Qatar2022

Perú es una selección menor. Del mundo y de Sudamerica. Tiene un universo de máximo treinta jugadores seleccionables. A penas cinco de ellos, una mano, pertenecen al primer nivel futbolístico. Solo Bolivia y Venezuela, los próximos rivales de la selección, se asemejan a esa realidad. Perú tiene una cultura futbolística de grandes riquezas, pero un nivel de fútbol subdesarrollado.

Y para esa selección, llegar al Mundial no es una obligación, es un milagro. Perspectiva. La única vez que la blanquirroja estuvo en zona de clasificación para ir a Rusia 2018 fue en las tres últimas fechas, tras una racha de tres partidos seguidos ganando. Fue la primera vez que Perú ganaba tres partidos seguidos en Eliminatoria, un lugo exclusivo de equipos como Argentina y Brasil. 

Otros resultados jugaron en favor de Perú. Se obtuvieron tres puntos sobre la mesa. Ocurrieron tapadas inmortales, goles anulados y efectividades extrañas. Y aún así se clasificó por dos goles de diferencia. Nada más. ¿Qué se esperaba para Qatar 2022? ¿Cuatro triunfos seguidos? ¿Paolo Guerrero goleador de las Eliminatorias? Un equipo invencible, que no falle nada, con alta precisión. 

Es imposible. Para un equipo como el Perú, es imposible. Por el fútbol local y la falta de desarrollo de menores. Por la actualidad de sus figuras. Por la falta de alternativas de jerarquía en la mayoría de posiciones. Por los estadios sin público, la fechas triples, la falta de entrenamientos. Por el ritmo físico. Por la jerarquía de los rivales directos. Y por la mentalidad, que hoy ya no es tan sólida.

Perú sufre del síndrome del equipo chico. A falta de un término más preciso en español, es un underdog. Sorprende al ganar. Si gana, es a último minuto. No puede encarar los partidos desde la superioridad, porque los pierde. Y desde la inferioridad, tiene más ventaja al cerrarse atrás y buscar la sorpresa. Tiene pocas para definir, y debe aprovecharlas. Es el sacrificio y el coraje. La garra. 

En ese esquema y realidad, hay un concepto vital para el éxito de un equipo chico. Una cura para el síndrome. La solidaridad defensiva, que es, por ejemplo, lo que mantiene a Edison Flores como una opción en el once titular. La vocación de tener volantes ofensivos con el físico, la configuración mental y las ganas de regresar para cerrar espacios. Porque los lateral de hoy suben en ataque, siempre.

Por ese detalle, o pretexto, botaron a Messi y a Suárez del Barcelona. No volvían a marcar. Y hoy en el PSG, si le hacen goles, es porque Messi, Neymar y Mbappé no contribuyen en cerrar espacios, sobre todo a la contra. Son espectadores de lujo de jugadas donde no irán a por la solidaridad. No son para eso sus piernas. Porque no sufren del síndrome de equipo chico, al contrario.

Pero para un once pitufo, enano, que está propenso a romper la línea defensiva o que puede ser superado por velocidad y técnica, el retroceso es aún más importante. Sobre todo contra rivales directos por el cupo al mundial como Colombia, Uruguay y Ecuador, que tienen los laterales veloces que se suman al ataque con facilidad, para hacer diagonal, relevos o centros. Incluso, para definir.

El fútbol moderno obliga a tener volantes ofensivos que regresen a marcar. Atentos a la vuelta. El destino de equipo chico es tener las piernas para aguantar. Perú no se va a volver un equipo con jerarquía para determinar partidos e imponerse contra sus rivales. No. Perú va a sufrir cada punto y lo va a ganar ajustando el resultado siempre. 

El síndrome del equipo chico se combate con solidaridad y responsabilidad defensiva. Esa selección mundialista Rusia defendía con nueve jugadores, y era muy dificil hacerle gol. Esta de hoy, con los mismos jugadores, ¿podrá recuperar el antídoto?

