Por: Rik Ahrdo

Donald Trump es, sin duda, un fenómeno político. Lo bueno —porque algo hay— es que sacudió el sistema. Rompió con la parsimonia de los políticos que viven para sus encuestas, debilitó el poder de los demócratas estilo “Caviares” y puso nerviosos a varios operadores de izquierda con aspiraciones globalistas. En su torbellino populista, algunos gallineros en el Perú se han quedado sin su Soros favorito.

Pero la historia no se detiene en lo bueno. Lo verdaderamente llamativo es lo malo. Enfrentarse a la cultura china, por ejemplo. Recordemos que Trump prometió un muro de casi 3.000 kilómetros en la frontera con México. Una proeza, según él, sin precedentes. Lástima que 25 siglos antes, los chinos ya habían construido una muralla de 21.000 kilómetros —sin drones, sin Caterpillar, sin Twitter—, solo con esfuerzo, piedra y convicción. La Gran Muralla China es patrimonio de la humanidad; el muro de Trump ni siquiera terminó de levantarse.

Y mientras Trump sueña con ladrillos y concreto, el mundo se mueve. China —y con ella el sudeste asiático e India— concentra más del 50% de la población mundial, y por tanto, del consumo. Ignorar ese mercado es como decidir que el océano no existe porque uno vive en el desierto. Pero Trump, aferrado a ideas de otra época, juega a manipular aranceles, a proteger industrias que ya no lideran, y a construir muros mentales frente a una economía global que avanza sin pedir permiso.

La comparación es inevitable. Mientras EE.UU. debate si seguir usando gasolina, en Shanghái ya planean taxis autónomos voladores. Mientras Trump se indigna por las importaciones, China lidera la producción de autos eléctricos, 5G, inteligencia artificial y domina el mercado mundial de paneles solares. El futuro tecnológico ocurre al otro lado del Pacífico, y EE.UU., con su nostalgia industrial, parece mirar más a 1985 que a 2050.

Y lo feo, por supuesto, es Trump mismo. No como persona —eso queda para sus allegados— sino como símbolo. Su estética vulgar, su desprecio por el conocimiento, su obsesión con lo grandilocuente, son el reflejo de una cultura que celebra la chabacanería por encima de la sustancia. No eleva a EE.UU.; lo reduce a él a un personaje de caricatura.

¿Legado?
Lo de Trump será recordado, quizás, como otro intento de construir un muro; esta vez para frenar el siglo XXI. Un muro bajito, de concreto, en un mundo que ya vive en la nube.

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China, Guerra comercial, Trump

Por Eduardo Scerpella

La crisis del Perú ya no es un problema de derecha o de izquierda. No es ideológica. Es una lucha por el poder económico desde el manejo del Estado. Y en esa lucha se han destruido las reglas básicas de la política. Ya no hay debate, no hay acuerdos, no hay diálogo. Todo se resuelve en los juzgados.

Hoy la justicia se ha convertido en el único campo donde se define el futuro del país. Y eso no está bien. No es sano para una democracia. Así no se puede gobernar. Las instituciones del Estado están paralizadas por el miedo. Nadie quiere firmar, decidir o actuar, porque todos temen ser denunciados. No se hace política, se hace guerra judicial.

Además, la corrupción está presente en todos los aspectos de la vida de los peruanos. Desde lo más alto del poder hasta lo más cotidiano. Se ha vuelto parte del sistema, parte de la cultura, parte de lo que ya no se cuestiona. Y así, es imposible emprender nuevos esfuerzos o construir algo sólido. Sin una verdadera refundación de la República, no hay salida.

Por eso, elegir un nuevo presidente ya no basta. No necesitamos otro candidato con promesas que sabemos que no se van a cumplir. Lo que el Perú necesita es un Fundador. Pero no me refiero a una persona iluminada ni a un nuevo caudillo. Cuando hablo de un Fundador, hablo de una propuesta. De un equipo. De un proyecto colectivo con visión, con legitimidad y con el tiempo suficiente para poner orden, reconstruir las bases del Estado y asegurarse de que no volvamos a caer en este caos.

Un Fundador que no esté pensando en ganar la próxima elección, sino en dejar un país funcional. Un Perú que no viva paralizado por el miedo, sino que pueda mirar hacia el futuro con esperanza.

Y no, esto no se trata de destruir lo que tenemos. No se trata de incendiarlo todo para empezar de cero. Que no se adelanten los anarquistas: la refundación que necesitamos no es desde las cenizas, sino desde lo que ya existe, con sus errores, pero también con su gente, su historia y su potencial.

Podemos ser el Singapur de América. Pero para eso, primero hay que atreverse a empezar de nuevo. No a reformar lo que ya no sirve, sino a construir algo distinto. Y eso solo lo puede hacer un Fundador —un equipo, una visión, una propuesta de país.

Y como más de uno me preguntará: ¿y cómo se hace eso?
Solo se me ocurre una fórmula: que nos pongamos de acuerdo en que no estamos de acuerdo.
Desde esa sinceridad, tal vez podamos empezar algo nuevo.

Por: Anita Bustamante de Aliaga

Este fin de semana, en especial, último de la temporada de verano, estos inútiles serán recordados por los miles de peruanos que tratarán de bajar a la playa de Miraflores, Barranco y Chorrillos, sufriendo la desidia de estos personajes. Lima, más que reconocida como potencia mundial, por la oferta graciosa y desmedida del alcalde Rafael López Aliaga para ganar la alcaldía. Sin embargo, la realidad es que la ciudad enfrenta un desafío crítico: la incapacidad de sus autoridades. La improvisación en la gestión es evidente, y las obras a medio hacer en Miraflores, Barranco y San Isidro son solo la punta del iceberg de una crisis aún mayor. La administración actual ha mostrado un alarmante desinterés por las necesidades de sus ciudadanos, y su intento de ganar popularidad a través de paseos mediáticos, como el del alcalde con el conocido «negrito Speed», que ante tanta estupidez tangible, resulta poco creíble.

Los vecinos de Lima sufren a diario las consecuencias de una gestión ineficaz. La falta de obras y la desidia administrativa son palpables, especialmente en distritos emblemáticos como Miraflores, donde el alcalde Canales ha dejado una huella negativa. Su legado está marcado por decisiones cuestionables y un manejo más que deficiente y una arrogancia si límites que lo ha hecho memorable, pero por las razones equivocadas.

Asimismo, las autoridades de San Isidro y Barranco parecen estar completamente desorientadas, reflejando esta incapacidad en el caos vehicular que atraviesan a diario los habitantes y visitantes. La ausencia de policías, la falta de señalización adecuada y la falta de estrategias para aliviar la congestión son evidentes. Los trayectos de 40 minutos de Miraflores a San Isidro, y de hasta una hora de Barranco a San Isidro, son solo un síntoma de una administración que ha perdido el rumbo.

Falta poco para que en el 2026 los ciudadanos hagan escuchar su voz. Las urnas serán la herramienta para poner fin a esta desastrosa gestión de improvisados y dar paso a un liderazgo que realmente se preocupe por el bienestar de la ciudad.

Siempre nos han dicho que la informalidad es un problema. Que es el gran obstáculo del Perú, que nos quita impuestos, que nos frena como país. Pero, ¿y si en realidad fuera todo lo contrario? ¿Y si la informalidad fuera, en vez de una carga, la verdadera salvación de nuestra economía?

Pensemos un momento. En un país donde la burocracia asfixia a los emprendedores, donde los impuestos son una trampa mortal para los pequeños negocios y donde la regulación cambia cada día, la informalidad es la única opción real para millones de peruanos. No porque quieran evadir reglas, sino porque esas mismas reglas no les dejan otra salida.

Y aquí viene lo interesante: la informalidad no solo ha permitido que millones de peruanos sigan adelante, sino que ha sido una muralla contra los intentos de controlar nuestra economía. En otros países, los gobiernos estatistas han capturado empresas, cerrado mercados y ahogado la iniciativa privada. ¿Y aquí? Aquí la informalidad ha sido la barrera perfecta contra cualquier intento de estatización. ¿Cómo controlas una economía que no puedes ni medir?

Pero no nos confundamos. La informalidad no es sinónimo de ilegalidad o desorden. Es, más bien, la prueba de que el peruano no se queda de brazos cruzados esperando que el Estado le solucione la vida. Es el reflejo de un país emprendedor, que se resiste a depender de un sistema que no le da oportunidades. Y además, sí aporta. Cada vez que alguien compra una gaseosa, una cerveza o llena el tanque de su auto, está pagando impuestos. La diferencia es que, en lugar de pasar por trámites interminables y pagos imposibles, el informal lo hace a su manera.

