Como candidata, Francia sabe que se enfrenta a la muerte. La campaña mediática terruqueadora, fascista y racista contra Francia Márquez ha expuesto la debilidad y pánico de la derecha colombiana que está a punto de perder el poder. Las derechas son iguales en todas partes: cobardes. Y sabemos que la derecha colombiana asesina, por eso un grupo de mujeres de izquierda en EEUU nos hemos organizado en el Frente de Mujeres Internacionalistas por la Justicia y la Paz para exigir garantías para su vida, esfuerzo que debería ser replicado en otros países.

Francia dice que lucha para “vivir sabroso en Colombia”. Vivir libres del capitalismo que violenta la vida y la tierra. Vivir con armonía, con igualdad y dignidad. Ese movimiento está forjando el camino para una izquierda auténtica como la que necesitamos en el Perú, una que esté libre de lideres/as escogidas para tranquilizar los miedos de la clase media y libre de agendas impuestas por el poder económico. Ha llegado el momento de vivir sabroso para los y las nadies en Colombia y pronto llegará el nuestro. 

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A pesar de importantes estudios feministas sobre la economía del cuidado, avances con programas públicos dados por el actual gobierno peruano, así como la aprobación de la nueva Ley del Trabajo del Hogar en el Congreso, el capitalismo racial y el silencio cómplice de las empleadoras son las principales barreras para un completo reconocimiento de este sector.

Mientras la lucha por los derechos de la mujer avanza, el movimiento feminista sigue siendo dominado por una agenda que representa esencialmente los intereses de las mujeres de clase media y sectores acomodados. Muchas feministas privilegiadas aún no rompen su silencio cuando se trata de confrontar las dinámicas de poder en su rol de empleadoras de trabajadoras del hogar. Confrontar esas prácticas en el ámbito privado sigue siendo un tabú entre muchas mujeres progresistas cuando debería ser parte de la lucha feminista.

Se debe crear espacios para que las trabajadoras del hogar compartan sus historias y politizar sus experiencias para la construcción de una agenda feminista de la mujer trabajadora. Tenemos mucho que aprender de ellas. Vivamos nuestra interdependencia reconociendo y desafiando nuestros privilegios para eliminar el capitalismo colonial y patriarcal. Nuestros hogares también son espacios para la acción política.

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La lucha por los derechos humanos es también internacionalista. Malcolm X fue uno de los primeros en articular la lucha contra el capitalismo racial dentro de EEUU y el anti-colonialismo a nivel internacional. Viajó por el mundo para aprender y conectarse con otras luchas de liberación. Unos días antes que lo asesinaran, mientras Malcolm X se encontraba en Inglaterra donde se reunió con el Comité Asiático para ayudarles a combatir el racismo y otras exclusiones como negarles vivienda en barrios “blancos.” Asimismo, W.E. B. Dubois, uno de los más prominentes sociólogos (lástima que no se le estudie en Perú) estuvo presente en las negociaciones para exigir la independencia de las naciones africanas, incluyendo el fin del Apartheid en Sudáfrica en la reunión de Versalles luego de la Primera Guerra Mundial.

Hay mucho por aprender de la lucha radical de la comunidad negra en EEUU. Necesitamos una lucha de derechos humanos que sea liderada por las voces de los grupos oprimidos, con una visión que quiebre las estructuras y sistemas de opresión. La idea de Soros sobre democracia y justicia, “open society”, no es más que abrir el mercado al capitalismo e imperialismo con “revoluciones” o “primaveras” pro-capitalistas que nacen en la Casa Blanca. Esas “revoluciones manufacturadas” se esconden detrás de un discurso liberal, como en Ucrania, pero su alianza política es con grupos neonazis. Este tipo de acciones reaccionarias nunca darían lugar a cambios estructurales sustanciales.

 

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En 1793, durante los agitados años de la revolución francesa, la activista por los derechos de la mujer, la girondina Olympe de Gouges, fue ejecutada en la guillotina ante la presencia de mujeres pobres que aplaudían sin piedad. En su libro sobre la relación entre marxismo y feminismo, Cinzia Arruzza explica que la lucha feminista de Olympe ignoró las terribles condiciones sociales y económicas que enfrentaban las mujeres trabajadoras. Su feminismo era, pues, burgués.