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Qatar2022, Ricardo Gareca, Selección peruana de fútbol

Era hoy, Ramón. Pero no fue. Esta vez no hubo gloria en las alturas. En La Paz es muy complicado. Se sabía. Bolivia ha ganado más partidos en la altura durante Eliminatorias de lo que ha perdido. El oxigeno falta, las piernas aflojan y el contragolpe es más difícil de aguantar. La angustia de perder sobre el final, sin embargo, es un golpe anímico impactante. ¡Cómo duele, carajo! 

Y sí, el poder de las Eliminatorias es generar siempre partidos improbables. Puede ocurrir que un equipo pierda cuatro partidos seguidos y luego gane los siguientes cuatro. Es posible que el último de la tabla le gane a un equipo en racha. O que muchos empates acorten la tabla y esta sea siempre muy apretada, hasta el final. Es el torneo más competitivo del mundo, una absoluta tierra de nadie. 

Para todos menos para Brasil y Argentina, esta vez. Tras ellos, ocho selecciones pelean casi palmo a palmo por tres cupos al Mundial. Y todos son equipos que sufren altibajos y pelean a muerte partidos hasta el último minuto. Hay patadas y el VAR no sirve para nada. Incluso, las selecciones sufren de varios lesionados, los equipos tienen poco recambio y suelen jugar leyendas al borde del retiro. 

Así y todo, hay un camino para que Perú llegue al Mundial. Aún. Aunque parezcan estar eliminados. De los siguientes siete partidos, debe hacer al menos doce puntos. Es decir, ganar cuatro. El resto pueden perderse, aunque sumar un punto siempre será más importante. Pero, repito, hay cuatro partidos que deben ser victorias. No hay otro desenlace para mantener la ilusión viva del Mundial.

Estos, por pura lógica y probabilidades simples, son contra Paraguay, Bolivia y Ecuador en Lima, y contra Venezuela de visita. El resto son gestas imposibles, dígamoslo con claridad. Argentina es una máquina y en Buenos Aires irán con todo para asegurar la clasificación. Colombia es un equipo superior y se ha demostrado largamente. Y Uruguay en Montevideo, ambrienta como estará de puntos, resulta un rival improbable de vencer. 

Que no se entienda mal. Paraguay, Bolivia y sobre todo Venezuela y Ecuador no son tres puntos asegurados. Todos ellos son equipos al nivel competitivo de Perú. La blanquirroja no está con claridad por encima de ninguno de estos rivales parejos. Pero, vale decir que en la ruta hacia Rusia 2018 se ganó ajustados esos mismos partidos de local. Solo el de Venezuela quedó en empate 2-2. 

Y aún con todo ese escenario de resultados logrables, Perú está en una condición de cuidados intensivos donde debe mirar el resto de partidos. Por ello, es bueno lanzar otra verdad importante y trascendental. Hay siete partidos futuros donde existe tolerancia cero y nulo margen de error en el resultado que Perú necesita, pero el equipo de Gareca solo podrá verlos por televisión. Se resumen en una idea sencilla: Brasil, Argentina y Colombia deben ganar todo lo que queda. Punto.

Pero, principalmente, es obligatorio que Brasil gane a Paraguay y Chile de local, y a Ecuador de visita. Son resultados probables, pues en las Eliminatorias al 2018 Brasil ganó los tres encuentros por goleadas 3-0. Lo mismo debe hacer Argentina con Chile en Santiago y Ecuador en Quito. Estas parecen gestas más complejas, y lo son, pero esos resultados también fueron conseguidos en la Eliminatoria pasada por una versión de Argentina muy inferior a la actual. 

Colombia, por su parte, debe darle dos alegrías al equipo peruano. Ganarle a Ecuador y a Paraguay de local, en forma obligatoria. Durante las Eliminatorias pasada, el primero quedó en un cómodo 3-1, pero perdieron sorpresivamente contra Paraguay 1-2 con goles en los últimos tres minutos. Sin embargo, en este torneo actual, Colombia necesitará esos triunfos para asegurar la clasificación.

