Reflexiones para el desarrollo

Nací en el año 89, lo que quiere decir que soy de esa generación a la cual le tocó vivir los mejores años en términos económicos para el Perú, y que creció escuchando que aquí había oportunidades para los jóvenes. Recuerdo con emoción un discurso de graduación en mi universidad de Gastón Acurio que cerraba diciendo: “Quisiera decirles, en realidad pedirles, que no se vayan del Perú: ustedes son sus hijos más afortunados, sus hijos más preparados. Si salen a estudiar una maestría, regresen. No se vayan: es aquí donde están las oportunidades, es aquí donde está la riqueza, es aquí donde la vida encuentra un sentido. No se vayan porque su pueblo los necesita; el Perú los necesita; la historia los necesita”.

Qué difícil se volvió en los últimos años mantener el optimismo y abrazar las palabras de nuestro querido chef. En un escenario de crisis política, económica y social, que no parece tener cuando acabar, ¿vale la pena mantener la fe en el Perú? ¿Debemos considerar que es nuestro rol como jóvenes luchar y cambiar nuestro país para mejor, o después de estos últimos años es mejor tirar la toalla e irnos?

Es una pregunta difícil, y de seguro la respuesta es personal, y no existe una sola, ni correcta. Argumentos a favor y en contra de quedarse en el Perú deben pasar por la cabeza de miles de jóvenes en este momento.

Por un lado, a pesar de las voces de izquierda que celebran que la economía creció en el 2021, y que este gobierno no ha resultado ser “comunista” o “chavista” (sino solo incompetente), la realidad es que la cosa no viene bien. Para el 2022, la economía crecerá solo 1.9%, la menor tasa en los últimos 13 años*. Este bajo porcentaje se debe principalmente al deterioro de la confianza empresarial, y una inversión privada que proyecta -9%. Evidentemente esto entierra consigo la posibilidad de recuperar los empleos formales perdidos durante la pandemia. 

Para cualquier joven, este es un momento difícil tanto para buscar trabajo como para emprender un negocio. A esto se le suma un gobierno que demuestra día a día incapacidad de mejorar, o de implementar si quiera algunas de las banderas tradicionales de la izquierda, como la mejorar de los servicios públicos. Durante el 2021, la inversión pública no llegó a un % de ejecución mayor a 45% en ninguna región*, y las cuestionables designaciones a todo nivel de gobierno no auguran una situación mucho mejor para el 2022.  Ante este escenario, muchos jóvenes talentosos consideran que podrán encontrar mejor calidad de vida para ellos y sus familias en otros países, y han migrado, o están buscando hacerlo, con justa razón. 

Por otro lado, estamos los necios optimistas. Quienes pensamos que los países que hoy se consideran desarrollados, lo son en parte porque en algún momento de su historia, sus ciudadanos lucharon y trabajaron para que así sea. Alemania y Japón son ejemplos de países que lograron reconstruirse luego de situaciones muy duras de guerra. Los países bálticos, por ejemplo, pasaron de ser comunistas y extremadamente pobres durante la existencia de la Unión Soviética, a ser las economías más prometedoras de Europa, gracias a sus políticas anticorrupción y de libertad económica. Pero ningún país (u otro tipo de organización) se construye, o reconstruye solo. Se necesitan personas dispuestas a trabajar en ello. Y las preguntas pertinentes son las mismas que surgen cada vez de que nos enfrentamos a una situación que quisiéramos que cambie: si no soy yo, ¿quién? Si no es ahora, ¿cuándo? *, ¿quién va a trabajar por este país si no son sus propios ciudadanos? ¿alguien lo va a hacer por nosotros? El Perú, como bien dijo nuestro maestro cocinero hace más de 10 años, necesita más que nunca que no le perdamos la fe. 

*Las opiniones expresadas en este documento son de exclusiva responsabilidad del autor y pueden no coincidir con las de las organizaciones a las cuales pertenece.

** Fuente: IPE

*** Tomado del discurso de Emma Watson en la ONU, 2014. 

Tags:

crecimiento económico, Desarrollo, Perú, Reflexiones para el desarrollo

Perú suspendió clases presenciales desde inicios de la pandemia y no las ha retomado significativamente hasta ahora a pesar del gran avance en vacunación. Otros países han tenido retornos a clases presenciales más oportunos. Lamentablemente en nuestro caso hay múltiples indecisiones y una clara falta de liderazgo.

El problema es que los aprendizajes de los niños retroceden significativamente en la ausencia de clases. Si bien se intentó tener clases virtuales, su efectividad es menor en general y más aún cuando no se cuenta con la conectividad adecuada y el soporte de los padres de familia. Los segmentos más perjudicados han sido los niños de familias más vulnerables.

En una economía que se transforma y orienta hacia el conocimiento, la inclusión en esa economía moderna y de mayor calidad de empleos está en riesgo para estas generaciones afectadas por la interrupción de la educación en pandemia. El país necesita no solo retornar a clases sino tener planes para recuperar aprendizajes en todos los segmentos desde niños de primera infancia hasta egresados de colegio durante la pandemia.

El panorama se agrava cuando existen voces que pretenden retroceder en la Reforma de la Carrera Magisterial que impulsó la meritocracia entre los profesores. Los profesores son actores centrales de la educación. Sin embargo, el resultado que buscamos es tener niños preparados para la vida y este objetivo debe estar por encima de algunos reclamos de gremios de docentes que pongan en riesgo los resultados que se quieren alcanzar.

Tags:

Nathan Nadramija, Recuperación aprendizaje, Reflexiones para el desarrollo

Si el gobierno muestra su liderazgo frente a los diferentes actores de encargarse de los conflictos socioambientales sería un cambio positivo. El sistema actual tiene al gobierno en un rol pasivo y deja a las empresas y a las comunidades que interactúen y en muchos casos no resuelven los temas de fondo. Por un lado, no se genera el desarrollo y bienestar que demandan las áreas de influencia y por el otro lado, no se destraban proyectos para materializar inversiones u operaciones más estables.

Si el gobierno con criterio técnico y transparencia atendiese los reclamos legítimos de las partes, dentro del marco normativo, podrían destrabar los proyectos. Por un lado, exigir como reguladores y supervisores que las empresas mineras cumplan sus obligaciones y compromisos en el marco de la ley y de las buenas prácticas internacionales. Por otro lado, podría articular y coordinar con los distintos actores públicos y privados para implementar planes de desarrollo del territorio.

El destrabe de inversiones sería importante pues muchos proyectos en Perú se han paralizado por los conflictos socioambientales como Conga y Tía María en los que se ha podido generar valor para todos: comunidades, empresas y el país.

El gobierno debe tener mayor liderazgo siempre que lo acompañe de capacidades técnicas, criterios objetivos acorde a lineamientos técnicos y transparencia. Frente a cualquier conflicto, el gobierno debería tomar el liderazgo y registrar los reclamos, ponderar los argumentos y articular las soluciones asignando a quienes corresponda las responsabilidades. Abandonemos el modelo en que el gobierno está ausente y se pone de perfil frente al desarrollo y la inversión.

Tags:

Conflictos socioambientales, Nathan Nadramija, Reflexiones para el desarrollo
x