Siempre he creído que el feminismo debe ser revolucionario, verdaderamente democrático, respetando diversidades culturales, dirigido a eliminar jerarquías y toda opresión sexista, capitalista y racista. Pero como dice Nancy Fraser hay distintos tipos de feminismos incluso aquellos que representan los intereses de la clase dominante, como el de Olympe de Gouges. En Perú tenemos a las “Feministas por la Democracia”.

La primera vez que escuché de este grupo fue cuando sacaron un comunicado exigiendo las salidas de Guido Bellido e Iber Maravi para defender la gobernabilidad y democracia, palabritas mágicas aprendidas del manual de USAID, NED y la Fundación Soros. Estas feministas hacían su primer intento para desestabilizar el gobierno de Castillo sumándose al terruqueo de la campaña golpista. Pero el verdadero motivo era que Maraví estaba trabajando 19 puntos de la agenda propuesta por diversos gremios peruanos y que incluía un Nuevo Código Laboral. Mientras que la designación de Bellido como premier tiraba abajo “el ideal” de lo que debe ser la clase política para las élites.

Las firmantes de la demanda desestabilizadora eran feministas ligadas a ONGs como Manuela Ramos y Flora Tristán, académicas, excongresistas, funcionarias de ministerios, actrices, lideresas de derecha e izquierda “caviar”, periodistas terruqueadoras, es decir la creme de la creme del feminismo burgués. Intencionalmente ignoraron la existencia de miles de mujeres de otros grupos que defendían las políticas laborales de Maraví, como el grupo Trabajadoras Unidas y la congresista Chabelita Cortéz, representante de la clase obrera en el Congreso.

Siguiendo la agenda (y los millones) de la USAID (Oficina de Cooperación Internacional de EEUU), estas feministas que se consideran “blancas salvadoras” se han convertido en un instrumento de EEUU en su acción imperialista de “asistencia humanitaria”. Han contribuido a reducir el rol del gobierno central, controlar programas sociales y crear condiciones favorables para la inversión capitalista. Algunos ejemplos son la Ley Mordaza y el infame plan de planificación familiar, es decir las esterilizaciones forzadas donde la ONGs como Manuela Ramos recibió de USAID 25 millones de dólares, así como en proyectos similares al Centro de la Mujer Peruana Flora Tristán. Estas feministas hasta ahora no han hecho ninguna mea culpa o autocrítica por su complicidad en las políticas genocidas y neoliberales de Fujimori. Más bien se tiran la pelota y siguen asumiendo que son las únicas “expertas” sobre el tema de género.

Tampoco salieron para defender el triunfo de Castillo frente al fascismo ni durmieron semanas frente al JNE durante el invierno limeño. Pero “toman las calles” (es decir Lima) contra el gobierno en nombre de “la lucha por la no violencia contra la mujer» y llueven los comunicados contra la corrupción, cuando en el pasado guardaban silencio. En lugar de movilizarse por los intereses de las mujeres más explotadas, las ONG las usan para su propio beneficio. Saben manejar la indignación pública e ignoran astutamente otros tipos de violencia como del capitalismo racista. En lugar de crear activistas radicales crean moralistas y grupos subyugados que dependen de su asistencia o recursos.

El triunfo de Castillo es un fenómeno que ha expuesto el racismo y clasismo del feminismo dominante blanco supremacista limeño. Incapaces de tejer redes de solidaridad con mujeres y hombres de la clase trabajadora, campesina e indígena quienes no tienen acceso a la salud, pero a los que se les exige que demanden el derecho al aborto cuando no tienen ni una posta médica a su alcance ni salarios justos. No consideran que en esas comunidades no se respetó el derecho a decidir sobre sus cuerpos, y fueron simples números en la lista de cientos de miles de mujeres y hombres esterilizadas.

El Perú es un país de clases, castas, argollas, jerarquías y estatus sociales que cuando se sienten amenazados, el feminismo blanco limeño sale a cumplir su rol desestabilizador. El triunfo de Castillo significó, en parte, la posibilidad de romper el status quo y sacar a feministas limeñas onegizadas enquistadas en el ministerio de la mujer desde su creación por Fujimori. Con la designación de Ugarte, toman las calles para demandar su cuota de poder. Ahora una de las marchantes es la nueva ministra de la Mujer.

