Redes sociales

Entre las redes sociales y la inteligencia artificial la gente parece estar volviéndose más tonta. El hecho de que crean todo lo que ven sumado a poder opinar bajo un perfil distinto al de su identidad ha creado una plataforma de opiniones vacías. La pregunta es qué tanto refleja esto de la sociedad. Si funciona como un espejo o sólo retrata un pequeño pedazo de la misma. Tendría que saber cuánta gente pierde el tiempo discutiendo en estos lugares virtuales.  Según las cifras, 6 de cada 10 personas las utiliza, pero todos le dan usos distintos. Actualmente, todo funciona a través de estas plataformas, al punto que es necesario tener una para los trabajos o estudios. En realidad, son muy útiles, pero como cualquier avance, también tiene efectos negativos. 

La principal conclusión a la que he llegado tras pasar un rato entre las publicaciones es que se siente un profundo descontento con todo. Siempre hay una queja o un reclamo hasta para el tema más insignificante. Estos lugares funcionan en base a un algoritmo que te va mostrando cosas que saben que te gustan. En mi caso aparecen videos y noticias de fútbol, historia, deporte en general, películas y animes. 

Ayer, antes de dormir, me apareció un video sobre el actor Tom Holland, más conocido por su rol como Spiderman, en la que explica su decisión de alejarse de las pantallas de Hollywood porque no siente pertenecer ahí y porque no le gusta todo lo que conlleva. También decidió alejarse de las redes sociales por temas de salud mental. Me parece admirable, no sólo es un buen actor, también parece ser una gran persona. Junto a esa noticia anunciaban una obra de teatro de Romeo y Julieta en la que el actor participaría junto con una actriz afroamericana. Entré a la sección de comentarios y la cantidad de personas racistas era algo repulsivo. Se ocultan tras la tendencia actual de estar en contra de la supuesta apropiación. Es decir, que el elenco de un espectáculo o película debe limitarse a la descripción física de un personaje. Francamente, es ridículo. Qué parte de la palabra actor o actriz no entienden. La sustancia de esa profesión es justamente tomar la personalidad de una persona que no es uno mismo, en eso consiste. Quien sea puede hacer el papel que quiera, la actriz podría ser Romeo y no debería haber problema. Lamentablemente, la necesidad de aprobación y la falta de tino e inteligencia conlleva a que las personas comenten tonterías ofensivas sin pensar en las consecuencias que puede traer para quien está implicado. 

Francisco Tafur 

Lo mismo ocurre en distintas bases de fans de distintas sagas de ficción. En las recientes secuelas de Star Wars o el Señor de los Anillos una de las principales quejas es poner un elenco inclusivo. Las series pueden ser fantásticas, pero eso no parece importarles. Dicen que es incongruente con las bases del mundo ficticio, pero la realidad es que sólo son racistas, homofóbicos o, en general, gente que discrimina por razones absurdas.  Felizmente, los actores generalmente no entran en rodeos y saben poner en su sitio a los consumidores. Tal fue el caso de Ewan Mcgregor, quien interpreta al famoso jedí Obi Wan Kenobi, que soltó un video en el que expresaba una profunda tristeza por las quejas y que quienes pensaban así no eran unos verdaderos fans de Star Wars. Bien hecho. Toda la vida estas historias han servido como refugio para todo tipo de personas, en la que yo me incluyo. No importan las diferencias, en estos mundos ficticios se puede encontrar consuelo, heroínas y héroes, compañía, escape e incluso un espacio terapéutico para personas a las que la realidad externa los ataca constantemente. Eso es lo importante y ningún fanático debería ir en contra. 

El odio desmedido se está saliendo de control. Las personas ni siquiera se toman el tiempo de enterarse antes de insultar. El internet está inundado de videos e imágenes creados por inteligencia artificial que simulan ser verdaderos. Están muy bien hechos y efectivamente parecen reales. Y si bien están hechos para engañar, estos no son los principales culpables. Ya me cansé de pensar que las personas son tan poco críticas. Es también culpa nuestra por dejarnos llevar por sinsentidos.  Casi todos deberían tener la capacidad de darse cuenta lo que leen y lo que escriben. Una cosa es que te engañen desde fuera y otra es engañarse a sí mismo. 

