Conciertos cancelados

[Música Maestro]  Q.E.P.D.: Paul Flores (38), vocalista emblemático de la orquesta piurana Armonía 10, no merecía morir de esa manera. La cínica dejadez del Estado nos deja a merced de asesinos a sueldo sin control. Las masas de fans de este popular género lloran y ese cinismo continúa. De nada sirven los posts del Ministerio de Cultura con crespón. Todo sigue igual. Absoluta solidaridad con la familia, los compañeros de grupo y colegas del submundo de la cumbia, amigos y verdaderos fans. 

En la última semana nos enteramos de la cancelación de dos conciertos de rock que prometían. Por un lado, la segunda visita del quinteto de hard-rock The Cult y por el otro, el estreno en Lima de The Damned, legendaria banda pionera del punk, que iban a ser el 6 y 11 de marzo, respectivamente. Las tocadas de estos dos grupos británicos generaron auténtica expectativa en sus correspondientes comunidades de seguidores. Sin embargo, no ocurrieron. ¿La razón? Por lo que se viene comentando en desilusionados círculos de melómanos rockeros en Facebook y otras redes, habría sido -en ambos casos- la insuficiente venta de entradas.

Al enterarme de esto comencé a pensar -no por primera vez, por cierto- que, así lo declare a los cuatro vientos el nombre de un sobre publicitado festival, el Perú de hoy no vive por el rock. Si en este momento anunciaran una fecha, en el Estadio Nacional, de “Speed”, el estúpido YouTuber que paralizó la ciudad hace unos meses y hasta se abrazó, sobaquiento y bullanguero, con nuestro no figuretti burgomaestre -no imagino muy bien para hacer qué, más allá de sus volantines y sus ladridos- se llenaría antes de la media hora. Lo mismo pasaría si Shakira publicitara un concierto la próxima semana, a nueve meses del que será en noviembre, ya vendido y agotado pues es reprogramación del que fue cancelado en febrero por sus problemas estomacales. Nuevos miles de «concert-goers» reventarían sus tarjetas de crédito, sin importar que ambos espectáculos se dieran uno detrás del otro.

Y es que la pobre venta de tickets para The Cult y The Damned no tiene, necesariamente, una relación directa con los costos -en ambos casos no muy altos y en locales más bien pequeños- sino con la profunda incultura musical de nuestros públicos que, cada cierto tiempo, se encargan de demostrarnos cuáles son sus preferencias en lo que a espectáculos musicales se refiere. Hace ya algunos años -siempre recuerdo este caso y lo pongo como ejemplo- visitó Lima una figura legendaria del hard-rock y el heavy metal, un músico alemán que fue, durante años, considerado el sucesor de Jimi Hendrix, nada menos. Me refiero a Uli Jon Roth (70), primera guitarra original de Scorpions, grupo del que se desmarcó en el año 1978 para iniciar una influyente y prolífica discografía personal con la que llenó -y sigue llenando- teatros y estadios en Europa, Estados Unidos, Australia y Japón.

Pues bien, Uli Jon Roth, la leyenda, fue programado para tocar el 25 de septiembre del 2018 en La Noche de Barranco -uno de los lugares más pequeños de Lima dedicados a conciertos- y apenas atrajo a 250 personas, de las cuales 50 deben haber entrado sin pagar (prensa, organizadores, amigos de organizadores). El artista lo dio todo en una velada inolvidable para quienes supimos apreciar no solo su talento sino también su respeto por el público, pues bien podría haberse puesto en “plan-divo” y negarse a tocar para una audiencia tan magra. Pero tampoco olvido la sensación de vergüenza ajena al pensar en cuál habrá sido su reacción más íntima al ver cómo su nombre, respetado en todo el universo rockero, acá pasó totalmente desapercibido hasta para los rockeros. Sin embargo, el astro de las guitarras Sky y las eternas bandanas de colores decidió no cancelar y, ante casi nadie, la rompió.