 

 

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Por el 2012, la alcaldesa de centroizquierda, Susana Villarán (actualmente en prisión domiciliaria por corrupción), recibió en la Municipalidad de Lima y otorgó distinciones a las Damas de Blanco y la bloguera de Miami Yoani Sánchez. Asimismo, recibió al líder de la oposición venezolana, Henrique Capriles. Todos estos personajes empleados por el gran capital y con vínculos con organizaciones fascistas. 

En el 2016, junto a apristas y fujimoristas, la bancada del Frente Amplio, conformada por la frágil alianza entre Nuevo Perú y Tierra y Libertad, liderados por Marisa Glave y Marco Arana, se sumaron al antichavismo del Congreso. Igualmente, Sigrid Bazán, congresista de JPP, demostró como periodista una alineación ideológica con sus patrones, afirmando que denunciar la dictadura de Maduro es “ser de izquierda”. Y en la última campaña electoral, Verónika Mendoza dejó su usual “neutralidad” para llamar al gobierno venezolano “dictadura corrupta”.

Esta “nueva izquierda” ha reemplazado su posición ideológica contra el imperialismo por un “moralismo” basado en una «verdad» fabricada por el imperio y repetida por la prensa neoliberal, ignorando todo contexto histórico y político. Hablan de la Patria Grande, pero callan sobre las sanciones de EEUU para asfixiar la economía venezolana, el “congelamiento” de las cuentas de miles de millones de dólares del estado venezolano en bancos europeos y la millonaria asistencia “humanitaria” para financiar a la oposición.

De esa manera aparecen posiciones como la de Indira Huilca, ex regidora de S. Villarán y supuesta aspirante a la alcaldía de Lima, quien llegó al extremo de decir que Maduro es igual a Fujimori. Este estilo político de posverdad parece aprendido del manual “centrista” de EEUU. La senadora estadounidense Elizabeth Warren, precandidata demócrata de “izquierda” en el 2020, se autodenominó “una capitalista hasta el tuétano” para ganarse el apoyo del poder dominante y aislar al popular Bernie Sanders, colocándolo como el socialista radical y peligroso. A pesar de eso, la candidatura de Warren se evaporó rápidamente. 

Martin Luther King Jr. luchó contra lo que él llamó los tres males en el mundo: racismo, pobreza y guerra. Habría que agregar el patriarcado, pero sabemos que la opresión sexista no se eliminará mientras no eliminemos esos tres males. Por eso sorprende, y es paradójico, que en esta izquierda liderada por mujeres que han hecho carrera política levantando la bandera feminista, no se atrevan a conectar el imperialismo y su impacto en la clase trabajadora, especialmente en las mujeres. Las guerras imperialistas coloniales exponen a las mujeres al abuso sexual, explotación y muerte. Como consecuencia millones de mujeres se han visto obligadas a migrar dejando sus hogares. Será por eso que el feminismo liberal no tiene resonancia en mujeres de sectores populares. 

Se debe hablar sobre el imperialismo para confrontar una realidad histórica y actual. Los imperios existen desde la aparición del estado y actúan anexando territorios mediante el sometimiento de otros pueblos y culturas para el aprovechamiento económico de sus recursos. Desde los últimos siglos, el imperialismo se ha desarrollado como etapa superior del capitalismo, como lo definió Lenin, cuando se ha superado el librecambio para pasar a una etapa dónde el capital se concentra en pocas manos y se expande para asegurar mercados, territorios y salidas de inversión para sus corporaciones. El poder corporativo utiliza el militarismo e instituciones como el Fondo Monetario Internacional, la Organización Mundial del Comercio, el Banco Mundial, entre otras, para controlar estados y asegurar sus intereses.

Al igual que en otros países que ejercen su soberanía, el actual conflicto militar en Ucrania para atacar Rusia, nos enseña cómo el imperialismo utiliza la conocida estrategia de crear crisis políticas e insurrecciones lideradas por grupos fascistas. 

