Trabajando para diversas ONGs en New York, he podido constatar cómo muchas luchas sociales son moldeadas y sus agendas adaptadas a los intereses de fundaciones filantrópicas. Las ONGs existen debido al fracaso del capitalismo en crear sociedades igualitarias y justas, y de esa manera se convierten en el “colchón” del sistema capitalista ante las demandas populares.
Existen más de 1.5 millones de ONGs en EEUU que emplean cerca de 13 millones de personas, siendo el tercer sector laboral. El sector “nonprofit” (ONGs) es muy poderoso, no solamente por ser parte del sistema dominante, sino también porque maneja miles de millones de dólares. En 1998, por ejemplo, las fundaciones invirtieron más de $175 mil millones en proyectos, dinero donado por corporaciones que las ONGs dicen combatir.
A inicios de 1900, cuando el estado reprimía violentamente a la clase trabajadora organizada, se crearon las primeras fundaciones por familias multimillonarias como Rockefeller, Carnegie y Sage. Su principal motivación era acceder a grandes exoneraciones de impuestos y descarrilar estas luchas. Estas fundaciones crean organizaciones intermediarias, las ONGs, para evitar extremas regulaciones.
Después de la segunda guerra mundial, las ONGs toman más relevancia. EEUU crea la USAID para promover su ideología capitalista liberal, atacar a la URSS y otras apuestas socialistas. Actualmente la USAID tiene un presupuesto de más de 40 mil millones de dólares que sirve para financiar proyectos en zonas populares urbanas y rurales en nuestros países e influenciar agendas políticas internas.
Hace unas semanas, V. Cerrón dijo en un tweet que “las ONG norteamericanas han capturado el gabinete”. En Perú, las críticas a las ONGs son satanizadas, pero en EEUU es un debate que lleva décadas. En 1916, la Comisión Walsh del Congreso de EEUU, advirtió que las fundaciones “concentraban riqueza y poder al servicio de ideologías que responden a los intereses de sus benefactores capitalistas”.
El libro La Revolución No Será Financiada publicado en el 2007 por la organización INCITE explica la compleja historia de las ONGs en EEUU, y como han manipulado los movimientos sociales, censurado luchas como la palestina y servido para avanzar los intereses de EEUU en el mundo. Igualmente, Arundhati Roy ha llamado la «ONG-ización de la resistencia» al rol central que juegan las ONGs en los movimientos sociales y su activismo político que sirve a intereses capitalistas.
El auge de las ONGs empieza con la implementación del neoliberalismo. En 1980, Reagan disminuyó el poder del estado para priorizar el sector privado y el libre mercado, recortando derechos laborales y programas sociales en educación y salud, empujando a millones a la pobreza. Es así como las ONGs reemplazan al estado neoliberal en su responsabilidad para supervisar y solucionar demandas urgentes.
En el Perú, las ONGs también tienen una gran influencia en los procesos políticos, y con más notoriedad desde 1990 cuando los partidos de izquierda se desmantelan y son reemplazados por una agenda liberal y de derechos humanos de fundaciones extranjeras. Ante una izquierda debilitada y segmentada, las ONGs se posicionan, al igual que en EEUU, como una izquierda domesticada, esencialmente anti-comunista y comprometida con la democracia liberal capitalista, subordinado una agenda popular a sus intereses. Se olvidan de la lucha anti-imperialista, y más bien repiten el libreto de EEUU contra Venezuela y Bolivia. Es lo que popularmente conocemos como la izquierda “caviar”.
Las ONGs reproducen el elitismo de la sociedad capitalista como la falsa idea de la meritocracia. En Perú, las ONGS han sido fuente de empleo para egresados o practicantes de universidades privadas. La gran mayoría son hombres y mujeres blancas y con privilegios hablando sobre el problema de la clase trabajadora y racializada. Mientras la retórica para afuera era anti-fujimorista, muchos de sus proyectos eran con el gobierno fujimorista, como las ONGs feministas que fueron cómplices de las esterilizaciones forzadas.
Parte del clero y ONGs “pro-democracia”, como la Coordinadora Nacional de Derechos Humanos, Transparencia, entre otras, han intentado en procesos electorales utilizar la narrativa de derecha contra el candidato “anti-sistema”. El “juramento por la democracia” buscaba colocar a Castillo como un candidato “anti-demócrata”. Pero eso no es nuevo, en 2005, los representantes de Transparencia en NYC para las elecciones de segunda vuelta no tuvieron reparos en saltar hasta el techo de alegría cuando A. García venció a O. Humala, el “cuco chavista”, narrativa que varias ONGS utilizaron para impedir su triunfo. El presidente de la CVR y rector de la PUCP, Salomón Lerner, también apoyó a García, a pesar de su obvia responsabilidad en violaciones de derechos humanos.
Las ONGs responden a una lógica colonial y cierto progresismo cree que debemos estar “agradecidas” a las ONGs. Cuando escribí un post en Facebook sobre el rol de la premier Mirtha Vásquez, de la ONG GRUFIDES, en la lucha de Máxima Acuña, explicando que esa lucha fue de la señora Acuña y no de Vásquez, y que, gracias a sus privilegios había podido utilizar esa oportunidad para ahora ser parte del gobierno, cierto progresismo mostró su indignación. Las ONGs han reemplazado a los movimientos sociales y se creen que merecen ser parte de cualquier gobierno debido a su “expertise”.
En Perú, las ONGs van por el camino a seguir la narrativa estadounidense sobre crear una “democracia multiracial” y “cuotas de género”, siguiendo el libreto liberal capitalista e invisibilizando la lucha de clases. De esa manera se instrumentalizan el feminismo y los derechos humanos para jugar en pared con el poder económico.
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