Memorias

El poeta Roger Santivánez continúa, en Camarada bailarina. Memorias de una generación derrotada (2024) el camino iniciado en El sentido de la soledad. Memorias (2022), un camino de reconstrucción autobiográfica individual, pero que no descuida sus implicancias colectivas. Hay que recordar que Santiváñez atraviesa dos generaciones, la del 70, cuya práctica poética está imbricada con el activismo y la participación política y la del 80, en la que el poeta mantiene presencia en el debate social a través del grupo Kloaca, fundado por él y Mariela Dreyfus. Por esos años, los 70, grupos como Hora Zero –-al que Santiváñez perteneció– asumen la tarea poética y creativa como medio expresivo de sus críticas a la sociedad peruana de entonces y lo hacen a través de intervenciones que han dejado clara huella histórica a través de manifiestos y ese vitalismo exultante que impregnaron a la poesía, sacándola de los circuitos académicos para alcanzar otros ámbitos sociales.

Ese contexto es importante. La década del setenta está marcada por un gobierno militar que había iniciado en 1968 con el golpe de Velasco y se prolongaría hasta 1980, año del regreso a la democracia con el segundo gobierno de Fernando Belaunde. Año, también, del inicio de la actividad pública del grupo terrorista Sendero Luminoso y de una espiral de violencia de todos los actores involucrados en el conflicto, ola que azotó al país por más de una década. Sendero Luminoso quebró las reglas de la convivencia democrática y se propuso aniquilar a ese aparato que llamaban “estado burgués”. El Estado, si bien hizo uso de su legítimo derecho a defenderse, no fue ajeno a excesos absolutamente cuestionables, tanto como los cometidos por los propios terroristas.

Santivánez filtra estos años bajo una mirada singular. Desde su actividad como periodista, su rol como poeta y gestor cultural y sus vínculos con muchos protagonistas de estos turbulentos años, Santiváñez teje un relato en el que se imbrican lo privado (la subjetividad individual en una época convulsa, extremadamente tensa de nuestra historia) y lo público (el testimonio acerca de hechos y personas cuyas vidas se vieron envueltas de diversas maneras en el conflicto). Una advertencia del propio autor nos alerta en relación con la fiabilidad del relato, porque a veces la memoria nada en aguas ficticias y puede proyectar más deseos que verdades. Se agradece por supuesto esta aclaración, que invita a los lectores a compulsar libremente los hechos relatados. Dice Santiváñez: “En el proceso de este ejercicio de memoria, iba interrogando al pasado y –por supuesto– modificándolo eventualmente; percatándome de que –-a ratos– eran memorias de un pasado ficticio” (p.11).

De manera que durante la lectura es necesario cribar el relato, cernirlo, dejar en la malla el cascajo y permitir que el tramado más fino y verdadero quede en la retina. No puedo dudar, de ninguna manera, de la importancia testimonial de este libro, porque recordar con honestidad no puede ser nunca un acto banal. Sí puedo, en cambio ofrecer alguna observación. Por ejemplo, noto que el título ofrece más de lo que da, en el sentido de que, puestas en balanza, las apariciones de la “camarada bailarina”, la controvertida Maritza Garrido Lecca, son pocas y acaso eso explique que su carácter revelador se vea un tanto menoscabado. Los mejores momentos de este viaje memorioso se asocian más al testimonio del autor en sí mismo: su furor por la escritura de poesía, su incursión en el laberinto de las drogas y los horrores que le tocó expectar. Dejo para el final el subtítulo del libro, acertado, pero incompleto, porque el derrotado fue un país entero, derrota que hasta hoy nos pesa. Derrota no militar, sino una más profunda, una que hasta hoy pone en jaque nuestra viabilidad como país. Lectura necesaria la de este libro, como necesarios serán los acuerdos o desacuerdos que surjan después de agotar sus páginas.

Roger Santiváñez. Camarada bailarina. Memorias de una generación derrotada. Lima: Random House, 2024.

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[La Tana Zurda] El libro más importante en el Perú de 2024 es  Memorias: El poder de la ilusión (Axiara Editions, 2024) de Eduardo González Viaña, una obra publicada en Estados Unidos por la Academia Norteamericana de la Lengua Española y en el Perú por el Fondo Editorial de la UCV.

El libro ha sido comentado y aplaudido de esa forma por personalidades de disciplinas diversas como el diplomático y excanciller Manuel Rodríguez Cuadros; embajadora Marcela Pérez Silva, de la Asociación Amigos de Mariátegui; José Carlos Vilcapoma, de la Universidad Nacional Agraria La Molina; José Manuel Camacho, de la Universidad de Sevilla), y Joel Acuña, de la Universidad César Vallejo), entre otros.

Además, por el psicoanalista Max Hernández, los juristas Ronald Gamarra y Julio Arbizu González y los comunicadores Herbert Mujica, Edwin Sarmiento, Alonso Rabi Do Carmo y Gabriel Ruiz Ortega. Por fin, por el extrañado poeta y profesor universitario José Antonio Mazzotti.

