Negligencia Médica

[INFORMES] El pasado 9 de septiembre Sudaca dio a conocer la historia de Glenda Villegas Vargas, una mujer de setenta y ocho años que se encontraba internada en el Hospital Nacional Carlos Alberto Seguin Escobedo de Arequipa padeciendo una grave fractura en la pierna y la indiferencia del personal médico de dicho centro de salud.

En el informe titulado SOBREVIVIENDO A LA INDIFERENCIA: OTRA HISTORIA DE NEGLIGENCIA MÉDICA también se relataba que, durante su internación, Glenda sufrió un ACV durante su internamiento y, además, le notificaron que se le encontró un tumor, aunque no le ofrecían tratamientos ni alternativas para estos problemas de salud.

Tras la publicación de informe periodístico, el área responsable de relaciones públicas del hospital se comunicó con la familia de Glenda en lo que parecía ser la luz al final de camino lleno de problemas. “Después que salió el informe de Sudaca me llamaron de relaciones públicas para decirme que yo había entendido mal y que sólo le habían dado el alta de neurología”, relata Ania Villegas, sobrina de Glenda, aunque agrega que no confiaba en esta excusa debido a que cuando le comunicaron el alta le dijeron a su familia que se la debían llevar del hospital y no sólo del área de neurología. Sin embargo, el calvario para Glenda estaba lejos de terminar tal como se expondrá en este informe.

LA ESPERA INTERMINABLE

Luego de la aclaración que le hizo el área de relaciones públicas, Ania esperó dos días para que encuentren una cama para su tía Glenda en traumatología y pueda ser trasladada. Tras haber esperado por semanas, unos días más podían parecer poco con tal de ver a su tía librarse del dolor que día a día experimentaba en su pierna. “Me dijeron que no me preocupe porque mi tía estaba estable y el jueves la iban a operar”, relata Ania, quien paralizó su vida hace más de un mes para viajar a Arequipa y acompañar a su tía en una operación que, inicialmente, sólo iba a ser cuestión de días.

Pero al día siguiente surgió el primer inconveniente. En el hospital le notificaron a Ania que, para operar a su tía, debía conseguir cinco unidades de sangre adicionales. Aunque esta situación representaba un problema debido a que tanto Glenda como Ania no tienen familiares ni conocidos en Arequipa, la posibilidad de ponerle punto final a la dolencia de su tía llevó a que Ania consiga que varias personas viajen de Tacna a Arequipa para cumplir con la exigencia del hospital.

Cuando se habían hecho las gestiones y las personas dispuestas a colaborar se encontraban listas, un nuevo percance se topó en el camino. “Hice setenta y seis llamadas al banco de sangre y me dijeron que no iban a atender. Llamo al día siguiente y me dicen que estaban en campaña y no iban a atender”, cuenta Ania todavía indignada, un sentimiento que aumentaría al día siguiente cuando, tras llevar cuatro personas, le dijeron que sólo podían recibir dos donantes por paciente.

La tarde del día anterior de la operación, la familia de Glenda recibiría una nueva y desagradable sorpresa. “Un técnico me comentó que nadie le había dicho nada (con respecto a la operación de Glenda) pese a que normalmente los doctores le avisaban para alistar a los pacientes”, relata Ania y señala que tampoco le explicaban las razones detrás de esta decisión.

Finalmente, tras la constante presión por parte de la familia, le dijeron que el lunes 18 se realizaría la operación. Cuando llegó el día, Ania vio que a la una de la tarde su tía fue llevada para ser operada. Sin embargo, como se ha repetido a lo largo de esta historia, un cambio de último momento terminaría por sorprender a la paciente de 78 años.

caso de Glenda VillegasTras varias horas sin información sobre su tía, Ania vio que la camilla volvía al cuarto. Pero, increíblemente, al levantar la sábana que cubría la pierna de su tía no encontró ninguna marca propia de una operación y, para exasperar los ánimos todavía más, nadie le brindaba información sobre lo que había ocurrido durante esas largas horas en las que supuestamente estaban operando a Glenda.

