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[PIE DERECHO]  Lima es no solo la capital del país sino su ciudad más poblada, casi el 30% de la población del país vive en la capital y aporta más del 40% del PBI nacional.

Su rasgo más distintivo es el de la migración. Lima es una ciudad de migrantes. Casi el 40% de su población proviene de otras regiones del país y a ello hay que agregarle el 1.1 millones de migrantes venezolanos que ha acogido en la última década, con lo cual casi la mitad de su población no es limeña de nacimiento.

Muchos limeños de las élites perciben este fenómeno con espanto y lo identifican como el origen de todos sus males (lo mismo sucede en otras ciudades peruanas, como Arequipa, donde sus sectores altos requintan por la migración puneña). La verdad es que esa amalgama migratoria las ha hecho lo interesantes y ricas que son; como ocurre, dicho sea de paso, con todas las ciudades del planeta que han transitado por procesos similares.

Lima es la muestra étnica y cultural de todo el Perú, y a pesar de sus inmensos problemas, es una ciudad bullante, compleja, culturalmente muy rica (de paso, no comparto el chauvinista calificativo de “capital gastronómica” que algunos le endosan: no hay acá muchos lugares que ofrezcan comidas de otros países, como debiera tener una megaurbe como Lima; no hay ni siquiera un buen restaurante español).

A la par de esta asimilación de los flujos migratorios sin la edificación de ghettos excluyentes (estamos mejor, en ese sentido, que urbes del primer mundo, que no han sabido administrar el tema), se han ido edificando polos de desarrollo económico pujantes, propios de la cualidad migratoria de sus habitantes (el migrante es un megaindividuo, un protocapitalista al que la informalidad nacional le ha permitido florecer, sin necesidad de apoyos estatales o gubernativos).

Por ello, es Lima una ciudad derechista, reñida con aventuras radicales, como las que el postergado sur andino alberga, a pesar de ser una región también signada por el emprendedurismo popular comercial. Dicho sea de paso, hay allí un chip potencialmente positivo que las élites no han entendido que deben instalar para agregar al sentimiento nacional procapitalista a casi un 20% de la población nacional y hacerlo parte de lo que José Matos Mar llamó desborde popular y Hernando de Soto, “el otro sendero”.

Corresponde celebrar las características del poblador de esta conjunción de valles, que es la capital de la república. Lima, a la que le ha dedicado tantos cantos la música criolla y a la que aún falta que la épica de la cumbia, la música popular del presente, le cante igual.

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