Una lectura inolvidable ha sido Memorias: El poder de la ilusión (Axiara Editions, 2024), un texto que combina innovación, profundidad y una sensibilidad única para capturar lo sublime dentro de lo cotidiano. Este libro, con su capacidad para ser tan honesto como esperanzador, no solo toca el corazón del lector, sino que también ofrece una reflexión sabia sobre el poder de la memoria y la ilusión. 

Escribir una autobiografía es un trabajo arduo y difícil porque, si bien hay hechos infatigables que suceden, incidentes inesperados y acciones muchas veces no cómodas, las emociones y nuestros sentimientos se validan cuando regresamos a ese tiempo que en algún momento significó el más bello éxito. Es ahí cuando la ilusión se pone en relieve y permite que uno se distancie y vea cómo la memoria recuerda optimistamente el momento en el que se vivió. Este ejercicio no solo exige un compromiso con la verdad, sino también una capacidad para recrear un tiempo que ya no existe. Así, se entrelazan el pasado y el presente en una danza constante entre lo vivido y lo recordado.  De esa manera se compone el último libro biográfico de nuestro querido escritor Eduardo González Viaña (Chepén, 1941): Memorias: El poder de la ilusión (Axiara Editions, 2024). Esta obra se erige como un testimonio de vida y una invitación a reflexionar sobre cómo la memoria y la ilusión pueden construir una narrativa llena de humanidad y esperanza.

Con un poema del autor brasileño Darcy Ribeiro (1922-1997) como epígrafe, el tono del texto se deja percibir humanamente, impregnado de empatía hacia los menos beneficiados de la tierra. Esta elección no es casual; expresa el compromiso de González Viaña con la justicia social y su profunda sensibilidad hacia las luchas de los marginados. La solidaridad con lo justo y equitativo, el apoyo incansable de ser la voz de aquellos que no tienen espacios en algunas comunidades, constituyen pilares fundamentales de su vida y obra. El libro está configurado por diez partes que destacan la vida cronológica de nuestro estimado narrador, permitiendo al lector adentrarse en las etapas claves de su existencia. Cada una de estas partes está marcada por momentos de lucha, aprendizaje y creación, ofreciendo un mapa emocional que guía al lector a través de las complejidades de su experiencia personal, literaria y profesional.

Después de haber dedicado varias obras a héroes históricos y culturales como Ramón Castilla, Inca Garcilaso de la Vega, José María Arguedas y César Vallejo, en este libro autobiográfico González Viaña nos dedica sus memorias y su historia, enfocándose en su vida como creador. Este giro hacia lo autobiográfico revela no solo su trayectoria como escritor, sino también su compromiso político, social e ideológico a través de sus escritos. Estas memorias son más que un repaso cronológico de su vida; son una exploración profunda de cómo las palabras y las ideas han sido su herramienta para intervenir en el mundo. Cada página muestra la interacción entre el individuo y el contexto histórico, resaltando cómo las grandes figuras que ha narrado también moldearon su pensamiento y su ética. Así, González Viaña nos muestra que la vida del escritor está íntimamente ligada a los ideales que defiende y a las causas que abraza.

Entre líneas, se puede ver el amor y la devoción hacia el acto de escribir, una actividad que para González Viaña no es solo un medio de expresión, sino una forma de vida. Su escritura es un testimonio de su pasión por las letras y de su talento para convertir toda palabra en una ilusión de la memoria. Este amor por las palabras no es un simple ejercicio estético; es una afirmación de la capacidad del lenguaje para resistir, transformar y redimir. A través de su obra, el autor nos invita a recordar que la literatura tiene el poder de trascender las barreras del tiempo y las limitaciones del espacio, conectándonos con lo más profundo de nuestra humanidad. 

Además, esta obra autobiográfica nos lleva a entender cómo la escritura puede ser un refugio frente a las adversidades y una herramienta para la esperanza. El enfoque de González Viaña sobre la memoria y la ilusión va más allá de la mera evocación personal; se convierte en un puente que une generaciones y contextos. Al relatar su vida, el autor no solo comparte sus experiencias, sino que también construye un diálogo con los lectores, especialmente aquellos que buscan en la literatura un espacio para encontrar sus propias voces. 

Este libro, entonces, se convierte en un testimonio colectivo, donde las historias individuales se entrelazan con las luchas y sueños de una comunidad más amplia.  Por otro lado, la autobiografía también sirve como una afirmación del poder transformador del arte y la narrativa. González Viaña nos muestra cómo la literatura puede ser un espacio de resistencia frente a la injusticia, un medio para preservar las tradiciones y un acto de amor hacia quienes han sido silenciados. En este sentido, Memorias: El poder de la ilusión no es solo un recuento personal, sino una invitación a repensar el papel de la cultura en la construcción de un mundo más justo. El libro de González Viaña es, en última instancia, una celebración de la vida y de la capacidad del ser humano para imaginar y construir nuevas realidades. Con su tono melancólico y optimista, y mirada de acertados guiños pícaros, el autor nos recuerda que incluso en los momentos más difíciles, la memoria y la ilusión pueden ser fuentes de fortaleza y creatividad. Así, Memorias: El poder de la ilusión se erige como una obra imprescindible para quienes desean comprender cómo la literatura y la vida pueden entrelazarse en una búsqueda constante de significado y trascendencia.

