Durará este encierro

La pandemia del Covid 19 será, después de los años del terror demencial de Sendero y el MRTA, el evento más traumático que recordaremos peruanos de muchas edades y condiciones. Casualidad o no, recordemos que estos sucesos fueron (y muy probablemente seguirán siendo) disparaderos creativos y artísticos. Las líneas que siguen quiero dedicarlas a Durará este encierro. Escritoras peruanas en cuarentena, una antología realizada por Anahí Barrionuevo, Ana María Vidal y Victoria Guerrero.

Más allá de la evidente (y legítima) marca de género que supone un libro de esta naturaleza, es preciso indicar que los relatos contenidos en el volumen se ubican en el inicio de la pandemia, en los primeros días del encierro obligatorio y todo el abanico de sentimientos provocados por esta situación, un amplio y sensible arco en el que caben el miedo, el desconcierto, la angustia, la soledad y otros ingredientes que juntos le dieron a esa coyuntura un perfil verdaderamente trágico.

Intimidad y cotidianidad limitadas espacialmente, libertades recortadas, el mundo social reducido a unas pocas paredes y a unos umbrales esquivos, la sensación de días que duran lo eterno y el cansancio que invoca esa repetición casi invariable de los días. Todos estos elementos están presentes, en mayor o menor medida en este libro, que más que una antología debía en realidad considerarse un coro: su ambición no es la de constituir un conjunto de relatos autónomos y marcados a fuego por el estilo individual, sino la de mostrar una estructura polifónica: cada voz constituye un plano de conciencia autónomo, es verdad, pero todas las voces se articulan, finalmente, alrededor del patetismo provocado por la peste.

Son 53 escritoras reunidas alrededor de una exploración común: el mundo que ocurre a puerta cerrada. Pero el volumen presenta una estructura que impide el encierro absoluto: ese mundo cerrado e invisible dialoga con textos que provienen del mundo fáctico, especialmente de fuentes periodísticas, que sirven de marco contextual, si se quiere. Hay entonces un tránsito, un ritmo que impulsa a las palabras a trenzarse, metafóricamente hablando, entre lo privado y lo público.

En el prólogo del libro, escrito a tres manos por las antologadoras, se lee: “…era importante ponernos a escribir la urgencia, documentar la incertidumbre de lo que nos estaba sucediendo, captar esos primeros días de encierro, de catástrofe. Anotar y aprender ese nuevo vocabulario que asfixiaba al mundo (…) La escritura nos daba la oportunidad de mostrar una sensibilidad, el pulso de autoras peruanas desde diversos puntos del país y del planeta. Esa condición de miradas perpetuas les daba también tal ventaja: la de ver todo desde distintos frentes” (p.14).

Esto explica con suficiencia el hecho de que se trate de un libro nacido de la urgencia, de la ansiedad por aprehender una realidad nueva y desafiante que era y es capaz de vulnerar la vida de cualquier mortal sobre la tierra. “Sensación de estar en una película apocalíptica cuyo guion está comenzando a escribirse” (p.44), dice Claudia Salazar desde un Manhattan reencarnado en la desolación; “las utopías que nacen en tiempos de crisis no duran” (p.66) anota Christiane Félip Vidal con notorio desencanto; “Recluida, pienso en Sor Juana, en Ana Frank, en mi abuela Inés, en mi gata, en cómo vivir entre cuatro paredes y una ventana abre territorios insospechados en el alma y la imaginación” (p.82) sentencia Grecia Cáceres trazando un puente en el que la literatura y la memoria familiar podrían ofrecer la calma de un conjuro; “conocimiento de mis límites: un gran ventanal,/ una habitación propia, dos manos y un balde. // Lo que sigue no tiene límite” (p.110) anota en un poema Valeria Marroquín con irónica esperanza; “Sueño con Galicia mientras estamos todos encerrados, esperando que el virus nos toque la puerta, mientras afuera los pájaros toan la playa, el mar y el cielo vuelven a ser puros, pero también mientras la gente muere en el mundo” (p.195), escribe la cineasta Rossana Díaz Costa.

Esta ha sido una pequeña muestra de lo que el lector encontrará en lo que dure la lectura de estas páginas: un coro que navega entre una enfermedad que doblega al mundo y la única palabra –presentada además en sus múltiples posibilidades semánticas– que puede hacerle frente: la esperanza. Desde ya, debo contar Durará este encierro en mi lista de mejores libros de 2021.

Durará este encierro. Escritoras peruanas en cuarentena. Anahí Barrionuevo. Ana María Vidal y Victoria Guerrero. Lima: Cocodrilo Ediciones, 2021.

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