Desarrollo Económico


CARLOS PRADO VIGIL
Socio Fundador – Grupo PRACDA

“HACIENDO EMPRESA” En efecto, venimos escuchando que nuestro país ha entrado en recesión, que nuestra economía se ha contraído, que en general hay “menos plata”… pero, ¿realmente entendemos en qué se traduce esto o cómo es que nos impacta en el día a día? Veamos primero qué implica estar en recesión para luego evaluar cuál sería el mejor camino a tomar.

Adelantamos que la generación y sostenimiento de un real entorno de confianza juega un papel importante en la ecuación que presentamos.

Veamos, cuando hablamos de recesión, fundamentalmente, hablamos de que la gran mayoría de ciudadanos y empresas son más reacios a gastar dinero, por ende, si no estamos dispuestos a gastar, los que nos venden, debemos de bajar precios para tratar de vender más, pero es un círculo vicioso que nos lleva a tener menor movimiento de dinero día a día a todos. Esta realidad lleva a muchos a decir de manera inmediata “es momento de ahorrar”, pero si vemos el bosque y no sólo un arbol, nos damos cuenta, que lo que estamos haciendo es mover menos dinero en el tiempo. Lo cierto es que la  única real solución para contribuir a disminuir la recesión es aumentar la generación de dinero.

Con esto toca ser muy claro con los conceptos que manejamos; cuando hablamos de ahorrar, debemos tener claro para qué lo hacemos, el gran problema es que si ahorrar es nuestra mentalidad y no es UN medio para lograr algo, lo único que estamos haciendo es prolongar la agonía, ya que viviremos más ajustados día a día pero en algún momento igual tendremos menos y meno si no generamos más; nos explicamos mejor: es solo cuestión de tiempo que la recesión nos golpée duro.

Por lo explicado anteriormente es que cuando estamos en una coyuntura de recesión es que debemos ser más precisos y enfocados en realizar inversiones; dado que solo crecemos por dos tipos de ingresos: los ingresos directos (nuestro trabajo) y los ingresos indirectos (inversiones y rentas).

Bajo este esquema, ya instalado en la mente de la mayoría de las personas, lo que naturalmente suele pasar es el surgimiento del temor que acompaña a cualquier cosa que no controlamos directamente: “y si lo pierdo? Mejor lo ahorro”; por esta razón, lo que nos permitmos proponer es lo siguiente: analicemos inversiones que , si bien corren el riesgo de tener retrasos, tienen algún tipo de respaldo tangible y bajo la premisa que las personas involucradas son correctas y generan confianza (esto último es difícil de identificar pero resulta clave para lograr los objetivos propuestos)

Refiriéndonos al componente “confianza”, debemos entender aquella situación que se genera a partir de la buena reputación, imagen, gestión, transpatrencia e impacto sostenible con el entorno que toda organización debe generar y exhibir para identificar su cultura empresarial y responsabilidad con el desarrollo de las personas. Este es un clima ideal pero cierto que cada vez cobra mayor relevancia en nuestro medio.

Así, entre ahorrar o invertir, siempre sugeriremos invertir, ya que el dinero se devalúa en el tiempo y las inversiones con riesgo contronado son el único camino de hacer que nuestros ingresos indirectos crezcan; y ojo, sugerimos invertir, no emprender, que en un mercado en recesión tiene otro tipo de riesgos y dificultades. Recordemos siempre, el riesgo más grande es el que decidimos no tomar.

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El gobierno ha anunciado, dentro de su paquete de 25 medidas para salir de la recesión, la aceleración de los proyectos de irrigación de Chavimochic, Chinecas y Majes-Siguas.

Se ve difícil, ya lo han señalado expertos, que se logre el cometido en las fechas planteadas, pero vale destacar el esfuerzo de imprimirle voluntad de ejecución a los mismos, por su impacto en la economía nacional y en la dinámica inversora.

Al mismo tiempo, ya es hora de replantear el modelo por el que se asignan las tierras de estos proyectos, a grandes inversionistas, bajo un esquema en el que el Estado termina subsidiando a los megaterratenientes. El esquema es sencillo: el Estado invierte miles de millones de soles en poner operativos los proyectos de irrigación y como licita restrictivamente grandes extensiones de tierras, solo pueden postular dos o tres grandes inversionistas, que por esa razón, al reducirse la competencia, a la postre terminan pagando por las tierras un monto menor al que costó habilitarlas. El Estado pierde y le “regala” dinero fiscal a los grandes grupos de poder agrícolas.

