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Inversión privada

[PIE DERECHO] Alex Contreras es el Juan Reynoso del MEF. Todas las cifras son negativas y en cuanto a su gestión no se ve que haga algo significativo para revertirlas con eficacia. No se entiende su permanencia en el cargo y el visto bueno que aparentemente le brindan la presidenta Boluarte y el premier Otárola.

La inversión privada, motor esencial de la economía, se ha reducido 6.2% interanual en el mismo periodo, con lo cual suma cinco trimestres consecutivos de caída.

Ya no se puede atribuir todo a los problemas climáticos o a las protestas sociales de comienzos de año. Ya hay claramente un problema serio de gestión pública, de un MEF debilitado, sin capacidad de contención del populismo regulatorio del Congreso, ni la energía suficiente para impulsar una agenda proempresarial en los sectores productivos (relanzamiento de proyectos mineros postergados, vuelta atrás en la ley de promoción agraria, su extensión al mundo andino, etc.).

El anuncio de 25 medidas del Plan Unidos, para impulsar la economía, no ha generado la reacción entusiasta de los agentes capitalistas, porque un gobierno sumido en la inestabilidad política no es capaz de generar la sensación virtuosa necesaria para que la confianza se recupere y, por ende, la inversión se produzca.

Se necesita un Gareca en el MEF. Y si la presidenta Boluarte le garantiza absoluta independencia, es posible convocar a un economista de primera línea, capaz de romper el estancamiento y animar a los “espíritus animales” capitalistas a soltar las amarras.

Salvo la ocurrencia de un fenómeno del Niño severo no se ve otro nubarrón en el horizonte, quizás la incertidumbre respecto del futuro electoral en el 2026, pero, en primer lugar, eso es largo plazo, y, en segundo término, no es éste un factor que asuste al empresario peruano, acostumbrado a peores situaciones.

Si la economía no mejora, si no hay inversión privada, si no se genera empleo, si no se reduce la pobreza, vamos a llegar, allí sí, a un escenario electoral complicado. Y si la presidenta Boluarte no es capaz de remover del cargo al responsable de tal situación, pues ya la responsabilidad recae en ella y vuelve a poner sobre el tapete la discusión de si conviene o no que su gestión dure dos años y medio más.

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Crisis económica, gestión gubernamental, Inversión privada, MEF

Ha hecho bien el segundo vicepresidente de la Confiep, Álvaro Correa, en señalarle al premier Otárola algunas contradicciones entre el discurso proempresarial que el presidente del consejo de ministros se lanzó a las orillas del Urubamba, en CADE, y algunas realidades que apuntan a todo lo contrario.

Así, hizo hincapié, entre varios ejemplos, en el tema de la regulación laboral, que fue impulsado por el gobierno de Pedro Castillo con la llamada Agenda 19, que se expresó en tres decretos del Ministerio de Trabajo y Promoción del Empleo (MTPE) que prohíben la tercerización laboral, fomentan la sindicalización artificial en sindicatos, sectores económicos y grupos empresariales y liberalizan el derecho a la huelga. Los reglamentos al respecto siguen flotando sin que el Ejecutivo derogue dichos decretos.

Señaló a su vez la inacción del gobierno en la derogatoria de la eliminación de la Ley de Promoción Agraria, que hubiera permitido al sector capear el temporal que lo aqueja por el fenómeno del Niño. No solo se debería retomar esa beneficiosa ley sino ampliarla a otras zonas el país, como el mundo de la agricultura andina.

Finalmente, Correa puso sobre la mesa la arbitraria, irracional y antitécnica decisión del Ejecutivo de asignarle lotes petroleros a Petroperú, empresa quebrada y sin capacidad técnica de emprender exploraciones, en lugar de haber procedido a una subasta de los mismos a través de la empresa privada.

A ello habría que agregarle la desastrosa participación de la ministra de Cultura en la negociación írrita con mafias organizadas alrededor del santuario de Machu Picchu, la joya de la corona en materia del turismo nacional, que sigue atravesando una profunda crisis y que sin ese imán de visitantes no levantará cabeza.

Si estos temas no se resuelven y no se dan señales inequívocas de compromiso con la inversión privada, el señalamiento del premier de que se vienen por delante tres años para trabajar de la mano con los inversores capitalistas, lejos de tranquilizar los ánimos, los tornará más inciertos.

