Venezuela

La rivalidad Perú-Chile es casi una tradición binacional. Se atenúa en ciertos momentos, se agrava en otros, pero parece que seguirá siendo tal mientras nuestros gobernantes no tomen la decisión de hacer algo al respecto que incluya la formación del futuro ciudadano. Pero estamos en tiempos de redes sociales y esta nueva realidad tiende a cambiar sustancialmente el estado de la cuestión. Los enfrentamientos entre nacionalidades se producen más entre peruanos y venezolanos, eventualmente entre peruanos y ecuatorianos, y por razones muy diferentes a las guerras del pasado.

La rivalidad entre peruanos y venezolanos remite a la migración de la población llanera al Perú y su adaptación a la sociedad de acogida. Recordemos algo, las redes, como antes el imaginario, no discriminan, no establecen distingos, no separan al polvo de la paja. Al contrario: generalizan. De esta manera, en X se atrincheran los nacionalismos de uno y otro país y se dicen de todo. Por cierto, la denostación y el insulto encabezan las vanguardias de uno y uno bando. 

Recientemente, se ha destacado en estas guerras ciberespaciales la cuestión culinaria. Así para los venezolanos,  la comida peruana no sería tan exquisita como, es verdad y hay que admitirlo, cacareamos los peruanos, y los picarones no serían otra cosa más que una modalidad de donuts. A su turno, en encarnizados debates, los ecuatorianos le disputan al Perú la paternidad del ceviche, nuestro plato de bandera, no sé si antes o después del también cacareado Lomo saltado. Ciertamente, hay discusiones menos banales que estas, en las que foristas peruanos de las redes tildan de delincuencial a la migración venezolana mientras que esta responde denunciando que es maltratada en el Perú. 

Creo que hay una premisa de sentido común a considerar en primer lugar: la generalización no le hace bien a nadie. Ni todos los venezolanos en el Perú – o en Chile- son delincuentes ni mucho menos; ni todos los peruanos tratan mal a los venezolanos. Creo, sí, que faltan políticas para promover este novedoso vínculo binacional, que se expresa en una multitudinaria migración de venezolanos al Perú para la cual, en realidad, nadie estaba preparado, ni tenía mayores referentes previos. Y hay que hacerlo, como hay que combatir a la delincuencia venga de donde venga, así como hay que promover la integración social y cultural entre los diferentes pueblos que constituyen el Perú de hoy, incluido el pueblo venezolano. 

Luego ¿qué pasa con la rivalidad con Chile? En los últimos años esta se ha limitado al fútbol, donde los partidos entre las selecciones de ambos países constituye el Clásico del Pacífico. Sin embargo las voces que llegan del vecino son más bien positivas en lo referente a nuestra migración. Los peruanos que migraron al vecino del sur en las décadas de 1980 y 1990, luego de atravesar por un difícil periodo de adaptación, se han establecido                              bien, principalmente en la ciudad de Santiago. Al nivel del imaginario, e inclusive de las redes -las que también generan poderosos imaginarios- la buena relación entre peruanos y chilenos en la capital del país vecino tiende a mejorar la relación bilateral porque genera voces positivas en un escenario en el que siempre se difundieron únicamente narrativas de confrontación. 

¿Será suficiente la integración peruano-chilena generada por la migración peruana en Santiago para modificar la rivalidad entre nuestros dos países? Yo sigo pensando que no y que hace falta hablar sin miedo y sin prejuicios de aquella guerra, de aquel evento doloroso del pasado porque, en el inconciente, constituye la matriz de la rivalidad. Se trata de resignificar, de reconciliar, no se trata de restituir las cosas a como eran antes de 1879 ni mucho menos. Se trata de una política de gestos en la cual la migración peruana en Santiago, así como el importante intercambio comercial entre tacneños y ariqueños jugarán, que duda cabe, un rol muy importante. 

La historia está llena de carambolas. Hoy se insuflan, lo cual es una lástima, las rivalidades de chilenos y peruanos contra venezolanos y viceversa. Al mismo tiempo, esta situación tiende a disminuir la rivalidad entre el Perú y Chile y abre la posibilidad de crear escenarios de integración y reconciliación bilaterales inéditos. Los problemas hay que afrontarlos todos. Imaginarios, redes sociales, van dándole forma a la percepción que tenemos de nosotros mismos y de los otros. Estas percepciones, a su vez, se manifiestan en las relaciones internaciones, por eso resulta tan importante tenerlas en cuenta e incluirlas en la política pública.  

