Keiko Fujimori-Rafael López Aliaga

La derecha peruana tiene que volver a imponer una narrativa, equivalente a la vinculada a la defensa del modelo económico, que tanto éxito político le retribuyó en los últimos 30 años. La resaca del apocalipsis económico que supuso la gestión del primer gobierno de Alan García bastó para que esa narrativa sobreviviera, potente y eficaz, a lo largo de este periodo.

Pero ese discurso claramente ya se agotó, políticamente hablando. Ya no surte efecto ni moviliza conciencias. El triunfo de Castillo demuestra fehacientemente que a las mayorías no les preocupa que ese modelo se venga abajo. Es culpa, en parte, de la propia derecha que dejó pasar, relativamente incólumes, proyectos centristas mediocres que subordinaron las prácticas procapitalistas (como fue, sobre todo, el gobierno de Humala), sin marcar una pauta crítica al respecto, pero también porque el paso de los años ha extenuado ese discurso, más aún en generaciones que no sufrieron el desastre alanista y no tienen, por ende, por qué comprarse en automático un discurso en sentido contrario.

Lo que corresponde es que la derecha, sin descuidar la defensa del modelo económico, recupere fueros en aspectos más vinculados a la democracia y la eficacia estatal. En suma, la reforma político-electoral y la ansiada reforma del Estado. La bicameralidad, la mejor representación electoral, el fortalecimiento de los partidos políticos, la descentralización, la salud y la educación públicas, la estructura del Ejecutivo, la reforma laboral y tributaria, son, por ejemplo, algunos aspectos en los que la derecha puede y debe tomar la iniciativa.

Tiene, a diferencia de la izquierda, tecnocracia mucho más calificada y expertos, en cada uno de esos campos, sobradamente más capaces que los que la izquierda puede exhibir (basta ver la orfandad programática que la coalición de izquierdas que nos gobierna, exhibe). Hay toda una generación de expertos, con estudios, inclusive, en el exterior, en las mejores universidades del mundo, que podrían aportar en esa narrativa, que rescate la lucha por construir en el Perú un capitalismo competitivo y una democracia sólida.

El problema es que la clase política de derecha es una lágrima. Nos merecemos algo mejor que la dupla Keiko Fujimori-Rafael López Aliaga. Una está involucrada en todos los entripados mercantilistas habidos y por haber (transporte informal, minería ilegal, educación trucha, etc.) y el otro solo está obsesionado por una restauración conservadora. No tienen, ni por asomo, cercanía con la modernidad de los nuevos discursos descritos sino que, además, son muy malos candidatos, ambos. La derecha merece que su nueva narrativa, si la construye, vaya acompañada de mejores portavoces.

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