Si a todo ello le sumamos la conducta anti institucional de un Congreso desatado y sobrerregulatorio, se entenderá por qué la confianza empresarial para invertir está por los suelos. Y al respecto, cabe anotar también responsabilidad del Ejecutivo, que por no pisar ningún callo parlamentario, deja que el desmán se apodere del recinto legislativo, sin contrapeso ni acción política.

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Discurso Proempresarial, Inversión privada, Ley de Promoción Agraria, Pedro Castillo

Tiene que ver, sin duda, la caída de la inversión privada con la pérdida de confianza en el porvenir político del país, producto de un Ejecutivo incompetente y de un Congreso deleznable.

Ello, a su vez, es lo que está generando la caída del crecimiento económico y el aumento de la pobreza que se aprecia en todas las regiones del país, especialmente en aquellas que más zozobra causaron con los desmanes de diciembre y enero. Miguel Palomino, economista y presidente del IPE, señala, para el caso: “Veamos las cifras de Puno, por ejemplo. Entre enero y marzo se registró una caída anual de 16% en el empleo, explicada en buena parte por un retroceso de 28% en el empleo juvenil. Uno de cuatro jóvenes puneños perdió su empleo en el primer trimestre”.

Pero no es solo la incertidumbre política lo que está generando el estancamiento señalado. Ya se venía advirtiendo desde hace años en la urgencia de emprender las reformas de segunda generación en favor de la inversión privada en varios sectores productivos del país (agro, pesquería, minería), y eso, lejos de haber sucedido, se ha ido revirtiendo con los años (por ejemplo, con la derogatoria de la ley de promoción agraria, que debería no solo retomarse sino ampliarse a otras regiones, como la andina).

No es suficiente recuperar el statu quo precedente a la pandemia. Ya es hora de que algún gobierno (lamentablemente, éste no tiene el empaque de hacerlas) retome las banderas reformistas, promercado y proinversión privada. Sin ello, no será posible reencaminar al país por la senda del desarrollo que permitió en los últimos tiempos crecer como lo hicimos y reducir la pobreza, en solo 20 años, de 59% de la población a 20%.

Una nueva ola de reformas productivas e institucionales se requiere para volver a atraer inversión. Ya no basta con que haya un gobierno que no ataque a la inversión privada o no ponga en riesgo los capitales activos. Se necesita un impulso que, infelizmente, ningún candidato de la centroderecha propone con el énfasis pertinente.

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empleo, empleo juvenil, Inversión privada, Miguel Palomino, reformas

La mentada XIX Encuesta de Gerentes Generales hecha por Ipsos Perú para Semana Económica, reveló que el 71% de los CEO de las empresas del país aprueba el gobierno de la presidenta Dina Boluarte. Y que sus temores han variado notablemente. El 2022 el mayor riesgo potencial percibido era una Asamblea Constituyente (36%); hoy lo es la reactivación de los conflictos sociales (57%).

No se explica la complacencia empresarial con el gobierno mediocre de Dina Boluarte y que no se vea en esa medianía un riesgo potencial, capaz por sí sola de agitar el cuco de los conflictos sociales que, a la vez, tanto se teme.

Es verdad que el empresariado lo que más aprecia es la estabilidad, así ésta sea mediocre. Es la inestabilidad y la falta de previsión lo que aterra a los directorios empresariales, ya que les impide operar con relativa capacidad de previsión del futuro inmediato y mediato.

Pero la levedad para mirar los aspectos críticos del régimen sorprende. Tiene mucho que ver, sin duda, con el alivio generado por la salida de Pedro Castillo (solo 1% de los gerentes lo aprobaba) y su nefasto gobierno, pero ese entusiasmo soslaya las groseras metidas de pata de un gobierno precario y de pocas luces como el de Dina Boluarte.

Se requiere una voz más crítica de los gremios empresariales al respecto. El mensaje de Fiestas Patrias debería haber merecido severos cuestionamientos por su falta de visión reformista y de compromiso con el estímulo a la inversión privada, que está paralizada. No ha sido así.