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La izquierda latinoamericana ha involucionado y se ha enemistado con los criterios de libre mercado, que son los únicos capaces de asegurar el crecimiento económico y, por ende, la reducción de la pobreza y la disminución de las desigualdades.

En esa tesitura, han conducido a sus países a la pobreza, el estancamiento y, en el peor de los casos, a las dictaduras más desembozadas (es el caso de Nicaragua y Venezuela). El socialismo del siglo XXI ha conllevado al atraso de la región y al debilitamiento corrosivo de la democracia.

El Perú debe mirar con especial atención ese espejo regional y reconvenir sus términos. No dejarse llevar de las narices por grupos minoritarios violentistas y hacer pedagogía ideológica para que el pueblo no se deje sorprender por razones extrapolíticas, como sucedió el 2021, y que nos llevó a una calamidad de la que felizmente nos libramos por obra y gracia de la torpeza castillista.

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Pero en última instancia, la migración puede tener beneficios significativos para todas las partes involucradas. Si se gestionan adecuadamente, los flujos migratorios pueden ser una fuente de enriquecimiento y progreso para los países de origen, los países de destino y los propios inmigrantes. Por lo tanto, debemos reconocer la migración como una fuerza positiva en lugar de tratarla como un problema a resolver.

En el Perú debería proporcionársele de modo inmediato permisos laborales y documentos de identidad que integren a las poblaciones migratorias. Ya hay suficiente experiencia en el mundo de que la exclusión genera guetos, marginalidad y delincuencia. La migración no es el problema sino la buena o mala recepción que exista de ella.

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EL PODCAST DIARIO DE OPINIÓN DE JUAN CARLOS TAFUR.

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La fallida expulsión de 41 ciudadanos venezolanos del Perú, no por haber cometido delitos en nuestro país sino por ingresos irregulares o antecedentes en su lugar de origen -operación, además, frustrada porque el avión no tenía los permisos correspondientes en Venezuela-, ha sido un acto vergonzoso.

¿Qué tenían que hacer en ese acto, eventualmente administrativo, el ministro del Interior, Avelino Guillén, y el propio presidente de la República, Pedro Castillo? ¿Qué se quería transmitir? ¿La idea de que se combate la inseguridad ciudadana expulsando a los causantes de la misma, los inmigrantes venezolanos? Xenofobia pura y dura a la que se ha prestado el Primer Mandatario, un personaje dizque de izquierdas y, por ende, globalista.

Ya habitan nuestro país cerca de un millón doscientos mil venezolanos que han huido y huyen de la miseria y la dictadura de Maduro. El Perú los ha acogido con relativa dignidad. Porque se han integrado a la sociedad, no habitan en ghettos urbanos y la mayoría de ellos trabaja honradamente.

Pero la asimilación es incompleta porque la mayor parte de esos migrantes no obtiene los papeles necesarios para ser considerado ciudadano pleno, acceder a los servicios de salud y educación gratuitos y eventualmente aspirar a un puesto formal de trabajo. Son, por ello, ilegales y algunos se ven compelidos al mundo delictivo porque no tienen posibilidad formal de trabajar adecuadamente (ese fenómeno ha sido estudiado hasta la saciedad en sociedades que han recibido, igual que la nuestra, un influjo masivo de migrantes).

El Presidente, en lugar de acudir demagógica y xenofóbicamente al aeropuerto a ver partir un avión con venezolanos expulsados, debería visitar la Superintendencia Nacional de Migraciones y supervisar que se les esté dando a los venezolanos, con la celeridad adecuada, sus permisos temporales de residencia o de trabajo, y que luego se les otorgue la ciudadanía plena.

Nuestros compatriotas venezolanos deben ser integrados plenamente al país, con todos los deberes y derechos ciudadanos. No se puede tolerar la situación de ilegalidad en la que muchos viven. Y en esa medida, si delinquen pues que vayan a las cárceles peruanas, como corresponde, y no que se perpetre un espectáculo xenofóbico como aquel en el que participó Pedro Castillo, encima con el bochorno de ni siquiera haberlo coordinado adecuadamente.