Entonces, ¿qué hacemos? Porque sí, formalizar tiene beneficios, pero solo si la formalidad deja de ser un castigo. El reto no es eliminar la informalidad, sino entenderla. Transformarla en una opción atractiva y no en una camisa de fuerza. En vez de verla como un problema, deberíamos reconocerla como lo que realmente es: una joya. Una que ha mantenido viva la economía cuando todo lo demás fallaba.

Quizás algún día dejemos de mirar a la informalidad con desprecio y empecemos a verla como lo que realmente es: la mejor prueba de que el Perú sigue adelante, con o sin el permiso.

Las oportunidades son enormes

Por : Pedro Salinas

En mi último libro “Sin noticias de dios” (Autopublicación, 2022), hay varias subtramas que no se conectan, necesariamente, de forma directa con el Caso Sodalicio, pero que no dejan de ser reveladoras. Una de ellas tiene que ver con una historia criminal que atañe a un jerarca de la iglesia peruana. Si tienen un tiempo en esta holgada semana santa, les dejo algunos extractos para la ocasión. La historia completa se encuentra a partir de la página 543:

(…)

Luego de la publicación de Mitad monjes, mitad soldados, Pao y yo recibimos incontables llamadas, correos electrónicos, whatsapps, mensajes por el inbox del Facebook, y hasta cartas físicas sobre casos de abusos sexuales perpetrados por religiosos de no pocas organizaciones católicas, y también de curas diocesanos de diferentes parroquias. Solamente atinábamos a decir: «Lo siento mucho. Estamos enfocados en el Caso Sodalicio». Porque era la verdad. No había forma material ni tiempo para investigar lo que pasaba en otras congregaciones católicas.

Sí es verdad que hubo un caso que me interesó sobremanera, pues tenía que ver con una autoridad eclesiástica. El caso me lo habían adelantado dos personas, MC y G, que (…) tenían la versión de primera mano. Esta información llegó a mí entre el 2016 y el 2017. A través de ambos quise contactar a la presunta víctima, pero en ningún caso quería conversar con el autor de estas líneas. Y ahí lo dejé.

Hasta que, hacia fines de junio del 2018, una amiga, «Rosa de Lima» (nombre falso) lo convenció de hablar conmigo, y me lo derivó. Esta persona -a quien conocía, cosas del azar, desde que teníamos edad escolar y con quien teníamos no pocos amigos en común, porque Lima es así, un pañuelo-, finalmente se decidió a contactarme. Había visto la película El Bosque de Karadima, de Matías Lira, y eso cambió todo para él. «Rosa de Lima» me había escrito por el WhatsApp.

—Tengo que preguntarte algo, Pedro. ¿Alguna vez te llegó alguna denuncia sexual contra el obispo «Camilo» (nombre falso)? Es importante. Estoy ayudando a una víctima y esa información es clave

—Sé que existe por lo menos una supuesta víctima de «Camilo». Dos personas distintas me contactaron para ver cómo ayudarlo. Hasta donde sé, nunca lo denunció. Lo conozco desde que era un chiquillo y ambos estábamos en el colegio. Pero no quiere hablar conmigo ni por joder.

—¿Te puedo llamar?

—Sí, claro.

En la comunicación telefónica, constatamos que hablábamos de la misma persona. Fue ella, «Rosa de Lima», quien me contó el impacto que le causó la película sobre Karadima. Que conocía a su familia y que le extrañó mucho cuando la llamó, hasta que le contó parte de lo que había vivido. Le dije entonces que lo persuada de ponerlo todo por escrito y que, a través de nuestros amigos chilenos, en particular Juan Carlos Cruz (…), podíamos tratar de llegar al «hombre de blanco». Eso de hablar como espías del Mossad, era una exótica y huachafosa costumbre gremial, que saltaba automáticamente en este tipo de conversaciones, cada vez que se compartía información sensible.

Le dije también que no le prometía nada, pero que ese podía ser el camino más expeditivo. Por lo menos más expeditivo que el de una denuncia ante el peripatético Tribunal Eclesiástico, donde, además, probablemente se truncase el asunto. Por razones obvias. «Camilo» era un pez gordo. Y ya sabíamos cómo se comportaban algunos jerarcas de la curia cuando el escándalo asomaba la cabeza.

«David», como bautizaré a la víctima, se decidió a hacerlo, confiando ciegamente en «Rosa de Lima», en Juan Carlos Cruz y en mí, por lo que procedió a sentarse frente a su ordenador un 5 de julio del 2018 para escribir su testimonio. Luego de leerlo y releerlo varias veces, se lo envió a «Rosa de Lima» para que lo revise. Al día siguiente, finalmente, «David» me escribió por el WhatsApp para reunirnos.

Casi en paralelo me estaba comunicando con Juan Carlos Cruz. Le conté todo en una videollamada que duró más de cinco minutos, como adivinarán, porque Juan Carlos no dejaba de hacerme preguntas e interrumpirme para conocer más detalles y calibrar bien la gravedad de lo que había ocurrido con «David». Luego de media hora de examinar el asunto, me explicó cómo procederíamos en el hipotético caso de que «David» se atreviese a dar el paso para denunciar a monseñor «Camilo».

Y después cambiamos de tema para ponernos al día. Le conté lo de la obra de teatro. Me dijo que estaba yendo de vacaciones a Santiago hacia mediados de julio y me soltó, como jugando, que le provocaría darse un salto por Lima. Lo convencí de que lo haga y de que, con él acá, podíamos hacer un foro con el equipo de La Plaza después de ver San Bartolo. La idea le fascinó. Ese compromiso y generosidad se harían reiterativos en más de una oportunidad. Juan Carlos sentía el Caso Sodalicio como propio. Y lo demostraría una y mil veces, incondicionalmente.

Al comunicarme nuevamente con él, le dije que todo iba viento en popa. Que en La Plaza estaban más que entusiasmados con su presencia en la obra. Que apenas me ratificara la fecha, le iba a organizar entrevistas con medios nacionales (…) A las dos horas me escribió para confirmarme que vendría, y yo, por mi parte, le comenté que «David» había decidido dar el paso.

En el interregno, hubo una catarata de correos electrónicos. Primero entre “David” y mi amiga, luego entre ella y yo, y finalmente con Cruz Chellew. El objetivo era afinar la carta de «David» que debía llegar a manos del papa. La carta, finalmente, salió de mi bandeja el 9 de julio.

Estimado Juan Carlos,

Con cargo a entregarte la carta física la próxima semana que nos veamos en Lima, te adjunto la carta de «David» dirigida al papa Francisco. Se trata de una denuncia gravísima que acusa al obispo «Camilo» de abuso a un menor de edad. El hecho ocurrió hace treinta y cinco años, pero la víctima recién se atreve a denunciar, como suele suceder en muchísimos casos de víctimas abusadas por clérigos católicos. Como podrás inferir, hemos podido hacer pública la denuncia a través de los medios de comunicación, provocando un terremoto de proporciones inimaginables, como hicimos anteriormente con el Caso Sodalicio, pero la víctima quiere que su denuncia llegue con sigilo al papa. Y estamos respetando su decisión. Espero que, a través tuyo, podamos materializar el deseo de la víctima, porque de otra forma, vía el Tribunal Eclesiástico, no hay manera de que suceda algo.

Te mando un fuerte abrazo, y agradecemos desde ya tu gestión ante el santo padre, con el deseo de que se haga justicia.

La respuesta de Juan Carlos no se hizo esperar. Ese mismo día, escribió: «Querido Pedro, ya se la envié al contacto que me dio el Papa para estas cosas, y con tu texto. Te aviso apenas sepa algo. Pero qué horror lo que relata en su carta. Qué valiente que es “David”. Abrazos».

Ese día también le escribí a «Rosa de Lima», cuya intervención fue determinante en esta historia: «Ya llegó la denuncia al contacto del “amigo chileno”. Ahora a esperar».

La carta, dirigida al papa Francisco, comenzaba diciendo: «Con mucho respeto, y algo de temor, quiero contarle una experiencia adolescente de abuso sexual que he guardado por años entre un grupo muy pequeño de amigos y familiares». La descripción de lo sucedido estaba contenida en tres folios. Al leer el inquietante y estremecedor texto me di cuenta por qué le había impactado tanto la película sobre Karadima.

