sinfín de gente que no merece el cariño de un animal. Seres humanos despreciables. Estas acciones llenan a los perros de ansiedad y miedo. Los convierte en animales incontrolables y peligrosos. Siempre es culpa del dueño y no del animal.

Después de meses sin mascotas la casa se sentía vacía. Los ánimos familiares habían disminuido y mis padres tomaron la decisión de tener nuevamente perros. Lo mejor que pudieron hacer para que sus hijos recuperen el ímpetu diario, no había desaparecido, pero fue un impulso anímico.  Esta vez fueron dos. Primero llegó Apu, un boxer marrón. Unas semanas después Quipu, un siberiano husky que enamoraba, por su belleza, a quien sea que se lo cruce.

Junto con ellos también hubo gran aprendizaje. Ver cómo se van estableciendo las dinámicas de comportamiento entre ellos te enseña mucho. Incluso desarrollas una visión “científica” al analizar cómo funcionan en grupo. Ya de adolescente las noches de videojuegos continuaban, pero también había fiestas y visitas de personas que no eran parte de mi círculo cercano. Desarrollé la particular costumbre de tener una primera impresión de las personas según su trato a los perros. Aprendí a diferenciar entre miedo y antipatía.  Las personas que juegan con los perros y sonríen al verlos suelen tener una visión de la vida optimista y lúdica. Los perros responden a esto dando cariño y cercanía.

Nunca se llegó a establecer una jerarquía entre Apu y Quipu. Lamentablemente nuestro boxer tenía una enfermedad genética no detectada que lo llevó a una muerte prematura. Esta vez el bajón emocional también afectó al otro perro. Los siberianos tienen una naturaleza de manada y de cuidado. Se domesticaron prácticamente solos porque se metían instintivamente a las casas acechadas por heladas intensas y calentaban a los bebes y niños. De esa manera, se creó un vínculo estrecho entre ellos y los humanos.

Quipu ya no quería comer porque había perdido a su compañero. Recibimos una lección sobre la mente animal. Los perros no sólo tienen sentimientos, sino que muestran sistemas de emociones complejas. En parte por ser mamíferos y contar con estructuras cerebrales similares a nosotros. Acudimos al veterinario para buscar una solución a la depresión canina. Efectivamente existe y los síntomas son similares a la de los humanos. La respuesta estaba en tener más perros.Quipu

Mi hermano y yo queríamos otro pastor alemán y mi madre quería un perro pequeño. Ante las discusiones optamos por tener dos perros más.  Brego, por el caballo de Aragorn en El Señor de los Anillos, fue el pastor alemán. El otro, Gruñón, por su carácter, un Jack Russell. Quipu recuperó el apetito y desde un inicio se estableció como el perro alfa de la manada. Hubo una diferencia en él, esta vez mantuvo una postura dominante y de líder. Es increíble notar los intercambios de energía que ocurren diariamente entre los perros. Extrañamente los tres comían del mismo plato sin pelearse, cuando hay varios perros estas conductas son establecidas por el alfa.

Gruñón creció más de lo normal y se volvió un Jack Russell enorme. Eso lo ayudó a mantener su posición entre los otros dos, que eran significativamente más grandes. El y Quipu siguen viviendo, ya viejos, en la casa de mis padres. Gruñón está canoso y gordo, incluso tuvo que tomar pastillas para el colesterol en un momento. Quipu de 14 años ahorra energía durmiendo constantemente y se mantiene gracias a un tratamiento de rayos láser y acupuntura. Siguen felices bajo el cuidado de mis padres.pitbull

Luego de años llegó un cuarto perro. Maui que supuestamente era un pitbull normal, pero llegó a crecer hasta pesar 55 kilos, claramente no era normal para la raza. Con él noté los prejuicios que existe hacia este tipo de perros. Cuando lo paseaba la gente cruzaba la vereda e incluso cuando otros perros lo han atacado y él se ha mantenido tranquilo he escuchado a personas gritar “que maten a ese perro”. Yo respondía sin asco a los ataques. Entre mis perros y esta gente desagradable los prefiero a ellos.

Brego, el pastor alemán, estaba un poco loco, pero no era violento. A veces parecía desconectarse y ladraba descontroladamente. Durmió conmigo hasta su ultimo día. Vivió largos años y por fin entendí lo que habían vivido mis padres con Max. Pedí permiso en mi trabajo para estar con él en el momento que lo harían dormir para siempre. A pesar del sufrimiento de su enfermedad no se iba a quedar tranquilo sin que estemos ahí. Con mi mano acariciándolo se fue quedando dormido. Cerró los ojos para no abrirlos de nuevo. Ya adulto quería quedarme con él y salir del lugar donde estaba ha sido de las cosas más difíciles que he vivido. Supongo que la edad no importa ante eventos tristes. La reacción fue distinta, pero la emoción similar.

Ser conocidos como el mejor amigo del humano no es casualidad. Los lobos, antepasados de todos los perros, se unieron naturalmente a los humanos para comer de las sobras. Al final terminaron trabajando juntos. La historia entre las dos especies se remonta a más de 40 mil años. Ahora nos acompañan cotidianamente. Todos deberíamos cuidar de ellos y es importante fomentar el desarrollo de los niños trabajando con perros y otros animales. En algún momento, la crueldad animal se va a detener. La clave está en pensar en los animales de alta inteligencia como personas no humanas.

 

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