Francisco Tafur

Lo peor es ocultar este odio en coyunturas e ideologías políticas y sociales sobre hechos actuales. De lo más indignante que he visto en redes sociales ha sido en los comentarios de un video sobre Auschwitz. Unos viajeros contaban su experiencia en el museo del campo de concentración nazi y lo conmovidos que estaban al salir. Los comentarios con mayor cantidad de likes son los que insultan a los judíos echándoles la culpa de los atentados contra Palestina en la actualidad y, después, los que dicen ya no sentir tristeza por el Holocausto. Ya es patológico. 

Hablar en nombre de la justicia, moral y verdad es muy fácil cuando no muestras la cara. Nadie se debería apurar en determinar qué está bien y qué está mal. No existe peor obsesión que la justicia y verdad. Esa característica la comparten los dictadores y grupos terroristas. Yo no creo que todas las opiniones importen y lo he comprobado sólo viendo lo que dicen en internet. Si la gente se deja llevar por la tendencia en la opinión pública estamos recibiendo con aplausos una etapa oscura para la libertad. 

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Redes sociales

[MIGRANTE DE PASO] Constantemente estamos distraídos y sumergidos en un trance cibernético que nos atrapa sin darnos cuenta. Me pasa que un día aburrido, sin mucho que hacer, puedo estar una hora o más viendo videos, memes o noticias sin parar. Hay varias cosas que podría hacer, más productivas o, por lo menos, nutritivas en conocimiento, ejercicio o imaginación.

Casi todos tienen smartphone y tienen a la mano una herramienta que les permite hacer todo. Son muy pocas las personas que pasan más de media hora sin ver su teléfono. Poco a poco se está midiendo el valor de las personas según cuantos seguidores o “me gusta” tienen. Los periodistas tienen miedo de decir algo que a sus seguidores no les agrada.

En estos momentos que el mundo se encuentra dividido es muy fácil agruparse con un bando y entrar en la discusión eterna de quién tiene la razón. En mi opinión es la salida más cobarde y fácil. Las redes sociales parecen agotar las herramientas para pensar de manera crítica y tener una opinión propia. Da la apariencia que, si lo haces, te quedas solo.

Hace unas semanas, cuando fueron las elecciones de Argentina, donde vivo, decidí tomar un descanso y borré las aplicaciones de Twitter e Instagram. Felizmente, no tengo otras redes. Primero eliminé la de Instagram porque innecesariamente me irritaba o molestaba la falta de sensibilidad de las personas para opinar sobre conflictos o situaciones políticas de otros países.

Un día cualquiera en la noche, después de una hora de “scrolling”, me comencé a sentir ansioso pensando que estaba perdiendo el tiempo. Tenía que dormir para comenzar bien el día siguiente, pero ya era de madrugada. En ese momento dije: “ya no más”. Eliminé la aplicación. No podía evitar pensar que existe una manipulación masiva mediante las tendencias o “trending”. De pronto todos se olvidaron de la guerra de Ucrania y pasaron al conflicto palestino-israelí o a las elecciones argentinas. Pienso que la gente bota su odio sistemáticamente a través de estas plataformas por falta de mecanismo para afrontar problemas personales. Virtualmente todos somos historiadores, economistas, periodistas y filósofos. Mi país se encuentra en una democracia bajo amenaza, pero es más importante poner una historia sobre las Madres de Mayo a raíz de que Javier Milei ganó. ¿Qué tiene que ver? No tengo ni idea.

Siento que es de suma importancia tener en cuenta que dejarse llevar por estas tendencias es peligroso. La semana pasada triunfó en los Países Bajos un candidato abiertamente antiislámico y esta creencia absurda de que el Islam implica peligro está aumentando en Europa. Todo con consenso de los ciudadanos que, por miedo, apoyan ideologías de odio. A raíz de lo que está sucediendo en el conflicto entre Palestina e Israel se está generando una clara dicotomía de quién está bien o mal, y se ha extendido hasta Latinoamérica. Se confunde el estado israelí con la religión judía y algunos llegan al extremo de apoyar a Hamas. Que quede claro que existen protestas de los propios ciudadanos de Israel contra Netanyahu, el primer ministro, por los abusos que comete.

Al día siguiente me volvió a suceder lo mismo, pero esta vez con Twitter. Es la red social más tóxica. De nuevo sentí ansiedad y amargura. Había entrado en un círculo vicioso donde lo único que sentía era desagrado.  Es muy fácil entrar en el morbo de saber qué piensan los demás y cómo pierden el tiempo peleándose entre ellos a través de redes. Principalmente X, antes Twitter, donde ves cuentas y comentarios que dan náuseas. Lo peor es que tienen miles o millones de seguidores.