La historia de los conciertos de rock cancelados en el Perú comenzó en los años setenta, con uno de los hechos más alucinantes -por lo cosmopolita, por lo juvenil- ocurridos durante el gobierno del general Juan Velasco Alvarado (1910-1977). Dos meses después de cumplirse el tercer año de la instauración de ese régimen, arribaron al aeropuerto Jorge Chávez, el 8 de diciembre de 1971, Carlos Santana y su increíble banda de latin-rock, triunfadora absoluta en el Festival de Woodstock, integrada por los percusionistas Michael Carabello y José “Chepito” Arias, el bajista David Brown, el baterista Michael Shrieve, el tecladista y cantante Gregg Rolie y el prodigioso guitarrista Neal Schon, entonces de 17 años -los dos últimos fundarían, un par de años después, Journey. 

La gestión para tan célebre visita había sido de los hermanos Jorge y Peter Koechlin, en especial de este último quien, en tiempos sin correos electrónicos ni redes sociales, consiguió lo imposible -con ayuda logística de un viejo conocido de nosotros, periodistas, Guillermo Thorndike (1940-2009)-, contactarse por teléfono con los managers del genial guitarrista mexicano y pactaron que Lima fuera la primera ciudad de su primera gira por Latinoamérica. Iba a ser un hecho histórico del que hasta ahora se hablaría en las revistas especializadas. Pero se frustró. Y no por falta de público pues, en las semanas entre el anuncio y la llegada del grupo, se habían vendido más de 30 mil entradas. 

La tocada de Santana -quien para ese año tenía ya tres discos en el mercado, el ABC de su sonido clásico, Santana (1969), Abraxas (1970) y Santana III (1971)- estaba programada para el 10 de diciembre y el local escogido, después de muchas cavilaciones, fue el Estadio de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Precisamente, un grupo de atolondrados alumnos sanmarquinos, reunidos en una federación que se suponía era de izquierda, llevó al extremo su desacuerdo con lo que ellos consideraban un espectáculo “extranjerizante” y, a pesar de que las instancias municipales y políticas del gobierno revolucionario de las Fuerzas Armadas ya habían dado todos los permisos, se opusieron y hasta amenazaron con acciones violentas y de sabotaje para impedir el concierto. 

Ante la posibilidad de que el asunto pasara a mayores, el Ministerio del Interior de la época, con Pedro Richter Prada (1921-2017) al frente, ordenó la cancelación del show y la deportación de Santana y su combo, en medio de acusaciones de consumo de drogas, reacciones que atentaban contra la tranquilidad pública y hasta “actos contra la moral”. Santana, una estrella joven en ese momento, fue desaforado del Perú y ni cuenta se dio. En 1995, casi un cuarto de siglo después saldó esa cuenta pendiente con un sensacional concierto realizado en el Estadio Nacional de Lima ante más de 25 mil personas –“Mejor tarde que nunca” fue lo primero que dijo, en relación a aquella cancelación. Acompañado de Perú Negro y con una banda de lujo, Santana hizo volar durante hora y media al público, entre los que seguro había muchos de los que, 24 años antes, habían comprado su entrada- con sus ritmos latinos y efervescente guitarra. 

Entre 1991 y 1992 el anuncio de dos megaconciertos en Lima alborotó a todos, desde melómanos empedernidos hasta periodistas, gente de la farándula y radioescuchas comunes y corrientes. Hasta ese momento, las visitas de pop-rock más importantes habían sido de los grandes grupos de Argentina, España, México y Chile, sin mencionar por supuesto a los grandes intérpretes de baladas, salsa, merengue y boleros que sí iban y venían de nuestro país como algo normal, para presentarse ya sea en el circuito regular de teatros/coliseos de Lima y algunas otras ciudades como Arequipa, Cusco o Trujillo; o en El Gran Estelar de la desaparecida Feria del Hogar. Eso sin mencionar la extraña e inolvidable visita del cuarteto francés Indochine, que hizo cuatro conciertos multitudinarios en el Coliseo Amauta, entre abril y mayo de 1988. 

