desafíos políticos

La derecha peruana la tiene cuesta arriba. Un 80% desaprueba activamente al gobierno de Boluarte al que identifica como uno surgido de un pacto espúreo con la derecha parlamentaria, lo que ha diluido el efecto corrosivo del nefasto régimen de Castillo para socavar las posibilidades de la izquierda, que hoy ha retomado bríos y posibilidades (que nadie se sorprenda si logra hacer pasar a dos candidatos a la segunda vuelta).

Pero restan dos años y medio para las elecciones y si la derecha actúa inteligentemente puede recuperar posibilidades. Primero, tiene que aglomerarse (hay esfuerzos que se están haciendo en ese sentido). Si, como parece hasta ahora, presenta veinte candidatos, va muerta. En el mejor de los casos, le dejará el primer lugar de la derecha a Keiko Fujimori y ya sabemos lo que pasa cuando ella enfrenta una jornada definitoria.

Segundo, tiene que diseñar un plan de gobierno que ya no ponga el énfasis exclusivo en la defensa del modelo económico (repudiado por la mayoría de ciudadanos, lamentablemente), sino en aspectos institucionales, como la seguridad ciudadana, la corrupción, la salud y la educación públicas, en la reforma del Estado, en suma. Tiene que ser una derecha liberal, moderna e inclusiva la que intente convencer a los electores de que no se trata de más de lo mismo que nos ha gobernado los últimos 25 años (excepción hecha del periodo oscuro de Pedro Castillo).

Tercero, pero no menos importante, tiene que enmendar las prácticas nefastas que está desplegando en el Congreso su representación parlamentaria, empeñada en destruir todo reducto caviar y en ese proceso desmantelar instituciones que funcionaban cabalmente (como la Sunedu, por ejemplo).

Hay un rencor histórico justificado de la derecha con la izquierda denominada caviar, la cual, increíblemente, odia más a Fujimori o Alan García que al propio Abimael Guzmán, y utilizó su poder e influencia en las instancias judiciales para perseguir a la derecha, pero si la derecha se queda atrapada en ese rencor y actúa guiada por aquel, se destruirá a sí misma, como vemos que ocurre en el Congreso actual, que es repudiado por más del 90% de ciudadanos.

No podemos perder el país en manos de una izquierda radical, autoritaria antidemocrática y estatista, como la que se asoma. Y ello pasa porque la derecha se fortalezca, se modernice y se reconstituya inteligentemente, poniendo la perspectiva país por encima de cualquier menudencia.

La del estribo: obrón Un monstruo viene a verme, dirigida por la gran Nishme Súmar y la dirección adjunta de Verónica Garrido Lecca, con un solvente elenco de actores en el que destaca por su perfecta performance Fiorella de Ferrari. Es una obra que puede y debe ser vista también por público infantil (de diez años para arriba reza la sinopsis de la obra). Va en el Teatro Británico hasta el 10 de diciembre, camino a ser una de las mejores puestas del año.

 

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Si toca en suerte un buen gobierno centroderechista, republicano liberal, el 2026, con suficiente respaldo parlamentario, es posible pensar en una mejora rápida y cualitativa del país que hoy vemos deteriorarse a pasos agigantados.

Hay algunos candidatos que asoman dentro de ese espectro: Carlos Anderson, Jorge Nieto, Rafael Belaunde, Carlos Espá, Pedro Guevara, quizás alguno más (¿De Soto?). Son aún pequeños, algunos de ellos inexpertos, pero que tienen una ventaja, no están contaminados por el establishment político y tienen plazo suficiente para inscribir sus partidos, organizarlos y recorrer el país haciendo campaña y haciéndose conocidos.

Puede sonar iluso a estas alturas pensar que alguno de ellos pueda competir con los partidos del orden establecido, o que derrote al candidato radical de izquierda que casi con seguridad va a pasar a la segunda vuelta, pero prácticamente no nos queda más que esa ilusión, si no queremos ver al país caer en manos de los autoritarismos de derecha o izquierda que hoy dominan la política peruana.

Solo un republicanismo liberal audaz y disruptivo nos podrá sacar del hoyo, con ideas frescas, modernas, actualizadas. Un ejemplo a mano: Hong Kong hace diez años era una de las ciudades Estado más corruptas del planeta. Hoy es una isla de transparencia y honestidad pública.

Sí se puede cambiar el país. Un gobierno con ideas claras y con mayoría parlamentaria, para no verse encorsetado por los intereses subalternos de la morralla congresal, puede dejar sentadas las bases de la transformación del país en un lustro y propiciar su continuidad con un gobierno similar que lo suceda.

¿Qué consejos poder darles? Que si se animan por pactos, los hagan exclusivamente entre ellos. Que no transen con ningún partido tradicional, que no cometan el error de Vargas Llosa cuando constituyó el Fredemo y allí empezó a perder la elección del 90.

El republicanismo liberal debe ser radical y apostar por la transformación del país. No solo reavivar la inversión capitalista sino construir un Estado que brinde salud, educación, seguridad, buen transporte público, justicia, vida ciudadana de primer nivel, igualdad real que se condiga con la igualdad liberal que se pregona.

La del estribo: se viene una cartelera teatral muy nutrida. Me permito recomendar tres obras a ojos cerrados. Una, Un monstruo viene a verme, dirigida por la genial Nishmé Sumar. Empieza el 24 de setiembre en el Teatro Británico; Esperanza, de Marisol Palacios y Aldo Miyashiro (dirigida por Palacios) que arranca el 17 de setiembre en el CCPUCP; y El hombre que corrompió a una ciudad, de Mark Twain, adaptada y dirigida por Mateo Chiarella, que va en el nuevo Teatro Nos de la PUCP y que inicia el 15 de octubre (todas las obras en venta en Joinnus).

 

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