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[BATALLAS PERDIDAS]  En una era donde la interconexión es la norma, la forma en que interactuamos en las redes sociales se ha convertido en un reflejo de nuestra sociedad. Recientemente, un incidente en el que una joven se burló de un suicidio ha provocado una avalancha de insultos y críticas hacia ella en las redes sociales.  Muchos comentarios exigían que se pusiera fin, de inmediato, a la vida académica de la estudiante. Planteaban que, como mínimo, la universidad debería expulsarla. Los insultos eran innumerables, desde aquellos que la denigraban moral y mentalmente hasta los que se burlaban de su apariencia física. Por supuesto, todos los que la insultaban se consideraban moralmente superiores a ella.

¿Es esta la forma adecuada de reaccionar ante una situación tan grave? ¿No estamos cayendo en una espiral de odio y violencia verbal que solo contribuye a polarizar más nuestra sociedad? ¿No deberíamos reflexionar sobre las causas que llevan a alguien a burlarse del sufrimiento ajeno, en lugar de castigarla sin más?

Quizás la joven tenga problemas mentales que le impiden sentir empatía. Quizás haya sido víctima de algún tipo de violencia o abuso. Quizás solo sea una persona insensible y egoísta. No lo sabemos. Lo que sí sabemos es que vivimos en una sociedad donde la indiferencia y el individualismo a menudo eclipsan la compasión y la solidaridad.

A los pocos días, la animosidad contra la joven fue disminuyendo. Esto coincidió con el descubrimiento, basado en las investigaciones policiales, de que la persona que intentó suicidarse había agredido a una mujer momentos antes. Actualmente, mientras se recupera en el hospital, está siendo investigado por feminicidio.

No sé si una cosa tenga que ver con la otra. De ser así, ¿el suicidio de un criminal es menos trágico por esta condición? En este caso, ¿sería más comprensible la burla? Pero más allá de esta supuesta paradoja, me llama la atención el cargamontón a la joven que se burló. Cuando nos metemos en el torbellino del linchamiento, nada parece poco, todo insulto está justificado y toda medida es exigua. En la lógica de la turbamulta, no hay espacio para la reflexión, cualquier intento será tomado como signo de debilidad o complicidad con el acto abyecto. Solo hay espacio para la ira, la venganza y el desprecio.

Se ha sugerido que la chica podría tener problemas mentales. Si ese fuera el caso, ¿sería correcto expulsar de una universidad  a una persona con dichos problemas? ¿Esa sería la manera, entonces, de enfrentar un problema de salud mental?

Un aspecto que esta situación pone de manifiesto es la falta de empatía y la tendencia a la polarización que existe en las redes sociales. Con demasiada frecuencia, las personas reaccionan desde la emoción más primaria ante los errores o deslices de los demás, sin intentar ponerse en su lugar ni comprender los posibles matices. Esto fomenta la creación de trincheras donde prima el enfrentamiento sobre el entendimiento.

En lugar de expulsar a la joven, la universidad podría implementar programas de educación y sensibilización sobre el suicidio y la salud mental. Esto no solo beneficiaría a esa persona, sino también a toda la comunidad universitaria.

La indiferencia hacia temas tan serios como el suicidio debería conmovernos profundamente. Pero no para hacer leña del árbol caído con la joven que se ha burlado, sino para reflexionar sobre los pilares que se están derrumbando en nuestra sociedad. La peor manera de abordarlo es con medidas administrativas como la expulsión. Este tipo de soluciones, lejos de ser instructivas, solo serían una forma de desviar la mirada mientras la tragedia nos consume.

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