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[EN UN LUGAR DE LA MANCHA] Los diversos géneros que componen el campo autobiográfico son hasta hoy motivo de discusión crítica. Algunas preguntas que surgen frente a ellos, por ejemplo, interpelan a los textos en su calidad de “garantes” del discurso, pues pretenden ofrecer un relato cargado de valor referencial. En otros casos se cuestiona si el relato compromete una reconstrucción más o menos fidedigna del pasado del sujeto o es, más bien, una interpretación de dicho arco temporal. Por último, la sospecha recae en la idea de que en estos textos el autor construye deliberadamente o no una imagen autoral, una persona que podría no corresponder con exactitud al escribiente de existencia material.

Destino vagabunda, de la poeta peruana Carmen Ollé (1947) se suma ahora al corpus autobiográfico peruano. Se presenta como un libro de memorias. En la portada, la palabra memorias es el humo de un cigarrillo, gesto sin duda cargado de ironía: ¿  serán esas memorias volátiles como el humo, responden a una condición de fragilidad que pone en riesgo la intención del texto de ser veraz, o sugiere acaso la imposibilidad de que el lenguaje pueda reconstruir la experiencia?

Resulta sintomático que la propia Ollé inicie sus memorias con una reflexión puntillosa sobre estas preguntas. Dice: “Contar mis memorias me resulta, hasta cierto punto, un acto de pedantería. Hay una dosis de vanidad en juego, a lo que se suma el pudor de ir desvistiéndose –como en la canción «Déshabillez moi», de Juliette Gréco. No soy fan de Gréco, y la cito porque, al crear la obra, una escritora expone su mundo interior. Pero una escritora es capaz también de poner minas en su trama para hacer explotar al desprevenido lector” (p.9).

Esta advertencia precede, justamente, a un asunto que pone al discurso autobiográfico entre la espada y la pared, porque si la autora se convierte en una “asesina” y destruye, desfigura o acomoda hechos que son comprobables o cuya existencia es respaldada por algún tipo de fuente documental, eso quiere decir que se ha entrado en el terreno de la reinvención personal y de la resignificación del relato sobre su pasado, algo que podría debilitar el rigor de la reconstrucción.

Entonces será posible pensar que más allá de las revelaciones sobre la propia persona –algo que mueve a los lectores hacia este tipo de textos– el lenguaje, la estrategia de composición, el deseo de construir una imagen autoral, adquieren también una importancia que no podremos desdeñar. El deseo legitima no una mentira, sino la proyección de una figura que encarna valores e ideas que la autora suscribe. La verdad no es solo un asunto documental, puede ser igualmente un anhelo que se define en la subjetividad de la persona, aun cuando esto resulta riesgoso.

Muchas veces los textos autobiográficos ponen en escena una intensa lucha entre decir y reprimir. En ese sentido, la autocensura no sería un tema menor, tiene los visos de una necesidad. Ollé menciona que hay cosas “a las que tengo que ponerles mascarilla para estar a tono con la época, porque no puedo decirlas abiertamente” y se refiere luego a a la disputa que ella misma termina “librando entre decir, silenciar, mentir, tergiversar a la hora de hablar de mí o de mi familia” (p.20).

El texto invita a un recorrido pautado por la temporalidad. Se inicia en la infancia, naturalmente y se erige allí un retrato genealógico y familiar, que culmina con el final de la secundaria y el descubrimiento (la lectura, cuándo no) de Simone de Beauvoir, un hito personal en todo el sentido de la palabra. Le siguen el descubrimiento y afianzamiento de la vocación literaria, la militancia poética, el matrimonio con Verástegui y los viajes; luego el retorno al Perú y la vivencia del horror senderista desde la docencia en La Cantuta y el inicio de un intenso activismo feminista. Sigue una apretada memoria de viajes literarios (ferias, congresos, lecturas), la explicación de su relación con la literatura, el amor y la maternidad.

Todo delata, pues, la construcción de una imagen, la representación de fragmentos de experiencia. La autora de Noches de adrenalina (1981), un libro que definiría el perfil de la poesía escrita por mujeres en nuestro país, acomete en Destino vagabunda una aventura que cada lector compartirá a su modo: una aventura en la que ni los posibles silencios ni las probables deformaciones de la memoria estarán en condiciones de restar fascinación a este retrato vital.

Carmen Ollé. Destino vagabunda. Memorias. Lima: Peisa, 2023.

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