Es fácil hablar bajo una máscara y perfil inventado sobre lo que eres. Si tanto interés tienes, haz algo por cambiarlo, porque a través de un post no se cambia absolutamente nada. He llegado a la conclusión que estamos en una etapa donde la gente se idiotiza y la patanería prima sobre la inteligencia. La mayoría cae en la tendencia que está de moda en el momento. En fin, ya no hay mucho que hacer con los adultos. La gente idiota se quedará siendo idiota. El problema está en la exposición de niñas y niños a estas redes donde la dicotomía es lo menos preocupante. Existen acosadores, pedófilos y más que están al acecho. Veo miles de padres poniendo fotos de sus hijos para recibir aprobación y comentarios. Que me disculpen, pero es irresponsable exponer a un menor de edad de esa manera.

Hay cuentas pseudo liberales que sin vergüenza alguna publican noticias, muchas falsas, en contra de los migrantes en países europeos. Por alguna razón me comenzaron a salir muchas de estas páginas sin que las siga. En parte, borré la aplicación por eso. ¿Qué se creen? Parece que tienen un complejo de superioridad injustificado. Es increíble la capacidad para opinar tonterías, absurdos y opiniones potencialmente peligrosas. Al ser cuentas sin filtro, se permiten ideas desmedidas. No sé dónde quedó la empatía y el respeto. Sin querer, formaba parte del alimento a estas olas de desinformación masiva. Perdía momentos prolongados viendo algo que me enfadaba y a la larga me hacía sentir mal. Llegaba a sentirme desesperanzado y pensaba que estábamos perdidos como humanidad. Es mentira esa creencia. Cuando pasas tiempo en esos sitios, puedes generalizar pensando que todos son así. Felizmente, no son la mayoría y las personas tienen cosas más importantes que hacer.

Se ve a jóvenes riéndose de muertes. Se lee a muchos escribiendo “que maten a todos” o “mándenlos de vuelta a sus países”. Es insoportable el nivel de deshumanización. Yo he decidido tomarme unos meses apartado de todo ese sinsentido por mi salud mental. Tengo suerte de que la gente que me rodea no piensa así y me permite pensar que la mayoría no cae en esos absurdos. Cuando oportunamente me vuelva a descargar las aplicaciones voy a filtrar el contenido que me aparece para sólo ver noticias de lugares respetables, videos de deportes y cosas graciosas. De esa manera no contamino mis pensamientos y sólo me río y divierto un rato. Eventualmente me aburro, pero hay gente que tiene adicción a las redes sociales y cambia su percepción de la realidad. Ya existen demandas a estas compañías por daño a jóvenes, la depresión y la ansiedad generalizada son las principales consecuencias. Probablemente, en unos años se comience a ver cada vez más casos.

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Desconexión digital, Redes sociales, Reflexiones Personales, Salud Mental, Sociedad Digital

[BATALLAS PERDIDAS]  En una era donde la interconexión es la norma, la forma en que interactuamos en las redes sociales se ha convertido en un reflejo de nuestra sociedad. Recientemente, un incidente en el que una joven se burló de un suicidio ha provocado una avalancha de insultos y críticas hacia ella en las redes sociales.  Muchos comentarios exigían que se pusiera fin, de inmediato, a la vida académica de la estudiante. Planteaban que, como mínimo, la universidad debería expulsarla. Los insultos eran innumerables, desde aquellos que la denigraban moral y mentalmente hasta los que se burlaban de su apariencia física. Por supuesto, todos los que la insultaban se consideraban moralmente superiores a ella.

¿Es esta la forma adecuada de reaccionar ante una situación tan grave? ¿No estamos cayendo en una espiral de odio y violencia verbal que solo contribuye a polarizar más nuestra sociedad? ¿No deberíamos reflexionar sobre las causas que llevan a alguien a burlarse del sufrimiento ajeno, en lugar de castigarla sin más?

Quizás la joven tenga problemas mentales que le impiden sentir empatía. Quizás haya sido víctima de algún tipo de violencia o abuso. Quizás solo sea una persona insensible y egoísta. No lo sabemos. Lo que sí sabemos es que vivimos en una sociedad donde la indiferencia y el individualismo a menudo eclipsan la compasión y la solidaridad.

