sátira

[EN UN LUGAR DE LA MANCHA] Pocos escritores latinoamericanos pueden hacer de la singularidad extrema no un rasgo, sino el centro de su mundo creador. Los mexicanos Juan José Arreola y Alejandro Rossi, por mencionar dos ejemplos, forman parte de una lista a la que podría sumarse sin mayor incomodidad el guatemalteco Augusto Monterroso, autor –cosa recordada hasta el cansancio por los manuales– del cuento más breve del mundo, sí, el del dinosaurio.

¿Y dónde cabe la singularidad, cómo se manifiesta? En un dominio del humor negro y en la imaginación de situaciones grotescas, absurdas, que desafían la lógica común; en el entendimiento de la literatura como un espacio en el que conviven armónicamente la erudición y el espíritu lúdico, en esa facilidad pasmosa con que cada uno de los miembros de este club (incluyendo a los que no he nombrado, con su perdón) le planta cara al sentido común.

El libro que motiva estos apuntes, El dinosaurio sigue aquí reúne la obra de Monterroso entre 1959 y 2003, desde el paradigmático cuentario Obras completas y otros cuentos hasta los exquisitos ensayos que conforman Literatura y vida. Un recorrido que incluye, además, Viaje al centro de la fábula, una selección de entrevistas concedidas por Monterroso a diversos críticos, entre ellos el peruano José Miguel Oviedo. Uno se pregunta qué hacen esas entrevistas allí y pronto se da cuenta de que, en el caso de Monterroso, la oralidad, su habilidad para tejer una conversación, constituyen sin duda un mérito literario. Quiero creer –y aplaudo– que esa es la licencia que se tomaron los editores.

Allí brillan declaraciones que valdría la pena enmarcar. Jorge Ruffinelli le pregunta en 1976 si le interesa la novela como lector. La respuesta no tarda: “Ya no tanto; leo con gusto trozos de muchas; en realidad más bien las examino (…) No entiendo cómo alguien dedicado un tanto a este oficio puede interesarse en una novela muy extensa (…) La mayoría de las norteamericanas son vulgares, las rusas y las inglesas no existen, las francesas son afectadas o aburridas hasta lo indecible (todas las latinoamericanas son perfectas, pero tienen el defecto de ser muchas)” (p.508).

En Monterroso hay una poética de la minificción, que se manifiesta en un libro paradigmático como La oveja negra y demás fábulas, parodia e inversión de una tradición insigne (Esopo, La Fontaine, Iriarte, Samaniego) que terminan por emparentarlo con Ambrose Bierce, enorme satírico desparecido en los confusos y violentos días de la Revolución Mexicana.

En esa poética, según descubre la investigadora Claudia Mondoño, hay una irradiación hacia el resto de la obra del escritor, impregnando incluso su novela, Lo demás es silencio, de esencia fragmentaria, así como sus ensayos. Londoño infiere que el cultivo de la brevedad en este caso tiene que ver con el hecho de que Monterroso cultiva preferentemente el cuento y el ensayo y que, de esa práctica, surge un impulso radical por la economía verbal.

Obras completas y otros cuentos ocupa un lugar importante en el mundo de Monterroso, pues allí se muestran los extremos: cuentos como “Mr. Taylor” con su carga cómico-política y claro, el infaltable dinosaurio y sus siete palabras (para nada bíblicas, no se confunda). Demostración, en la propia obra, del imperativo de hacer mucho con poco. Otros cuentos notables de este conjunto son “Sinfonía concluida” y “El eclipse”, donde se pasan a fuego las ideas eurocentristas con mordacidad pocas veces vista. No olvido consignar aquí “Leopoldo (sus trabajos)”, donde se postula la escritura como fracaso, como realización trunca.

Quisiera mencionar también Movimiento perpetuo, espacio híbrido en el que se funden relato y ensayo, algo que podría recordar, de alguna manera, las Prosas apátridas de nuestro Ribeyro. El texto que sirve de “obertura” al conjunto, ofrece indudables señales de sentido: “La vida no es un ensayo, aunque tratemos muchas cosas; no es un cuento, aunque inventemos muchas cosas; no es un poema, aunque soñemos muchas cosas. El ensayo del cuento del poema de la vida es un movimiento perpetuo; eso es, un movimiento perpetuo” (p.205).