En el 2014 el gobierno de Obama dirigió un golpe de estado contra el presidente ucraniano Viktor Yanukovych, elegido democráticamente en el 2010. Victoria Nuland, funcionaria del Departamento de Estado desde la época de Bush, y una de las arquitectas de la invasión a Irak y el golpe en Ucrania, testificó ante el Congreso de EEUU que el gobierno de Obama invirtió miles de millones de dólares para el golpe de estado. Nuland ha sido recientemente promovida por Biden a un cargo más alto. Dicho sea de paso, el hijo de Biden, se enriqueció con el golpe al ser “asesor” de una compañía de gas en Ucrania y cuando era investigado por corrupción, Biden logró que se cierre la investigación amenazando al gobierno ucraniano con sanciones.

Es responsabilidad de la izquierda denunciar las acciones realizadas por el imperialismo que agravan las desigualdades económicas con la complicidad de la clase política, la prensa neoliberal y ONGs financiadas desde EEUU, como USAID y otras fundaciones, en países donde aparecen iniciativas anti-neoliberales. 

Aprovechemos el triunfo de Perú Libre que con una clara posición de los postulados de izquierda ha recreado el mapa político y generado entusiasmo en el campo popular. Una izquierda que acepta la ideología imperialista jamás podrá liderar un movimiento popular.

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El llamado al ataque lo había hecho Trump unas horas antes. Stop the Steal (Para el Robo) gritaba la turba de miles de neofascistas, como los Proud Boys (Chicos Orgullosos), cuando tomaron el Capitolio hace exactamente un año. Armados con martillos, picos y sprays con químicos, estaban decididos a cancelar la confirmación del triunfo de Joe Biden por el Congreso. 

Los pocos policías que resguardaban el Congreso fueron rápidamente superados. Por la noche la Guardia Nacional logró retomar el control. La violencia dejó cinco muertos y decenas de heridos, pero las secuelas psicológicas se expusieron a los días y meses, cuando cuatro de los policías que respondieron al ataque se suicidaron. Trump tuvo una derrota inicial, pero estuvo muy cerca de quebrar el orden constitucional. 

Los demócratas y progres liberales crearon la narrativa que Trump era un tonto, mentiroso y corrupto, pero no ha funcionado. El neofascismo esta imponiendo su relato al seguir generando dudas sobre el sistema electoral estadounidense. Hace unos días, el programa político Meet the Press de NBC reveló que hay un aumento de medios de comunicación de extrema derecha y que han conseguido que 4 de 5 republicanos crean que las elecciones de 2020 fueron fraudulentas. Otras encuestas revelan que el 64% de estadounidenses cree que el sistema democrático está en crisis.

A pesar de cancelar las acciones de conmemoración por la insurrección del 6 de enero y consciente de aún no contar con la correlación de fuerzas necesarias, Trump sigue apostando a una estrategia de mediano y largo plazo que apuntan a las elecciones del 2024. Una manera de validar las siguientes elecciones es teniendo a ultraconservadores como secretarios estatales, por lo que está movilizando a sus candidatos para esas posiciones en Georgia y Pennsylvania y otros estados donde lo resultados son ajustados. 

Hasta ahora la lucha política se está dando por el espacio electoral. Los conservadores se han ido aún más a la derecha y han ganado espacio en las ultimas elecciones regionales y locales. En Nueva York la extrema derecha ha logrado ganar más representantes, quitándoles espacio a algunos republicanos moderados y demócratas conservadores. Inermes, los demócratas se muestran más preocupados por salvar un sistema democrático obsoleto, corrupto y elitista, remendar el capitalismo y continuar con los gastos millonarios de la industria armamentista, encaprichados en su “guerra anti-rusa”. 

La narrativa anti-fascista de avergonzar a Trump por “haber introducido el fascismo en EEUU”, tampoco ha funcionado por completo. Invisibilizando el capitalismo racial, los demócratas pretenden ocultar la historia fascista de EEUU, una nación fundada como una democracia blanca supremacista e imperialista, despojando a los pueblos indígenas de sus tierras con políticas genocidas y estableciendo la esclavitud de negros africanos. En 1865, la esclavitud fue reemplazada por las leyes fascistas de Jim Crow, que legalizaron la segregación racial y que le dieron a Hitler la idea de institucionalizar el racismo y la persecución del pueblo judío en Alemania.

