Thanksgiving

El Thanksgiving es una de las celebraciones que adoptamos los y las inmigrantes al llegar a EEUU como parte de nuestra “americanización”. Cada último jueves de noviembre la Acción de Gracias o Thanksgiving reproduce, con deliciosos banquetes caseros, el agradecimiento de los peregrinos europeos a las naciones indígenas por salvarlos de la hambruna. 

Para los pueblos indígenas, sin embargo, esta festividad es revivir siglos de genocidio. Como inmigrantes, especialmente quienes venimos de países colonizados y de repúblicas racistas y excluyentes, el celebrar Thanksgiving nos pone al lado del poder que nos mantiene en las sombras. 

La historia oficial cuenta que en 1620 cerca de 100 hombres, mujeres y niñxs, salieron de Inglaterra huyendo de la pobreza y persecución religiosa en el barco Mayflower. Después de 66 días navegando, llegaron a territorio Wampanoag (hoy Massachusetts) donde fundaron la colonia Plymouth. Los Wampanoag les enseñaron a los peregrinos a cultivar alimentos, y en 1621, como agradecimiento, los peregrinos los invitaron a comer su primera cosecha. 

Lo cierto es que los Wampanoag llevaban casi 100 años luchando contra las plagas traídas por los colonos y los secuestros de indígenas para ser vendidos como esclavos a Europa. Cuando llega el Mayflower, los peregrinos se encuentran con naciones indígenas devastadas, casi exterminadas y luchando por su sobrevivencia. 

En 1863 Abraham Lincoln oficializó el día de Thanksgiving. Este jueves se cumplen 400 años de una narrativa falsa que empezó en 1621 y borra siglos de violencia económica y cultural que han mantenido a los pueblos indígenas en la pobreza y exclusión. 

No una nación de inmigrantes

El mito del Thanksgiving ha moldeado otro mito, que EEUU es una “nación de inmigrantes”. La historiadora y activista indígena Roxanne Dunbar-Ortiz nos explica en su excelente libro No una Nación de Inmigrantes (2021) cómo se fue creando este mito.

Cuando el aún senador John F. Kennedy, hijo de inmigrantes irlandeses católicos, preparaba su campaña presidencial, escribió en 1958 el libro Una Nación de Inmigrantes para sostener su candidatura en un sistema dominado por blancos protestantes. En su libro, JFK, sin embargo, crea una narrativa blanca nacionalista donde reconoce como inmigrantes a colonos blancos europeos, pero intencionalmente ignora a la importante comunidad mexicana. Igualmente caracteriza a los negros como inmigrantes, borrando siglos de esclavitud y tráfico humano. Pero lo más absurdo es que categoriza a los pueblos indígenas como inmigrantes, y aduce que los primeros habitantes en EEUU eran europeos.

JFK crea la retórica liberal de que “todos somos inmigrantes” muy usada por grupos pro-inmigrantes, pero que desaparece la existencia de las naciones indígenas en EEUU. Los colonos no fueron inmigrantes. Llegaron a exterminar una cultura existente. No se puede luchar por nuestros derechos usando una retórica racista.  

El concepto de que EEUU es un país de “inmigrantes” y “multicultural” ha servido para reforzar la propaganda imperialista y responder con demagogia los crecientes movimientos políticos de liberación. Según Dunbar-Ortiz, EEUU tenía la necesidad de crear una narrativa de ser el país benevolente, propulsor de la libertad y diversidad para competir con los valores de justicia social de la URSS.

Una historia de racismo y exclusiones

En 1875 la Corte Suprema de EEUU dio la orden de que solo el gobierno federal podía dar leyes de inmigración. Así empezaba legalmente las restricciones de inmigrantes que no fuesen europeos blancos. Los casi 2 millones de irlandeses que llegaron en la década de 1840 huyendo de la hambruna, no sufrieron ese nivel de restricciones. 

El Acta de Exclusión China en 1882 fue la primera ley racista que prohibía la inmigración de chinos. En los 1930s se establece la ley de Repatriación Mexicana, y en los 1950s durante el encumbramiento de JFK sale la Operación Espalda Mojada, nombre derogatorio usado para referirse a trabajadores mexicanos. Estas políticas migratorias blancas supremacistas estaban orientadas a la persecución de mexicanos o quien no se veía “blanco”, y produjo la deportación de millones de mexicanos y pérdida de sus propiedades.

Las políticas de inmigración de EEUU tienen un origen blanco nacionalista que ha sido reproducida tanto por presidentes demócratas como republicanos, quienes han continuado con la exclusión y persecución contra las comunidades racializadas. 

Desmontando narrativas falsas

Utilicemos este Thanksgiving para reflexionar sobre su origen colonial. Es urgente que los y las inmigrantes empecemos a descolonizarnos en EEUU y conocer la historia sobre los procesos de inmigración. A través de una mirada interseccional, de clase, racial y género, debemos dejar de usar narrativas como “todos somos inmigrantes” ya que nos coloca al lado del opresor.

La comunidad inmigrante no es homogénea, por lo tanto, debemos reconocer nuestros privilegios, como estatus social y económico, y en solidaridad eliminar la narrativa elitista del “inmigrante bueno vs. malo” que solo reproduce el racismo y clasismo usado para dividir nuestra lucha. No olvidemos que la inmigración es el resultado de la expansión colonialista, patriarcal y capitalista de EEUU en nuestra región.

Debemos empujar agendas más radicales e impedir que nos utilicen cada cuatro años en elecciones donde ni el partido demócrata ni republicano están dispuestos a llevar nuestra voz. Las posiciones de “centro” no ayudan a nuestra lucha. Construir una agenda radical también significa conectarnos con otras luchas emancipadoras para desmontar el sistema blanco supremacista que mantiene a los inmigrantes y toda clase trabajadora invisibles. 

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