Ley de Promoción Agraria

Ha hecho bien el segundo vicepresidente de la Confiep, Álvaro Correa, en señalarle al premier Otárola algunas contradicciones entre el discurso proempresarial que el presidente del consejo de ministros se lanzó a las orillas del Urubamba, en CADE, y algunas realidades que apuntan a todo lo contrario.

Así, hizo hincapié, entre varios ejemplos, en el tema de la regulación laboral, que fue impulsado por el gobierno de Pedro Castillo con la llamada Agenda 19, que se expresó en tres decretos del Ministerio de Trabajo y Promoción del Empleo (MTPE) que prohíben la tercerización laboral, fomentan la sindicalización artificial en sindicatos, sectores económicos y grupos empresariales y liberalizan el derecho a la huelga. Los reglamentos al respecto siguen flotando sin que el Ejecutivo derogue dichos decretos.

Señaló a su vez la inacción del gobierno en la derogatoria de la eliminación de la Ley de Promoción Agraria, que hubiera permitido al sector capear el temporal que lo aqueja por el fenómeno del Niño. No solo se debería retomar esa beneficiosa ley sino ampliarla a otras zonas el país, como el mundo de la agricultura andina.

Finalmente, Correa puso sobre la mesa la arbitraria, irracional y antitécnica decisión del Ejecutivo de asignarle lotes petroleros a Petroperú, empresa quebrada y sin capacidad técnica de emprender exploraciones, en lugar de haber procedido a una subasta de los mismos a través de la empresa privada.

A ello habría que agregarle la desastrosa participación de la ministra de Cultura en la negociación írrita con mafias organizadas alrededor del santuario de Machu Picchu, la joya de la corona en materia del turismo nacional, que sigue atravesando una profunda crisis y que sin ese imán de visitantes no levantará cabeza.

Si estos temas no se resuelven y no se dan señales inequívocas de compromiso con la inversión privada, el señalamiento del premier de que se vienen por delante tres años para trabajar de la mano con los inversores capitalistas, lejos de tranquilizar los ánimos, los tornará más inciertos.

Si a todo ello le sumamos la conducta anti institucional de un Congreso desatado y sobrerregulatorio, se entenderá por qué la confianza empresarial para invertir está por los suelos. Y al respecto, cabe anotar también responsabilidad del Ejecutivo, que por no pisar ningún callo parlamentario, deja que el desmán se apodere del recinto legislativo, sin contrapeso ni acción política.

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La reciente trifulca surgida respecto de la vigencia de la Ley de Promoción Agraria debiera servir también, de paso, para despercudir a la derecha y que empiece a marcar su cancha ideológica sin tapujos.

Claramente, la ley de marras se trata de una norma que en su capítulo laboral ha sido enormemente positiva y así lo reconocen todos aquellos que no están influenciados por prejuicios de izquierda respecto de beneficios laborales inconducentes. Hay encuestas que además indican lo propio. La gente mayoritariamente está a favor de flexibilizar la legislación laboral si la misma va a servir para generar empleo.

Pero la derecha, salvo Fernando Cillóniz, ha guardado cautelas inconducentes sobre la materia. Se anda con remilgos, como si las mayorías pensasen lo contrario a sus puntos de vista. No hay medición de la opinión pública que no demuestre que la mayoría del país comulga con criterios de derecha. ¿Por qué entonces tanto pudor?

Una encuesta de Ipsos a propósito de orientación económica de los peruanos es muy clara. El 13% se autodefine como controlista y el 26% como semicontrolista, es decir un 39%, que no es poco, pero no es la mayoría. En sentido contrario, un 47% se define como de semilibre mercado y un 15% abiertamente de libre mercado. Es un 62% del país que claramente se inclina por un modelo más o menos liberal o afín a criterios que conlleva una economía de mercado.

La mayoría está a favor de la inversión minera, de la privatización de empresas públicas, de la libertad de fijación de precios, de la flexibilización laboral, de la inversión privada primordial, etc.

A ese sector mayoritario del país es al que se debe dirigir la derecha sin pudores tontos. La izquierda le aventaja en ello. Mendoza, Arana, Castillo o Vega dicen lo que piensan y no se andan en curatelas absurdas. Y así van creciendo poco o poco o convenciendo a los incautos.

La definición de esta elección va a ser muy apretada y no va a influir para nada el sambenito de que mientras más al centro se sitúe uno mejor le va a ir. Por el contrario, la soberana crisis múltiple y simultánea que vivimos ha sincerado los pensamientos de la gente. Es hora de que los candidatos de la derecha lo entiendan así.

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Francisco Sagasti, Ley de Promoción Agraria, Paro
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