Es hora de apostar por la mediana y pequeña agricultura, por generar capitalismo popular entre inversionistas de, inclusive, una hectárea. Es verdad que las grandes extensiones generan economías de escala y ello abarata los costos de producción, pero también es cierto que cuando existe una comunidad de pequeños propietarios, ellos mismos, por la propia lógica económica, terminan asociándose y replicando el esquema de la megaescala.

Ejemplos de ello no solo existen en el Perú, en algunos valles, sino también en el mundo (Países Bajos, por ejemplo), que, con pequeñas extensiones prediales, se logra índices de productividad fabulosos.

El modo en que se han manejado los grandes proyectos de irrigación, construidos con dineros públicos, forma parte de la gran historia negra del mercantilismo peruano, donde la oligarquía se ha beneficiado irregularmente de las normas para recibir beneficios económicos en desmedro del Estado, es decir de todos los peruanos.

El esfuerzo de trasvasar aguas de los ríos, de la vertiente occidental hacia nuestra desértica costa, es inmenso en trabajo y en recursos, como para que termine beneficiando a unos pocos. Estos proyectos deberían ser, más bien, una maravillosa oportunidad para generar una miríada de empresarios agrícolas, de inversionistas pequeños y medianos, que construyan un tejido social proempresarial.

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Desarrollo Económico, Mediana Agricultura, Pequeña Agricultura, Proyectos de Irrigación

Es obvio que al gobierno actual no le cae a pelo ganarse un conflicto social como el que podría reactivarse en el valle del Tambo en Arequipa (y extenderse al sur andino, que anda buscando motivo para la bronca), a propósito de la eventual reactivación del proyecto minero Tía María que promueve la empresa mexicana Southern Perú.

En esa perspectiva suponemos que se han enrumbado las declaraciones del premier Otárola señalando que el proyecto no estaba en agenda, desbaratando los ímpetus del ministro de Energía y Minas, quien horas antes había hablado de que Tía María era un proyecto valioso que había que retomar, aunque bajo la condición previa de que haya “armonía total” (¿?).

Hay un problema político evidente en este desentendimiento público entre dos autoridades altas del régimen, pero lo que más enerva no es tanto que algo así suceda (las discrepancias debieran librarse en la interna, pero no es para cortarse las venas que ocasionalmente se salgan del cuarto cerrado), sino la falta total de compromiso del gobierno por promover una actividad esencial en estos momentos para la economía nacional, como es la minería.

No hay proyecto minero sin conflicto al lado. Ni en Suiza se produce “armonía total” entre empresas y ciudadanos, como pretende ilusamente el titular del Minem. El problema es que en el Perú se deja a las empresas privadas abandonadas a su suerte sin que el Estado se sume a los esfuerzos por sacar adelante proyectos vitales, como lo es Tía María, el que particularmente no implica mayor riesgo ambiental, y las empresas privadas descuidan el trabajo de percepciones, que debe ser permanente.

Tía María podría salir adelante si el gobierno atendiera demandas sociales de los agricultores del valle del Tambo (que no es donde operaría la mina, ojo con la percepción) que tienen décadas postergadas, como la construcción de la represa de Paltuture, que asegure un suministro de agua de regadío permanente (el proyecto Tía María no va a usar agua del río sino desalinizada del mar, nuevamente ojo con la percepción).

Este y todos los gobiernos tienen que entender que se la deben jugar por la minería, que reporta casi la mitad de sus utilidades en impuestos para el Estado y una parte no menor de ellos, destinados directamente, vía canon y regalías, a la zona de influencia directa del proyecto. El fisco nacional se robustece con el desarrollo de proyectos mineros de una manera superlativa.

El Estado peruano es el principal responsable de lograr las condiciones para que los proyectos mineros se desplieguen y, de llegarse al extremo de que acontezcan revueltas antimineras ideologizadas, actuar represivamente con inteligencia para no producir violencia inútil que lo único que hace, al final, es frustrar justamente el proceso de puesta en marcha de los proyectos empresariales.

De este gobierno es difícil esperar alguna jugada de riesgo. Juega al muertito porque su único objetivo es sobrevivir hasta el 2026, pero la clase política proinversión privada debe tomar conciencia de que es el Estado, de la mano de las empresas, el llamado a librar la batalla.

