afectados por el derrame de petróleo

José -el nombre ficticio que usaremos para proteger su identidad- lleva doce días limpiando petróleo en la playa Cavero (Ventanilla), el área más perjudicada por el derrame ocurrido el pasado 15 de enero. Desde que empezó este trabajo, no ha descansado ni un solo día. “Sé que estoy siendo inconsciente conmigo mismo porque arriesgo mi salud, pero también tengo cuentas que pagar”, dice. 

Lo encontramos en “el pozo”, una parte de la playa en forma de herradura de la que emana un olor insoportable. Allí, él y una docena de trabajadores sacan el petróleo del mar con barriles y lo suben a un peñasco a través de un rústico sistema de sogas.

La playa Cavero es una de las áreas más dañadas por el derrame del petróleo de Repsol.

Vestido con un mameluco blanco, botas de jebe, guantes y mascarilla, José mete medio cuerpo dentro del mar para cumplir su misión. A diario, se expone a los peligros de estar en contacto con el hidrocarburo. Y es que, a pesar de contar con los implementos de seguridad, eso no impide que el combustible manche la ropa que lleva debajo del mameluco. Tampoco que inhale el fuerte olor del petróleo, el cual se vuelve más insoportable con el sol.

“El trabajo es totalmente arduo. Es sofocante trabajar con este calor encima, porque, con el sol el petróleo te empieza a quemar la nariz. Pero ¿qué se va a hacer? Es lo que hay”, cuenta José. Cuando llega a su casa, todos los días, tiene que bañarse al menos tres veces para quitar el intenso olor de su cuerpo. 

La multinacional Repsol, responsable de este desastre ecológico, no está contratando directamente a aquellos que se encargan de limpiar los -ahora se sabe- 11.900 barriles de petróleo derramados el pasado 15 de enero. Lo que hace, en cambio, es tercerizar el servicio a través de ocho empresas. Algunas de estas son Ambipar, SEA, Coam, Mecor y Cime Ingenieros.

José, por ejemplo, dice que tiene un acuerdo de palabra con SEA (Servicios Energéticos Ambientales EIRL) para cobrar S/80 por cada jornada de limpieza, pero aún no firma un contrato. Otros de sus compañeros de trabajo -quienes sí han firmado acuerdos laborales- confirman a Sudaca que ese es el pago que realiza esta compañía. Sus turnos empiezan a las 8 am y terminan a las 5 pm. Entre esas horas, tienen momentos de descanso e hidratación. “Es imposible quedarse de corrido con ese olor”, comenta José, que suele trabajar en obras de construcción en Ventanilla.

Como estaba desempleado al momento del desastre, se acercó a ayudar a la playa Cavero como voluntario y encontró que podía obtener ingresos con esta labor. “Desde el primer día me ofrecieron un contrato por un mes y también un seguro de vida, pero aún no me han hecho firmar. Ojalá que en los próximos días me lo den”, apunta. Los trabajadores con los que pudo conversar Sudaca, y que sí tienen contratos, no pueden precisar con qué tipo de seguros cuentan. Aseguran que todo lo firmaron rápido.

Según el abogado Jorge Toyama, aunque el servicio de limpieza sea tercerizado, el seguro debe ser otorgado al trabajador el mismo día que empieza con sus labores o, máximo, un día después. Además, agrega que un seguro de vida no es suficiente. “Más que un seguro de vida (que solo sirve si falleces), se necesita uno de riesgo para cualquier atención médica que necesiten. Si mañana te intoxicas o si alguien tiene un accidente y queda con una lesión vitalicia, el seguro lo va a cubrir”, explica.

Nos comunicamos con SEA para conocer los detalles de estos contratos, pero no obtuvimos respuesta. La tercerización, sin embargo, no exime a la multinacional española de garantizar adecuadas condiciones de trabajo, explica el laboralista Toyama. “Repsol es responsable solidaria de que las condiciones se cumplan. Es decir, si es que las empresas no contratan los seguros, la empresa principal -en este caso Repsol- debe responder”, sostiene Toyama.

De acuerdo a Elizabeth Rojas, jefa de la Dirección de Promoción de la Salud del Ministerio de Salud, “cuando las personas están expuestas a un agente comprobadamente tóxico, como lo es el petróleo, pueden sufrir problemas agudos como irritación en la piel, daños inhalatorios y hasta problemas digestivos”. 

La autora de este informe, por ejemplo, regresó de la playa con el cuello y la espalda irritada luego de permanecer en el lugar seis horas. Otro periodista que fue a la zona el mismo día se descompensó mientras tomaba fotos de las aguas manchadas.