El abuso se perpetraba durante el sacramento de la confesión Esta era semanal o quincenal. Pero él fue su único confesor durante unos cinco meses, aproximadamente, cuando «David» apenas era un muchachito imberbe, menor de edad. Una vez que el depredador se ganó su absoluta confianza, lo conminaba a arrodillarse frente a él, entre sus piernas, sin confesionario de por medio. Y ahí fue cuando el agresor con sotana comenzó a hacer de las suyas, poco a poco, gradualmente, acercándose cada vez más, aprovechándose de la situación de dominio sobre el inocente chiquillo que carecía de una figura paterna.

Hasta que un día, que acercó su boca a la suya para besarlo, la sensación de incomodidad fue demasiado fuerte -y ojo que las situaciones de acoso sexual, reiteradas y sistemáticas, narradas en la esquela, son notorias a lo largo del testimonio desarrollado en la copiosa carta-. Ese instante, en el que «David» se sintió fastidiado y súbitamente irritado, en el que sus sistemas de alerta le avisaron que algo raro estaba ocurriendo, fue decisivo. Algo en ese sacerdote no estaba bien y, pese a su vulnerabilidad e ingenuidad, logró percibir el mal.

Las situaciones de abuso eran claras e incontrastables. La carta al papa remataba así:

Esta historia ha permanecido en secreto por años (…) (Como consecuencia de todo ello), me alejé por completo de la fe y de los sacramentos. No quise confesarme más (…) Ver la película “El bosque de Karadima” gatilló en mí muchos recuerdos dolorosos. Me gustaría recuperar mi fe. Me hace mucha falta, y siento mucha tristeza (…) No quiero hacerle daño a la Iglesia (…) La razón de esta carta es muy sencilla. Creo que Usted debe conocer estos hechos. He visto con sana envidia lo que está sucediendo en Chile y pensé que esta era la oportunidad de darle a conocer esta historia. No hay ninguna posibilidad de sanción penal (todo prescribió hace años). Tampoco busco un juicio eclesiástico, y mucho menos una reparación económica. Me hubiera gustado una disculpa, pero esa debió darse hace más de treinta años. Lo único que quiero es que Usted sepa la verdad, y que la tenga en cuenta.

La conmovedora y contundente misiva terminaba con la firma de «David» y su número telefónico.

***

(…)

(El 20 de julio), llegamos a La Mula donde nos esperaba Rolando Toledo y su equipo de producción. Las cámaras estaban en sus sitios y los micros puestos sobre la mesa. Juan Carlos vestía una impecable chompa azul y una camisa a cuadros, y lucía un porte aristocrático, mientras que el entrevistador, este servidor, o sea, exhibía unas ojeras de zombi, la mirada líquida, y una panza que parecía un bombo. Desde que llegué no dejé de tomar café y agua debido a la espantosa resaca que tenía.

Rolando se había encargado de convocar a varios periodistas para que participen con preguntas hacia el final. Juan Carlos, quien es un magnífico y eficaz comunicador, hizo un repaso sumamente didáctico y ágil de lo que había pasado en Chile durante los últimos ocho años. Habló de sus amigos y colegas de lucha, Jimmy Hamilton y Jose Murillo. De su visita a Roma para conversar con el papa Francisco. Del Caso Sodalicio. De San Bartolo, a la que calificó como «una joya del teatro peruano».

Antes de la conversación, todo hay que decirlo, le pregunté si le parecía que debíamos abordar la denuncia que involucraba a monseñor «Camilo», solamente de refilón, sin dar nombres ni nada. «No lo sé, se lo deslicé a El Comercio, pero hoy no publicó nada de eso». Efectivamente, el día anterior ya se lo había soltado a la periodista del decano, de una manera sutil pero clara. Lamentablemente, la periodista simplemente no la vio, se le pasó lo más importante de sus declaraciones. O, quizás, su editor prefirió omitir esa parte. Nunca lo sabré. «Dejémoslo ahí nomás. Hagamos que la entrevista fluya, y punto», le dije. Y así fue.

Pero a la hora de la rueda de prensa, hacia el final de la Mesa Mulera (así le decíamos a las entrevistas en La Mula), aprovechando una pregunta de un periodista del diario Correo, se mandó con todo: «Yo sé de un obispo peruano que tiene una denuncia bastante grave. Se trata de alguien de la jerarquía». La resaca se me fue del todo en ese momento, y solo atiné a decir, siguiéndole la cuerda: «Eso sonó fuerte». Y sin poder contenerme, volví a meter mi cuchara, interrumpiendo al periodista de Correo y al propio Juan Carlos, para preguntar:

—¿Y esa información la tiene el papa?

—Puede ser -me dijo, tras unos segundos sin responder, con una mirada cómplice y un tono misterioso que sonó a un sí.

—¡Guau! -acoté, y solo volví a intervenir para despedir el programa.

Esa explosiva revelación de Juan Carlos, que era como para un titular de primera página, insólita e inexplicablemente, no fue rebotada por ninguno de los medios que asistieron a La Mula. No obstante, por lo que supimos luego, sí agitó el cotarro en el gremio episcopal. Y de qué manera.

Su última entrevista, ese mismo viernes por la noche, fue en Canal N , con Mijael Garrido-Lecca. En silencio, sentado en una silla, a unos metros del set, estaba escuchando el diálogo entre Mijael y Juan Carlos, quien hablaba con ímpetu, cuando de pronto, y sin aviso, soltó una frase que sonó como un disparo: «Sé que hay una denuncia grave contra un jerarca de la Iglesia peruana».

***

(…)

En la columna diaria de Augusto Álvarez Rodrich, del 7 de agosto, el periodista de La República, quien fue uno de los que siguió el Caso Sodalicio desde sus inicios, hubo una alusión a la visita de Juan Carlos Cruz. Fue el único que advirtió la gravedad de la denuncia que había deslizado en La Mula y en Canal N, y que fue invisibilizada por los medios, ya sea por falta de atención o por lo que sea.

Se debe dilucidar a quién se refirió el chileno Juan Carlos Cruz en su paso por Lima cuando a unos periodistas distraídos les dijo que «un miembro importante del episcopado peruano tiene una grave denuncia ante el Vaticano».

Entre tanto, el 17 de agosto, en las páginas de La República, el presidente de la Conferencia Episcopal, Miguel Cabrejos, respondió a los cuestionamientos que hice en una de mis columnas y en otros medios sobre las débiles respuestas de los obispos peruanos. Monseñor Cabrejos se defendió señalando que nunca se callaron ni ocultaron nada. Y para demostrarlo, le mostró a La República ocho documentos, entre comunicados y notas de prensa que emitieron entre los años 2015 y 2017. También informes que enviaron a la Santa Sede. «Yo no voy a responder a las personas. Simplemente quiero decir una gran verdad: que la Conferencia Episcopal nunca ocultó nada. Todo esto demuestra que sí hemos hecho», dijo Cabrejos.

Era una verdad a medias, si me preguntan. A lo largo de esta crónica, los lectores podrán juzgar qué tan firme fue la actuación de la iglesia peruana en el Caso Sodalicio. Más todavía. Hasta ese momento, mediados de agosto del 2018, a casi tres años del destape, los obispos no se habían reunido con las víctimas de la organización sectaria creada por Figari.

Por último, dos días antes, el 15 de agosto, se dio a conocer públicamente la denuncia presentada por el arzobispo sodálite José Antonio Eguren contra mí por «difamación agravada», exigiendo una reparación de doscientos mil soles, el equivalente a más de sesenta mil dólares, y una pena de tres años de prisión, acusando una «campaña de desprestigio en su contra». Sobre eso, Cabrejos no dijo nada.

El 18 de septiembre, desde Berlín, Alemania, el cardenal Pedro Barreto volvió a referirse a la situación del fundador del Sodalitium, a quien calificó nuevamente de «perverso». El príncipe de la iglesia indicó que el proceso eclesiástico en su contra ha estado marcado por la «lentitud». Esto se lo dijo a la agencia alemana DW.

El día anterior, 17 de septiembre por la mañana, tuvo una audiencia privada con el papa Francisco nada menos que el arzobispo sodálite José Antonio Eguren, miembro del denominado «núcleo fundacional» del Sodalitium. ¿El motivo de la reunión? No trascendió a los medios. No obstante, en ese momento Juan Carlos Cruz no solo tenía una relación personal y directa con el pontífice argentino, sino con otras autoridades vaticanas del entorno de Jorge Mario Bergoglio. Ergo, pudimos enterarnos de algunas cosas.

Eguren, según estas fuentes vaticanas, habría pretendido solicitarle al papa una suerte de certificado o documento que evidenciara que él no tenía ninguna acusación o señalamiento o proceso eclesiástico o denuncia o algo por el estilo en el Vaticano. El papa Francisco, de muy buenas maneras, le dio a entender que no era costumbre expedir «hojas de buena conducta» a nadie, y que si tenía la conciencia tranquila no tenía que preocuparse de nada. O algo así.

