Augusto Monterroso

[EN UN LUGAR DE LA MANCHA] Pocos escritores latinoamericanos pueden hacer de la singularidad extrema no un rasgo, sino el centro de su mundo creador. Los mexicanos Juan José Arreola y Alejandro Rossi, por mencionar dos ejemplos, forman parte de una lista a la que podría sumarse sin mayor incomodidad el guatemalteco Augusto Monterroso, autor –cosa recordada hasta el cansancio por los manuales– del cuento más breve del mundo, sí, el del dinosaurio.

¿Y dónde cabe la singularidad, cómo se manifiesta? En un dominio del humor negro y en la imaginación de situaciones grotescas, absurdas, que desafían la lógica común; en el entendimiento de la literatura como un espacio en el que conviven armónicamente la erudición y el espíritu lúdico, en esa facilidad pasmosa con que cada uno de los miembros de este club (incluyendo a los que no he nombrado, con su perdón) le planta cara al sentido común.

El libro que motiva estos apuntes, El dinosaurio sigue aquí reúne la obra de Monterroso entre 1959 y 2003, desde el paradigmático cuentario Obras completas y otros cuentos hasta los exquisitos ensayos que conforman Literatura y vida. Un recorrido que incluye, además, Viaje al centro de la fábula, una selección de entrevistas concedidas por Monterroso a diversos críticos, entre ellos el peruano José Miguel Oviedo. Uno se pregunta qué hacen esas entrevistas allí y pronto se da cuenta de que, en el caso de Monterroso, la oralidad, su habilidad para tejer una conversación, constituyen sin duda un mérito literario. Quiero creer –y aplaudo– que esa es la licencia que se tomaron los editores.

Allí brillan declaraciones que valdría la pena enmarcar. Jorge Ruffinelli le pregunta en 1976 si le interesa la novela como lector. La respuesta no tarda: “Ya no tanto; leo con gusto trozos de muchas; en realidad más bien las examino (…) No entiendo cómo alguien dedicado un tanto a este oficio puede interesarse en una novela muy extensa (…) La mayoría de las norteamericanas son vulgares, las rusas y las inglesas no existen, las francesas son afectadas o aburridas hasta lo indecible (todas las latinoamericanas son perfectas, pero tienen el defecto de ser muchas)” (p.508).

En Monterroso hay una poética de la minificción, que se manifiesta en un libro paradigmático como La oveja negra y demás fábulas, parodia e inversión de una tradición insigne (Esopo, La Fontaine, Iriarte, Samaniego) que terminan por emparentarlo con Ambrose Bierce, enorme satírico desparecido en los confusos y violentos días de la Revolución Mexicana.

En esa poética, según descubre la investigadora Claudia Mondoño, hay una irradiación hacia el resto de la obra del escritor, impregnando incluso su novela, Lo demás es silencio, de esencia fragmentaria, así como sus ensayos. Londoño infiere que el cultivo de la brevedad en este caso tiene que ver con el hecho de que Monterroso cultiva preferentemente el cuento y el ensayo y que, de esa práctica, surge un impulso radical por la economía verbal.

Obras completas y otros cuentos ocupa un lugar importante en el mundo de Monterroso, pues allí se muestran los extremos: cuentos como “Mr. Taylor” con su carga cómico-política y claro, el infaltable dinosaurio y sus siete palabras (para nada bíblicas, no se confunda). Demostración, en la propia obra, del imperativo de hacer mucho con poco. Otros cuentos notables de este conjunto son “Sinfonía concluida” y “El eclipse”, donde se pasan a fuego las ideas eurocentristas con mordacidad pocas veces vista. No olvido consignar aquí “Leopoldo (sus trabajos)”, donde se postula la escritura como fracaso, como realización trunca.

Quisiera mencionar también Movimiento perpetuo, espacio híbrido en el que se funden relato y ensayo, algo que podría recordar, de alguna manera, las Prosas apátridas de nuestro Ribeyro. El texto que sirve de “obertura” al conjunto, ofrece indudables señales de sentido: “La vida no es un ensayo, aunque tratemos muchas cosas; no es un cuento, aunque inventemos muchas cosas; no es un poema, aunque soñemos muchas cosas. El ensayo del cuento del poema de la vida es un movimiento perpetuo; eso es, un movimiento perpetuo” (p.205).

En suma, querido lector, El dinosaurio sigue aquí es a su modo un llavero; cada llave nos irá llevando por los diversos derroteros de la obra de Augusto Monterroso. Así, el humor, la tragedia, la sátira, la memoria personal, el juego desfilarán ante nuestros ojos asombrados y deleitados. No diga después que no se lo advertí.

Augusto Monterroso. El dinosaurio sigue aquí. Barcelona: Navona, 2022.

 

Tags:

Augusto Monterroso, El dinosaurio sigue aquí, Minificción, sátira
x