En suma, querido lector, El dinosaurio sigue aquí es a su modo un llavero; cada llave nos irá llevando por los diversos derroteros de la obra de Augusto Monterroso. Así, el humor, la tragedia, la sátira, la memoria personal, el juego desfilarán ante nuestros ojos asombrados y deleitados. No diga después que no se lo advertí.

Augusto Monterroso. El dinosaurio sigue aquí. Barcelona: Navona, 2022.

 

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Augusto Monterroso, El dinosaurio sigue aquí, Minificción, sátira

Mientras me acercaba a la puerta del hermoso edificio sanisidrino pude escuchar parte del diálogo que sostenía el portero con un señor que cargaba dos pesadas bolsas de tierra y parecía estar esperando a que lo dejaran pasar.

  • Lo siento amigo, nadie me ha dejado dicho nada no lo puedo dejar pasar
  • ¿No te han avisado? Pero hermano, yo trabajo acá hace ocho años, me ves todas las semanas, si no entro las plantas de la señora se van a morir…
  • Lo siento amigo, son las reglas….. ¡Buenos días caballero pase usted! – Me dijo el mismo portero mientras me indicaba el camino hacia el ascensor con su mano derecha.
  • Voy donde la Señora Madeleine, no sé qué piso es… – Le respondí
  • No se preocupe, ahora mismo aviso para qué lo jalen, ¿su nombre?
  • Jaime
  • Perfecto don Jaime, pase no más

Subí al ascensor y mientras esperaba que me jalen continué oyendo la conversación entre el portero y aquel jardinero socialmente desubicado que intentaba entrar al edificio.

  • ¿Y cómo a ese señor lo dejas pasar?
  • Es que él es residente
  • Pero si no vive aquí, yo conozco a todos los residentes
  • No, residente de San Isidro, es de la zona…

Unos segundos después se abrió la puerta del ascensor y me encontré frente a una sala muy grande, con un ventanal de fondo con una hermosa vista al Lima Golf.

  • Hello Sir, I’m Norka, this way please – Me dijo la sirvienta que me recibió mientras me llevaba por la sala.
  • Hi Norka, thanks, ¿habla usted español?
  • Sí, pero también en inglés sí prefiere, la Señora nos ha preparado para recibir a todo tipo de visitas… un momento – Dijo la sirvienta mientras se señalaba el oido derecho en el que llevaba un solo airpod. – Yes Madame, el joven está acá conmigo, si señora ya le expliqué lo de los idiomas, parece que prefiere en castellano, si, la chica de Don Hernando está esperándonos en el living de servicio… si, no se preocupe, usted quedará regia, like a lady señora.
  • ¿Ha venido también la señora que trabaja con Hernando?
  • Si, María, es que don Hernando pensó que ya que yo le hablaré de las virtudes de la señora Maddie, pues sería mejor aprovechar para que María también le mencione las de él, que según comenta María son bastantes, las tiene todas anotadas.

Unos segundos después de atravesar una gran cocina entramos a una pequeña sala en la que estaba María, quien al verme se puso de pie de inmediato, casi que con culpa.