De acuerdo con otra fuente eclesiástica, contactada en Lima, se había esparcido el rumor entre los purpurados peruanos de que aquella autoridad jerárquica a la que se refirió Juan Carlos Cruz en Lima era Eguren.

—¡Pero no es él! Créame que no se refirió a él -le dije a mi fuente con solideo, defendiendo a mi querellante, atropellándome con mis palabras.

—Yo lo sé. ¿Quién cree usted que ha sido el autor del chisme?

—No lo sé, pero me parecería torpe por parte de Eguren irse hasta Roma para decirle al papa: «Por si acaso, no soy yo». Es más. Eso hasta lo haría sospechoso ante el propio Francisco, ¿no le parece?

—Pienso igual que usted. Pero quien deslizó el rumor, le cuento, fue monseñor «Camilo».

—¡¿En serio?! Esto ya parece salido de una película sobre el medioevo, en la que los cardenales guardaban cicuta en sus anillos. Estaba casi seguro de que eran amigos.

—En esta historia se están jugando muchas cosas, y la amistad es lo último que importa.

—Guau. Qué fuerte. Este «Camilo» es realmente una serpiente. ¿Y es verdad que uno de los motivos principales del viaje de Eguren a Roma ha sido para pedir algo así como una especie de «certificado de buena conducta»?

—Es cierto. Pero yo no le he dicho nada a usted, por si acaso…

—No se preocupe. Lo tengo claro… ¿Y le dieron algo?

—No.

Al día siguiente recibí una llamada rarísima a mi celular. Me contactó «Ludovico», un periodista medio ahuevado, de escaso humor, con quien había trabajado en mis pininos televisivos. Luego dirigió un diario de corte conservador. Y era tío carnal de un talentoso editor y escritor que trabajaba en Planeta. Ah, y algo no menos importante, era muy cercano a «Camilo».

Me pilló en la oficina, a la hora de mi primer café. Muy afectuosamente, me felicitó -tres años después- por la investigación periodística sobre el Caso Sodalicio, por los premios que habíamos ganado con Pao, por la obra de teatro, y así, sin aterrizar sobre nada. Me dio la impresión de que su voz había envejecido. Después se puso a formular preguntas inocuas, o quizás no lo eran tanto. ¿Cómo estás? ¿En qué andas ahora? ¿Qué otros proyectos tienes entre manos? ¿Qué nuevas revelaciones piensas sacar a la luz? Y cosas por el estilo.

Pasado un buen rato, en el que, pacientemente, me la pasé siguiéndole la cuerda, lo corté afablemente, para precisarlo un poquito:

—Bueno, «Ludovico», y ahora que ya te puse al día sobre mí, cuéntame: ¿Cuál es el verdadero motivo de tu llamada?

—Jajaja. Siempre directo, ¿no? No has cambiado mucho desde aquella vez que hicimos televisión. Jajaja. Sí, bueno, mira, esteee, lo que pasa es que tenía mucha curiosidad sobre los comentarios que hizo el comunicador chileno en la entrevista que le hiciste…

—Pregúntame lo que quieras, «Ludovico». Con confianza.

—Gracias, Pedro. Sí, mira, en algún momento dijo algo así como que sabía o que tenía información de una denuncia sobre una autoridad eclesiástica peruana…

—Sí, recuerdo que dijo eso. Fuerte, ¿no?

—¿Sabes de quién se trata?

—No dijo su nombre. Se lo comentó a un periodista de Correo, no a mí.

—¿Pero te lo dijo a ti en privado? ¿O se lo preguntaste luego?

—Lo que sé es que el papa está al tanto.

—¿Y la denuncia sobre qué es?

—Dijo que sobre algo «bastante grave».

—¿Sabes si era sobre algo de índole sexual?

—Me dio la impresión de que a eso se refería, ¿no?

—Bueno, Pedro, no te quiero robar más tu valioso tiempo. Ha sido un gusto hablar contigo después de tiempo, saber de ti, y nada, hace rato que quería felicitarte por tus logros periodísticos.

—Gracias, querido «Ludovico», eres muy amable. Te mando un abrazo.

—Otro para ti. Nos vemos, chau.

***

(…)

Con quien hablé luego fue con Juan Carlos Cruz:

—Tengo noticias sobre “Camilo”. Cuando puedas, coméntale a “David” lo siguiente: cuando “Camilo” cumpla años, tendrá que renunciar formalmente a su condición porque así lo establecen las normas eclesiásticas. Luego de ello, el papa lo dejará como obispo por un rato, pero no por mucho rato. Para (la fiesta de) Reyes (entre el 5 y 6 de enero), comenzará su cuenta regresiva. Díselo por favor de mi parte. De enero no pasa. Díselo así, por favor.

—¡Mierda!

—Sí, lo mismo dije cuando me dieron el encargo. Abrazo grande, amigo.

—Hoy me tomo un whisky por el “hombre de blanco”.

—No busques pretextos para emborracharte. Pero sí. Tómate más de uno. Es como para celebrar.

(…)

Pedro Salinas

Por Pedro Salinas (*)

El padre Jorge, o papa Francisco, tiene, desde hace rato, información suficiente para suprimir al Sodalitium Christianae Vitae (SCV), o Sodalicio, sociedad de vida apostólica de derecho pontificio fundada en Lima, Perú, en 1971, por el depredador sexual Luis Fernando Figari Rodrigo.

La data levantada por la denominada “Misión Especial”, conformada por los monseñores Charles Scicluna y Jordi Bertomeu (quienes han actuado en tándem por segunda vez, luego de su efectiva gestión en Chile, en 2018), ha sido contundente y demoledora. Tan es así, que, un año y pocos meses después, luego de terminadas las rigurosas pesquisas, se han producido hasta quince expulsiones de alto impacto.

En el camino, el mensaje papal siempre fue muy claro: “inicien un camino de reparación y justicia”. Repetido como mantra. O letanía, si prefieren. Como ofreciéndoles, en un guiño magnánimo, una última oportunidad, que el Sodalicio, sistemáticamente, sencillamente despreció.

El Sodalitium evidenció desde un inicio un problema de comprensión lectora debido a su miopía sectaria. Y en los hechos, se zurró en la exhortación del pontífice argentino.

La campaña sodálite contra todos aquellos que exigían el correlato lógico de la supresión, disolución, eliminación, o como quieran llamarle, o la abolición de dicha institución de culto y características mafiosas, así como de sus ramificaciones (Movimiento de Vida Cristiana, Fraternidad Mariana de la Reconciliación y Siervas del Plan de Dios), fue, como era de esperarse, feroz y atrabiliaria, apelando a sus métodos matonescos mediático-judiciales de toda la vida.

Llevando a extremos los procesos contra los periodistas que escribimos el libro-denuncia Mitad monjes, mitad soldados (Planeta, 2015), contra el prefecto de la curia vaticana que eyectó a José Antonio Eguren de Piura, contra el próximo cardenal Carlos Castillo Mattasoglio, contra el cardenal Pedro Barreto, e incluso contra el nuncio en Lima, Paolo Rocco. Entre otros. Porque no fueron los únicos a quienes se les envió la maquinaria del descrédito, que exhibe el Sodalicio -usualmente desde las sombras- contra quienes considera sus “enemigos”.

No solo eso. La mayoría de “expulsados” sigue viviendo en comunidades sodálites y son tratados todavía como iguales, como hermanos, como amigos. Como sodálites, es decir. Haciendo caso omiso de la decisión vaticana, declarándose en rebeldía. Llegando a vociferar que esperarán la muerte del papa y apelarán al siguiente para ser repuestos.

Más todavía. El Sodalitium, luego de cada “paquete” de expectorados, publicaba un escueto comunicado apostillando que acataría la voluntad del papa, salvo en el caso de la exclusión y destierro del sodálite más importante luego de Luis Fernando Figari: el cura Jaime Baertl. En ese caso, se hicieron los tontos de capirote. Miraron al techo. Se pusieron a silbar. Se volvieron a insubordinar.

Y el jefe de los católicos, en lugar de actuar y dejar de postergar una decisión supuestamente ya adoptada, no solo mostró debilidad, sino que recibió a un par de agentes soterrados del Sodalitium, felicitados y aclamados en redes por conspicuos sodálites y célebres sodalovers.

Y, no faltaba más, fueron ovacionados como intrépidos héroes en los medios de la ultraderecha, afines a esta organización de fachada católica, en la que todavía cacarean la hipotética existencia de un “carisma”, a pesar de los crímenes perpetrados: abusos sexuales, físicos y psicológicos; hackeo de las comunicaciones; encubrimiento de diversos crímenes; campañas arteras en la que contrataban operadores para infiltrar el sistema de administración de justicia peruano para favorecer sus intereses. Y así, en ese plan.

