Fabrizio Ricalde

El síndrome del equipo chico

"Seis finales para Qatar 2022. Si Perú clasifica, será raspando. ¿Y podía ser diferente? Este es el síndrome del equipo chico."

Perú es una selección menor. Del mundo y de Sudamerica. Tiene un universo de máximo treinta jugadores seleccionables. A penas cinco de ellos, una mano, pertenecen al primer nivel futbolístico. Solo Bolivia y Venezuela, los próximos rivales de la selección, se asemejan a esa realidad. Perú tiene una cultura futbolística de grandes riquezas, pero un nivel de fútbol subdesarrollado.

Y para esa selección, llegar al Mundial no es una obligación, es un milagro. Perspectiva. La única vez que la blanquirroja estuvo en zona de clasificación para ir a Rusia 2018 fue en las tres últimas fechas, tras una racha de tres partidos seguidos ganando. Fue la primera vez que Perú ganaba tres partidos seguidos en Eliminatoria, un lugo exclusivo de equipos como Argentina y Brasil. 

Otros resultados jugaron en favor de Perú. Se obtuvieron tres puntos sobre la mesa. Ocurrieron tapadas inmortales, goles anulados y efectividades extrañas. Y aún así se clasificó por dos goles de diferencia. Nada más. ¿Qué se esperaba para Qatar 2022? ¿Cuatro triunfos seguidos? ¿Paolo Guerrero goleador de las Eliminatorias? Un equipo invencible, que no falle nada, con alta precisión. 

Es imposible. Para un equipo como el Perú, es imposible. Por el fútbol local y la falta de desarrollo de menores. Por la actualidad de sus figuras. Por la falta de alternativas de jerarquía en la mayoría de posiciones. Por los estadios sin público, la fechas triples, la falta de entrenamientos. Por el ritmo físico. Por la jerarquía de los rivales directos. Y por la mentalidad, que hoy ya no es tan sólida.

Perú sufre del síndrome del equipo chico. A falta de un término más preciso en español, es un underdog. Sorprende al ganar. Si gana, es a último minuto. No puede encarar los partidos desde la superioridad, porque los pierde. Y desde la inferioridad, tiene más ventaja al cerrarse atrás y buscar la sorpresa. Tiene pocas para definir, y debe aprovecharlas. Es el sacrificio y el coraje. La garra. 

En ese esquema y realidad, hay un concepto vital para el éxito de un equipo chico. Una cura para el síndrome. La solidaridad defensiva, que es, por ejemplo, lo que mantiene a Edison Flores como una opción en el once titular. La vocación de tener volantes ofensivos con el físico, la configuración mental y las ganas de regresar para cerrar espacios. Porque los lateral de hoy suben en ataque, siempre.

Por ese detalle, o pretexto, botaron a Messi y a Suárez del Barcelona. No volvían a marcar. Y hoy en el PSG, si le hacen goles, es porque Messi, Neymar y Mbappé no contribuyen en cerrar espacios, sobre todo a la contra. Son espectadores de lujo de jugadas donde no irán a por la solidaridad. No son para eso sus piernas. Porque no sufren del síndrome de equipo chico, al contrario.

Pero para un once pitufo, enano, que está propenso a romper la línea defensiva o que puede ser superado por velocidad y técnica, el retroceso es aún más importante. Sobre todo contra rivales directos por el cupo al mundial como Colombia, Uruguay y Ecuador, que tienen los laterales veloces que se suman al ataque con facilidad, para hacer diagonal, relevos o centros. Incluso, para definir.

El fútbol moderno obliga a tener volantes ofensivos que regresen a marcar. Atentos a la vuelta. El destino de equipo chico es tener las piernas para aguantar. Perú no se va a volver un equipo con jerarquía para determinar partidos e imponerse contra sus rivales. No. Perú va a sufrir cada punto y lo va a ganar ajustando el resultado siempre. 

El síndrome del equipo chico se combate con solidaridad y responsabilidad defensiva. Esa selección mundialista Rusia defendía con nueve jugadores, y era muy dificil hacerle gol. Esta de hoy, con los mismos jugadores, ¿podrá recuperar el antídoto?

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Qatar2022, Ricardo Gareca, Selección peruana de fútbol

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