Por un lado, Michael Jackson incluyó a Lima en el tramo sudamericano de su segunda gira oficial, para promocionar el álbum Dangerous (1991), que incluía sus éxitos Black or white y Heal the world, de intensa rotación en radios y programas de videoclips. Y, por el otro, se publicitó la llegada del quinteto de hard-rock y glam metal Bon Jovi, que llegaban en medio del éxito de su quinta placa Keep the faith, propulsado por la power ballad Bed of roses y la amplia popularidad que tuvieron sus dos discos anteriores, Slippery when wet (1986) y New Jersey (1988). Es decir, dos de los más grandes artistas de música popular, en plena vigencia, iban a tocar en Lima. En contexto, estas noticias tuvieron la categoría de extravagantes marcianadas, como si mañana se dijera que Shakira nació hombre. 

Ambos se cancelaron a pocos días de realizarse, entre octubre y noviembre de 1993, con entradas vendidas y todo. Aunque las leyendas urbanas que circularon desde entonces señalaban como razones asuntos relacionados a la seguridad -en esos años Sendero Luminoso y el MRTA aun operaban y veníamos saliendo del autogolpe del primer fujimorato-, lo cierto es que eso solo tuvo que ver con los intérpretes de Livin’ on a prayer y Always, quienes se negaron a tocar porque sentían pocas garantías. Como Santana, Bon Jovi se reivindicó en dos ocasiones, los años 2010 y 2019, aunque ya sin voz ni su formación original. En el caso del fallecido “Rey del Pop”, los motivos por las cuales no llegó a pisar suelo limeño fueron su frágil salud. Aunque aquella gira mundial fue extremadamente exitosa, Jackson no solo canceló Lima sino también Chile, México y otras, por múltiples problemas físicos. Además, fue justo en esos años que comenzaron a propalarse serias acusaciones de abuso infantil en su contra.

Poco antes, se produjo otra recordada cancelación, esta vez de varias bandas locales programadas para tocar en el recordado auditorio cerrado de la Feria del Hogar, el más chico. Era 1988 y, por primera vez, los organizadores de este campo ferial que se abría durante la temporada de Fiestas Patrias en San Miguel, en el espacio que hoy ocupa un enorme centro comercial del grupo Falabella -Tottus, Sodimac-, dieron cabida a una selección abierta de grupos del circuito subterráneo, desde metaleros como Orgus y Almas Inmortales hasta punks como Q.E.P.D. Carreño o Eructo Maldonado. Un incidente durante la presentación de Voz Propia, barones del post-punk local, motivó que el resto de las fechas dedicadas a la movida “subte” fueran canceladas -entre ellas, si mal no recuerdo, las de Eutanasia y Daniel F.-, a pesar de la tremenda convocatoria que generaron en este espacio tradicionalmente reservado para bandas más comerciales como Río, Frágil, Danai o Dudó. 

En todos estos ejemplos -hay muchos otros, desde luego-, circunscritos al ámbito del pop-rock, el común denominador es que, aun habiendo gente que habría hecho hasta lo imposible por comprar sus entradas y asistir a esos conciertos, tuvieron que cancelarse -por malentendidos políticos, por seguridad, por cuestiones médicas- pero nunca por bajas convocatorias. Debemos recordar que, tanto en 1971 como en 1991, los conciertos de rock en Perú eran algo que no existía. Tanto en tiempos de Velasco como de Fujimori, pensar en que nuestra ciudad fuera capaz de entrar al mapa de giras de los artistas más importantes del mundo anglosajón clasificaba como sueño de opio, delirio de borrachera, fantasía irrealizable. Porque vivíamos o en un gobierno militar peleado con el imperialismo yanqui o en un terreno baldío que acababa de salir de la mega crisis del primer alanato y aun no dejaba de sufrir atentados de sectas violentistas que querían desbaratarlo todo. 

En el periodo comprendido entre 2020 y 2022 hubo una avalancha de cancelaciones, por el COVID-19. Desde Andrés Calamaro hasta Pat Metheny, desde Tokio Hotel hasta Guns N’ Roses, todos se quedaron en ascuas, artistas y públicos, una situación global de la que nadie pudo escapar. Y, en todas esas cancelaciones, tampoco tuvo nada que ver el factor “baja convocatoria”. Lima, en el siglo XXI, es ya una ciudad de conciertos como cualquier otra, somos parada fija para los más pintados, del pasado y del presente. A diferencia de 1989, en que un concierto de U2 era inimaginable en nuestra capital, hoy no nos extrañaría que nos caigan, en escalera, cinco de las diez estrellas pop más famosas del momento, con toda la logística y parafernalia asociada a los grandes espectáculos. 