Mientras los demócratas esperan qué hacer, la comisión del Congreso, presidida por el demócrata Bennie Thompson, y conformada por siete demócratas y dos republicanos, está investigando los episodios del 6 de enero. Hace días se ha ido compartiendo información, mientras hacen un llamado para interrogar a congresistas republicanos sospechosos de apoyar la insurrección, como los miembros del ultraconservador Freedom Caucus.

Un punto importante es la confirmación de la oposición del Pentágono a Trump el 6 de enero, que, sumado a las acciones del FBI y la CIA durante su administración, demuestran que estas instituciones siguen siendo controladas por el sistema neoliberal imperialista, sostenido tanto por los demócratas neoliberales y republicanos “moderados”. El FBI, por ejemplo, ha jugado en paralelo con los demócratas, infiltrando la campaña de Trump para crear el sentimiento anti-ruso (Russiagate), así como la persecución de la CIA contra Assange, la cual empezó con Obama en el 2009. Esto significa que la incipiente democracia estadounidense le sigue siendo funcional a las clases dominantes. Con una izquierda debilitada, no parecen aún necesitar a un neofascista en el poder.  

La pregunta que se hacen los analistas es si Biden es lo suficientemente fuerte para tomar medidas contra los responsables de la insurrección del 6 de enero. Si lo hace justificará la narrativa neofascista de que el sistema es una tiranía corrupta. Si Biden y los liberales no toman ninguna acción ejemplificadora, Trump y las fuerzas neofascistas continuarán construyendo sus bases e imponiendo su narrativa en medio de la desilusión de un sistema político y económico que ya no da para más. 

No olvidemos que el gestionar el establishment como su único interés, llevó a la derrota demócrata, el triunfo de Trump y el avance neofascista en el 2015. La amenaza neofascista es global y responde a la crisis capitalista con un discurso abiertamente anti-inmigrante, racista y anti-derechos. Al igual que el avance del fascismo en el Perú, votar no es suficiente para enfrentar al fascismo. Necesitamos una estrategia de masas y con un proyecto más grande que el electoral.

 

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6 de enero, insurrección, Joe Biden, Presidente de los Estados Unidos, Stop the Steal

Trabajando para diversas ONGs en New York, he podido constatar cómo muchas luchas sociales son moldeadas y sus agendas adaptadas a los intereses de fundaciones filantrópicas. Las ONGs existen debido al fracaso del capitalismo en crear sociedades igualitarias y justas, y de esa manera se convierten en el “colchón” del sistema capitalista ante las demandas populares. 

Existen más de 1.5 millones de ONGs en EEUU que emplean cerca de 13 millones de personas, siendo el tercer sector laboral. El sector “nonprofit” (ONGs) es muy poderoso, no solamente por ser parte del sistema dominante, sino también porque maneja miles de millones de dólares. En 1998, por ejemplo, las fundaciones invirtieron más de $175 mil millones en proyectos, dinero donado por corporaciones que las ONGs dicen combatir. 

A inicios de 1900, cuando el estado reprimía violentamente a la clase trabajadora organizada, se crearon las primeras fundaciones por familias multimillonarias como Rockefeller, Carnegie y Sage. Su principal motivación era acceder a grandes exoneraciones de impuestos y descarrilar estas luchas. Estas fundaciones crean organizaciones intermediarias, las ONGs, para evitar extremas regulaciones. 

Después de la segunda guerra mundial, las ONGs toman más relevancia. EEUU crea la USAID para promover su ideología capitalista liberal, atacar a la URSS y otras apuestas socialistas. Actualmente la USAID tiene un presupuesto de más de 40 mil millones de dólares que sirve para financiar proyectos en zonas populares urbanas y rurales en nuestros países e influenciar agendas políticas internas.

Hace unas semanas, V. Cerrón dijo en un tweet que “las ONG norteamericanas han capturado el gabinete”. En Perú, las críticas a las ONGs son satanizadas, pero en EEUU es un debate que lleva décadas. En 1916, la Comisión Walsh del Congreso de EEUU, advirtió que las fundaciones “concentraban riqueza y poder al servicio de ideologías que responden a los intereses de sus benefactores capitalistas”. 