  • Hola María buenos días, espero que no les moleste si grabo la reunión, es para tener registro. – Maria se tocó el oído, donde cargaba ella también un airpod y luego me respondió.
  • Dice que no hay problema joven.
  • Not a problem. – Dijo también Norka – está todo autorizado.
  • Bueno, entonces empezamos, a ver chicas, además del trabajo que les han dado, ¿Cuál creen que ha sido el impacto que han tenido sus patrones en sus vidas?
  • Me first! – Dijo Norka – La señora Madeleine… disculpe un momento – Se llevó la mano al oído, para oír bien y luego continuó – Si señora perdón… Bueno Miss Maddie para mi ha sido una verdadera bendición, de verdad que ha sido un blessing, no solo me ha enseñado para qué sirve cada cubierto, cosa que puedo poner la mesa en cualquier lugar del mundo, sino que además ella se preocupa de verdad por mi, hasta políticamente.
  • ¿Políticamente?
  • ¡Si! Ella por ejemplo se encargó de protestar cuando sacaron esa ley terrible del servicio doméstico…
  • ¿No estaba de acuerdo con la ley usted Norka?
  • No joven James, porque esa ley nos quería dar más dinero sin trabajar más, y eso es injusto para las patronas.
  • Es cierto, el Sr Hernando también me defendió contra esa ley, él protestó con su twitter – agregó María mientras prestaba atención a su audífono. – … Y dice que su tweet tuvo muchísimos likes y de gente super importante.
  • ¿Entonces ninguna de ustedes dos está de acuerdo con que les paguen más?
  • Es que hay formas joven James, así con envidias y comunismo no vamos a salir adelante. Hay varias amigas de Miss Maddie que están viendo si despiden a sus empleadas, porque la economía ya no es la misma, incluso Miss Maddie me dijo que ganando Castillo capaz me iba a tener que botar también, y yo la entiendo.
  • Felizmente eso no ha pasado, sería terrible.
  • Un momento Joven James, Miss Maddie me aclara por interno que eso último ella lo dijo como una broma, que no me iba a botar y que su economía está más fuerte que nunca, que no es en serio…
  • Ok…
  • Sí, dice que just kidding, que ella siempre hace bromas conmigo, es porque tenemos mucha confianza y a mí sus bromas me hacen reír muchísimo.
  • Don Hernando dice que él también hace muchas bromas y que todos siempre se ríen.
  • Bueno, me alegro de que la pasen bien trabajando, espero que hayan podido ahorrar también con lo que les pagan.
  • Si, yo todos mis ahorros le he dado a Miss Maddie para que los mueva en la bolsa, casi siempre va bien, solo una vez perdí todo, pero dice la señora que de a poquitos me lo va recuperando, ella sabe mucho de dinero.
  • Perdón Joven Jaime – Me dijo María – Me comenta el Sr Hernando que si vamos a hablar de manejar portafolios y de economía me dé la palabra, porque él es experto en eso y yo soy su representante.
  • Ok claro, no hay problema, ¿Don Hernando también le ayuda con su dinero?
  • no… Pero me dice que le comente que él siempre me ha dado copias de sus libros, hasta con dedicatoria, pero que yo no los he leído porque prefiero ver programas de espectáculos.
  • Ah ok, ¿Es usted fan de los programas de espectáculos?
  • No, nunca los veo, pero si el Sr Hernando lo dice debe ser por algo, él es un hombre muy educado, sabe mucho, así que él sabrá.
  • Joven Jaime, Miss Maddie me dice que le diga que ella también es super educada, en el extranjero también.
  • ok… Miren, ¿Qué les parece si se quitan esos audífonos y así yo puedo conversar directamente sobre ustedes, Maria y Norka, sin que ellos les digan que decir? – Hubo unos segundos de silencio. Luego Norka empezó a hablar
  • La señora Miss Maddie me dice que mejor no, que ella prefiere que estemos conectadas por si hay alguna emergencia y yo tenga que ir a atenderla.
  • Sí, y Don Hernando me dice que no hay problema con el audífono, que todas lo que tengo para decir lo hemos revisado juntos, incluso con su abogado y que estamos de acuerdo en todo.
  • Miss Maddie es abogada, ella misma ha revisado todo, no ha tenido que llamar a nadie para que se lo haga… – agregó Norka mirando a María con desprecio.
  • Pero es que así no tiene sentido – Dije – Si los que van a hablar son ellos entonces no tiene sentido que me reúna con ustedes, mejor lo hago con ellos directamente y así me dicen cuales son sus propias virtudes con exactitud…
  • Dice Don Hernando que excelente idea, que entonces mejor la próxima semana se toman un traguito los tres y así él le cuenta todo lo que ha hecho por mí.
  • La señora Miss Maddie está de acuerdo, dice que será mejor así todo, sin intermediarios que confundan las cosas, y dice que no es que nosotras siempre vayamos a confundir las cosas, pero que como no tenemos educación universitaria pues tampoco se puede esperar mucho de lo que podamos decir.
  • ¿Entonces la próxima semana me reúno con ellos para que ellos me digan lo que ustedes sienten sobre ellos?
  • Eso mismo – Dijo María
  • Le acompañó al ascensor entonces…

Empezamos a caminar hacia el ascensor y yo me encontraba completamente desconcertado, esta visita había sido un completo fiasco, no entendía como esto iba a ayudar a mejorar la imagen de los pitucos. Estaba perdiendo la esperanza cuando recibí una alerta en mi celular, era mi banco avisando que había recibido un gran depósito acompañado de un mensaje que decía. “Enjoy Çjimmy! See you next week! Hernando”. Debo admitir que me quedé mucho más tranquilo.