A los pocos días, la animosidad contra la joven fue disminuyendo. Esto coincidió con el descubrimiento, basado en las investigaciones policiales, de que la persona que intentó suicidarse había agredido a una mujer momentos antes. Actualmente, mientras se recupera en el hospital, está siendo investigado por feminicidio.

No sé si una cosa tenga que ver con la otra. De ser así, ¿el suicidio de un criminal es menos trágico por esta condición? En este caso, ¿sería más comprensible la burla? Pero más allá de esta supuesta paradoja, me llama la atención el cargamontón a la joven que se burló. Cuando nos metemos en el torbellino del linchamiento, nada parece poco, todo insulto está justificado y toda medida es exigua. En la lógica de la turbamulta, no hay espacio para la reflexión, cualquier intento será tomado como signo de debilidad o complicidad con el acto abyecto. Solo hay espacio para la ira, la venganza y el desprecio.

Se ha sugerido que la chica podría tener problemas mentales. Si ese fuera el caso, ¿sería correcto expulsar de una universidad  a una persona con dichos problemas? ¿Esa sería la manera, entonces, de enfrentar un problema de salud mental?

Un aspecto que esta situación pone de manifiesto es la falta de empatía y la tendencia a la polarización que existe en las redes sociales. Con demasiada frecuencia, las personas reaccionan desde la emoción más primaria ante los errores o deslices de los demás, sin intentar ponerse en su lugar ni comprender los posibles matices. Esto fomenta la creación de trincheras donde prima el enfrentamiento sobre el entendimiento.

En lugar de expulsar a la joven, la universidad podría implementar programas de educación y sensibilización sobre el suicidio y la salud mental. Esto no solo beneficiaría a esa persona, sino también a toda la comunidad universitaria.

La indiferencia hacia temas tan serios como el suicidio debería conmovernos profundamente. Pero no para hacer leña del árbol caído con la joven que se ha burlado, sino para reflexionar sobre los pilares que se están derrumbando en nuestra sociedad. La peor manera de abordarlo es con medidas administrativas como la expulsión. Este tipo de soluciones, lejos de ser instructivas, solo serían una forma de desviar la mirada mientras la tragedia nos consume.

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En nuestras redes, personas cercanas a ambos lados del conflicto nos urgen a tomar un bando. Amigos judíos ponen en sus redes: «Toma el lado de Israel», mientras amigos de descendencia palestina nos urgen a considerar el contexto histórico y no solo los hechos recientes. Personas que no tienen relación con ninguno de los dos lados toman posición, opinan, comparten información sin verificar si es verdadera, falsa o sesgada, e incluso llegan a emitir opiniones de odio. En las redes, todo vale.

El conflicto entre Israel y Palestina es uno de larga data, complejo y con muchísimas aristas. Aunque me he pasado días informándome sobre el tema, y buscando fuentes de información que considero objetivas y técnicas, me quedo en silencio porque no creo que mi opinión- poco experta- tenga nada que aportar.

El silencio no significa que no horroricen los hechos ocurridos el fin de semana en Israel, o que no indignen las inhumanas condiciones de vida en Gaza. No significa que lo que está pasando no duela o indigne o no deba llevarnos a todo tipo de reflexión como mundo y sociedad. Ni significa que no nos importe o que no empaticemos con nuestros amigos en ambos lados, y no nos duela verlos sufrir. No tomar bando no significa que no nos importe lo que les está pasando. Este silencio no es indiferencia.

Lo que sí es, es un reconocimiento de que las opiniones no expertas pueden hacer más daño que bien. Desinformen más que informar. Hacer daño a un lado, u al otro. Obviar que, en la guerra, perdemos siempre todos. Hoy en día, con las redes sociales, todos tenemos una voz, pero eso no quiere decir que siempre debamos usarla.

 

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Conflicto en Israel y Palestina, Opiniones No Expertas, Redes sociales

En los últimos meses, los tiktok de Luis Alvarado Sánchez con frases como “¿cómo es posible este suceso?” y otras se han convertido en los más populares en Perú y los países de habla hispana. Sin embargo, la creciente fama de este joven peruano de 26 años hoy pasó a segundo plano tras una grave denuncia que incluye desde asesinatos hasta hostigamiento sexual. Sudaca conversó con uno de los denunciantes para conocer los detalles de este perturbador caso.