Esto último, “la amigable reunión con los denostadores de la Misión Scicluna-Bertomeu”, ha suscitado una clamorosa reacción de indignación, de furia, de frustración, de desesperanza, de tristeza, de desilusión, por parte de víctimas y sobrevivientes.

Este cúmulo de incontenibles e incómodas sensaciones reventaron mi teléfono de mensajes y llamadas el último fin de semana. Al punto que, me ha llevado a tomar la decisión de renunciar indefectiblemente al seguimiento del Caso Sodalicio, una turbulenta historia que ha marcado buena parte de mi vida, a un costo bastante alto (en todos los ámbitos).

¿Por qué? Porque perdí la esperanza. Sin esperanza, cualquier esfuerzo se siente vano, infructuoso, vacío, inútil, ilusorio. Y mi esperanza, si me apuran, estribaba en que este papa iba a actuar bien. Y por lo visto el fin de semana, mi esperanza y mi confianza en el padre Jorge, se consumió más rápido que un incienso quemado.

La traición del papa es difícil de perdonar. Con las víctimas no se juega. Y menos, se les desdeña. Porque lo que ha hecho el jefe de los católicos, con su gestito para las galerías, ha sido someter a los sobrevivientes del Sodalicio a un juego perverso, a una movida tóxica que no se merecen a estas alturas, luego de tantísimos años de espera. El papa Francisco, por lo demás, estaba informadísimo del interés del Sodalitium de reunirse con él.

Sabemos que miembros del Consejo Superior, el par de agentes de marras, y similares, han estado detrás de audiencias privadas para tratar de detener lo que parecía una decisión irrefrenable: la disolución del Sodalicio y sus ramificaciones.

Y sabemos también que, enterado el papa de la presión ejercida, este habría tomado la determinación de no recibir a nadie vinculado a esta sociedad sectaria y mafiosa, hasta terminado el proceso.

Y esto no me lo estoy inventando. Ni estoy especulando. Lo sé de muy buena fuente (que no son ni Bertomeu ni el futuro cardenal, como, estoy seguro, teorizarán los sodatroles alacranescos, que ya comenzaron a esparcir su veneno).

¿Qué hizo actuar al papa así? No lo sé.

¡El papa no podía admitir ni acoger ni abrazar a los victimarios antes que a las víctimas!

¡¿En qué estaba pensando, por dios?!

La verdad es que -ya lo dije- no lo sé, ni tampoco me importa, la verdad. O ya no, en todo caso. Porque la señal enviada como un rayo fulminante ha sido devastadora para víctimas y sobrevivientes, que, durante décadas, han tenido que soportar el largo y doloroso camino hacia ninguna parte, jalonado de mezquindad y de infamia.

Y ha sido también un golpe bajo para quienes, sin que nos lo pidan, y como piñones fijos, hemos tenido que hacer el trabajo de la puñetera e indolente iglesia católica. Es decir, sacar adelante la verdad para que esta vea la luz. Ha sido un golpe bajo, reitero, y encima una amarga y monumental desilusión.

Creí en este papa más que muchísimos católicos, pese a mi condición de agnóstico. Creí en la buena fe del padre Jorge. Creí que, ante las evidentes presiones sodálites que aparecerían de una u otra forma, iba a hacer prevalecer su buen juicio y su talante insobornable. Creí que sería consecuente con su iterativa y persistente prédica de la “tolerancia cero”.

Y fíjense. Terminé derrapando y empotrándome contra la pared, como un idiota redomado. Defraudado, una vez más, por una iglesia católica que alberga a abusadores de todo tipo, y que, más allá de algunos fuegos de artificio, en este asunto terminará encubriendo y jugando remolonamente a que el tiempo apague y borre tanto sufrimiento silencioso e infinito, ocasionado por una “sociedad de vida apostólica” que siempre se ha salido con la suya, como es el caso del Sodalitium y sus aliados, para quienes todo vale y les da igual la vida de las víctimas. O les importa un carajo, si prefieren.

Qué pena y qué estafa.

(*) periodista, escritor y exsodálite

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Iglesia católica, Papa Francisco, Papa Jorge, Sodalicio, traición del papa

Por : Andrés Echevarría

El mismo día en que la Iglesia católica celebra al Santo que sufrió en carne propia el comunismo y luego, como Papa lo venció, fallece el teólogo que intentó hacer una síntesis entre el Evangelio y el Marxismo.

Esta coincidencia entre San Juan Pablo II y Gustavo Gutierrez tiene, para mí, un mensaje de lo alto. Las cosas pasan por algo. Lógico que es una interpretación muy personal. Pero no podemos negar que el teólogo peruano y el Santo polaco son como antípodas en el pensamiento. Ahora sus vidas ( y sus muertes) están unidas en una fecha:  22 de octubre. 

Pienso que esta curiosidad trae un mensaje de unificación al interior de la Iglesia y en el mundo. Hoy necesitamos reconciliar posturas, reconocer la diversidad, respetar a quien piensa distinto, defender la libertad de conciencia (y la objeción de ésta), no atrincherarse en ideas ni en formas, etc. Conservadores, progresistas, de derecha o de izquierda…todos tienen cabida. La Iglesia es una familia y bajo la autoridad del Vicario de Cristo nos reconocemos hermanos en la misma fe.

¿Qué Juan Pablo defendió la doctrina y Gutierrez la cercenó? Creo que los juicios tan simples resultan injustos con la historia.

Recuerdo que escuché al Padre Gutierrez en una charla en la PUCP en el segundo semestre de 1984. El aula estaba repleta. Había gran expectativa. Después de su disertación, hubo intervenciones de alumnos. Recuerdo dos de ellas. En la primera, uno citó una frase de uno de sus libros, donde el teólogo propone que se le debe liberar al rico de su riqueza usando la violencia. El P. Gustavo respondió que no era esa una interpretación correcta y que no se le debe interpretar de manera literal. Después, otro, salivando por la emoción de tener a un ídolo enfrente, lo alabó diciéndole que él había conseguido la cuadratura del círculo…que había conseguido hacer compatible el marxismo con Jesús. El teólogo rechazó esa alabanza y dijo que no era así. Según él, los evangelios tienen la flexibilidad para estar siempre en actualidad. 

La teología de la liberación llevó a unos sacerdotes y agentes pastorales a entrar en la lucha armada contra las injusticias sociales. Su buena intención, junto con su escaso raciocinio, estuvo marcado por un emotivismo. No se dieron cuenta que la liberación de las injusticias pasaba por la liberación del corazón. Quisieron acortar camino y recurrir a la violencia. Por otro lado, nos ayudaron a preguntarnos por los necesitados. A poner la mirada en cómo llevar a Cristo al mundo de la pobreza extrema. Qué responder ante el cuestionamiento sobre las estructuras injustas. Cierto es que la Doctrina Social de la Iglesia tiene una respuesta. Sin embargo, no agotaba el tema. 

Entre los teólogos de la liberación, unos se apartaron de la Iglesia. Negaron la autoridad del Papa. Otros, como el teólogo peruano, aceptaron seguir fieles. 

El 22 de octubre será el día de la conciliación. Un Papa y un sacerdote se dan la mano. Ambos defendieron sus verdades con ardor y sabiduría. La doctrina es clara. Viene de lo alto. Pero las interpretaciones son humanas y más allá de lo que afirman, nuestros corazones deben tener la hidalguía de tender puentes. La Iglesia debería ser un buen ejemplo donde se pueda vivir en armonía y cordialidad, teniendo, cada uno, sus puntos de vista.

Creo que el mejor homenaje a ambos teólogos es que el mundo vea en nosotros, los católicos, que es posible vivir la unidad en la diversidad, la caridad en la pluralidad y la esperanza de un mundo más justo y solidario. Nuestro compromiso es con Dios y con nuestro prójimo. Trabajando para erradicar la pobreza con la mirada puesta en el cielo.

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Padre Gutierrez, Teología de la liberación

POR: ALESSANDRA ABUSADA

«A finales de octubre, estaba claro que nadie iba a ayudar a los habitantes de Khirbet Zanuta». Así comienza un importante artículo del New York Times, “Los impunes: cómo los extremistas se apoderaron de Israel”. 

Khirbet Zanuta es una aldea palestina de Cisjordania cerca de Hebrón cuyos 150 habitantes, acosados y amenazados por colonos extremistas e ignorados por la policía israelí, recientemente huyeron para salvar sus vidas. Mis amigos de Cisjordania llevan mucho tiempo temiendo que una guerra pueda desencadenar otra Nakba. “Ese es el objetivo final de los sionistas: quieren la tierra sin el pueblo”, dirían.