To be continued

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Guión, voces y música original: Juan Luis Nugent

Edición y postproducción de audio: Carlos Mejía V.

Ilustración y diseño: Adriana Galbani

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Sátira.

Lima, sábado 5 de junio del 2021

Desde la puerta de El Comercio Jaime de Althaus mira el jirón Miró Quesada, sin amor: ronderos, periódicos iguales y asustados, el Tay Loy lleno de lápices, el mediodía gris. ¿En qué momento se había jodido el Perú? Los votantes antisistema merodean entre los vehículos detenidos por el semáforo de Lampa voceando Castillo Presidente y él echa a andar, lloroso, hacia la Colmena. Las manos en los bolsillos, cabizbajo, va escoltado por terroristas que avanzan, también, hacia la Plaza San Martín. Él era como el Perú, Althausito, se había jodido en algún momento. Piensa: ¿en cuál? El Perú jodido, piensa, Keiko jodida, los Miró Quesada jodidos, los García Miró jodidos, todos jodidos. Piensa: no hay solución. Ve una larga cola en el paradero de los colectivos al aeropuerto, gente que escapará del país, cruza la Plaza y ahí está Federico Salazar, hola hermano, en una mesa del Hotel Bolívar, siéntate Althausito, manoseando un catedral y haciéndose lustrar los zapatos, le invitaba un trago. Jaime se sienta, indica al lustrabotas que también le lustre los zapatos a él. Ya vas a ver jefe, ahoritita será 28 de julio jefe, te vamos a cagar jefe.

-Siglos que no se te ve, señor editorialista -dice Federico Salazar-. ¿Estás más contento en El Comercio que en Canal N?

-Se piensa menos -alza los hombros, a lo mejor había sido ese día que Victoria Eugenia de los Milagros Miró Quesada Martens de Rodríguez Larraín lo llamó, ¿querías sumarte al directorio, Althausito?, él odiaba el comunismo y podría escribir editoriales ¿no, Althausito? Piensa: ahí me jodí.

-Yo no dejaría la tele ni por todo el oro del mundo -dice Federico-. Estás lejos de la influencia y la televisión es influencia, Althausito, convéncete. Me moriré en América, nomás. A propósito ¿se murió Manotas?

-Sigue en la clínica, pero le darán de alta pronto -dice Jaime -. Jura que no se va a cortar las venas esta vez.

-¿Cierto que después de las encuestas vio cucarachas y arañas? -dice Federico.

-Levantó la sábana y se le vinieron encima miles de tarántulas con sombrero -dice Jaime-. Salió calato a la calle dando gritos.

Federico se ríe y Jaime cierra los ojos. Estaba bien, Manotas, uno se defendía de la izquierda como podía.

-Mañana con el flash yo también me voy a encontrar a los bichitos -Federico contempla su catedral con curiosidad, llora a medias-. Pero no hay periodista imparcial, Althausito. La tele funciona, convéncete.

El lustrabotas ha terminado con Federico y ahora embetuna los zapatos de Jaime, maldiciendo, pronto me darán sus casas.

-Vente a almorzar conmigo, te invito -dice Federico-. Vamos a resucitar los buenos tiempos.

Crecimiento económico y balas de goma, los paros en Cajamarca reprimidos desde Lima por policías con traje color moco, el ceviche Martini de La Tiendecita Blanca, la timba en casa de Alan, la apoteosis de medianoche en el MEF con Carranza que conseguía exoneraciones tributarias, la repartición de utilidades y las deudas impagas con la SUNAT al amanecer. Los buenos tiempos, puede que ahí.

-Diego Macera ha hecho arroz con atún en el IPE y eso no me lo pierdo -dice Jaime-. Otro día, hermano.

-Le haces caso al IPE -dice Federico-. Uy, qué jodido estás, Althausito.