El libro La Revolución No Será Financiada publicado en el 2007 por la organización INCITE explica la compleja historia de las ONGs en EEUU, y como han manipulado los movimientos sociales, censurado luchas como la palestina y servido para avanzar los intereses de EEUU en el mundo. Igualmente, Arundhati Roy ha llamado la «ONG-ización de la resistencia» al rol central que juegan las ONGs en los movimientos sociales y su activismo político que sirve a intereses capitalistas.

El auge de las ONGs empieza con la implementación del neoliberalismo. En 1980, Reagan disminuyó el poder del estado para priorizar el sector privado y el libre mercado, recortando derechos laborales y programas sociales en educación y salud, empujando a millones a la pobreza. Es así como las ONGs reemplazan al estado neoliberal en su responsabilidad para supervisar y solucionar demandas urgentes. 

En el Perú, las ONGs también tienen una gran influencia en los procesos políticos, y con más notoriedad desde 1990 cuando los partidos de izquierda se desmantelan y son reemplazados por una agenda liberal y de derechos humanos de fundaciones extranjeras. Ante una izquierda debilitada y segmentada, las ONGs se posicionan, al igual que en EEUU, como una izquierda domesticada, esencialmente anti-comunista y comprometida con la democracia liberal capitalista, subordinado una agenda popular a sus intereses. Se olvidan de la lucha anti-imperialista, y más bien repiten el libreto de EEUU contra Venezuela y Bolivia. Es lo que popularmente conocemos como la izquierda “caviar”. 

Las ONGs reproducen el elitismo de la sociedad capitalista como la falsa idea de la meritocracia. En Perú, las ONGS han sido fuente de empleo para egresados o practicantes de universidades privadas. La gran mayoría son hombres y mujeres blancas y con privilegios hablando sobre el problema de la clase trabajadora y racializada. Mientras la retórica para afuera era anti-fujimorista, muchos de sus proyectos eran con el gobierno fujimorista, como las ONGs feministas que fueron cómplices de las esterilizaciones forzadas.

Parte del clero y ONGs “pro-democracia”, como la Coordinadora Nacional de Derechos Humanos, Transparencia, entre otras, han intentado en procesos electorales utilizar la narrativa de derecha contra el candidato “anti-sistema”. El “juramento por la democracia” buscaba colocar a Castillo como un candidato “anti-demócrata”. Pero eso no es nuevo, en 2005, los representantes de Transparencia en NYC para las elecciones de segunda vuelta no tuvieron reparos en saltar hasta el techo de alegría cuando A. García venció a O. Humala, el “cuco chavista”, narrativa que varias ONGS utilizaron para impedir su triunfo. El presidente de la CVR y rector de la PUCP, Salomón Lerner, también apoyó a García, a pesar de su obvia responsabilidad en violaciones de derechos humanos. 

Las ONGs responden a una lógica colonial y cierto progresismo cree que debemos estar “agradecidas” a las ONGs. Cuando escribí un post en Facebook sobre el rol de la premier Mirtha Vásquez, de la ONG GRUFIDES, en la lucha de Máxima Acuña, explicando que esa lucha fue de la señora Acuña y no de Vásquez, y que, gracias a sus privilegios había podido utilizar esa oportunidad para ahora ser parte del gobierno, cierto progresismo mostró su indignación. Las ONGs han reemplazado a los movimientos sociales y se creen que merecen ser parte de cualquier gobierno debido a su “expertise”. 

En Perú, las ONGs van por el camino a seguir la narrativa estadounidense sobre crear una “democracia multiracial” y “cuotas de género”, siguiendo el libreto liberal capitalista e invisibilizando la lucha de clases. De esa manera se instrumentalizan el feminismo y los derechos humanos para jugar en pared con el poder económico. 

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“cuotas de género”, “democracia multiracial”, ONGs

A unos días de la acción mundial por la eliminación de la violencia contra la mujer, dos mujeres peruanas acapararon las redes sociales por razones opuestas: Susana Higuchi, quien recibió un homenaje popular a su fallecimiento y Milagros Leiva, quien fue la burla colectiva por caer ridículamente en su propia trampa. Dos situaciones que expresan, de alguna manera, cómo funciona el patriarcado y sus complejidades. 