Con rústicas sogas y barriles, los trabajadores deben recoger el petróleo que contamina el mar.

José, sin embargo, lleva ya más de una semana laborando sin pausa. Los domingos -asegura- no descansa. A los que trabajan ese día les pagan el doble. Se “premia” a quien trabaje más, pero se castiga al cuerpo y la salud.

Desde que iniciaron las labores de limpieza, tres o cuatro personas tienen que ser atendidas diariamente por exponerse al combustible, según cifras brindadas a Sudaca por el personal de Defensa Civil que se encuentra en la playa Cavero. “Atendemos a personas que se descompensan por estar en contacto con el hidrocarburo. También hay casos de insolación, fatiga, dolor de cabeza”, nos dice Martín Meza Barriga, coordinador del Sistema de Comando de Incidentes. 

Si bien los problemas de salud suelen aparecer de manera inmediata, la directora de la Dirección de Redes Integradas de Salud de Lima Norte, Judith Falero, dice que algunos daños podrán aparecer recién a los seis meses o al año. Lo más preocupante es que estos podrían ser permanentes, dependiendo de la vulnerabilidad de la persona y del tiempo de exposición. “Algunos tipos de cáncer están relacionados con la exposición a este hidrocarburo”, advierte por su parte la doctora Elizabeth Rojas.

Sudaca le envío un pliego de preguntas a Repsol para conocer cómo garantizan que las empresas contratistas respeten las condiciones laborales y la salud de los trabajadores. Hasta el cierre de este reportaje, no obtuvimos respuesta.

La Superintendencia Nacional de Fiscalización Laboral (Sunafil) ya ha exigido “que los trabajadores laboren en condiciones adecuadas”. Hasta el momento, ha ordenado ocho inspecciones a las services. De detectar casos de empresas que no cumplan con las medidas de seguridad y salud necesarias,  estas podrían recibir una multa de hasta S/241.638.

 

PROMESAS ROTAS 

“Tenemos hambre. Tenemos niños. Queremos indemnización”, gritan los miembros de la Asociación de Pescadores Fundadores, Armadores y Estibadores Artesanales de Ventanilla (ASPEFAEA). Desde el domingo 23, estas personas llegan todos los días a la playa Cavero para solicitar trabajo. Luego de varios días sin poder pescar, ya no tienen qué comer.

Ellos cuentan que las empresas contratadas por Repsol para la limpieza prometieron darles trabajo. Incluso, asistieron a charlas de capacitación y hasta dieron sus tallas de calzado para que les proporcionaran botas de jebe. Pero todo fue mentira. “Se están burlando de nosotros”, dice Lucila Janampa Quispe, pescadora y madre soltera que ya no sabe qué hacer para alimentar a sus cinco hijos.

Por el mismo trance está pasando Luz Pacaya Tamani (60), que dice que llegaba a ganar hasta S/500 soles semanales solo por filetear pescado. Con ese ingreso, podía mantenerse y comprar las medicinas de su hijo, quien padece de esquizofrenia crónica. “Ahora ya no puedo comprar sus medicamentos. Me da miedo que empiece a tener alucinaciones y se haga daño”, dice preocupada la también miembro de esta asociación de pescadores.

Desde el 15 de enero, limpiar el derrame es una alternativa para generar ingresos. Durante varios días, Pacaya salía de su casa a las 6 de la mañana y caminaba durante una hora por una trocha silenciosa y desolada rumbo a la playa Cavero. “Iba con una amiga y llevábamos palos y piedras para protegernos en el camino”, cuenta.

Pero luego de días de espera, ya se ha resignado. En vez de perder el tiempo por un trabajo que parece no llegará nunca, ha empezado a reciclar en las calles. “Hoy [el jueves] ya no fui. Preferí juntarme con una vecina y buscar botellas. Ya las vendí y gané S/3.80. Con eso compré hígado, zanahoria y cebolla para poder comer con mi hijo”, dice Luz Pacaya.

El 20 de enero, Repsol se había comprometido a contratar a los pescadores afectados para las labores de remediación y a entregar canastas con víveres. La empresa señaló recientemente que “mantienen conversaciones avanzadas con pescadores de Santa Rosa y del distrito de Ancón”. Según ellos, “más de 2.000 personas llevan a cabo las acciones de limpieza”.