LABERINTO SIN SALIDA

“No tienen la valentía de decirme que no la quieren operar”, cuenta la sobrina de Glenda a Sudaca y, en medio de lágrimas, señala que lo único que buscan es que su tía tenga una mejor calidad de vida y que esto sería posible si le realizan la operación en la pierna que a diario le produce un dolor intenso. “Mi tía todo el rato grita y llora por el dolor de la pierna”, relata Ania Villegas.

El panorama de Glenda no es alentador y empeora con cada día de indiferencia por parte del personal médico del Hospital Nacional Carlos Alberto Seguin Escobedo. Durante el tiempo que ha estado internada ha sufrido un ACV para el cuál no está recibiendo terapia de rehabilitación y el tumor que le detectaron recientemente no está siendo tratado y tampoco se han hecho los estudios para conocer su gravedad.

caso de Glenda Villegas“Mi tía entró con sus cinco sentidos”, reclama con impotencia Ania al recordar que, días antes de internarse para lo que sería una operación en la pierna, Glenda se encontraba lúcida y, en la actualidad, ha perdido una considerable cantidad de peso y ha perdido la movilidad de la mitad del cuerpo.

caso de Glenda Villegas“Están dejando morir a mi tía”, es el reclamo de Ania y sus familiares que hace más de un mes se encuentran en una ciudad en donde se encuentran solos y atrapados en un laberinto sin salida debido a la indolencia que padecen a manos de un hospital que parece buscar todas las excusas posibles para no operar a Glenda y tampoco es capaz de ofrecer otras alternativas para mejorar su calidad de vida que a lo largo del último mes se ha deteriorado ante la indiferente mirada de quienes debían velar por su salud.

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[INFORMES] En agosto de este año, Glenda Villegas, una paciente de 78 años, ingresó al Hospital Nacional Carlos Alberto Seguin Escobedo para una operación en su pierna. Semanas después, Villegas padece las consecuencias de un accidente cerebrovascular y se le ha detectado un tumor mientras el centro de salud parece decidido a librarse de ella sin importar los riesgos para su salud.

En octubre de 2019, Glenda Villegas Vargas, una exprofesora de primaria que por entonces tenía setenta y cuatro años, sufrió un caída que le produjo una fractura cerca de la cadera por lo que debió ser operada en Tacna, ciudad en la que vivía. Este procedimiento médico no fue el único al que tuvo que someterse Villegas, quien debió pasar dos nuevas operaciones, la segunda en Tacna y otra en Arequipa, con el objetivo de mejorar la prótesis que se le había colocado tras su accidente.

Pese a que por su edad ese tipo de lesiones pueden presentar complicaciones, el caso de Glenda parecía marchar bien luego de las tres operaciones. Sin embargo, en abril de este año, Villegas Vargas volvió a sentir dolor y, al consultar con los médicos de Tacna, sólo recibía la indicación de realizar terapia. Su familia, preocupada por el avance de un problema que en un momento parecía solucionado, optó por realizarle radiografías por su cuenta y recibieron con sorpresa unas imágenes en las cuales se podía observar que los elementos de metal que le colocaron en las operaciones se habían movido.

La familia de Glenda buscó ayuda en Tacna, donde había sido atendida anteriormente, pero ellos decidieron que lo mejor era enviarla a Arequipa. Esta decisión se tomó durante el pasado mes de agosto y fue ahí cuando empezó un calvario para Glenda, quien hoy se encuentra en Arequipa no sólo padeciendo el dolor en su pierna sino sufriendo las consecuencias de un accidente cerebrovascular y la presencia de un tumor en su cuerpo.

PESADILLA EN AREQUIPA

En agosto, Glenda Villegas fue trasladada de Tacna a Arequipa con el propósito de someterse a una operación para corregir el problema que presentaba en su pierna. Ania Villegas, su sobrina, la acompañó en este viaje para internarla en el Hospital Nacional Carlos Alberto Seguin Escobedo y, según relató a Sudaca, desde su llegada a este establecimiento de Essalud empezó una interminable tortura para su tía.