No por lo que tú creías, hermano. Federico se empeña en pagar la lustrada y se dan la mano. Más bien, Federico, me quedé sin batería, ¿me puedes pedir un Uber? Jaime regresa al paradero, el Uber tiene la radio encendida, mañana ganará Castillo y expropiarán esta emisora, después la veterana y llorona voz de Fernando Carvallo, era mi Perú. ¿Por qué los peruanos pobres serían tan, tan huevones? Piensa: golpe de Estado, esa es la solución. Paseo de la República ya, la Javier Prado, Rivera Navarrete, en el edificiote maestro. Baja, saluda a los guachimanes, seguro son lápices, ¿qué me pasa hoy? El cielo sigue nublado, la atmósfera es tan gris como el país y ha comenzado la garúa. Piensa: si por lo menos San Isidro fuese independiente. La puerta del IPE está abierta pero no aparece Diego Macera. ¿Por qué dejas abierto el IPE cuando vas a comprar a Wong? Pero no, ahí está Diego, qué te pasa, viene con los ojos hinchados y llorosos, despeinado: se lo habían llevado al modelo económico, Jaime.

-Nos lo arrancharon de las manos -solloza Diego-. Unos cholos asquerosos, Jaime, vestidos de lápiz. Se lo bajaron, se lo bajaron.

Le da agua de azahar, cálmate Diego, le muestra una silla, cómo había sido, lo lleva del hombro, no llores amigo.

-Estás sin batería. Te llamé a El Comercio y no estabas -Diego hace pucheros-. Unos ronderos, unos cholos con caras de forajidos. Yo lo llevaba con su cadena y todo, pero según IPSOS mañana gana Castillo. Nos lo arrancharon, lo metieron al camión, se lo bajaron.

-Almuerzo el atún Florida y voy a hablar con las Fuerzas Armadas -lo abraza Jaime-. No le va a pasar nada al modelo, no seas sonso.

-Se puso a patear, a mover su PBI -se limpia los ojos con el saco, suspira-. Parecía que entendía, Jaime. Pobrecito el modelo, pobrecito.

Estaba yendo a RPP a hablar de las bondades de la minería y de repente frenó a su lado una yegua y se bajaron dos cholos con caras de senderistas, de comunistas de lo peor, uno le dio un empujón, fuera blanco sanisidrino, y el otro le arranchó la cadena y antes de que se diera cuenta ya había convocado a una Asamblea Constituyente. Pobrecito, pobre modelo económico. Jaime se pone de pie: esos provincianos lo iban a oír. ¿Veía, veía? Diego solloza de nuevo, también el modelo tenía miedo de que lo cambiaran.

-No le harán nada -Jaime abraza a Diego Macera, un olor instantáneo a atún y aceite-. Lo salvo ahorita, vas a ver.

Trota hasta la Javier Prado, carajo, no tenía batería. Llama a El Comercio de un teléfono público. Contesta Juan Aurelio Enrique: qué carajo iba a saber dónde quedaba el Pentagonito, Althausito, ni siquiera conozco Lima.

Toma un taxi de la calle, ¿cuánto costaría la carrera hasta el Pentagonito?, en su billetera solo hay tarjetas de crédito, el chofer no aceptaba Diners, señor, pero lo llevaré porque me gusta ver sufrir a los blancos. Llega. Un gran edificio cercado por muros color caca -el color de los pobres, piensa, el color del futuro, el color del Perú-, flanqueado por dos soldaditos que lo miran, recelosos. Ingresa. Un hombre atlético de verde camuflaje está de pie junto a un escritorio lleno de papeles y Jaime de Althaus golpea la mesa: se habían bajado al modelo económico, necesitamos un golpe de Estado, carajo esto no se podía quedar así.

-Qué es eso de entrar al Cuartel General del Ejército echando carajos -el militar acaricia su fusil-. Más respeto.

-Si le pasa algo al modelo económico la cosa no se puede quedar así -saca la portada de El Comercio, muestra una foto de Vargas Llosa-. Y los tipos que agredieron a Diego Macera la deben de pagar.

-Cálmese un poco -revisa la portada, se ríe-. ¿Mañana se bajan al modelo económico? Entonces hable con el nuevo encargado.

El militar se va y Jaime de Althaus espera al lado del escritorio. Ve acercarse a otro hombre: bajo, rechoncho, calvo, blanquiñoso y con un sombrero chotano en la mano. El hombre da unos pasos hacia ellos y Jaime puede verle al fin la cara: ¿qué? No era él, todos los blancos pelados se parecían, no podía ser él. Piensa: ¿por qué no va a ser él? Era él, era él. 