Luego de adentrarse en el mar teñido de negro, los trabajadores terminan cubiertos de petróleo. Incluso, la ropa que llevan debajo de sus mamelucos blancos también se mancha.

Pero hay muchos más trabajadores que se han visto perjudicados y aún no reciben respuesta. Al menos así lo dice Lucila Janampa, pescadora de esta asociación de pescadores. “Repsol no se puso en contacto con nosotros. Ni un caramelo nos han dado. Somos basura para ellos”, asegura. 

Janampa y sus colegas son conscientes de que no es su responsabilidad limpiar el desastre. Pero están ahogados por la falta de ingresos.

 

*** Fotoportada: Darleen Leonardo

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Para empezar, como la enorme mayoría de los peruanos, no tengo conocimientos en petróleo ni en temas de preservación ambiental, más allá de lo que la divulgación periodística ha hecho y de lo que cualquiera pueda haber averiguado de manera general. No digo esto con orgullo, a mi generación eso del medio ambiente no nos vino con la etiqueta de “urgente” y nos ha costado integrarnos en la comprensión de la importancia que esto tiene.

Sin embargo y desde la ignorancia técnica sobre la relevancia de lo que ocurrió la última semana con el derrame de petróleo en Ventanilla, no debemos dejar de lado algunas aristas y algunos temas que sobresalen de esta crisis, que la trascienden y que -otra vez- sirve para comprendernos mejor como país.

1.

Lo primero que hay que decir es que la sensibilidad máxima sobre una tragedia en el país nunca descansa en las autoridades o implicados. Siempre en la gente. La que ve las crisis y desesperada por la inacción trata de hacer algo. Lo vimos en Mesa Redonda, en Pisco, en cuanta necesidad hay, allí se generan cantidad de grupos de interés que genuinamente quieren hacer algo y remediar, desinteresadamente, lo que otros provocaron. Sin política o políticos por medio. 

Pero esto entusiasma tanto como desanima. El voluntariado siempre será aplaudido por lo que representa, el compromiso total, sin esperar recompensas, con el alivio de una situación crítica. Pero desanima por el otro lado, por la pregunta que obligadamente nos hacemos y es ¿por qué sólo podemos esperar algo de la sociedad civil desarticulada? ¿Por qué esos mismos voluntarios no son representantes o participantes en la política real? ¿Por qué es tan relevante que cualquier movimiento cívico para ser relevante tenga que ser apolítico? Esa es una pregunta que ronda y ronda y lo más probable es que la respuesta esté en la política, esa actividad que significa solo malas palabras en el país.

También desanima porque es la constatación de que frente a una ya muy mala oferta general, encima solemos elegir a los peores representantes posibles para cualquier cargo público, desde alcaldes hasta gobernadores, de congresistas a presidentes, lo que genera una distancia enorme entre lo que como ciudadanía podemos “hacer” y lo que nuestros representantes “hacen”. Un divorcio del que estamos advertidos pero que ya consideramos la regla general.

2.

La acción de Repsol como principal responsable nos hace quedar pésimos como país. Sus acciones indolentes, grotescas y falta de toda consideración y respeto con un territorio que les permite generar ganancias es no solo preocupante sino humillante. Ver operaciones de limpieza costera usando recogedores domésticos y baldes afecta la autoestima de cualquier país. Esto es algo que no ha dimensionado bien. Es una mirada alpinchista del problema, el burdo salir del paso, el decir: “pero yo sí hice”, cuando en el fondo no hicieron realmente nada. 

Ver a sus directivos hablando y sus comunicados estos días ha sido igual de ofensivo. Más allá de una revisión de sus políticas de comunicación corporativa, que es problema de ellos, generar la sensación tan general de que mienten descaradamente y que lo van a seguir haciendo sin pudor sigue retumbando nuestro ya magro sentido de país. Anoche, en Punto Final de Latina tuvimos una imagen potente sobre esto: el presidente de Repsol Perú titubeante e inseguro contando una versión que era evidente él mismo no creía e inmediatamente la PCM que consideraba insuficiente la respuesta que daba la empresa. ¡Pero desde la mirada del gobierno que es quien tiene que decir qué se hace, como se hace y quien lo hace!

La entrevistadora los puso al mismo nivel de responsabilidad y la ministra se sintió equidistante. Así no hay forma de generar una real mirada de responsabilidad corporativa. Repsol mintió desde el primer día y nada hace pensar que no seguirá haciéndolo. Eso es dolo y es tratar de guardar el polvo debajo de la alfombra. 