“Estuvo tres días en emergencia hasta que le encontraron una cama”, relató Ania a Sudaca sobre le llegada de su tía a Arequipa y agrega que el trato en el área de traumatología, quienes se iban a hacer cargo de la cuarta operación, fue pésimo desde el inicio y las imágenes del área de emergencias que pudieron grabar expusieron la precariedad que hoy se vive en Arequipa. Pero la indiferencia por parte del personal médico se sentiría mucho más días después.

El viernes, como todos los días desde que llegó a Arequipa, Ania acudió al hospital Seguin Escobedo para visitar a su tía y llevarle algunos elementos de aseo personal sin imaginar la escena con la que se encontraría. “El viernes veo medio rara a mi tía y me decía que le dolía el brazo derecho. Me mira y me dice ”ah, eres tú Ania”. No me había reconocido. Entonces la veo y se le estaba arrugando la cara y hacía muecas, como cuando tienes un acv”, relata Ania Villegas.

El cuadro era preocupante, pero al personal de salud parecía no interesarle en lo más mínimo el destino de Glenda. Ania cuenta que, al ver a su tía en ese estado, preguntó a las enfermeras qué había ocurrido en las últimas horas con la salud de Glenda y lo único que obtuvo fue un indolente “la encontré así”.

Cuando finalmente un médico confirmó que Glenda había sufrido un accidente cerebrovascular, se decidió trasladarla al área de neurología, donde recibió un mejor trato según cuentan sus familiares. “La neuróloga me dijo que mi tía había tenido un acv porque tenía un tumor en el estómago del tamaño de una mano y le estaba aplastando varios órganos”, explica Ania y añade “me enseñó una radiografía y el hueso estaba totalmente para el otro lado. Me dijeron que la tenían que operar sí o sí”.

ENTRE EL DOLOR Y LA INDIFERENCIA

La sobrina de Glenda cuenta que en este hospital no estaban dispuestos a realizar la operación hasta que ella consiguiera la donación de sangre para dicho procedimiento. Pese a encontrarse en una ciudad donde no tenía conocidos, Ania y su familia lograron ingeniársela para que algunos amigos pudiesen viajar desde Tacna para donar la cantidad de sangre que le exigían si quería que su tía sea operada.

Cuando ya parecía que no quedaban excusas para que Glenda sea operada, Ania se llevó una nueva sorpresa el último martes. Luego que se le impidiese entrar al hospital para visitar a su tía, como sí había podido hacer todos los días desde su llegada a Arequipa, la mañana del pasado 5 de septiembre no se le permitió el ingreso y, horas después, cuando finalmente pudo entrar recibió un mensaje inesperado. “Cuando regreso al hospital me dicen que mi tía está de alta y que me la lleve”, cuenta Ania.

Por supuesto este anuncio no venía acompañado de una recuperación milagrosa. La paciente de setenta y ocho años seguía con rezagos del accidente cerebrovascular, con el tumor dentro de su cuerpo y con el problema inicial, una fractura que este periodo había empeorado y provocaba que Glenda grite de dolor por varios minutos sin que nadie la intente ayudar.

“Me atendió un doctor de apellido Salcedo y me dijo que no sabía por qué Tacna la había enviado para acá. Cuando le pregunté por el tumor, él se quedó callado”, relata la Ania Villegas y cuenta, muy indignada, que nunca supieron explicarle cuáles eran los criterios para dar de alta a una persona cuya salud estaba más comprometida que cuando ingresó al hospital.

“Mi tía tiene setenta y ocho años y varias complicaciones, pero al menos podrían solucionarle el problema de la pierna para que tenga una mejor calidad de vida”, reclama Ania con la esperanza de recibir algún tipo de solución por parte de un hospital que parece indiferente ante el dolor de una paciente que día a día se va deteriorando mientras que el personal de salud parece preocuparse únicamente por cómo sacársela de encima.

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