La mayor parte de lo que describen Ronen Bergman y Mark Mazzetti no era nuevo para mí. Durante los cinco años que viví en Palestina/Israel, fui testigo de la injusticia sistémica, seguí el avance de los lunáticos de extrema derecha de Israel hacia los centros de poder estatal, y observé la impunidad de los colonos violentos, como los que vaciaron y destruyeron Khirbet Zanuta.

Como descendiente de palestinos, siempre quise entender el conflicto. Viajé a Jerusalén en 2010 pensando ingenuamente que un par de meses in situ me ayudaría a resolver mis dudas. A mi llegada al aeropuerto Ben Gurión me detuvieron e interrogaron: ¿cuál es el objetivo de su visita? ¿Cómo se llama su padre, su abuelo, su tatarabuelo? Mi apellido árabe me hizo sospechosa. 

A pesar del recibimiento, me enamoré de Palestina/Israel y no me quise ir. Para poder quedarme, me matriculé en la Universidad Hebrea de Jerusalén, aprendí árabe y hebreo y obtuve una maestría en Investigación de Conflictos. Sacar la visa de estudiante me llevó mucho más tiempo que a otros estudiantes internacionales. Si yo, una palestina cuya familia emigró a Perú hace 100 años, enfrentó un trato desigual, ¿cómo será para los palestinos que viven ahí? Tuve cinco años para descubrirlo.

Cuando escucho a Jaime Bayly, renombrado escritor peruano, describir a Israel como la “única democracia en el Medio Oriente, una democracia admirable, que da la bienvenida a los palestinos pacíficos”, sólo puedo pensar que ignora la realidad sobre el terreno. Si una mayoría electa discrimina a una minoría étnica, ¿es esa una democracia digna de elogio?1

Como dijo sin rodeos Moshe Cohen-Eliya, un abogado israelí y profesor de derecho constitucional , en un seminario sobre la democracia en Israel: “si en caso llegamos a una situación en la que el 80% de los miembros de la Knesset (parlamento israelí) quieren oprimir a los árabes, mejor toma tu maleta y huye lejos de aquí, creo que esto ya es un estado patológico de la democracia y ningún tribunal puede ayudar”2

De hecho, una democracia que no se base en principios liberales puede convertirse en la “tiranía de la mayoría”. Por tanto, dirijo este artículo a los liberales, y no necesariamente a los defensores de la democracia entendida estrechamente. 

Las políticas y el comportamiento de Israel hacia los palestinos son indefendibles desde un punto de vista liberal. Mi propósito aquí no es crear animosidad hacia los israelíes3 ni defender los actos de Hamás. Quiero arrojar luz sobre las políticas opresivas que se implementaron mucho antes del 7 de octubre y que nos llevaron a esta tragedia.

Hacia una definición simple de los ideales liberales

La definición más básica de un liberal es aquel que defiende la libertad, la igualdad de oportunidades y los derechos individuales. Los políticos debaten qué queremos decir con esos ideales. Los estudiosos distinguen entre libertad positiva y negativa; no están de acuerdo sobre qué constituye un derecho inalienable y cuál es la fuente de su legitimidad; contrastan igualdad con equidad, etc.

Sostengo aquí que, independientemente de cómo entendamos estos términos, Israel no califica como Estado liberal. Las políticas del Estado judío hacia los no judíos que controla, directa o indirectamente, no sólo son antiliberales sino profundamente racistas y discriminatorias. Ya sean ciudadanos árabes de Israel, residentes de Jerusalén, palestinos de Cisjordania, habitantes de Gaza o refugiados esparcidos por todo el Medio Oriente, todos los palestinos pagan el precio.

¿Qué tipo de injusticias soportan los palestinos? Cada “categoría” de palestinos enfrenta dificultades particulares. Veamos algunos ejemplos.

Sin libertad de movimiento

Los palestinos que viven en la ocupada Cisjordania enfrentan cientos de obstáculos para moverse. Según un informe de la OCAH , a principios de 2023 había 645 de ellos, incluidos puestos de control con personal constante de las fuerzas israelíes (77), puntos de control con personal ocasional (+129) y otros bloqueos como barricadas, montículos de tierra y barreras de carretera (+400).

La gran mayoría de las obstrucciones se encuentran en lo más profundo de Cisjordania; sólo 39 son “puntos de entrada a Israel”. Más de la mitad (339 de 645) tienen un impacto severo en la vida de los palestinos, restringiendo el movimiento y el acceso a las principales carreteras, centros urbanos, servicios y áreas agrícolas.

Alessandra Abusada.

 Estas barreras internas van y vienen según consideraciones de “seguridad”. Tomemos, por ejemplo, la Carpa de las Naciones, una granja en la cima de una colina que pertenece a la familia Nasser desde la época Otomana y cuenta con títulos de propiedad de 1924/25. Daoud Nasser, palestino cristiano, lucha por mantener la granja en manos de la familia, y proclama un mensaje de paz y convivencia. Eso no ha impedido que Israel bloquee su camino de acceso y emprenda una batalla legal de décadas para reclamar la tierra. Aparentemente, un activista por la paz palestino que se reúne con extranjeros es una “amenaza” para la seguridad de Israel.

 

Otro obstáculo a la libre circulación es el sistema de permisos que determina quién de Cisjordania puede entrar en la Jerusalén Oriental ocupada y/o en el propio Israel. Algunos musulmanes obtienen un permiso durante el Ramadán, otros cristianos durante Semana Santa y Navidad. Una vez conocí a una joven cristiana con identificación de Cisjordania que nació en Jerusalén, pero a la que no se le permitía visitar a su abuela de 90 años en la Ciudad Vieja de Jerusalén porque Israel no le concede permiso, excepto en los días santos cristianos.

El Muro de Separación plantea aún más obstáculos a la libre circulación. El Muro se extiende 708 kilómetros, el doble de la longitud de la Línea Verde (la frontera de facto con Israel de 1949 a 1967). Dado que la mayor parte (aproximadamente el 85%) se ubica dentro de Cisjordania, el muro ha aislado el 9% de Cisjordania de los agricultores palestinos quienes deben acceder a sus plantaciones a través de puertas: 69 de ellas. La mayor parte del tiempo, las autoridades israelíes mantienen estas puertas cerradas

La vida de los palestinos que vivían en la Franja de Gaza antes del 7 de octubre del año pasado era sombría. Desde 2007, el año en que Hamas tomó el control de la Franja de Gaza de manos de la Autoridad Palestina liderada por Fatah, Israel ha impuesto una prohibición general de entrada y salida de Gaza. También restringe severamente los viajes entre Gaza y Cisjordania, limitando el número de personas autorizadas a viajar fuera de Gaza solo a aquellas que necesitan recibir tratamiento médico.

Israel controla el espacio aéreo y las aguas territoriales de Gaza. Sin aeropuerto. Sin puerto marítimo. La mayoría de los habitantes de Gaza quienes deben viajar al extranjero deben salir a través de Egipto. Excepto que la frontera de Gaza con Egipto ha estado prácticamente cerrada desde que Abd Fattah Al-Sisi ascendió al poder hace diez años. Cuando Mohammad, un estudiante de Gaza, ganó una beca para estudiar ingeniería en la Universidad de Columbia en Estados Unidos, no le permitieron cruzar a Egipto y perdió la oportunidad.

Los habitantes de Jerusalén y los ciudadanos palestinos de Israel tienen mayor libertad para moverse dentro de Israel y el territorio palestino ocupado (TPO), y pueden utilizar el aeropuerto Ben Gurión de Israel. Sin embargo, a ellos también los detienen arbitrariamente para realizar inspecciones. En Jerusalén, he visto a jóvenes de aspecto árabe acosados por la policía sin hacer nada sospechoso o ilegal. La discriminación racial es tan frecuente que artículos ofrecen consejos a los palestinos para cruzar los puestos de control israelíes.

Ni siquiera el más básico de los derechos humanos.

Los liberales hablan de derechos inalienables, derechos fundamentales para la humanidad y más allá del debate político. El Estado de Israel niega estos derechos a los palestinos.