Las cancelaciones de The Damned y The Cult tienen que ver con otra cosa, una situación que casi nadie explora. A pesar de que en esta época existen masas para todo, la agresividad de la ignorancia y la poca capacidad de apreciación en las grandes muchedumbres consumidoras de conciertos, define si una visita es rentable o no. Puede que sea un asunto global. Después de todo, los Hablando Huevadas y su espectáculo de barriada llenaron de peruanos el Madison Square Garden, pero cuando uno ve que artistas como Phish o Billy Joel llenan el mismo escenario todos los meses, uno piensa “bueno, acá todavía podemos hablar de balance, de existencia de opciones”. En nuestro país eso no pasa.

En el Perú de hoy un espectáculo de calidad, si no es lo suficientemente cool o muy popular, desaparece de inmediato de todos los radares y, simplemente, fracasa. Si bien es cierto artistas de innegable prestigio como Paul McCartney, Lenny Kravitz o System of a Down son capaces de agotar entradas con mucha anticipación, por la suma de fans verdaderos y asistentes ocasionales que no se quieren perder ningún evento grande para llenar sus redes sociales de fotos, también es cierto que más expectativa causan los conciertos de El Grupo 5 o Agua Marina que los de grupos como The Damned o The Cult. Porque son alternativas que nadie conoce. O que nadie quiere conocer. Se acabó la curiosidad en este país donde todos se arriman a lo seguro, a aquello que te ponga en línea con todo lo que esté más de moda.  

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[INFORMES]  A mediados de los años ochenta, un economista arequipeño, más conocido en el extranjero que en nuestro país, definió los límites de una economía de auto construcción y su relación tangencial con la economía formal. Unos años después, cuando el régimen de Alberto Fujimori privatizó una a una las empresas públicas, menos las inútiles Sedapal y Petroperú, los cientos de trabajadores despedidos de las empresas públicas vendidas a inversionistas nacionales y extranjeros construyeron una serie de pequeños negocios que crearon una red de prestadoras de bienes y servicios que el economista arequipeño llamado Hernando de Soto el Otro Sendero, es decir, el sendero opuesto frontalmente a Sendero Luminoso, la banda subversiva que quería imponer un estado de Nueva Democracia, bárbaro, asesino y misoneísta, pues quería abolir trece siglos de historia y retrotraernos a los comienzos de la Era Wari.

Como hasta el día de hoy, nadie sabe cuántos somos, cuántos trabajamos en la formalidad y cuántos en la informalidad, ya que el censo de 2017 ordenado por Kuczynski fue el primer gran fracaso de su gobierno. Es más, desde ese octubre de 2017 hasta noviembre de 2023, cuando un científico social usó la red X para decirnos que el porcentaje de informales era el 35 por ciento de la población activa, pues según datos de EsSalud el 65 por ciento de peruanos nos atendíamos en las redes hospitalarias de ese organismo.

Si nadie sabe cuántos trabajamos en la formalidad, cuántos en la informalidad y cuántos se dedican a robar, a extorsionar, a la trata de blancas, a la producción y a la comercialización de todo tipo de drogas.

Entonces, veamos cómo la ilegalidad ha penetrado todos los sectores económicos del país, incluyendo en ese “todos” a los vendedores de tickets de conciertos exclusivos.

En redes sociales, los seguidores de Sara Baras ya están expresando su malestar como es el caso de la señora Armida Testino, quien cuenta que compró 5 entradas que suman la cantidad de S/2,590.00 soles.

“Teleticket y Non Stop Entertainment las empresas organizadoras del espectáculo de la extraordinaria Sara Baras suspendieron el evento sin dar explicación alguna ni ofrecer disculpas. Yo pagué 2,590 soles el 24 de agosto y recién el 20 de noviembre pude registrarme para la devolución, pero tampoco pude recibir confirmación alguna de mi registro.