¿Por qué es relevante esto? Porque nos va a poner en evidencia si es que en el fondo vivimos en una democracia corporativista. Repsol -empresa- no puede tener un discurso tan descarado y el gobierno no puede ser tan complaciente con ello. Se comprende que no es el momento de la sanción sino de la acción, pero incluso allí se le debe poner límites a lo que la empresa menciona y lograr generar un permanente fact checking y contraste público de hechos. Y un plan de sanciones no solo por lo ambiental, también por el dolo al mentir.

3.

Le ex ministra del Ambiente, Fabiola Morales, ayer señaló algo que es clave: ¿quién lidera todo esto? Estamos en la peor tragedia ambiental de la historia de la costa peruana y con sinceridad, ¿usted puede señalar quién es la persona, la autoridad, el cargo, que está encargado de coordinar todo lo referente a la crisis? ¿Quiénes son los voceros autorizados? ¿Quiénes encabezan las coordinaciones? Conjunto vacío. Cero. Nadie.

SI tuviéramos un ministro del sector que supiera algo del tema, muy probablemente sería quien tome el liderazgo. Pero sabemos que no es el caso. La PCM es una figura clave pro su conocimiento del tema ambiental pero debe ver ese y muchos otros temas más. ¿Petroperú? Es un chiste.

Si algo pudiese definir a un gobierno de izquierda en este país debería ser la capacidad de enfrentar esta crisis con soberanía e integridad, con firmeza. Con audacia. Representando al “pueblo”. Pero acá parece no existir ni el pueblo ni el gobierno de izquierda.

El presidente del Perú eligió la semana pasada para mostrar su nueva estrategia de comunicación: dos entrevistas nacionales y hoy tendrá la primera internacional por la cadena CNN (con un entrevistador mucho más agudo que los que solemos tener por acá). Interesante que quiera hacerlo, pero ¿tenía que ser la semana pasada? Anoche, mientras escuchábamos al presidente de Repsol en Perú, el presidente del Perú le hacía un tour guiado de Palacio de Gobierno a Nicolás Lúcar. Una de las cosas que la opinión pública no le va a perdonar a su presidente es que cuando las papas queman se distrae con casi todo y no enfrenta lo urgente. El análisis de la entrevista que le dio a Hildebrandt en sus 13 era el tema inicial de este artículo, pero creemos modestamente que no lo es tanto como discutir esta tragedia. El presidente Castillo claramente no lo considera así.

Pero no solo es el gobierno. Para el Congreso el tema no ha existido. La falta de un discurso unificado, sólido, institucional es clamorosa. Ni siquiera los “líderes de opinión” que hablan de todo siempre se manifiestan con claridad sobre este tema. Ni qué decir de los líderes de opinión. Lo único que hacen, de manera descarada, es ver responsabilidad del gobierno. Nada de cuestionamientos, nada de nada. El silencio de personajes como Fujimori o López Aliaga es cuando menos cuestionable. ¿Qué hace que no puedan tomar posición sobre esto?

No hay ningún liderazgo real para enfrentar este tema.

4.

Cualquier conflicto que provoque una empresa va a dejar viudas. Voceros no oficiales que van a tratar de convencernos del rol que la empresa juega, siempre a favor de ésta desde luego. Desde el día 1 de la crisis se ha visto cómo replican argumentos falaces y después tratan de acomodarlos con una retórica bien intrincada y que siempre termina en lo mismo: todas las críticas son de troles de la izquierda.

Sin importarles su imagen pública y sin ningún criterio de realidad estas “viudas” van a tratar de convencernos de que la empresa actúa siempre de buena fe y de que no hay que desconfiar de que remediará el daño con celeridad y honestidad.

En resumen, en esta tragedia ambiental, todos perdemos y nadie gana. Pero el que más pierde, como siempre, es el nadie, el pescador que ahora tiene que conformarse con canastas y vales alimenticios y tendrá que pensar mañana cómo pagar agua y luz,  y cómo pagar matrículas, y cómo pagar el entretenimiento porque vino una empresa que lo despojó de su medio de subsistencia elemental y ahora quiere remediarlo solo con vales de comida y canastas. El que más pierde es ese cormorán que no puede volar porque el petróleo en sus alas no lo deja y tuvo que ver morir a su lado a tantos otros como él. Los que más pierden son esas 10 nutrias muertas, seres únicos que dejan en cero la capacidad de sobrevivir como especie.

Pero todo lo medioambiental es remediable, como dice el presidente de Repsol en Perú. Mientras el presidente del Perú muestra su casa.

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