Estas victorias se ven probables en el papel. Pero pueden ser arruinadas sobre todo si Argentina y Brasil, virtualmente clasificados, eligen probar equipos o sistemas alternativos de juego. Eso los pondría en gran vulnerabilidad sobre el final del torneo, como pasó con Brasil ante Venezuela la fecha anterior, cuando ya han jugado contra Perú pero aún no contra rivales directos.  

Son siete encuentros con resultados obligatorios, pero eso no es todo. Quedan seis partidos adicionales entre rivales de Perú donde el universo ideal sería que todos fueran empates. Bolivia contra Paraguay en La Paz; Paraguay contra Chile, Uruguay y Ecuador en Asunción; Chile con Ecuador en Santiago; y Venezuela y Bolivia en Caracas. Que empaten todos, ya está, así de simple.  

Pero si no pueden ser empates, el análisis permite ir uno por uno para ver a quién debe alentar el equipo peruano. Primero: Bolivia debe revalidar su victoria a Perú con un triunfo ante Paraguay en la altura, resultado recurrente. Luego Paraguay tiene que cobrarse la revancha con Chile en Asunción. Pasó ya durante el torneo anterior. Y Chile, resentido, deberá recuperarse ganando a Ecuador en Santiago. 

En el último tramo de la Eliminatoria, será conveniente ver a Paraguay perder con Uruguay en Asunción. Ya ocurrió así 1-2 para ir a Rusia 2018. Venezuela debe hacer lo propio contra Bolivia en Caracas. Y sí, la goleó 5-0 en la Eliminatoria anterior. Finalmente, deberá darse un triunfo paraguayo de local contra Ecuador en la penúltima jornada, como suele ocurrir. 

En resumen, hincha peruano, quedan 17 partidos cruciales para los intereses de Perú. Cuatro victorias peruanas, siete triunfos de Argentina, Brasil y Colombia, y luego una ruta de seis partidos adicionales donde hasta dos resultados convienen. Salvo el empate 2-2 de Perú en Maturín contra Venezuela la Eliminatoria pasada y un triunfo agónico de Paraguay en Barranquilla, todos los demás resultados necesarios se dieron en el camino a Rusia 2018. 

Parecen lógicos, son probables, pero las eliminatorias en Sudamericana son el torneo más complejo del planeta. Y aún así, aunque sea usando la calculadora y viendo un montón de partidos por televisión con total angustia, hay esperanza para Perú rumbo a Qatar. Esta es la única imperdible. 

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Qatar2022, Ricardo Gareca, Selección peruana de fútbol

Hay una espina clavada en el núcleo de la selección peruana. Es un talón de Aquiles evidente. Va a costar la clasificación al Mundial, seguro. A la larga y en la historia, se hablará de una eliminatoria donde Perú no pudo encontrar una pareja de centrales a la altura de la competencia internacional. En nueve partidos, ya van cinco duplas diferentes. Ninguna con éxito.

No es ninguna novedad que para Rusia 2018, la solidez de la pareja de centrales era casi un elemento de orgullo nacional. Pero Rodríguez y Ramos no fueron dos futbolistas íconos irrepetibles por su calidad individual. El triunfo de aquel esquema era más allá de los nombres. La selección sabía en su conjunto a qué jugaban esos dos centrales, y era facil incluso reemplazarlos.

Así podían entrar Santamaría y Araujo sin causar cataclismos. Así era facil imaginar a Zambrano o Abram reemplazándolos, como ocurrió en la Copa América del 2019. Un central por izquierda lento, pero con gran anticipación y capacidad de salida sin perder la pelota, jugando rápido con Trauco o Yotún. Ese era Rodríguez. Y un central por derecha, fuerte en balón parado y que vaya al choque. Ese era Ramos.

Después de Brasil 2019, Gareca no pudo volver a alinear esa defensa. El COVID mató esa idea. Y entonces, el equipo se desequilibró desde su origen en la zaga central. Se perdió la salida, la anticipación, el juego de líneas para bloquear los ataques. Perdió en eso incluso confianza el arquero, frustrado por goles cojudos, que habían dejado de pasar. Con esto no responsabilizo a la defensa central del Perú de hoy, pero es uno de sus principales síntomas. 