Convertirse en viral en las redes sociales se ha convertido en una tarea tan difícil como impredecible. Un baile, un breve sketch y hasta una frase que puede pertenecer a la vida cotidiana de una persona tienen el potencial de acaparar Tiktok si el público les encuentra alguna peculiaridad que los convierta en un contenido hipnótico para los usuarios de esta red. Uno de estos elegidos para convertirse en viral fue Luis Enrique Alvarado Sánchez.

Este joven peruano de 26 años saltó a la fama, en los últimos meses, gracias a su particular forma de hablar en los videos que subía a la red social Tiktok y esto llevó a que otros ‘tiktokers’ utilicen sus audios para crear sus propios videos. Su popularidad no tardó en traspasar las fronteras e hasta se pudo ver al reconocido conductor de la televisión argentina Marcelo Tinelli y al famoso reggaetonero Nicky Jam usándolo en sus respectivas cuentas con millones de seguidores. El audio de Alvarado Sánchez incluso llegó a ser nominado por MTV para los  Millennial Awards 2023.

@marcelotinelli♬ como es posible este suceso LuizHenriqueAlvarado – LuizHenriqueAlvarado

@nickyjamDios miooo♬ como es posible este suceso LuizHenriqueAlvarado – LuizHenriqueAlvarado

Sin embargo, el éxito del joven tiktoker se ha visto seriamente ensombrecido en las últimas horas a raíz de una denuncia que expondría los perturbadores gustos de quien hasta ahora se había mostrado como un creador de contenido cuya popularidad estaba amparada exclusivamente en el humor. Sudaca ha conversado en exclusiva con los denunciantes para conocer los detalles de este inquietante caso.

UN DESAGRADABLE SUCESO

En el mundo de los influencers se sabe que la fama puede ser efímera. Esto los suele llevar a sacarle el máximo provecho al momento en que se encuentran en la cúspide de la ola de popularidad. Una de las estrategias que suelen usar para monetizar sus mejores momentos es la venta de suscripciones para contenido exclusivo a través de la opción ‘mejores amigos’ en Instagram o historias en WhatsApp. Luis Alvarado también se sumó a esta tendencia y, a cambio de cinco soles, les ofrecía a sus seguidores la posibilidad de acceder a este contenido ‘premium’.

Ante esta posibilidad, el pasado 2 de julio, Marco Alaba Salas y su hermano Leomar decidieron pagar este monto con la esperanza de comunicarse con el joven tiktoker y, aprovechando la popularidad de sus audios, lograr un acuerdo para una publicidad, aunque esto fue imposible debido a que Alvarado no respondía los mensajes.


Sin embargo, como habían pagado la cuota para acceder al contenido premium, Marco Alaba empezó a tener acceso al contenido que subía el creador de contenido a WhatsApp y fue en ese momento que se llevó una desagradable y perturbadora sorpresa. «Subía desde pornografía hasta mutilación de personas adultas y también de bebes, esto fue lo que más nos indignó», relató a Sudaca Marco Alaba.

«Ahí vimos todos los días cómo empezó a subir esto», cuenta Alaba Salas, quien ha aportado numerosas pruebas en las que se puede observar que Alvarado Sánchez compartía material gráfico de menores descuartizados y manifestaba su fascinación por este tipo de contenido al punto de pedirle a sus seguidores que le envíen ese tipo de videos.


«Disfruto ver cómo lo van despedazando poco a poco y verlo sufrir me excita mucho más», «pasen más mutilaciones de niñatos», «me cago de risa mirando eso» y «manden cuando los hagan sufrir» son algunos de los comentarios que realizaba Luis Alvarado sobre las violentas imágenes que compartía y solicitaba.


HOSTIGAMIENTO Y AMENAZAS

Como era de esperarse, la violencia del contenido compartido por el tiktoker lo llevó a ganarse críticas de sus propios seguidores, quienes esperaban un contenido humorístico como el que lo había hecho popular. No obstante, lejos de sólo ignorarlos, Alvarado exponía sus números de teléfono e incitaba a sus seguidores a enviarles imágenes de carácter sexual cuando se trataba se mujeres. «Él les respondía de manera grosera e incitaba a sus fans a que les manden fotos de su miembro con semen», comenta Marcos Alaba y muestra evidencia del hostigamiento sexual que sufrían aquellas que se atrevían a cuestionarlo.


