Pink Floyd

[MIGRANTE DE PASO] Todo el estadio de River Plate estaba lleno. En la cancha sólo quedaba vacío lo que estaba atrás de unas torres de donde salían luces y sonidos. Todo fue impecable. Había encargados de darle agua a la gente porque hacía calor y era necesario evitar cualquier accidente por deshidratación. Nunca había ido solo a un concierto de esa magnitud y el de Roger Waters fue el primero. El ex miembro de Pink Floyd llenó el estadio por completo y el día anterior también lo había hecho. Quince minutos antes de comenzar se escucha la voz del cantante avisando que ya falta poco para comenzar. Pasado el cuarto de hora se apagan todas las luces, sale la banda y cuatro pantallas gigantes con visuales alucinantes que muestran una ciudad destruida anticipan el concierto.

Arrancó el concierto de su gira de despedida con “Comfortably Numb” y “The Wall”, dos de las canciones más conocidas del grupo inglés. Los efectos de sonido te sumergen en otro mundo. Por momentos sientes que están tocando desde atrás o que un helicóptero está pasando por encima. Justo antes de que comiencen las canciones se escucha, con las letras en la pantalla: “Si eres de los que les gusta Pink Floyd, pero no está de acuerdo con las ideas de Roger Waters se pueden ir a la mierda e irse a un bar”.

A mí me pareció gracioso, pero noté que la gente sí tenía como una especie de devoción ideológica que la verdad no es de mi agrado. No hay necesidad de creer que tu forma de pensar es la correcta y menos pretender que los que no comparten tu opinión se tienen que ir a la mierda. Últimamente en redes sociales la gente está escupiendo su opinión y odio por distintas noticias en el mundo. Como los atentados en la franja de Gaza o las elecciones de Argentina que ganó Javier Milei. He visto a personas de Perú poniendo cosas como “Arriba Argentina por liberarse de la izquierda”, cuando ni siquiera ha asumido el nuevo presidente y no se sabe qué va a pasar; y a otros que ponen “un abrazo para todos los argentinos en este momento crítico”, cuando el país está en situación crítica hace años y nadie le mandaba abrazos.

En el caso de Roger Waters, se generó polémica por sus declaraciones pro Palestina. Varios hoteles le negaron el hospedaje y durante el concierto se quejó abiertamente del hotel Four Seasons y mencionó al dueño con nombre y apellido. El día anterior, la DAIA, Delegación de Asociaciones Israelitas Argentinas, hizo una solicitud para que se cancele el concierto. En Chile ahora también se están dando situaciones similares. Después de hablar del incidente con los hoteles mencionó que la diferencia entre él y el lobby israelí, con sus palabras, es que él cree en los derechos humanos y ellos no. Yo tampoco estoy de acuerdo con los ataques de Israel, me parecen repudiables. Pero es muy peligroso generalizar y confundir el Estado de Israel con los ciudadanos que viven ahí o con la religión judía. Roger Waters también generó controversia por echarle la culpa a Ucrania de la invasión que está sufriendo de parte de Rusia y, otra vez, en Berlín por usar un disfraz que glorificaba al nazismo.

El concierto continuó y se vio en las pantallas acompañado de un juego de luces asombroso. El trabajo de efectos y musical es de altísima calidad. Definitivamente de los mejores conciertos o shows, en general, que he ido en mi vida. Ya había ido antes en el 2018 en el Estadio Nacional de Lima y también fue alucinante. Durante el concierto, hay un momento en que retrocede temporalmente y toca canciones como si fueran una línea de tiempo. Toco muchas de Pink Floyd y varias de él como solista. En un momento recuerda a su amigo Syd Barret, también integrante de la banda. Cuenta cómo se conocieron desde niños y cómo, un día en el tren, después de un concierto en el que tocaron los Rolling Stones, se prometieron que cuando estuviesen en la universidad crearían una banda; el resto es historia. Tocó “Wish you were here” y “Shine on you crazy diamond” en honor a su amigo ya fallecido, muchos lo consideraban el cerebro detrás de Pink Floyd. Las canciones iban acompañadas de imágenes de los antiguos álbumes y fotos de ellos cuando eran jóvenes. Finaliza esta parte del concierto con un texto que dice “Cuando pierdes a alguien que amas, eso sirve para recordarte que esto no es un simulacro”, haciendo alusión al nombre de la gira “This is not a drill”.

Siguió tocando y una de las partes que me llamó más la atención fue cuando a través de comentarios en las pantallas cuenta sobre su primer ataque de nervios. Estaba en una cantina comiendo cuando comenzó a ver sus manos diminutas como si tuviera un largavista: “que me jodan, estoy teniendo un ataque de pánico”. Me sentí identificado. De hecho, pensé que si me daba algo así en ese momento no tendría cómo salir ni pedir ayuda. Había tanta gente que para escapar me hubiera tomado una hora.

La primera parte terminó y durante el interludio la gente comenzó a cantar fraseos en contra de Milei como: “El que no salta, votó por Milei” o “el que no salta, es militar”. El domingo pasado fueron las elecciones en Argentina y ganó el candidato de derecha con gran cantidad de votos de diferencia. Solo en la provincia de Buenos Aires y otra más ganó Massa.

