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[La columna deca(n)dente] En El día de la bestia (1995), extraordinaria película española de Álex de la Iglesia, el padre Ángel, un sacerdote convencido de que debe salvar al mundo del Anticristo, toma una decisión chocante: robar la billetera de un moribundo. El acto, en su absurda lógica, forma parte de su misión: hacer el mal para infiltrarse en las fuerzas oscuras. Aunque grotesca, la escena es una sátira que nos invita a reflexionar sobre los límites de la moral y la ética.

Sin embargo, cuando la ficción se encuentra con la realidad, el impacto deja de ser reflexivo y se convierte en una herida abierta. En un caso reciente, dos policías, encargados de proteger la vida y la seguridad, robaron el dinero y el celular de un colega que yacía gravemente herido tras haber recibido un disparo en el rostro. La tragedia no reside solo en el acto, sino en lo que revela: un sistema profundamente descompuesto y carente de humanidad.

Mientras que el acto del sacerdote en la película está envuelto en el absurdo y justificado por una causa extrema, lo que hicieron estos policías no tiene más lógica que el egoísmo puro. Es una traición a los principios más básicos de solidaridad y decencia, un recordatorio brutal de cómo las instituciones, cuando fallan, pueden generar no solo incompetencia, sino también perversión moral.

Estos actos evocan la inquietante idea de la «banalidad del mal» de Hannah Arendt: el mal no siempre se manifiesta en grandes gestos de destrucción, sino en la rutina de pequeños actos egoístas, cometidos por personas comunes que renuncian a pensar en las consecuencias de sus acciones. En este caso, el robo no es solo un crimen, sino también un reflejo de cómo se ha normalizado la deshumanización, incluso en el ámbito de quienes deberían protegernos.

En la película, el robo del sacerdote es un recurso narrativo para desatar la reflexión. Nos muestra cómo, bajo circunstancias extremas, las nociones de bien y mal pueden distorsionarse hasta el absurdo. En la vida real, estos actos extremos no buscan provocar pensamiento crítico: son la evidencia de un sistema que no enseña ni refuerza los valores éticos necesarios para sostener una sociedad.

Este caso nos enfrenta a nuestra propia «bestia», no como una entidad sobrenatural, sino como un espejo de lo que hemos permitido que ocurra en nuestras instituciones y en nuestra sociedad. Cada acto de este tipo es un recordatorio de que la lucha contra la corrupción y la impunidad no es una cruzada idealista: es una necesidad urgente para evitar que el tejido ético que nos une siga desmoronándose.

Porque, al final, no se trata de un sacerdote enfrentándose al Anticristo. Se trata de nosotros, como sociedad, enfrentándonos a nuestra incapacidad de mantenernos humanos frente al caos y la miseria moral. 

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Debido a todas las funcionalidades que ofrecen los aplicativos móviles de las entidades financieras para realizar transacciones sencillas desde el celular, cada vez más personas utilizan este mecanismo. Con las restricciones de la pandemia, se espera que la tendencia continúe, lo que hace todavía más necesario tener en cuenta algunas medidas de seguridad.

Según un informe del mes de julio del Organismo Supervisor de Inversión Privada en Telecomunicaciones (Osiptel), se registran 3658 reportes por sustracción (robo o hurto) y 674 reportes por pérdida de equipos celulares en promedio al día.

Además, en los últimos meses, se ha reportado el surgimiento de nuevas modalidades de robo que apuntan a apoderarse de la información que está contenida en el celular mediante un método denominado “SIM swapping’ o suplantación de la tarjeta SIM del móvil.

Cuando se produce la pérdida repentina del servicio móvil, el ente regulador advierte que se debe contactar a la empresa operadora y descartar que se haya emitido un segundo chip en uso de delincuentes. De ser el caso, se recomienda pedir la reposición de la tarjeta SIM para desactivar el chip emitido con anterioridad.

Precauciones

Ante una situación de robo del celular con que el que realiza operaciones bancarias o de la información contenida en el dispositivo, se aconseja no tener las contraseñas de las cuentas bancarias pregrabadas. Además, la Asociación de Bancos del Perú (Asbanc) aconseja tomar en cuenta las siguientes medidas:

1.-Reporte y bloqueo

Si se tienen aplicaciones bancarias, lo primero que debe hacerse es comunicarse con la entidad financiera y reportar el robo de inmediato. El banco bloqueará las cuentas y tarjetas para que nadie pueda hacer uso de ellas.

Aunque la persona afectada no haya hecho apuntes de sus claves en el mismo celular, los delincuentes pueden haberlas obtenido con técnicas de ingeniería social y buscando los datos registrados en el teléfono.

2.-Intentar borrar los datos

Después de hacer el reporte y el bloqueo, intente acceder desde una computadora o celular de una persona de confianza a aplicaciones que le permitan borrar los datos del teléfono de manera remota. Por ejemplo, Find mi IPhone o Find my Device, aplicativos móviles que le permitirán borrar fotos, accesos a redes, contactos y otros datos sensibles.

3.-Bloqueo de la línea y equipo

Comunicarse con el operador móvil y pedir el bloqueo de la línea y el equipo. Cabe indicar que, cuando se reporte la pérdida o robo de un celular, siempre se realizan ambas medidas en conjunto. Más adelante, se podrá recuperar la línea telefónica comprando un nuevo chip.

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