Fue ante la interminable cantidad de imágenes violentas y hostigamiento que Marco y Leomar Alaba Salas decidieron recurrir a la justicia y denunciaron a Luis Alvarado Sánchez ante el Ministerio Público. «Nosotros hemos presentado la denuncia formal ante el Ministerio Público. Nos gustaría que esto sirva como precedente para que las personas no se queden calladas», comentó Marco Alaba y agregó que, a raíz de esta denuncia, empezó a recibir amenazas. «En instagram comentan que nos cuidemos en las calles porque nos hemos metido con alguien del hampa», indicó a Sudaca.


Se espera que, en corto plazo, el caso pase a manos de las autoridades, más precisamente de la División de Investigación de Alta Tecnología.  (DIVINDAT). Sea porque se trata de un psicópata, como el propio Alvarado Sánchez se describe para explicar su retorcida fascinación, o porque, en el intento de mantenerse vigente en un competitivo mundo virtual, optó por una peligrosa forma de llamar la atención, lo cierto es que el tiktoker ha sobrepasado una línea que bajo ninguna excusa se podía pasar.

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En tiempos de terruqueo masivo en donde subyace el racismo, se decide darle la posibilidad a cualquier ciudadano/a para que acuse a otro de un delito sumamente grave, dejando que este interprete qué es “apología para el terrorismo”. ¿Hasta dónde vamos a llegar? Evidentemente no estamos en un país con autoridades democráticas. 

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Es entonces que hago un llamado a los creadores que nos sacarán de esta crisis de inestabilidad política. Quizás sea el reto más grande que esta generación de creadores de contenido pueda enfrentar: el poder hacer que la moderación y la complejidad sean emocionantes, capaces de captar la atención fugaz del ciudadano de hoy. ¡Acepten el reto! Y creen el contenido que el Perú necesita. Asimismo, el público tiene un reto quizás un poco más fácil: de vez en cuando consumir contenido que no consumiríamos normalmente, explorar la perspectiva de nuestros “enemigos” por un rato y cuestionar nuestras propias emociones y sesgos. Lograr entablar el diálogo que añoramos puede estar en nuestras manos, literalmente.

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Todo esto ha ido acumulando. Y ahora el vaso está por rebalsar. El mensaje de paz tiene que venir acompañado de hechos, no de floristerías. Y anticipo este mensaje porque lo que acaecerá en los próximos días en el país será una “sorpresa” para muchos desentendidos por oficio y obligación y otros por compromisos. Pero también porque una virtud diferencial de un periodista y analista político es de predecir lo que vendrá y el no hacerlo con el facilismo del diario del lunes. Basta de caretismo que en vez de construir un consenso genera más apetitito de bronca, impotencia y destrucción.

Ya hay una puerta abierta y esta no se va a cerrar con la indiferencia. Hay mucho que cambiar. ¿Y los jóvenes a dónde vamos sino es momento de volver a propagar nuestra voz? De hacer renacer nuestro compromiso social.


Imagen perteneciente a un tercero

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Una condición para aplicar este ‘resentimiento epistemológico’ es hacerle el seguimiento a lo que nos informan los demás. Por ejemplo, no basta con aceptar pasivamente cuando nos comparten una foto que compromete a alguien, hay que  indagar si la foto es verídica o no (si está photoshopeada, por ejemplo). Una vez que descubrimos que la foto no es verídica, entonces ya sabemos que la persona que la compartió o es muy tonta o muy mentirosa, y por lo tanto debemos ser cuidadosos con la información que nos brinde (a mí me parece increíble que algunas personas le sigan creyendo a los dos o tres patas que siempre mandan noticias falsas por WhatsApp, incluso cuando se verifica una y otra vez la falsedad de las noticias). 

Esto debería haber ocurrido, por ejemplo, con las personas que proponían la ivermectina o la vacuna peruana. Todo lo que esas personas propongan debería recibirse con cierto escepticismo, pues o son muy crédulas y se zamparon todas las exageraciones y saltos al vacío de los ivermectinos, a pesar de las toneladas de evidencia contraria que era de muy fácil acceso, o son ellos mismos unos ivermectinos, y por lo tanto están dispuestos a mentir, exagerar, y tergiversar la realidad para proponer un punto. En ambos casos, el resentimiento epistemológico es la mejor opción. 


* Manuel Barrantes es profesor de filosofía en California State University Sacramento. Su área de especialización es la filosofía de la ciencia, y sus áreas de competencia incluyen la ética de la tecnología y la filosofía de las matemáticas. 

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