Teleticket se comunica conmigo recién el 16 de noviembre, luego de ir repetidamente a su stand del Centro Comercial de Bajada Balta, para decirme que Non Stop Entertainment SAC, no cuenta con el dinero para devolver”.

Mensaje que recibió la señora Armida Testino por parte de Teleticket.

Le consultamos a Pablo Chumbe, gerente general de Non Entertainment hasta el 21 de diciembre de 2023, sobre por qué aún no se terminaba de devolver el dinero a las personas que habían comprado entradas para el evento de Sara Baras

“Eso ya no lo veo porque ya no trabajo en esa empresa; yo era solamente un empleado ahí, pero hasta ahora tengo cierta vinculación con esas personas y entiendo que han emitido un comunicado indicando cuándo van a pagar”.

Pero daban una explicación técnica a la negativa de la bailaora.

“Claro, porque entiendo que la cancelación salió por parte de esos señores que sostenían que la señora Sara Baras no quería presentarse porque el piso del Gran Teatro Nacional no estaba en las condiciones que el espectáculo requería”.

¿Y la artista canceló toda la gira, porque tengo entendido que en Colombia sucedió algo similar?

“Exactamente, igualito, con lo cual causó un perjuicio significativo a la productora, porque al final se le pagó el ciento por ciento de los honorarios a esos señores, ese fue el tema. Pero, al igual; al margen de quién sea el responsable se cumplirá con todo lo pactado, devolviéndole el efectivo a las personas que compraron entradas por ese medio de pago”, indicó.

Hay personas a las que se les ha devuelto el valor de las entradas, pero la tiquetera se ha quedado con la comisión; entonces ellos dicen: “¿por qué se quedan con ese dinero, si el evento no se realizó?”

“En realidad, el que devuelve no es el productor, porque el productor tiene un contrato con la tiquetera y la tiquetera es la que recauda. Esa parte no te la puedo absolver, porque entiendo que ellos cobran una comisión que es un porcentaje del valor de la entrada, porque yo tengo entendido que eso también lo estaban devolviendo; eso es un tema que escapa de la productora, porque como le digo: “ellos son los que tienen el recaudo, y hasta donde fue mi gestión estuve abonando a medida que existiera la disponibilidad, y esa es la verdad. Igual le vengo a reiterar que el señor Pedro Enrique Puentes, dueño de la empresa, ha manifestado que sí se van a devolver la totalidad de los importes, que no es mucho porque solo ascienden a 60 mil soles, mientras otros conciertos llegan a 500 mil soles. Dicen que están esperando que ingrese un dinero para cumplir con todos los acreedores. Yo entiendo el malestar porque me pongo en su lugar”, finalizó Chumbe.

Estos reclamos se suman a una larga lista de quejas contra Teleticket, porque al parecer las productoras que contratan con ella para que sus boletos sean vendidos no pasan por un filtro que garantice que cuando ocurren este tipo de problemas se hagan cargo de devolver el dinero a los compradores de los tickets. Hay personas que ya llevan un año reclamando la devolución de su dinero y han acudido decenas de veces a Indecopi y todavía no ven solución alguna a su problema.

Sergio Rodríguez nos cuenta cómo me quedé sin ver a Juan Luis Guerra por la existencia de unos estafadores

“Yo compré 4 entradas para el concierto que realizaría Juan Luis Guerra el 23 de noviembre de 2022 en el Arena Perú de Surco, previendo que el evento iba a ser un éxito, la empresa organizadora habilitó una segunda fecha de concierto para el martes 22, evento que sí se llevó a cabo en la fecha programada; pero, a pesar de todos los controles, hubo muchísima gente que no llegó a entrar. Enteradas de eso, las autoridades municipales de Surco clausuraron el local, y las personas que teníamos entradas para ese 23 nos quedamos sin ver el espectáculo y sin nuestro dinero. Semanas después, se nos comunicó que Juan Luis Guerra realizaría un concierto en el estadio de San Marcos, y se nos dijo que podíamos optar por ir al concierto de Guerra al campus de San Marcos o a esperar para que se nos reembolse el dinero pagado para el concierto de noviembre de 2022 en el Arena Perú. Yo elegí el reembolso y me dijeron que se comunicarían conmigo para confirmar el día de la devolución. Luego de enviar y de recibir un montón de correos electrónicos, decidimos elevar nuestras quejas, indicando cuánto había gastado cada uno. En mi caso, yo gasté 1,600 soles. Entonces yo informé de ese monto a Indecopi, y ellos me dijeron que habían multado a la empresa Fans & Music Entertainment (Fans & Music) con 1’769, 625 soles y al gerente general de la empresa con 24,750 soles. Sin embargo, hasta hoy no nos han devuelto el dinero que pagamos por las entradas.

