En una esquina de Buenos Aires: la librería más antigua

En la esquina de Alfonso Alsina con Bolívar se encuentra la Librería de Ávila, donde los libros comenzaron a invadir el recinto desde 1785. En pleno barrio de Montserrat, uno de los más viejos de la ciudad, se esconde este pilar de la lectura. Definitivamente la más antigua de Argentina y, tal vez, del mundo. 

[MIGRANTE DE PASO] “El libro es un agente invasor. Va abriéndose paso codo a codo. El buen lector sabe que uno los termina teniendo por todos lados. Con su poder van tomándose espacio”, responde Miguel Ávila a la pregunta: “¿Qué es el libro?” (Entrevistado por Infobae)

Es cierto, quién no ha amanecido con libros de almohada o perdido la página entre sillones y sábanas. En esas circunstancias de lectura empedernida la interpretación pervierte la realidad formal e incluso invade tus propios sueños. Sueños épicos para destruir el anillo, sueños de viaje y magia para lograr la iluminación, sueños donde quieres abrazar a Kafka e interrumpir su metamorfosis grotesca. Es así. La ficción y la fantasía son parte de la realidad, casi olvidada, pero está.

Me bajé en la Plaza de Mayo, frente a la Casa Rosada, y caminé unas pocas cuadras hasta llegar a la mítica esquina. Afuera encuentras pequeños stands de libros usados a la venta y a precios bastante accesibles.

Es alucinante. De joven soñaba con regalar Demian de Hermann Hesse, novela que cambió mi forma de ver el mundo, y que vaya rotando de mano en mano y que termine en cualquier lugar. Sentía que podía encontrar mi viejo libro amigo entre esos stands. Mi anhelo utópico de que un libro puede cambiar el rumbo de la humanidad, de la decadencia al progreso, parece volverse real en la librería de Ávila.

En esta ciudad se lee. Cuando recién me mudé a Buenos Aires, hablaba con un corredor inmobiliario que me ayudaría a conseguir dónde quedarme. Ante mi insistencia, respondió: “Esta situación es kafkiana”. Cuando quise arreglar mi aire acondicionado: “Esta máquina parece de la era victoriana de Shakespeare”-, me dijo riendo quien lo iba a arreglar. Solo en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires hay una librería cada 100 mil habitantes. Cuadra que camines, librería que encuentras.

En mi país es casi imposible encontrar a gente que diga frases como esa o que siquiera las entienda. Es una maldición que atraviesa toda clase social en el Perú. La gente no lee y la única realidad que perciben es la de un país envuelto en el caos que de a pocos convence a quienes viven en él de que el cambio es una opción imposible. El libro es el principal aliado del progreso y el principal enemigo del conservadurismo que abunda cada vez más.

Al entrar al mágico recinto, que contiene aproximadamente 100 mil libros, parecía ser William de Baskerville en búsqueda de la “Comedia” perdida de Aristóteles en la biblioteca de una antigua abadía europea. En la Edad Media, cuando sobraban quemas de libros junto a sus prohibiciones, una época donde el conservadurismo acechó y castigó todo conocimiento que salía de los cánones religiosos. ¿A qué nos hará acordar?

Es un lugar pequeño, amontonado de libros, barandas viejas y unas cuantas personas que lo visitan. Todo está a la venta, hasta los libros dignos de museos que llegan al nivel de tesoros para los amantes de la literatura. Conversé con los dos encargados, acérrimos lectores y de vasto conocimiento, sabían mucho más que yo, sin lugar a dudas.

-¿Te puedo entrevistar un rato?- le digo al encargado

-Está bien, pero sin cámara.

-Es para Perú.

-Bueno, tal vez para Perú sí. Quiero ir-, (risas).

-¿Qué se siente trabajar en la librería más antigua?- pregunto.

-Es una especie de orgullo, yo que he trabajado en otras librerías. Es diferente. El material es distinto. Hay muchísimo material de historia, del gauchaje, muchísimo del folklore nacional e internación. Está buenísimo. Todos los días hay novedades.

-¿Cuál es el libro más antiguo?

-Acá hay un stand de solo primeras ediciones. Hay uno de casi 1500, escrito en un castellano muy antiguo y con caligrafía que ni se entiende. No se sabe ni el nombre. Es chiquitito. Te muestro-, me dice. Lo seguí al stand de vidrio, con mayor protección de los demás.