Está menos gordo, más sucio, pero ese es su andar cansado y paquidérmico, esas sus piernas de vaca. 

-¿Hernando? -solloza, vacila, solloza-. ¿No eres Hernando de Soto?

No se echa a correr, no dice nada. Mira con expresión anonadada y estúpida.

-¿Te has olvidado de mí? -vacila, solloza, vacila-. Soy Jaime de Althaus.

Jaime, darling, claro que te reconozco, ahora sí. ¡Dónde venían a encontrarse, honey! Y después de tanto tiempo, goddammit.

-¿Pero qué haces acá, Hernando? -dice Jaime.

-Nada, honey, yo solo pasaba por aquí.

-¿Y ese sombrero chotano?

-Me lo regalaron en la puerta.

No debiste venir, no debiste hablarle, Althausito, no estás jodido sino loco. Piensa: la traición va a volver. Pobre Keiko, pobre Alberto.

-Por favor, Hernando, deja de hacerte el cojudo.

-About what, darling?

-Sabes de sobra de qué estoy hablando -dice Jaime. 

-Qué te pasa, Jaime, por qué te pones así.

-Que dejes de hacerte el cojudo -cierra los ojos y toma aire-. Que hablemos con franqueza de Pedro Castillo. ¿Vas a colaborar con él? ¿Qué haces acá con un sombrero chotano? Desde abril te pedimos que digas algo y tú nada. Te fuiste a Máncora a comer helados y nunca más diste la cara. Keiko va a perder mañana por 50%. Ya no importa, Hernando, quiero saber. ¿De verdad vas a apoyar a Pedro Castillo?

-Me voy para que no te arrepientas de lo que estás diciendo, darling -ronca, la voz lastimada-. I don’t need a job, no te acepto ningún insulto. Sépanse que el modelo económico lo implanté yo y no Fujimori. Sépanse que todo es creación mía y yo lo puedo desmontar. Sépanse que no se merecían el modelo que tuvieron, sépansela. Fuck you, Jaime.

-Ya está, Hernando, ya está, no me importa -dice Jaime-. Ven, no te vayas, ven. Dime que vas a moderar a Castillo, por favor.

Hernando de Soto avanza sin mirar atrás. Se pone el sombrero e ingresa al Pentagonito. 

-Ya está -solloza Jaime acariciando el suelo-. Ya te perdimos, modelito.

Jaime de Althaus regresa al IPE, borracho de la pena. Hernando de Soto siempre había soñado con el poder y no le importaba cómo conseguirlo: Fujimori, Gadafi, Barnechea, Pedro Castillo. Él era mejor que tú, Althausito. Se había vendido más, se había jodido más. Piensa: pobre Keiko.

Llega. Los guachimanes lo miran con sonrisas cachosas. Se acomoda el saco, la corbata, toma el ascensor, oye el grito desgarrado de Diego Macera, imagina su cara. Entra al IPE y le dice la verdad: no va a ser posible el golpe de Estado, Diego, hemos perdido al modelo Diego, qué asustado estoy Diego.

-Me encontré con Hernando de Soto. Tenía un sombrero chotano. No pude convencerlo.

-Nosotros aquí, locos de angustia, y Hernando traicionándonos con sus nuevos amigotes. ¿Por qué al menos no me llamaste para ir a pegarle?

-Sigo sin batería -lagrimeando, asustándose, mugiendo-. Me siento pésimo, me duele una barbaridad la cabeza.

-Vamos a la CONFIEP a ver si podemos hacer bolsa y comprar unos congresistas, pero prométeme que nunca más te vas a ir al Pentagonito sin avisarme -le dice Diego, cada vez más triste.

Piensa: te prometo. Es el fin. Veinte años al tacho. ¿Qué será de nosotros mañana? ¿Nos arriarán calatos por todo Canaval y Moreyra? ¿Estatizarán el Wong de Dos de Mayo y solo habrán rosquitas en sus anaqueles? ¿Me agarrarán a chicotazos porque tengo ojos azules? ¿Esta vez, de verdad, sí perdimos? 

La cortina tiene una esquina plegada y Jaime puede ver un retazo de cielo casi oscuro, y adivinar, afuera, encima, cayendo sobre Rivera Navarrete, San Isidro, Lima, la miserable garúa de siempre.

Imagen: Luicdez (Expreso)

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