La segunda parte comenzó con el icónico chancho volador que daba vueltas sobre la gente. Fue una noche increíble. Finalizó con la canción “Outside the wall” y se despidió del público desaforado ovacionándolo. Mas allá de ideologías, fue un show musical extraordinario y la gente estuvo a la altura. Todos cantando y vestidos con ropa de la emblemática banda. La semana que viene se presentará en Perú y se despide de los escenarios a sus 80 años.

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Pink Floyd, Roger Waters

La balada antibélica Us and them –con sus ecos crepusculares y grandilocuentes coros- es uno de los puntos más altos de un álbum que tiene, en sí mismo, una estatura más que elevada. La circular melodía es una composición que Wright había preparado como una de las contribuciones de Pink Floyd para la banda sonora del film de culto Zabriskie Point (1970) pero que fue rechazada por su director, el italiano Michelangelo Antonioni (1912-2007) porque la consideraba “hermosa pero muy triste, me hace pensar en la iglesia”, como alguna vez recordó Waters. La letra es un listado de dicotomías y conceptos antagónicos y/o relacionables entre sí –“nosotros y ellos”, “con y sin”, “arriba y abajo», “abajo y afuera”, “negro y azul”- para luego condenar la brutalidad de la guerra, un tema que lo obsesionó siempre -su padre había fallecido durante la Segunda Guerra Mundial- y que fue insumo para composiciones posteriores como algunos cortes de The Wall –In the flesh?, Bring the boys back home– o las canciones que dieron forma al disco The final cut (1983, el último que grabó con Pink Floyd). Waters usó el título de la canción para una de sus más recientes giras mundiales, que generó a su vez el documental Us + Them (2019). En este tema, como en Money, brilla el saxofonista Dick Parry, colaborador estable del grupo entre 1973 y 1977.

El álbum comienza y termina con el latido de un corazón (Speak to me), simbolizando el pulso vital y la fragilidad humana, además de dotarlo de un sentido de continuidad. Las voces que se escuchan al fondo, en diversos momentos, haciendo comentarios sobre la vida y la muerte, la locura y la agresividad, surgieron a partir de preguntas escritas en tarjetas por el mismo Waters -como se cuenta a detalle en el capítulo de la serie documental Classic Albums dedicado al disco (2003)- y tuvo también una serie de complementos audiovisuales para los conciertos, como el video de Money, esa ácida crítica contra el consumismo o la animación de relojes voladores para Time. El último tramo del disco, conformado por el instrumental Any colour you like y Brain damage/Eclipse -otra en la que destacan las coristas Lesley Duncan, Liza Strike, Barry St. John y Doris Troy-, condensan el mensaje principal de esta visita al lado oscuro de la luna que es, en realidad, el lado oscuro del alma, marcado por el inconformismo y la neurosis como resultado de comprobar que, en el fondo, todos lidiamos con un mundo cargado de desconfianza, ambición y soledad.

Autoritario y polémico como siempre, Roger Waters anunció a principios de este año que acababa de regrabar todo el álbum y nos conmina a olvidarnos de “esa tontería de que fue un trabajo grupal. Yo lo escribí. Claro, éramos una banda entonces pero el disco es mío”. Lo cierto es que, si bien la concepción de la idea es enteramente suya, así como las letras y la planificación de detalles, en las composiciones musicales hay participación muy fuerte de Gilmour, Wright y, en menor medida, Mason. De modo que lo dicho por Waters no es del todo exacto. En todo caso, quienes han escuchado la nueva versión -un par de periodistas y amigos del músico- han comentado que se trata de una interesante relectura.

Roger Waters y su extraordinaria banda tocaron, en su primera visita a Lima, The Dark Side of the Moon completo en el Estadio Monumental, con el guitarrista David Kilminster y el tecladista Jon Carin haciendo las voces de Gilmour y Wright, aquel inolvidable 12 de marzo del 2007. La noticia anunciada por Roger Waters no fue del agrado, desde luego, de Nick Mason y David Gilmour, los dos Pink Floyd restantes -Richard Wright falleció a los 65, el 2008- e incluso Polly Samson, esposa y manager de Gilmour, tuvo duras expresiones contra Roger Waters en sus redes sociales (quienes seguimos al grupo sabemos que estos enfrentamientos son más comunes de lo que podría pensarse).

En todo caso, un desinformado periodista británico llamado Stuart Maconie se encargó de lanzar una rama de olivo entre Gilmour y Waters, cuando este último respondió con furia al enterarse de que le atribuía declaraciones injuriosas sobre los solos que su compañero grabó para la versión original de 1973. “Para mí, los solos de David constituyen una colección de los mejores que se hayan grabado en la historia del rock. Así que Stuart, pequeño idiota, la próxima vez revisa bien lo que escribes antes de imprimirlo”.

A la vista de estas discusiones interminables, parece un sueño imposible que Roger Waters (79), David Gilmour (77) y Nick Mason (79) se sienten en torno a la misma mesa para celebrar, juntos, la tremenda obra maestra que perpetraron entre mayo de 1972 y febrero de 1973, aquellos nueve meses de intensas sesiones que terminaron siendo The Dark Side of the Moon, álbum certificado catorce veces con Disco de Platino solo en el Reino Unido y que ha permanecido en los rankings por más de 950 semanas. Como premio consuelo, nos queda escucharlo una y otra vez, como venimos haciéndolo desde hace cincuenta años.

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Música, Pink Floyd, The Dark Side of the Moon
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