En el momento de su estreno, pocas criticas fueron positivas, como la de Bridget Byrne, que calificó el film de «brillante, audaz y grotesco». Desde entonces la película ha sido revalorizada por los críticos como la obra maestra que es. El historiador de cine Tim Lucas describe a “Los demonios” como «no sólo una denuncia de conspiraciones del siglo XVII, sino una denuncia de agendas políticas que nos han acompañado a lo largo de la historia humana. Cuando el gobierno es más inmoral, la historia muestra que tiende a aliarse con la Iglesia y a desviar la atención pública de su propia corrupción satanizando chivos expiatorios convenientes — artistas, filósofos, progresistas… en una palabra, liberales».
Por otra parte, el experto en cine Thomas Atkins afirma que, aunque “Los demonios” contiene referencias evidentes a la religión y la influencia de la política, la película se ocupa más «del sexo y las aberraciones sexuales». Su opinión es que la película está interesada más que nada en la represión sexual y sus efectos acumulativos en la psique humana. Al referirse al personaje de Sor Jeanne, Atkins escribe: «Hay un número incalculable de ejemplos de visualizaciones atormentadas que involucran a la Madre Superiora… ¿Qué metáfora visual más impactante para la asfixia psicológica de la Madre Superiora que meter su cuerpo deformado en un pequeño espacio desde donde mira a su amante imaginario? La mera confinación de la masa corporal en un espacio congestionado genera una comprensión de los placeres aniquiladores de su deseo sexual». Atkins compara las secuencias de fantasía erótica de Sor Jeanne con «erotismo de una conciencia trastornada». El cineasta Alex Cox está de acuerdo con este punto, afirmando que “Los demonios” «podría haber sido un relato tedioso de derechos humanos versus intolerancia», pero en cambio se convirtió en «mucho más: una historia intensa, a veces surrealista, a veces horriblemente realista, de obsesión y represión sexual».
Se le atribuye a “Los demonios” haber iniciado el subgénero del nunsploitation en el cine europeo, películas de bajo presupuesto y calidad casposa cuyas historias se desarrollan en conventos de monjas e incluyen elementos de erotismo y crueldad sádica. Y aunque muchas de estas películas caen en el sensacionalismo, lo cierto es que muchas de sus tramas no se alejan tanto de la realidad, de ese lado oscuro de la Iglesia católica que poco a poco está saliendo a la luz.
Lo que es indudable es que, como dice el historiador del cine Joel W. Finler, “Los demonios” es «el logro cinematográfico más brillante de Russell, pero ampliamente considerado como su trabajo más desagradable y ofensivo».