El patriarcado es un sistema sociopolítico que nos enseña desde que nacemos a obedecer a una autoridad y jerarquía en el hogar, a guardar silencio cuando hay violencia en casa y ser fieles a los “secretos” de los hombres. De esa manera se va creando una lealtad a esa “autoridad”. Al denunciar la corrupción fujimorista, Susana Higuchi rompe con esa lealtad y obediencia patriarcal. Como castigo es perseguida y torturada en las instalaciones del SIN por orden de A. Fujimori, convirtiéndose en un símbolo de la resistencia contra la dictadura en los 90s, mientras su hija Keiko se coloca al lado del poder abusador y como pieza clave del poder patriarcal neoliberal.

En Perú, el patriarcado, como lo conocemos, se implementa con la invasión europea. El régimen fujimorista es un ejemplo de eso. Caracterizado por su militarismo y corrupción, glorificación de ejecuciones extrajudiciales, políticas de exterminio con esterilizaciones forzadas de población indígena rural y urbana en extrema pobreza, represión contra toda oposición, incluyendo contra la madre de los Fujimori, y el control absoluto de la prensa como de las instituciones estatales. La lealtad de Keiko F. es con es con este régimen abusador y no con su madre violentada.

Según bell hooks, teórica feminista estadounidense, en nuestra cultura colonialista y capitalista, desarrollamos normas culturales de jerarquía y autoridad donde el uso de la violencia es visto como algo natural. Esta violencia moldea nuestras relaciones sociales: sentimentales, laborales, familiares, políticas, etc., las cuales se basan en el ejercicio de poder y la dominación. Desde ese sistema de dominación se violentan mujeres en el hogar y también se ejecutan políticas neoliberales, violentando a la población y empujando a las mujeres a trabajos precarios o no remunerados como en el sector del cuidado, servicio, campesino y obrero.

El patriarcado hegemoniza la supremacía del hombre y su dominación sobre las mujeres, pero para eliminar la violencia contra la mujer es necesario discutir también la violencia que ejercen mujeres privilegiadas contra otras mujeres y hombres pobres y/o racializados. Así como Keiko F. nace como figura política aplastando a su madre, Milagros Leiva, uno de los símbolos de la TV basura y portavoz del fascismo neoliberal, ejerce desde una posición de poder una violencia racista y clasista contra algunos líderes de izquierda, como contra el popular Puka Bellido. Keiko F. y Leiva rompen las barreras sociales patriarcales para trepar la escalera del poder económico y oprimir a sectores históricamente subordinados.

Una de las limitaciones del feminismo convencional es su falta de interés en excavar más a fondo el tema de la violencia en general como la capitalista y racista. Más bien se ha focalizado en una ideología sexista donde los hombres son los únicos violentos y las mujeres son las únicas víctimas. Ese análisis no expresa toda la violencia que se ejerce desde los sistemas de dominación, porque el patriarcado al funcionar dentro de un sistema de opresión crea mujeres afines a la ambición del poder y a la violencia expresada por éste. 

El movimiento feminista, no es una lucha aislada, al contrario, es una lucha para eliminar el sometimiento sexista y los múltiples sistemas de opresión. Desde la colonización, vivimos en el Perú un sistema racista, capitalista y patriarcal, dónde la violencia es invisibilizada por el feminismo burgués que no confronta la opresión económica que impacta a la mayoría de las mujeres pobres.

Nos encontramos en un momento único donde emergen distintos feminismos, en especial uno popular y revolucionario, el cual se interesa por ampliar la lucha exponiendo las limitaciones del feminismo “anti-hombre. El feminismo convencional ha alejado a mujeres indígenas y clase trabajadora de la lucha feminista porque su interés principal es romper jerarquías sociales dentro de su propia clase y no eliminar la opresión racista y clasista la cual también oprime a hombres de grupos sociales y económicos explotados. 

Es importante ampliar la lucha feminista y conectarla con la lucha más grande como la liberación de la opresión de los pueblos. Los hombres también deben ser parte de esta lucha, y debemos trabajar conjuntamente para que puedan desafiar las prácticas patriarcales.