Sin conocer el nombre exacto de las empresas organizadoras, en noviembre de 2022 compré 2 entradas para el concierto de Emilia Mernes, en esa ocasión la empresa canceló el concierto y avisó que a todos los compradores que habíamos comprado entradas nos iban a regalar una entrada adicional para ver “Juntos en Concierto”, en teoría yo tenía 4 entradas para ese evento. Lo cierto, lo tangible, lo importante, era que ese evento también fue cancelado. Todas esas entradas fueron compradas en Teleticket, que se volvió a lavar las manos, indicando que toda la responsabilidad era de la empresa organizadora. Fans & Music sigue haciendo conciertos, incluso han cambiado de razón social a raíz de las multas que les impone Indecopi. Preguntando por aquí y por allá nos enteramos que hay algunas personas a las que les han devuelto todo o parte del valor de las entradas, y que esos ciudadanos son los que gritaron más fuerte en el primer momento”.

Sergio Rodríguez tuvo la mala suerte que los tres conciertos para los cuales tenía entradas fueron cancelados.

“Lo que más cólera da es que no hay respaldo de Teleticket, porque esa es la empresa a la que le entregamos nuestro dinero, y ellos se hacen los locos diciendo que no tienen responsabilidad, pues solamente son una tiquetera. Y para Indecopi no somos nada, porque en la resolución que se ordenó la multa no se indicó a quién se le tenía que devolver.

Ahora, cuando uno va a comprar un ticket tiene -según los sabios de Teleticket- doble posibilidad de éxito, pues si la transacción sale mal, la tiquetera te devuelve tu dinero; y si sale bien, pues Teleticket se embolsa todo el dinero: un dineral. Este seguro para la entrada que te ofrecen es un negocio redondo porque si a mí me paso lo mismo con tres conciertos hay miles de personas en la misma condición que vamos a preferir pagar”, agregó.

“Hasta que todas las personas reciban su dinero no vamos a parar” nos dijo Jessica Parodi quien ha sido una de las pocas personas que pudo hacer que le devuelvan su dinero por el evento cancelado de Sara Baras.

“En mi caso en particular, en septiembre yo compré dos entradas en Teleticket para ver a la bailaora Sara Baras, que me costaron 1,095 soles las dos entradas más 55 soles por la comisión de la tiquetera; en octubre, Teleticket y también el Gran Teatro Nacional emiten un comunicado diciendo que el evento había sido cancelado por motivos de fuerza mayor, y que la productora se iba a poner en contacto para hacer las devoluciones del dinero, pero sucede que pasaron los meses y no recibíamos ninguna respuesta, en paralelo dejamos constancia de lo sucedido en el Libro de Reclamaciones de Teleticket: escribimos a Indecopi y tampoco tuvimos respuesta, o sea, teníamos que ver la manera de llegar a los de Non Stop Entertaiment, porque Teleticket nos decía que ellos eran los responsables, y en una de las contestaciones a los tantos reclamos que hacíamos Teleticket nos envía un correo diciendo que no se nos devolvería el dinero de las entradas porque la productora no tenía fondos.

Yo particularmente tuve la suerte de conseguir los números telefónicos de los responsables de la productora, así que no dudé en llamarlos para decirles sobre el comunicado que había enviado Teleticket y lo fastidiada que estaba con la situación, y me respondieron que el tema era de Teleticket”.

