mujeres y niñas

Hace 7 años, fui a ver una obra de teatro, escrita por Mariana Silva Yrigoyen, llamada “Sobre Lobos”. La obra, ganadora del concurso de dramaturgia “Sala de Parto”, relataba la historia de una joven de 24 años que, un día cualquiera, regresando a su casa de la bodega, fue seguida por un carro con dos hombres adentro que la secuestraron y violaron por varios días de manera violenta, hasta que finalmente la protagonista logró escapar. 

En el monólogo final de la obra, interpretado de manera impresionante por Gisela Ponce de León, se relataba una escena de violación sexual masoquista, que terminó por darme un ataque de pánico. La crudeza con la que se relataba la violación fue tal, que sentí que me quedaba sin aire y me desmayaba. Tuve que taparme los oídos para dejar de escuchar, y salir de la sala.

Por mucho tiempo me pregunté por qué me había impactado tanto una escena de aparente ficción, considerando que yo, una joven limeña bastante privilegiada, no había vivido nunca una experiencia de este tipo. Con el tiempo llegué a la conclusión de que cualquier mujer que vive en Lima sabe que la posibilidad de ser víctima de violencia no es ficción, sino un riesgo que puede volverse realidad en cualquier día de mala suerte y “poco cuidado”.

7 años después de ver “Sobre Lobos”, leí ayer en Twitter un testimonio compartido por la excandidata al Congreso Narezcka Culqui, que relataba: “Una de mis mejores amigas fue secuestrada y abusada sexualmente en grupo casi 12 horas, el hecho ocurrió en la Av. Habich y el hotel donde la llevaron quedaba en Pista Nueva, el carro que se la llevó era una camioneta negra”. 

Culqui, conmovida por la noticia, relata en un hilo como ella, en por lo menos dos oportunidades, fue también seguida por un carro cerca de la misma avenida cuando sacaba a pasear a su perro en las mañanas. En ambas ocasiones, felizmente, la excandidata al Congreso logró escapar, auxiliada por otras personas. En respuesta a este testimonio, muchas mujeres comenzaron a compartir los suyos: más de una había sido seguida y perseguida por un carro con hombres dentro, en distintos distritos de Lima. La mayoría había logrado escapar a tiempo, a diferencia de la víctima cuyo caso se compartió en Twitter, y la protagonista de la obra “Sobre Lobos”. Mi mente regresó al ataque de pánico que tuve en el 2014: no es ficción. Nunca fue ficción. Es la amenaza de ser mujer joven en Lima en su más brutal expresión.

12 horas de violación. Pasó, pasa y seguirá pasando. ¿Qué tenemos que hacer para que esto deje de ocurrir? ¿Qué tiene que pasar para que este caso nos indigne hasta las lágrimas, o hasta quitarnos el aire? Hace unos años, miles de mujeres salimos a las calles a gritar “Ni una menos”, conmovidas por dos casos de violencia de género también brutales. Me parece que este caso amerita una movilización similar, con exigencias claras y concretas, como justicia para la víctima, especial resguardo policial en las zonas donde esta modalidad se ha vuelto recurrente, capacitación en las comisarías para casos de violencia de género, entre otras.

Una ciudad donde una mujer no puede salir a pasear a su perro sin terminar secuestrada y violada es una ciudad en la cual simplemente no podemos vivir ni un día más. Basta.

*Las opiniones expresadas en este documento son de exclusiva responsabilidad del autor y pueden no coincidir con las de las organizaciones a las cuales pertenece.

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mujeres y niñas, Ni una menos, violencia a la mujer, violencia sexual

El “Día por la despenalización del aborto en América Latina y el Caribe” o el “Día de Acción Global por el Aborto Legal y Seguro”; es una fecha emblemática en el calendario feminista que convoca a la movilización de millones de mujeres por el derecho a decidir. Es un día para hablar de libertades, así como de injusticias sociales, de barreras y de exclusiones en el ámbito de la salud sexual y reproductiva. 

Ayer #28S, diversas expresiones de los feminismos se volcaron a las calles y a las redes sociales para expresar su indignación frente a estados patriarcales que limitan el derecho a decidir de las mujeres; recordando que la lucha por la autonomía sexual y reproductiva ha sido y es una de las principales batallas que ha librado el movimiento feminista global en su diversidad.

Recordemos que en el Perú solo se encuentra despenalizado el aborto terapéutico, aunque acceder a este derecho no es una tarea fácil. Según un reciente Informe de la Defensoría del Pueblo¹ existen una serie de barreras como el exceso de burocratización, la estigmatización y la falta de información en el funcionariado que limitan una adecuada atención a las mujeres y niñas.

Así mismo, en nuestro país, el Estado obliga a las víctimas de violación sexual a continuar con embarazos forzados, ya que no se ha despenalizado el aborto en casos de violación o incesto. 

Según cifras del MINSA, entre el 2019 y el 2020, se registraron 2,482 niñas menores de 14 años que fueron obligadas a tener partos producto de una violación sexual. En lo que va del 2020 ya se han registrado 796 partos en niñas, de los cuales 10 fueron menores de 10 años. Es decir, el embarazo infantil forzado es uno de los principales dramas que tiene el país. 

En varias oportunidades, diversas instancias de las Naciones Unidas como el Comité de Derechos Humanos, el Comité contra la Discriminación hacia la Mujer y el Comité contra la tortura, han recomendado al Estado Peruano despenalizar el aborto por causal violación, como una medida para evitar la extensión del sufrimiento de las víctimas de crímenes sexuales. El Estado se ha mantenido indiferente frente a estas demandas. 

Desde las organizaciones y colectivas feministas se sigue trabajando por lograr la despenalización del aborto; en años anteriores se han promovido procesos ciudadanos y propuestas legislativas para – al menos- lograr la despenalización por causal violación; la respuesta ha sido siempre la indiferencia o el insulto. Es decir, se le sigue dando la espalda a las mujeres y a las niñas, se sigue perpetuando la discriminación, la injusticia social y la doble moral. 

Si bien hablar de la despenalización del aborto es un asunto de derechos humanos, también lo es de justicia social; son las mujeres y jóvenes en condiciones de pobreza las que se ven expuestas a espacios de clandestinidad que lucran con su dolor y desesperación.  La realidad es que las mujeres abortan, sólo que aquellas que tienen recursos lo pueden hacer salvaguardando su salud y las otras no. 

La siguiente consigna feminista, voceada en marchas y con mayor fuerza este 28S, clarifica las demandas pendientes que el Estado debe atender para construir una democracia real, la cual debe incluir a las mujeres y sus luchas históricas: “Educación sexual para decidir, anticonceptivos para no abortar y aborto legal para no morir”.  Es tiempo de avanzar. 

¹Informe sobre la supervisión de la atención integral en niñas y adolescentes embarazadas producto de violación sexual en establecimientos de salud. Defensoría del Pueblo, 2021. Disponible en: https://www.defensoria.gob.pe/wp-content/uploads/2021/07/INFORME-DE-ATENCI%C3%93N-EMBARAZO-EN-NI%C3%91AS-Y-ADOLESCENTES-DP-UNFPA-PER%C3%9A.pdf

 

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28 de setiembre, Aborto, derecho a decidir, mujeres y niñas
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