psicología

Hay dos formas de administrar la identidad.

Por un lado, que se define inmutable: endiosa, rinde culto y agudiza la diferencia. En primer lugar entre los de adentro y los de afuera. Nosotros y los otros no tenemos nada en común: comemos, amamos, enterramos, creemos, en fin, vivimos, de manera radicalmente y esencialmente distinta. Somos la versión definitiva de lo humano. Además, hay una sola manera de ser nosotros. Si alguien no la abraza, pues, o se convierte en otros o, muchas veces, en peor que ellos. Es una identidad que se sustenta erigiendo barreras y acumulando tabúes.

Por otro lado, está la que se reconoce como una expresión de la variedad de lo humano, define lo que la diferencia de manera orgullosa e interactúa con otras identidades sin complejos, admitiendo que la propia es fluida y dinámica. Quienes la asumen no exigen ni buscan la pureza. Nosotros somos diferentes de los otros, pero nos unen no pocas cosas. Muchos son nosotros a su manera y eso no los convierte en otros.

Dos formas que han producido, ambas, resultados notables, convivencias productivas y tragedias sin nombre.

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Partidos políticos, psicología

Según algunas encuestas hasta 60% de esa cohorte considera que el mejor tipo de liderazgo político, el más eficiente, el que logra más objetivos, es el que ejerce un personaje fuerte y decidido que no tiene que lidiar ni negociar con parlamentos o jueces o depender de electores y elecciones, o tomar en cuenta opiniones públicas, sobre todo si difieren de las suyas.

Finalmente, es un grupo preocupado, podría decirse obsesionado con la, bueno, su salud mental. Están estresados, casi la mitad de ellos, mucho más que los milenials, casi todo el tiempo. ¿Las razones? Fuera de la sobrecarga en trabajos y estudios, la situación económica, la incertidumbre por el futuro, el calentamiento global y el acoso sexual… por el estrés y sus estados emocionales. Un verdadero círculo vicioso.

Desconcertante esta especie de altruismo egoísta y laissez faire autoritario, ejercidos a través de y en redes sociales que parecen estar a punto de entrar en redefiniciones tecnológicas y empresariales importantes.

Hay que esperar para ver si las características de este grupo son las de una generación en especial o las de cualquier generación que hace sus primeros pasos.   

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chipis, hippies, psicología

Los coros de quedadores y botadores se agitan y agitan, pero no logran ilusionar a muchos fuera de grupos con intereses y obsesiones desconectados de las preocupaciones y esperanzas de los ciudadanos en general, que deben seguir su camino en medio del desorden y el ruido. Hasta el momento ni siquiera muestran la sofisticación y eficacia cuya falta se sacan en cara unos a otros, quedando en un empate de incapaces e impotentes. Tampoco ofrecen liderazgos inspiradores con propuestas coherentes —de derecha, izquierda o centro— que vayan más allá de ¡te vas!, ¡me quedo!, ¡te boto!

No me extraña la frecuencia con la que escucho a muchos, jóvenes, pero no solamente ellos, con tantas ganas rabiosas de irse a otro estadio o quemar el actual.  

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desesperanza, psicología

El antojo tirano nos mantiene en una suerte de permanente sala de espera que se llena de señales luminosas preparatorias: ciertas horas, aparatos, personas, palabras, lugares, acciones rituales, conjuros, transacciones. Cuando la cosa se desmadra, se hace patológica, lo que la mente esclava registra es la preparación y las consecuencias, mucho más que a su dueño, sea el consumo de la sustancia o la maratón frente a la pantalla. 

La adicción es un fenómeno real que depende del cerebro, de la herencia, de los rasgos individuales, de las condiciones sociales, de las regulaciones informales y del estatus legal de sustancias y conductas. Felizmente, para comenzar, la enorme mayoría de las personas administra razonablemente bien sus antojos, no hace adicción, ni siquiera uso disfuncional. Felizmente si esta se produce, las circunstancias —termina una guerra, se resuelve una circunstancia vital negativa o aparece una positiva, pasa una moda, se hace una terapia— pueden desactivarla o disminuirla. Pero hagamos lo que hagamos, siempre nos va a acompañar.  

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psicología

Si bien la palabra coaching es un adjetivo que deriva de ‘coach’ o todo lo “relativo al entrenamiento”, también tiene otra acepción más cercana a coche o furgón; es decir, un medio de transporte. Para Eduardo Villanueva, docente del Programa de Certificación de Coaching Profesional de la Universidad Continental, esto se debe a que el ‘coaching’ transporta a las personas de la situación en la que se encuentran, a la situación en la que desean estar.

“El coaching es una disciplina, un arte, una filosofía, que tiene sus propios métodos, fundamentos, técnicas y procedimientos, que requiere del desarrollo de ciertas competencias y habilidades por parte del coach. Consiste en liberar el potencial de una persona para incrementar al máximo su desempeño. Es acompañar a que la persona aprenda, antes que enseñarle lo que debe hacer”, precisó.

A diferencia de los psicólogos, un ‘coach’ se refiere a la persona que lo contrata como ‘coachee’ o clientes, pero nunca como pacientes.

Por ello, la psicóloga y coach, Miriam Ortiz de Zárate, socia directora del Centro de Estudios del Coaching (CEC) considera que la diferencia básica radica en que, mientras la psicología se centra en la resolución de un problema en base a una patología, el coaching “pone el objetivo en el aprendizaje, y el desarrollo de la persona, un mundo al que la psicología no se había acercado”, indicó al portal Cinco Días.

Para terapias, buscar un especialista

De acuerdo a Carolina Weldt, psicóloga de la firma chilena HK Human Capital, la diferencia fundamental es que el proceso terapéutico, en su sentido clínico, apunta a tratar algún trastorno emocional que afecta el bienestar de la persona de manera significativa.

“Si bien algunas personas emprenden procesos terapéuticos con el fin de desarrollarse personalmente, sin tener un motivo de consulta asociado a un trastorno específico, en general la terapia suele estar asociada a un tratamiento (…). Los procesos de coaching, en cambio, especialmente si están situados en un contexto organizacional, apuntan a desarrollar habilidades aplicadas y relacionadas con el ámbito laboral”, explicó.

Recordó que, usualmente, los ejecutivos que realizan un proceso de ‘coaching’, lo hacen con el objetivo de mejorar su manejo como líderes, a través del desarrollo de habilidades comunicacionales y relacionales. “Si el coach identifica una alteración afectiva relevante, lo recomendable y esperado es que realice la derivación o recomiende a un especialista para realizar un tratamiento efectivo”, agregó.

En la misma línea, el coach y conferencista Daniel Colombo resaltó que el ‘coach’ no evalúa al cliente; ambos trabajan juntos y lo acompaña para lograr su mejor versión, de acuerdo a las metas consensuadas en el proceso de ‘coaching’.

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