Conversamos con Crisólogo Cáceres quien es presidente de la Asociación Peruana de Consumidores y Usuarios (ASPEC) y coordinador del Consejo Latinoamericano y del Caribe de Organizaciones de Consumidores (OCLAC), y, por lo tanto, una de las voces más autorizadas para saber qué hacer cuando un consumidor o un usuario es engañado y estafado, y no hay autoridad alguna que lo defienda del abuso del poder.

Ante el problema suscitado por la estafa de Teleticket a los compradores de boletos para el concierto de Sara Baras, le preguntamos a Crisólogo Cáceres cómo desciframos ese enredo, vale decir, quién es el responsable final en ese asunto. Aquí una aproximación al Caso Sara Baras: “Los consumidores estaban molestos y, normalmente, presentaron sus reclamos a quienes les vendieron los tickets, o sea, ante Teleticket y similares; presentar a la ticketera no era lo pertinente, sino al organizador del concierto. Si la persona que organizó el concierto no cumplió, el consumidor tiene derecho a reclamar; ese reclamo se puede hacer de dos maneras: primero ante la empresa, o, segundo, ante el Indecopi.

¿Qué es lo que se puede reclamar tanto a la empresa como al Indecopi? En cualquiera de los dos casos lo que el consumidor puede reclamar es que se le devuelva el valor de la entrada del concierto que pagó, pero no se realizó. Para ese pago, el consumidor tiene que acreditar que compró la entrada. Ahora, ¿qué corresponde a la autoridad? La autoridad es el Indecopi, el Indecopi puede entrar a tallar, ya sea porque el consumidor presentó un reclamo o puede actuar de oficio, es decir, el Indecopi no tiene que esperar necesariamente que haya reclamos, sino que al tratarse de un hecho público y notorio, Indecopi debe actuar con celeridad y drasticidad.

Ahora, si se vencen los plazos del Indecopi para investigar el Expediente puede caer en caducidad y ya hay muchos expedientes que han caído en caducidad, lo de la caducidad es un peligro espantoso.

Según el Decreto Legislativo N° 1272 que modifica la Ley N° 27444 – Ley del Procedimiento Administrativo General, incorpora en su art. 4° el art. 237-A referido a la CADUCIDAD del procedimiento sancionador. En tal sentido fija en nueve meses el plazo máximo para resolver los procedimientos sancionadores iniciados de oficio, el mismo que puede ser ampliado de manera excepcional, hasta por tres meses más. Vencido dicho término, y no habiéndose emitido Resolución Final, el procedimiento CADUCA automáticamente y es archivado.

Esto es el gran peligro que advierte Aspec desde hace años al Indecopi que no puede ser que dilaten tanto los casos sabiendo que puede caer en la caducidad”.

¿Indecopi debería velar porque se le pague a todos los afectados o sólo es sancionar con la multa?

“No, el Indecopi en casos como este adopta dos medidas, primero impone una sanción hacía la empresa que puede ser una multa de hasta 450 UIT y lo segundo que hace el Indecopi es ordenar una medida correctiva. La medida correctiva implica ordenar a la empresa que haga algo en beneficio del consumidor afectado, en este caso lo que se le tenía que ordenar como medida correctiva a la empresa es que devuelvan a los usuarios la entrada en su integridad”, Afirmó.

Si nadie sabe cuántos somos, si nadie sabe a quién le heredamos y cuánto le heredamos, y si cualquier notario inescrupuloso puede quitarnos la propiedad de nuestros predios, si cualquier funcionario de cuarto nivel puede borrarnos de los registros públicos, si cualquier hombre elegante y de buen apellido puede armar una empresa que realiza estafas piramidales de magnitud industrial, entonces podemos colegir que la ilegalidad peruana no es sólo traficar droga y oro, sino cualquier actividad que cuente con el respaldo de un sinvergüenza con cuatro sellos en la mochila y un tampón en el bolsillo.

Luego de algunas horas de haber sido publicado este informe periodístico, Teleticket se comunicó con Sudaca y nos envió el siguiente comunicado:

Teleticket Perú - Comunicado oficial VF

Teleticket Perú – Comunicado oficial VF

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