Consideremos el derecho a no ser detenido arbitrariamente, herido o asesinado. En Israel, el Estado puede arrestar y retener sin juicio a una persona que no ha cometido un delito, con el argumento de que puede violar la ley en el futuro. Lo llaman detención administrativa. La persona es detenida sin procedimiento judicial, basándose en pruebas que no se le permite ver. La persona puede ser retenida hasta por seis meses. Si, antes de que expire la orden, existen «motivos razonables», la detención puede prorrogarse otros seis meses. No hay límite de cuántas veces se puede extender la detención. En septiembre de 2023, el Servicio Penitenciario de Israel tenía 1,310 palestinos en detención administrativa. Este número se ha más que duplicado desde el 7 de octubre.

He perdido la cuenta de cuántos palestinos han sido heridos o asesinados Israel por “error” o como “daño colateral”. Los casos recientes incluyen el asesinato de la famosa periodista de Al Jazeera, Shireen Abu Akleh;  la redada en plena luz del día a la ciudad cisjordana de Nablus; y la ejecución de David Ben Avraham, un palestino de 63 años convertido al judaísmo.

El asesinato de Shireen Abu Akleh el 11 de mayo de 2022 recibió atención mundial. Nacida en Jerusalén en una familia cristiana, Shireen también tenía ciudadanía estadounidense. El día del asesinato, ella estaba cubriendo una incursión israelí en el campo de refugiados de Jenin. Inicialmente, las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) afirmaron que un pistolero palestino la mató, pero finalmente admitieron una «alta posibilidad» de que Abu Akleh fuera «alcanzado accidentalmente» por fuego del ejército.

Dos ONG llevaron a cabo una investigación conjunta sobre el incidente. Forensic Architecture es un grupo de investigación multidisciplinario con sede en Londres que utiliza técnicas y tecnologías arquitectónicas para investigar casos de violencia estatal y abusos de derechos humanos en todo el mundo. Al Haq es una organización palestina de derechos humanos. Su análisis detallado de las pruebas  los llevó a concluir categóricamente que el ejército israelí atacó deliberadamente al periodista con intención de matarla. Israel se ha negado a realizar una investigación criminal. Nadie ha sido acusado.

El 22 de febrero de 2023, a las 10:30 a. m., el ejército israelí asaltó la ciudad vieja de Nablus . El objetivo era arrestar a tres combatientes buscados de Lion’s Den, un grupo armado con base en Nablus. El ejército sabía que a las 10:30 de la mañana de un miércoles la Ciudad Vieja estaría abarrotada. Sabían que los civiles estarían en peligro, pero procedieron de todos modos, hiriendo a más de 100 palestinos y matando a 11, entre ellos 5 civiles inocentes como un chico de 16 años y un hombre de 72 años.

Alessandra Abusada.

 El caso de David Ben Avraham fue grabado en vídeo pero no recibió suficiente atención en los medios occidentales. El “grave incidente”, como lo llamaron las FDI, ocurrió el 19 de marzo de 2024. En el video se ve a Sameh Muhammad Abd al-Rai Zaytoun, un palestino de Hebrón, que se hacía llamar David Ben Avraham desde que se convirtió al judaísmo hace varios años, con un arma apuntándole después de bajarse de un taxi palestino en una estación de autobuses cerca de un asentamiento de colonos judíos en Cisjordania, al sur de Jerusalén. Al parecer, Zaytoun levantó sospechas entre los reservistas que no creían que fuera judío. A pesar de cumplir las órdenes de los reservistas, fue asesinado. Tenía las manos en el aire cuando le dispararon.

Durante años, después de convertirse al judaísmo, Ben Avraham había estado buscando la ciudadanía israelí, pero las autoridades lo rechazaron repetidamente debido a su herencia palestina. Ajeno a la ironía, el ministro del Interior aprobó póstumamente su estatus de residencia en Israel.

Derecho a la propiedad denegado

Entre los derechos individuales que los liberales y libertarios4 valoran más, está el derecho a la propiedad. Una revisión del despojo palestino debería enfurecer a libertarios como el presidente argentino Javier Millei.

Después de la guerra de 1948, sólo quedaron 150,000 de los 900,000 palestinos que vivían en lo que más tarde se convirtió en Israel. El otro 85% huyó o fue expulsado en lo que muchos estudiosos ahora coinciden fue una campaña de limpieza étnica.5

Según la Ley de Propiedad de Ausentes que Israel aprobó en 1950, los palestinos expulsados después del 29 de noviembre de 1947 eran “ausentes” y por lo tanto se les negaba cualquier derecho6. El estado confiscó sus tierras, casas, apartamentos y cuentas bancarias. Los refugiados palestinos que intentaron regresar7 fueron etiquetados como “infiltrados” y, si eran capturados, asesinados a tiros.

Los “afortunados” que permanecieron en sus hogares fueron sometidos a un toque de queda militar8. Los desplazados internos fueron declarados “ausentes presentes”; el Estado se apoderó de sus posesiones, les prohibió regresar a sus aldeas dentro de Israel y se apresuró a arrasar sus casas y confiscar sus tierras. Estos botines fueron asignados a kibutzim cercanos, utilizados para crear nuevas comunidades judías o plantados con pinos en una campaña de green washing. Las casas de estilo otomano propiedad de palestinos que vivían en ciudades mixtas (árabes y judías) fueron entregadas a refugiados judíos que llegaban de Europa o países árabes. Cuando visito los hermosos barrios residenciales de Qatamon o Baq’a en Jerusalén Occidental con familiares de Cisjordania, me señalan las casas y recuerdan el nombre palestino del legítimo propietario.

Durante las décadas de 1960 y 1970, los palestinos en Israel fueron objeto de confiscaciones masivas de tierras que provocaron la manifestación del 30 de marzo de 1976, en la que seis palestinos desarmados murieron y cien resultaron heridos. Desde entonces, cada 30 de marzo, los palestinos de todo el mundo celebran el “Día de la Tierra” para señalar su conexión continua con su tierra.

En 1966, Israel concedió la ciudadanía a los palestinos dentro de Israel. Ahora podían votar en las elecciones generales y participar en política. Israel señala a algunos de estos ciudadanos árabes que han ocupado puestos importantes en la sociedad, para defenderse de las acusaciones de apartheid. Pero Israel priva de derechos a su población árabe en todos los aspectos de la vida: distribución de tierras, seguridad, presupuestos de educación y salud, infraestructura y más.

Desde su creación, Israel ha empleado consistentemente una política discriminatoria de distribución de tierras. Si bien se han establecido más de 1,000 comunidades judías, no se ha aprobado ni un solo asentamiento árabe. Los asentamientos judíos en el desierto del Néguev al sur de Israel son reconocidos retroactivamente, mientras que las aldeas beduinas anteriores a la independencia de Israel no están reconocidas y se ven privadas de agua, electricidad e infraestructura.

Aunque los ciudadanos palestinos de Israel representan el 21% de la población, ocupan menos del 3% del territorio. Al no poder expandirse debido a limitaciones de tierra y no poder comprar tierras propiedad del Estado judío9, los municipios árabes están superpoblados mientras que las comunidades judías vecinas se extienden cómodamente sobre grandes extensiones de tierra.

La ocupación y asentamiento de los TPO: ciudadanía despojada, más apropiación de tierras y falta de seguridad

En la guerra de 1967, Israel ocupó el 22% restante de la Palestina histórica, expulsando a Egipto de Gaza y a Jordania de Cisjordania. Israel anexó rápida y unilateralmente Jerusalén Este10 y declaró que ambas mitades, Este y Oeste, eran “la capital eterna e indivisa de Israel”. Los habitantes árabes de Jerusalén eran ahora “residentes permanentes”, no ciudadanos. A cualquier palestino residente en el territorio recién ocupado que se encontrara en el extranjero en ese momento de la guerra se le prohibió regresar.

Para judaizar aún más Jerusalén, Israel aprobó una ley en 1995 para revocar el estatus de residente permanente a los palestinos que pasaran siete años o más fuera de Israel. Conocí a un joven de la Ciudad Vieja en 2011 que había estudiado Ingeniería Mecánica en la Universidad Northwestern y le ofrecieron un trabajo en Estados Unidos. En lugar de aprovechar la oportunidad y perder su residencia en Jerusalén, regresó a casa. Cuando lo conocí, vendía souvenirs en la tienda familiar.

La apropiación de tierras continúa sin cesar. Ya en septiembre de 1967, dos meses después de su victoria, el gobierno israelí dio luz verde a los judíos israelíes para establecerse en los territorios recién conquistados, principalmente en el Valle del Jordán y alrededor de Jerusalén. En 1977, Israel amplió las áreas para los colonos judíos en Cisjordania.

Alessandra Abusada.

Vista general del asentamiento de colonos judíos de Efrat construido en Cisjordania. Crédito foto AP.