Ya van nueve partidos de Eliminatoria y Gareca no ha podido reconstruir a esa dupla para que su equipo siga jugando a lo mismo. Y el equipo además cambió: Trauco ya no es titular y López no juega a lo mismo, no tiene el pase largo, sino una velocidad que le permite subir al ataque. Carrillo ha logrado protagonismo y el equipo necesita mayor salida por derecha. 

A estos dos cambios en la estrategia de juego, se suma uno defensivo: hoy Perú tiene dos volantes de marca al mayor nivel internacional, cómo jamás antes los tuvo. Renato Tapia es uno de los mejores mediocampistas defensivos de La Liga española y Pedro Aquino es el mejor de México. No encontrar la forma de utilizarlos a ambos al mismo tiempo, es como si Vidal y Aranguiz no hubieran podido compartir equipo en el mejor Chile de la historia.

Vamos a dejar algo claro antes de avanzar. Perú es un equipo escaso. Esto se puede evaluar con un indicador: solo un jugador en todo el país (Tapia) compite en una de las cinco mejores ligas del mundo. La mayoría están en América, y algunos pocos militan en ligas menores de Europa. Incluso, la gran figura, Gianluca Lapadula, juega hoy en la Serie B de Italia, luego de haber descendido dos veces en las últimas temporadas. Y ante la escasez, uno se las arregla como puede, y no puede desperdiciar o regalar nada.

Si Gareca quiere competir en la próxima fecha triple, tiene que echar andar toda la carne en el asador. Y eso amerita algunas modificaciones. En principio, entender que la zaga central debe jugar para este nuevo equipo que aparece. Y para ello es bueno explayarse en el nuevo funcionamiento completo del equipo.

Nunca vamos a salir de la línea de cuatro, así que los laterales son hoy López y Advíncula. Ambos con proyección y retroceso. Tiene el físico para hacer todo el recorrido, como no ocurría con Corzo y Trauco la eliminatoria pasada. Por lo tanto, el central debe estar acostumbrado a jugar retrocedido, al medio y a la expectativa del corte por anticipación. 

Los relevos ya no son más labor de los defensores centrales. De hecho, hoy jugar con Tapia y Aquino debería ser suficiente marca al medio del campo y en retroceso para evitar la salida de los centrales. Por eso falla tanto Santamaría. Su juego es salir con la pelota limpia por el medio. Es su elección, y el rival ya ha leído suficiente de él para tapar esa deficiencia, que era marca de fábrica de Rodríguez. Lo que hace ya no es necesario.

La salida rápida con el equipo de hoy es por las bandas. El pase directo para la corrida y adelanto de los laterales, y transicionar de frente a Carrillo y Cueva pasada la mitad de la cancha para generar peligro. En el medio, Peña a la espectativa de la distribución, privilegiando su pierna derecha, que es por donde más van a correr Carrillo (diestro para centrar) y hacer las diagonales Lapadula (zurdo para encarar). 

Chile juega con dos delanteros rápidos y movedizos como Vargas, Meneses o Morales. Poner a defensas altos y más lentos que el promedio como Santamaría, Callens y Ramos es un despropósito. Es la fecha triple para los regresos de Abram por izquierda y Araujo por derecha. Ambos pasan por un excelente momento a un alto nivel competitivo: Araujo es referente de un equipo holandés y Abram se va ganando un puesto de titular en La Liga española.

Con Gallese en el arco, esos centrales, el equipo lo completan López, Advíncula, Tapia y Aquino como doble seis, Peña por delante, Cueva y Carrillo (o Gonzales) y Lapadula. En la banca de suplente, los posible cambios son Yotún, Farfán, Guerrero, Trauco y Flores. Presión alta en la salida del rival, juego directo por las bandas, pases largos al raz para el delantero centro. 

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