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[EMPRENDE] En los últimos años, la realidad permite darnos cuenta de que, propiciar un clima de paz social y poder sostenerlo, generaría las condiciones necesarias para que la economía de un país pueda entrar en un franco crecimiento, y mantener óptimos niveles de desarrollo, y una de estas condiciones es plasmar rasgos de credibilidad y confianza en las instituciones públicas y también privadas. Tema para considerar con mucha seriedad, pues, en tiempo real es una situación que necesita mucha atención.

El Perú es un país que está atravesando por un proceso de múltiples alteraciones sociales, debido a varios factores que el lector podrá identificar, pensando muchos en la mundialización del mercado e individualización de la sociedad, otros tantos optarán por reducir el problema a los efectos de las migraciones extranjeras “extremas y desordenadas” de hace algunos años, y todo pues, en fin, se reduciría a los efectos que ha traído el mercado global. Sin embargo, el problema es mucho más de fondo y parte cuando se comienza a percibir rasgos de criminalidad que afectan notablemente a la economía, pues ahuyenta a los inversores a nivel nacional, además a los consumidores a los cuales muchas veces les produce miedo, les ocasiona pérdidas, y hace que se desperdicien recursos, elevando costos y cambiando hábitos y conductas del consumidor y también a los que apuestan por una empresa.

Ahora bien, es una verdad que los emprendedores, no son ajenos a esta realidad, el caos social, el desorden constante, la inseguridad en la ciudad y la informalidad de conductas generan grandes pérdidas en los negocios promovidos con la ilusión propia de la oportunidad anhelada. Gran problema.

La falsas libertades que se dan en la sociedad generan a la larga problemas estructurales que juegan en contra para el buen desarrollo de las apuestas comerciales y de servicios que brindan las nuevas y pequeñas empresas que vemos a diario funcionar en las ciudades, la confianza se va perdiendo y las dudas de contar con personal eficiente y competente reducen las posibilidades de una sostenibilidad en la atención, además, el estar pendientes que los negocios funcionen en tranquilidad tiene la barrera de la inseguridad de las calles, asaltos al paso en tiendas o restaurantes, inhiben la mayor presencia de consumidores.

Por otro lado, es una verdad, que, ante la novedad en los servicios, que aplacan el efectivo monetario y el marketing operacional que se da para que la atención sea más cómoda para el usuario, la modernidad por un lado y la personalidad individual de la atención, juegan roles que contrastan un dualismo que debemos tomar en cuenta.

La modernidad en todo sentido se ve como un avance natural, al cual, la sociedad debe adaptarse, pero como en todo sistema, también este trae sus malas interpretaciones y vivezas que hacen peligroso considerar su buena utilización. Los pagos por aplicativo están siendo objeto de trampas informáticas que a la larga generan dudas en una generación que se va adaptando, este es un tema que habría que tocar a fondo, en otro artículo. Asimismo, las personalidades individuales son objeto de estigmas que se van generando por ese caos cotidiano que percibe la sociedad y los deliverys, en este caso, no son ajenos a esa desconfianza que ve acrecentando temores y desconfianza. En fin, se podrían enumerar muchas situaciones que contravienen toda apuesta emprendedora, sin ánimo de justificar, las debilidades mencionadas en artículos anteriores sobre la construcción sostenida de un emprendimiento, sin embargo, es necesario evaluar estas situaciones que se andan presentando en lo cotidiano.

Entonces, considero que, ante esta realidad, la necesidad mencionada líneas arriba sobre el propiciar un clima de paz social o de seguridad ciudadana es un compromiso que debería afrontarlo el estado, desde las instituciones públicas que pueden ayudar a minimizar los efectos de las inseguridades generadas por estos cambios que se han dado en la sociedad. Generar confianza, ordenando y regularizando estadías, identificando los cuellos de botella que permiten la criminalidad, apuntando a un seguimiento exhaustivo y castigos ejemplares para los que abusan de la tecnología para lo abusivo, en sí, tomar cartas en el asunto comentado. Para que el desarrollo y crecimiento de nuestro mercado interno, al menos, sea óptimo.

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Confianza Institucional, Desarrollo Económico, Emprendedores, inseguridad ciudadana, Paz Social
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