Con cada nuevo asentamiento de colonos viene la confiscación de tierras, el cierre de áreas a los palestinos, la pérdida de acceso a fuentes de agua y tierras de pastoreo, y más. A mediados de 2023, unos 700,000 colonos viven en 279 asentamientos. en Cisjordania (500,000) y Jerusalén Este (200,000), un número que seguramente aumentará en represalia por el ataque de Hamás en octubre pasado.

El contraste es marcado entre el trato que Israel da a los colonos judíos (ciudadanía plena y subsidios ) y a los palestinos. La violencia de los colonos contra los palestinos, relatada por fin en el New York Times, ha quedado impune durante años y ha aumentado dramáticamente en los últimos meses11. Según Yesh Din, un grupo israelí de derechos humanos, de 1,600 casos de violencia de colonos en Cisjordania entre 2005 y 2023, apenas el 3 por ciento terminaron en una condena.

Continuo desplazamiento forzado a través de permisos de construcción y derechos diferenciales para reclamar propiedades.

Después de que Israel anexara Jerusalén Oriental en 1967, aprobó la Ley de Asuntos Jurídicos y Administrativos de 1970, que permite a las familias judías reclamar propiedades que supuestamente poseían12 en Jerusalén Oriental pero que perdieron en 1948, al tiempo que niega el mismo derecho a los palestinos.

Las familias palestinas que ahora enfrentan el desalojo de Sheikh Jarrah son descendientes de refugiados asentados en Jerusalén Este cuando Jordania tomó el control. Tienen propiedades en Israel, pero la Ley de Propiedad Ausente de 1950 y su enmienda de 1973 les impiden reclamarlas.

Los permisos de construcción son otra herramienta utilizada para judaizar Jerusalén Oriental. La municipalidad de Jerusalén no finaliza ni aprueba ningún plan para los barrios palestinos y niega alrededor del 93 por ciento de las solicitudes de permisos de construcción de palestinos con residencia permanente13.

Las estadísticas de permisos son aún peores para los palestinos que viven en la llamada Área C, el 61% de Cisjordania bajo control total de Israel. Según la organización israelí Peace Now , entre 2009 y 2018 Israel concedió sólo el 2% de todas las solicitudes presentadas por los palestinos para permisos de construcción en el Área C (98 de 4,422). Por el contrario, Israel permitió unas 2,000 unidades de vivienda cada año en los asentamientos de colonos.

En consecuencia, los aproximadamente 300,000 palestinos que viven en el Área C deben construir sin permisos, lo que desencadena una orden de demolición. Israel ha demolido miles de estas edificaciones.

¿La igualdad no es buena?

La lista de injusticias y desigualdades continúa. Podríamos considerar, por ejemplo, la Ley de Comités de Admisiones que permite a las comunidades seleccionar y rechazar a los solicitantes considerados “inadecuados para su composición social y cultural”, facilitando a las ciudades de mayoría judía impedir que los ciudadanos palestinos de Israel se muden ahí14. O la Ley de Ciudadanía y Entrada a Israel que impide que los palestinos en Cisjordania y Gaza que se casan con ciudadanos palestinos de Israel obtengan residencia o estatus de ciudadanía15. También podríamos examinar cómo Israel está dificultando que los cónyuges extranjeros de palestinos de Cisjordania renueven sus visas para estar con sus seres queridos16. 

La Universidad Hebrea organizó el año pasado un seminario sobre Democracia Liberal ”. Fue a la vez fascinante y perturbador. Hacia el final, la conversación giró hacia las consecuencias de las reformas judiciales que el gobierno de Netanyahu estaba impulsando y los riesgos de una mayor discriminación de los palestinos si se aprobara. Sospecho que los panelistas se sorprendieron cuando un estudiante preguntó: “¿Qué tiene de terrible la igualdad como base para juzgar?” ella preguntó. “¿Acaso la igualdad no es buena?” La próxima generación me da esperanza.

Anhelo el fin de la guerra en Gaza y el inicio de negociaciones que conduzcan a una paz integral. Los liberales de todo el mundo tienen un papel que desempeñar para lograrlo.

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1  La ley básica del Estado-Nación Estado aprobada en el 2018, proclama a Israel como el Estado-nación del pueblo judío. En Israel no existe la nacionalidad israelí. En los documentos de identidad existe un registro etnico: judío para la mayoría judia y árabe para árabes con ciudadanía israelí. 

2 Seminario de la Universidad Hebrea » Democracia liberal » 1:21:29

3 Aquí hago la distinción entre el Estado de Israel (es decir, sus políticas e instituciones) y el pueblo israelí. No los confundo por respeto a los compañeros de clase, profesores y amigos judíos israelíes que conocí durante mi estancia allí y que genuinamente quieren un acuerdo justo para ambos pueblos.

4 El libertarismo es una forma más extrema de liberalismo. Dos ideas son fundamentales para el libertarismo. En primer lugar, cada individuo tiene derecho a vivir como le parezca correcto, siempre que no intente obligar a otros a vivir de la misma manera. En segundo lugar, cada individuo tiene derecho a adquirir y conservar bienes. Si el gobierno es necesario, es sólo para defender estos derechos fundamentales.

5 Según Noam Chomsky “El informe define los actos de limpieza étnica como la separación de hombres y mujeres, la detención de hombres y la destrucción de casas y su posterior repoblación por otro grupo étnico. Este fue precisamente el repertorio de los soldados judíos en la guerra de 1948″ Gaza en crisis: Reflexiones sobre la guerra estadounidense-israelí contra los palestinos. Ver trabajo de historiadores como Walid Khalidi, Nur Marsalla, Erskine Childers, Illan Pape, Norman Finkelstein o Shlomo Ben Ami. 

6 Al mismo tiempo, la Ley del Retorno (1950) otorgó a los judíos de cualquier parte del mundo el derecho a convertirse automáticamente en ciudadanos israelíes. 

7 Según Benny Morris, el 95% de los “infiltrados” sólo intentaban recoger sus pertenencias, cosechar sus granjas o recoger los frutos de sus árboles.

8 El 29 de octubre de 1956, un grupo de palestinos de la aldea de Kafr Qassim, que desconocían el toque de queda impuesto ese mismo día en vísperas de la guerra del Sinaí, fueron asesinados por la policía fronteriza israelí. En total, 48 personas murieron en la masacre, de las cuales 19 eran hombres, 6 mujeres y 23 niños de entre 8 y 17 años.

9 Ley Básica: Tierras de Israel (1960) estipula que la propiedad de las “tierras de Israel” –controladas por el Estado, el Fondo Nacional Judío (FNJ) y la Autoridad de Desarrollo– sólo puede transferirse entre las tres entidades, sabiendo que el FNJ arrienda las tierras que posee sólo a los judíos. El noventa y tres por ciento de la tierra en Israel es pública y pertenece al estado, al FNJ o a la Autoridad de Desarrollo. Los ciudadanos palestinos no pueden arrendar alrededor del 80 por ciento de la tierra controlada por el Estado, según Adalah.

10 Inmediatamente después de la guerra de 1967, el Gobierno de Israel anexó unilateralmente unos 70.500 dunams (aproximadamente 17.400 acres) de tierras jordanas de Jerusalén y Cisjordania a los límites municipales de Jerusalén Occidental. Además de las zonas de Jerusalén que anteriormente habían estado controladas por Jordania (aproximadamente 6.500 dunams), las tierras anexadas incluían otros 64.000 dunams, la mayoría de los cuales pertenecían a 28 aldeas palestinas de la Ribera Occidental; las tierras anexadas restantes estaban dentro de los límites municipales de Belén y Beit Jala. Con esta anexión, el área total de Jerusalén se triplicó, convirtiendo a Jerusalén en la ciudad más grande de Israel, tanto en territorio como en población.15 Este territorio anexado se conoce hoy como “Jerusalén Oriental”.

11 https://www.hrw.org/news/2024/04/17/west-bank-israel-responsible-rising-settler-violence . Artículo del New York Times, “Los impunes: cómo los extremistas se apoderaron de Israel”

12 La mayoría de los reclamantes no son descendientes de los propietarios, sino judíos no emparentados apoyados por organizaciones de derecha como Elad y Aret Cohanim decididos a judaizar Jerusalén Este.

13 https://www.jerusalemstory.com/en/fact/can-palestinians-who-hold-israeli-permanent-resident-ids-build-private-structures-homes-rooms?search=1

14 https://www.aljazeera.com/news/2023/7/27/israeli-protests-cast-light-on-laws-discriminating-against-palestinians

15https://imeu.org/article/the-7-most-racist-israeli-laws

16https://reliefweb.int/report/occupied-palestinian-territory/west-bank-new-entry-rules-further-isolate-palestinians-enarhe

 

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