Librería

El dueño diferencia entre dos tipos de librerías, “unas hechas por libreros de alma y formados; y el segundo, las de shopping”. El famoso Ateneo encaja en la segunda categoría, a pesar de su hermosa arquitectura, basta rasgar la superficie de la literatura para ya no encontrar nada. Al conversar con los encargados de Ávila, es fácil darte cuenta de que es una librería del primer tipo.

Estaba en un sueño. Las bibliotecas abundan en toda mitología y ficciones a lo largo de la historia. Los libros parecen respirar cuando están amontonados y expuestos. Te sumergen en misterio, expectativa y esperanza.  Esa sensación fue permanente en mi visita. La madera del lugar parece mimetizarse orgánicamente con los libros.

Se remonta hasta el virreinato de La Plata, esa esquina esconde mucha más historia de la que se puede percibir a simple vista. También fue la primera edificación con dos plantas. “Es conocida, pero pasa desapercibida”, me dijo el encargado. La Librería del Colegio era llamada tradicionalmente. A unos cuantos metros se encontraba el Colegio Real San Carlos que se transformaría en el Colegio Nacional de Buenos Aires.

Inicialmente, funcionaba como farmacéutica y en 1930 toma el nombre de Librería del Colegio. A 100 metros de la Plaza de Mayo y frente al Café de Marco, altamente recurrido por personajes de importancia en la época. También, escritoras como Victoria Ocampo y los íntimos amigos Adolfo Bioy Casares y Jorge Luis Borges.

“La importancia se debe a su estrecha relación con la Revolución de Mayo. Fue como un nido, un avispero del pensamiento (los primeros años del siglo XVIII). En los momentos previos, la librería traía los libros de la Revolución Francesa. Los jóvenes Paso, Castelli, Moreno y Belgrano se reunían y venían a buscarlos”- dice Miguel Ávila en una entrevista.

La Revolución de Mayo de 1810 llevó a que surja el Estado Argentino, sin una proclamación oficial. Se crea la primera junta presidencial. Los jóvenes mencionados fueron la clave para el éxito del movimiento juntista. Se expulsó al autoritarismo colonial. Esto puede haberse ideado gracias a la Librería del Colegio.

Dando vueltas a la librería, existe un placer curioso cuando ojeas libros. Basta con tocarlos. No importa si los vas a comprar o no. Un hueco para dar luz permite ver cómo este archivo de conocimiento tiene otra sección. Veo las escaleras donde una cadena impide mi paso. El misterio aumentaba cada vez más.

Subsuelo

“Los libros que ya no se ven se encuentran en el subsuelo” dice un cartel arriba. Por suerte, abrieron la cadena y por las mismas escaleras por donde bajaban clientes hace 200 años descendí a otra dimensión.

Hasta el olor de los libros antiguos te separaba por completo de lo que ocurría fuera de este salón. Enciclopedias, tomos de historia del arte, libros sin nombre, libros oscuros y demás. Estuve media hora ojeando libros que no entendía. Parecía estar cerca de la verdad, si es que existe tal cosa. Ahora que escribo esta crónica solo pienso en volver.

La esquina corrió el riesgo de volverse un McDonalds hasta que Miguel Ávila, el dueño actual, la salvó al comprarla. Mantuvo la estética tradicional para continuar la magia que emana del lugar. En una entrevista confirmó que los especialistas de librerías y un libro de Jorge Carrión consideran que no solo es la más antigua de Argentina, sino que es la más antigua, en cuanto a locación, del mundo.

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