xenofobia

La enorme cantidad de venezolanos que migró a nuestro país (alrededor de millón y medio) despertó tendencias xenófobas que, inclusive, fueron amplificadas en algunos casos por líderes políticos, felizmente sin mayor eco.

Pero el tema podría escalar de manera significativa en los próximos meses y es bueno advertirlo. Nada hace pensar que este domingo, la dictadura de Nicolás Maduro no perpetre un desvergonzado fraude que lo perpetúe en el poder, ahondando la ruina de Venezuela. Si eso ocurre, ya algunos especialistas advierten una oleada migratoria sin precedentes (se calcula que cerca de cuatro o cinco millones de venezolanos abandonaría sus tierras en búsqueda de un porvenir económico y político mejor para los suyos).

Después de Colombia, el Perú es el mayor destino de la migración venezolana. Luego de Caracas, Lima es la ciudad con más venezolanos en el mundo. Hasta el momento, fuera de las manifestaciones xenófobas señaladas, su recepción, sin embargo, ha sido favorable, no se les ha arrinconado en guetos, se han integrado urbanamente por todo el territorio nacional y participan de la vida laboral sin mayores sobresaltos.

Pero eso podría cambiar si se produce la escalada migratoria advertida. Si llega masiva y rápidamente un millón y medio más de venezolanos, que no sorprenda que el tema sea central en la campaña electoral y que se invoque los espíritus más primitivos de la sociedad para cosechar votos.

Hay que estar advertidos y el gobierno haría bien en estarlo también. Particularmente, saludo la migración venezolana. Son compatriotas y como tales hay que tratarlos, dándoles todas las facilidades para insertarse en la sociedad peruana. Su aporte a la economía es importante, aun cuando nadie lo haya medido a cabalidad.

Y si vinieran migraciones de otros países, bienvenidas también. El Perú es un país de migrantes. Solo un sector rancio y vergonzoso de la clase alta peruana mantiene la percepción de que la llegada de provincianos a Lima ha sido una desgracia. Pero el crisol de razas y culturas que es el Perú es lo que nos da el valor sociocultural que podemos exhibir y el factor que nos otorga una potencialidad económica sin par en la región.

Haría bien el propio periodismo en reflexionar sobre el tratamiento prejuicioso y sesgado con el que suelen informar sobre el tema, asociando, sin ningún rigor estadístico, a los venezolanos con la delincuencia. El amarillismo mediático es uno de los factores que contribuye a alentar la xenofobia, esa lacra cultural que debemos desterrar.

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[PIE DERECHO]  Nuevamente ha reaparecido el fantasma de la xenofobia en el país, a propósito de los sucesos de Ecuador y su vinculación con bandas criminales extranjeras. Las voces que claman por el cierre de fronteras y la expulsión de los venezolanos ya se hacen sentir y han escalado al ámbito político, por lo que, seguramente, será insumo de la campaña electoral del 2026.

En esa medida, será necesario reiterar hasta el cansancio la contundencia de los datos de la realidad para contrarrestar esta ola de opinión pública basada en la desinformación. No es verdad que del millón y medio de venezolanos que ha venido a estas tierras, la mayoría sea delincuencial. No lo debe ser ni una mínima parte, la misma proporción que seguramente existe entre la población peruana y sus grupos criminales.

Por el contrario, la mayoría de migrantes son gente de paz que ha llegado huyendo de las miserias políticas y económicas del régimen de Maduro. Y que, como suele suceder con las olas migratorias, luego del shock inicial por su masividad, terminan generando inmensos beneficios sociales, culturales y económicos al país recipiente de ese flujo.

Hay que saludar la venida de compatriotas venezolanos, vecinos de la patria grande. Y darles la bienvenida, como a la postre (porque al comienzo fueron mano de obra esclavizada) se hizo con la migración china, japonesa o africana, y que hoy tantos beneficios brindan a la riqueza cultural del país.

En este tema, el Perú ha demostrado una sapiencia social que no han tenido, hasta ahora, las naciones europeas, que a sus migrantes los han encerrado prácticamente en ghettos, apartándolos del flujo cívico normal, y quejándose luego de por qué no adoptan los patrones culturales del país que los ha acogido. Eso pasa, inclusive, en naciones supuestamente modernas e inclusivas, como las nórdicas, que hoy tienen un serio problema de marginalidad social producto de malas políticas inmigratorias.

En el Perú, los venezolanos se han integrado perfectamente al tejido social. Están por todo el territorio nacional, laborando en diversas actividades y poco a poco asentándose y prosperando, sin generar la pérdida de empleo de los peruanos, que suele ser el fundamento demagógico que en muchas latitudes se utiliza para aborrecer a los migrantes. Ojalá no eche raíces la primitiva xenofobia que algunos líderes políticos tratan de inculcar en sus seguidores. Sería una desgracia sumar ella, al deplorable racismo y clasismo que subsisten en nuestra sociedad.

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Esta sensación es falsa e ilusoria, pero muy poderosa. Nos hace creer que somos superiores a los demás y que, por tanto, tenemos derecho a tratarlos con desprecio y desdén. Nos hace olvidar que todos somos seres humanos, con los mismos derechos y dignidad, independientemente de nuestra raza, religión o nacionalidad.

Por eso, la lucha contra la xenofobia es una lucha por la justicia y la igualdad. Es una lucha por el respeto a la diversidad y por la construcción de una sociedad más inclusiva y solidaria.

Solo cuando seamos capaces de reconocer la humanidad en los demás, de respetar su dignidad y su derecho a ser tratados con igualdad y justicia, podremos superar la desgracia de la xenofobia y construir un mundo mejor para todos.

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