Un caso particular ilustra lo que denunciamos. Lo que está haciendo el gobierno de Boluarte con EsSalud es de espanto. Los nombramientos en la institución son de un nivel de incompetencia que asegura que la entidad irá a la deriva. ¿Qué ha dicho la Confiep al respecto, teniendo, como tiene, dos miembros en el directorio (un tercio lo nombra el Estado, otro los trabajadores y, finalmente, el empresariado)? Mutis absoluto.

Lo peor que le podría pasar al país es que la derecha fáctica (empresarios, medios de comunicación y tecnocracia) se alinee con un gobierno al que la ciudadanía, a diferencia de los CEO, desaprueba mayoritariamente, reforzando la percepción popular de que este es un gobierno de derecha, con las enormes implicancias negativas que eso traerá para las venideras elecciones presidenciales. Los empresarios deberían mirar un poco más allá de su Excell.

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conflictos sociales, Dina Boluarte, Empresariado, Encuesta de Gerentes Generales, ESSALUD, Inversión privada

Bien ha señalado el exministro de Economía, Waldo Mendoza, que, según un reporte del Banco Mundial, el 85% de la reducción de la pobreza entre 2004 y 2019 se debió al crecimiento económico y un 15% a la redistribución, es decir el gasto público. ¿Y de dónde sale el gasto público? De los impuestos que se recaudan de las empresas privadas. Mendoza concluye que el 100% de la reducción de la pobreza se debe al crecimiento económico.

No hay otra fórmula. En ese sentido hay que hacerle justicia a lo que se hizo durante el segundo gobierno alanista. No emprendió ninguna reforma importante -su más grande pasivo-, pero en lo concerniente a la inversión privada, fue un activo promotor que permitió, por ello, la más importante caída de la pobreza de todo el periodo de la transición post Fujimori. Haría bien la presidenta Boluarte -más aun ahora que ha recuperado horizonte de gobernabilidad- en abocarse a ello y mirar ese espejo.

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Dina Boluarte, Economía, Inversión privada, Ministerio de Economía y Finanzas, Pandemia, Pedro Castillo

Lo relevante, en términos sociopolíticos, es que la inversión social del proyecto ha sido nueve veces más de aquello inicialmente previsto por el Estado en programas sociales. No obstante ello, la empresa ha encontrado (y sigue encontrando) importantes demandas de inversión pública por parte de la población, que conciernen el abastecimiento de energía, acceso a telecomunicaciones, educación y servicio de agua y desagüe. Esto se explica por dos razones básicas: la falta de inversión pública en comunidades alejadas y el rápido crecimiento de las áreas colindantes a los proyectos luego de iniciada la etapa de construcción. A esto pueden sumarse otras falencias, como la incapacidad de las autoridades locales para gestionar sus recursos, el aislamiento geográfico y la poca flexibilidad del Estado para encontrar soluciones cuando la realidad rebasa el marco normativo.

Dina Boluarte y los ministros del sector tienen la palabra. La puesta en marcha de una nueva dinámica de inversiones que generen empleo y reduzcan la pobreza en Puno requiere diligencia para responder a una solicitud que debe ser bienvenida en una coyuntura en la que la inversión privada más bien viene cayendo por la crisis política.

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Crisis política, Dina Boluarte, Estado, Inversión privada, proyecto, puno

El reciente incidente político, que ha comprometido al premier Bellido y a la Cancillería, donde el primero le ha llamado la atención a su colega ministerial a través de un tuiter, invitándolo a renunciar si no sigue la presunta “línea” del gobierno en materia de política exterior, solo corrobora la inmensa precariedad política con la que se maneja este gobierno, con la anuencia silente del holograma que tenemos de Presidente, el profesor Castillo.

Tiempos muy difíciles, signados por la inoperancia y la mediocridad, se avecinan, si el presidente Castillo, no se empodera del cargo, no asume su investidura, y no toma decisiones radicales respecto del guiso indigesto que ha armado de gabinete.

Tienen que salir Bellido, Maraví, tres o cuatro más, tiene que romper definitivamente con el cerronismo, expectorar al Movadef y adláteres, tiene que bajarle los decibeles al absurdo tema de la Constituyente, y luego de eso dedicarse a gobernar un periodo que, si no fuera por su propia medianía, se ofrecería como propicio y promisorio.