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El último domingo, Facebook, Twitter, WhatsApp, TikTok, etc. explotaban a la expectativa de posibles audios que revelarían la corrupción del presidente Pedro Castillo. Sin embargo, en su lugar, Cuarto Poder presentó la grabación de la conversación de su productor con el dueño de la casa donde el presidente suele llegar a cenar la comida de su región. 

Esta burda manipulación refleja en lo que se ha convertido el periodismo peruano: bamba, aburrido y mediocre. Nuevamente los y las televidentes fueron víctimas del fake news de la prensa peruana, dejando a la apuesta golpista con los crespos hechos.

Tras la caída del Muro de Berlín, se dio una ofensiva político-ideológica que preconizaba el fin de la historia (F. Fukuyama) que desencadenó en un impulso global para la implementación de políticas neoliberales. Esto significó el abandono del rol regulador del estado y la paulatina captura del estado por parte del sector privado y corporativo. Esa nueva realidad incluye a la prensa, que desde entonces se constituye en un instrumento del neoliberalismo, renunciando a su rol informativo e investigador. Todo se compra y vende como pudimos apreciar en los vladivideos, donde la prensa peruana (y sus dueños) se evidenciaron bastante caros.  

En esta agenda “periodística” no hay lugar para discusión alguna sobre el fracaso de las políticas neoliberales, a pesar de la precariedad del país expuesta durante la pandemia. Su labor es de manipular a la opinión pública con teorías conspirativas sobre el resurgimiento del terrorismo y acusaciones de corrupción, cebándose principalmente con los líderes de Perú Libre, para desprestigiar al partido que ganó las elecciones. De esa manera se evita discutir los problemas reales que afectan a las mayorías como la falta de acceso a educación y salud, la recuperación y ampliación de derechos laborales y/o el avance del proceso constituyente.

Pero ¿dónde se cocinan estas mentiras? Este aparato no funciona aisladamente. Se trata de una industria millonaria financiada por patrocinadores y anunciantes de los grupos económicos, que constituyen el verdadero poder en el país. Este aparato ha logrado reunir a la prensa junto a operadores políticos, opinólogos y trolls que pululan en las redes sociales. El poder político y económico suma a periodistas considerados «serios» como RMP para propalar varias de las mentiras que fabrican y darle alguna “veracidad” a sus «noticias».

La prensa peruana se alquila convirtiéndose en un aparato hostil que tiene como objetivo erradicar la confianza de la ciudadanía en el gobierno de Castillo. Se necesita mucha integridad para asumir un rol periodístico contra la agenda fascista, y mucho más para asumir una posición periodística libre del racismo y clasismo. No tenemos pues un periodismo forjado en valores, principios, mucha lectura ni pensamiento propio.

La prensa empodera la ignorancia y el miedo de nuestra sociedad. La mayor parte de la clase media fueron víctimas ingenuas del fake news sobre “la conspiración de sendero” durante la segunda vuelta electoral. Era casi conmovedor leer en las redes comentarios temerosos creyendo que Castillo les quitaría su casa, carro, y hasta mascotas porque “Sendero estaba a un paso del poder”. Sin remordimientos y orgullosos creyentes de esa “verdad” profesionales egresados de prestigiosas universidades privadas, junto a una parte de la iglesia católica, se sumaban fervorosamente al coro fascista. El “terruqueo” sin duda es el fake news más eficiente del fascismo peruano. 

Nos enfrentamos a una dictadura mediática que ha creado un cerco informativo para sostener al sistema capitalista que, en algunos países como el Perú, son casi un monopolio (Grupo El Comercio) de un representante de la clase dominante del país, la cual subordina a las otras clases, instituciones y otros poderes del estado (Congreso) para sus intereses económicos.                               

Por el bien del país debemos erradicar los fake news. El gobierno de Castillo tiene la obligación de cumplir con una de sus promesas electorales y distribuir equitativamente el presupuesto del estado en publicidad en favor de la prensa y medios fuera de Lima, y regular la acción de la prensa fascista que utiliza los recursos del estado para difamar y sabotear impunemente al gobierno. 

La ola fascista también se frenará resolviendo los problemas del país junto al pueblo, y no tratando de caerle bien a la derecha. Recuerde su slogan de campaña, presidente Castillo: “Solo el pueblo salva al pueblo».

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