-Por ahí que encontramos libros de 1800. La vez pasada se vendió un libro que hablaba de la historia del sur de Chile, que era de 1790- respondió.

-¿Tienen alguna primera edición de Borges?

-Sí, tenemos una. Luna de Enfrente. Un poemario de 1920. Cuesta 1500 dólares-, respondió con los ojos iluminados.

-¿Y libros peruanos, cuáles piden más?

-Sobre todo los primeros de Vargas Llosa. La ciudad y los perros o Conversación de la Catedral. Antes que se vuelva facho- reímos-, de ahí los infaltables son César Vallejo y José María Arguedas. Siempre están.

El dueño diferencia entre dos tipos de librerías, “unas hechas por libreros de alma y formados; y el segundo, las de shopping”. El famoso Ateneo encaja en la segunda categoría, a pesar de su hermosa arquitectura, basta rasgar la superficie de la literatura para ya no encontrar nada. Al conversar con los encargados de Ávila, es fácil darte cuenta de que es una librería del primer tipo.

Estaba en un sueño. Las bibliotecas abundan en toda mitología y ficciones a lo largo de la historia. Los libros parecen respirar cuando están amontonados y expuestos. Te sumergen en misterio, expectativa y esperanza.  Esa sensación fue permanente en mi visita. La madera del lugar parece mimetizarse orgánicamente con los libros.

Se remonta hasta el virreinato de La Plata, esa esquina esconde mucha más historia de la que se puede percibir a simple vista. También fue la primera edificación con dos plantas. “Es conocida, pero pasa desapercibida”, me dijo el encargado. La Librería del Colegio era llamada tradicionalmente. A unos cuantos metros se encontraba el Colegio Real San Carlos que se transformaría en el Colegio Nacional de Buenos Aires.

Inicialmente, funcionaba como farmacéutica y en 1930 toma el nombre de Librería del Colegio. A 100 metros de la Plaza de Mayo y frente al Café de Marco, altamente recurrido por personajes de importancia en la época. También, escritoras como Victoria Ocampo y los íntimos amigos Adolfo Bioy Casares y Jorge Luis Borges.

“La importancia se debe a su estrecha relación con la Revolución de Mayo. Fue como un nido, un avispero del pensamiento (los primeros años del siglo XVIII). En los momentos previos, la librería traía los libros de la Revolución Francesa. Los jóvenes Paso, Castelli, Moreno y Belgrano se reunían y venían a buscarlos”- dice Miguel Ávila en una entrevista.

La Revolución de Mayo de 1810 llevó a que surja el Estado Argentino, sin una proclamación oficial. Se crea la primera junta presidencial. Los jóvenes mencionados fueron la clave para el éxito del movimiento juntista. Se expulsó al autoritarismo colonial. Esto puede haberse ideado gracias a la Librería del Colegio.

Dando vueltas a la librería, existe un placer curioso cuando ojeas libros. Basta con tocarlos. No importa si los vas a comprar o no. Un hueco para dar luz permite ver cómo este archivo de conocimiento tiene otra sección. Veo las escaleras donde una cadena impide mi paso. El misterio aumentaba cada vez más.

Subsuelo

“Los libros que ya no se ven se encuentran en el subsuelo” dice un cartel arriba. Por suerte, abrieron la cadena y por las mismas escaleras por donde bajaban clientes hace 200 años descendí a otra dimensión.

Hasta el olor de los libros antiguos te separaba por completo de lo que ocurría fuera de este salón. Enciclopedias, tomos de historia del arte, libros sin nombre, libros oscuros y demás. Estuve media hora ojeando libros que no entendía. Parecía estar cerca de la verdad, si es que existe tal cosa. Ahora que escribo esta crónica solo pienso en volver.

La esquina corrió el riesgo de volverse un McDonalds hasta que Miguel Ávila, el dueño actual, la salvó al comprarla. Mantuvo la estética tradicional para continuar la magia que emana del lugar. En una entrevista confirmó que los especialistas de librerías y un libro de Jorge Carrión consideran que no solo es la más antigua de Argentina, sino que es la más antigua, en cuanto a locación, del mundo.

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