ECOLOGÍA

Los envases ecológicos tienen un impacto ambiental menor que el de los convencionales ya que no provienen de derivados del petróleo y por ende, su fabricación y eliminación no incrementa la emisión de gases de efecto invernadero.

Entonces, si optamos -por ejemplo- por consumir tortas de una pastelería que utiliza empaques ecológicos, ¿ya hicimos nuestra parte? La respuesta es no y veremos por qué.Primero, entendamos la diferencia.

Empaques biodegradables

Un empaque biodegradable es aquel que puede descomponerse de forma natural y segura en el medio ambiente, gracias a la acción de microorganismos presentes en la naturaleza. A diferencia de los empaques convencionales que pueden persistir durante décadas o incluso siglos, los empaques biodegradables se desintegran en un período de tiempo mucho más corto.

Ahora, ¿se biodegradan realmente? Una publicación de National Geographic señaló que se han hecho estudios sobre bolsas biodegradables y que, tras permanecer enterradas por tres años,  las bolsas no se degradaron como se esperaba, es más, podían seguir siendo utilizadas para cargar hasta 2 kilos de productos. 

Lo anterior, podría deberse a un mal proceso de acopio de este tipo de materiales. En otras palabras, que no tuvieron un proceso de eliminación adecuado según el tipo de empaque biodegradable al que pertenecían. 

Empaques compostables

Los envases compostables son aquellos que se descomponen en un tiempo relativamente corto y se convierten en compost, es decir, en materia orgánica que puede utilizarse como abono para plantas. Estos envases se fabrican a partir de materiales renovables y no contaminantes, como el almidón de maíz, la celulosa o la caña de azúcar.

Para que los empaques compostables sean una alternativa sustentable es importante que sean desechados correctamente desde las casas y oficinas. Es decir, deben ser reconocidos, categorizados y separados de acuerdo con sus propiedades, como el cartón o papel, para que puedan ser compostados en instalaciones especializadas.

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ECOLOGÍA, empaques ecologicos

[TIEMPO DE MILLENIALS] En los últimos años mucho de lo que se ofrece es ecológico, orgánico, hecho de materiales reciclados, reciclable, sostenible, bajo en emisiones de gases de efecto invernadero y hecho con fibras naturales. Pero ¿es de verdad?

El término ‘Greenwashing’ proviene de la unión de ‘green’ (verde) y ‘washing’ (lavado) y fue ideado por el investigador Jay Westerveld en 1986, tras detectar que las campañas ‘verdes’ realizadas por determinados hoteles, en las que se defendía el ahorro del uso de toallas, respondían más a intereses publicitarios, y económicos, que a ecológicos. Un concepto que se ha mantenido hasta el día de hoy.

Así, entendemos al ‘Greenwashing’ como una táctica de marketing cuyos objetivos principales son esconder sus prácticas reales (normalmente dañinas con la naturaleza) y, aprovechar la creciente preocupación de los consumidores por el medio ambiente, aumentar las ventas, y evitar críticas.

En el mercado existen muchas tácticas de ‘Greenwashing’, unas mucho mejores que otras. Sin embargo, TerraChoice definió un listado en 2007 que se ha mantenido hasta hoy. Son los denominados “7 pecados del Greenwashing”:

  1. Afirmar que un producto es totalmente ‘verde’ cuando, en realidad, solo cuenta con un conjunto reducido de características sostenibles, siendo el resto dañinas con el medio ambiente, solo con el fin de venderlo mejor, y en ocasiones, más caro.
  2. Asegurar que un producto es sostenible sin aportar pruebas o certificados de tercero objetivo que lo verifiquen.
  3. Utilizar un reclamo ambiental de forma vaga o escueta o, también, bajo una definición muy genérica, de forma que pueda provocar o inducir a interpretaciones erróneas en los consumidores.
  4. Usar etiquetas falsas que indiquen que el producto posee una certificación ‘ecológica’ que en realidad no tiene.
  5. Ofrecer al consumidor información sostenible que, a pesar de ser cierta, le resulte irrelevante o poco útil para la elección del producto en base a su característica más ‘eco’.
  6. Desviar la atención del consumidor hacia factores que resultan menos dañinos para el medio ambiente, distrayéndole de aquellos que son más peligrosos.
  7. Incluir información falsa en los productos.

Para evitar caer en el ‘Greenwashing’ debemos volvernos proactivos al verificar con mayor detalle la información que generan las marcas. También debemos ser más curiosos sobre el origen de lo que estamos consumiendo, de qué está hecho, o cómo se produce.

 

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