¿Lo podrá hacer? Habría que guardar un pequeño atisbo de optimismo. Esperar a que reaparezca el Castillo líder de la huelga magisterial y que se imbuya de ese mismo ánimo beligerante, que entonces puso en jaque a todo un gobierno, y que con ese talante sea capaz de tomar las decisiones referidas, que no son fáciles, pero que son imprescindibles si se quiere construir un escenario mínimo de gobernabilidad.

Si no lo hace, serán cinco años de espanto, donde a la crisis política en curso se le sumará pronto una crisis económica, producto del desplome de la inversión privada, y seguramente crisis social, con protestas en las calles, producto de la frustración de las sobreexpectativas que ha generado un gobierno surgido de abajo.

Mantener el statu quo es condenar el país a perder cinco años, en medio de una situación externa económica que debería, por el contrario, convertir este lustro en un ciclo de prosperidad. Se espera que al regreso de su periplo por el exterior, Castillo tome las decisiones necesarias. Si, por el contrario, cree que puede seguir postergándolas, “jugando a la casita” en Palacio, simplemente se confirmaría, para desgracia del país, que elegimos a un inepto crónico, muy por debajo de la talla mínima para ejercer algún rol de mando.

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La primera parte de este círculo virtuoso se trata de crear condiciones atractivas para la inversión privada, ya sea nacional o extranjera. Esto suele lograrse a través de reglas claras y poco cambiantes, legislaciones laborales y tributarias competitivas, menor burocracia, tratados de libre comercio que inserten a un país en el mercado internacional, y por supuesto escenarios políticos estables y manejos macroeconómicos responsables.

Pero el crecimiento económico no es un fin en sí, sino un medio. A más inversión en un país, mayor generación de empleo y riqueza, y por ende los Estados recaudan mayor dinero a través de los impuestos. Aquí viene la segunda parte de este círculo virtuoso: invertir este dinero en crear “Estados de bienestar”, con buenos servicios públicos como sistemas de salud, educación, justicia y seguridad que aseguren que sus ciudadanos cuenten con un mínimo de garantías para poder desarrollarse, y más adelante competir en base a su propio esfuerzo.

Contar con ciudadanos con buenos niveles de educación, a su vez, hace a un país más atractivo para los inversionistas, pues estos saben que contarán con capital humano capacitado para desarrollar sus negocios, cerrando así este círculo virtuoso. En el Perú, por ejemplo, existe hoy un déficit de 17mil profesionales especializados en carreras tecnológicas. Increíble que esto suceda cuando la tasa de desempleo ha llegado a más del 10% producto de la pandemia.

Escribo estas palabras desde Suiza, el tercer país con mayor libertad económica, y a la vez de los menos desiguales del mundo. Aquí, las empresas pagan en promedio 15% de impuestos (la mitad que en Perú), y la legislación laboral es de las más flexibles del mundo, siendo así uno de los países más atractivos para invertir en Europa. Al mismo tiempo, el Estado garantiza a todos sus ciudadanos educación de muy buena calidad, al igual que seguridad y excelente infraestructura. Por si no fuera poco, Suiza lidera los rankings de menor corrupción en el globo.

A los suizos ni se les ocurre la posibilidad de tener que elegir entre una economía de mercado competitiva y un Estado que les asegure tener una alta calidad de vida. Existen partidos de izquierda y de derecha, liberales y sociales demócratas, pero todos parecen estar de alienados en mantener este círculo virtuoso que tanta prosperidad les ha traído. No se tiene que elegir entre: sector público o sector privado, libre mercado o Estado, empresarios o ciudadanos. Todos estos actores son simplemente complementarios.

El Perú puede, y debe, seguir este modelo de círculo virtuoso. El próximo gobierno deberá tanto reactivar la economía, y volver a crear las condiciones para que las inversiones confíen en el país, como por fin reformar nuestros sistemas de salud y educación, prioridades sin las cuales jamás podremos aspirar a ser el país viable y con igualdad de oportunidades con el que la mayoría de nosotros soñamos.

*Las opiniones expresadas en este documento son de exclusiva responsabilidad del autor y pueden no coincidir con las de las organizaciones a las cuales pertenece.

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Inversión privada, Libertad económica
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