Es lamentable ver a un mandatario, que supuestamente cree en la “Patria Grande”, actuando como el más vulgar de los conservadores de la ultraderecha respecto de la migración venezolana, la misma que debemos agradecer en lugar de lamentar, por su aporte cultural, económico y social.

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Perú no va camino a ser Venezuela o Nicaragua, como teme aún algún sector de la derecha peruana. El gobierno, así lo quisiera, no podría hacerlo, dada la realidad congresal adversa a semejantes propósitos, y la resistencia social, expresada en las encuestas, a tales pretensiones.

Pero adonde sí parecemos encaminarnos, a pie firme, es a ser una suerte de México bajo la conducción de López Obrador, en la peor de las perspectivas y sentidos.

México es un desastre económico, con niveles de pobreza y desempleo en aumento, además de un desaliento generalizado de las inversiones privadas, todo ello por los zigzagueantes comentarios del presidente mexicano, con un discurso anticapitalista y proestatista. Ese es el balance de la gestión de López Obrador, cuyo máximo objetivo es ahora salir del poder dejando a su país al menos como estaba antes de asumir su calamitosa gestión.

Y, como México, Perú se encamina a pie firme a ser un país dominado por las mafias ilegales. Lo que hemos visto de concesiones a los transportistas informales o a las universidades bambas es algo que se está replicando en las zonas de influencia donde el narcotráfico, el contrabando o la minería informal sientan sus reales.

El gobierno de Castillo ha abandonado en la práctica la lucha contra estos males endémicos de nuestra sociedad y que constituyen, per se, una amenaza al Estado de Derecho y la democracia republicana, al ser actividades contestatarias, por naturaleza, del propio Estado.

No es casualidad que en la encuesta sobre percepción de progreso que anualmente realiza Ipsos, tengamos cifras de espanto. Un 56% considera que el Perú está retrocediendo, un 35% que se mantiene igual y apenas un 6% de la población cree que estamos progresando. Ese combo de cifras de crisis no se veía desde los 90 -hace treinta años-, luego del megadesastre que fue la gestión del primer gobierno de García, donde a la crisis originada por su irresponsable gestión, se sumaba la sensación de derrota respecto del crecimiento de Sendero Luminoso.

Y lo más grave es que parece que la cosa irá peor, ya que no se aprecia en el inquilino de Palacio, propósito de enmienda alguna, consciencia de la crisis ni visión inteligente de cómo salir del embrollo. Un sindicalista básico nos malgobierna y mientras dure en Palacio, el Perú irá retrocediendo progresivamente.

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En el Perú se calcula que hay un millón de venezolanos. Un informe de la agencia de la ONU para los refugiados- Acnur, señala que dos de cada tres migrantes venezolanos en nuestro país quedaron en situación vulnerable por la crisis sanitaria, económica y política.

Además, indica, que nueve de cada 10 están desempleados o tienen un empleo precario, y siete de 10 comen menos de tres veces al día.

Ya que este 18 de diciembre se conmemora el Día Internacional del Migrante 2021, conversamos con Nancy Arellano, directora del proyecto Chance para sumar, una iniciativa de USAID Perú implementada por Cedro y presidenta fundadora de Veneactiva Perú, sobre el impacto de la migración venezolana en la economía peruana.

¿Cuántos venezolanos hay en estos momentos en el Perú y cuál su situación laboral?

Aproximadamente, la migración venezolana representa el 3% de la población en el Perú. Somos más del 95% de la población extranjera en el Perú. Los venezolanos somos la primera nacionalidad de extranjeros, en este momento.

Además, Lima es la ciudad con mayor número de venezolanos fuera de Venezuela. Y el Perú es el país con mayor número de solicitantes de refugio a nivel mundial de venezolanos.

¿Cuántos venezolanos se encuentran en situación de ilegalidad en el Perú?

Para nosotros ningún ser humano es ilegal. Hablamos de situación regular o irregular. En situación regular hay 247 mil con carné de extranjería. Hay alrededor de 250 mil que se han regularizado vía CPP (Carné de Permiso Temporal de Permanencia). Ahí hablamos de medio millón. Luego, tienes otro medio millón que están en condición de solicitante de refugio.

¿Cuál es la situación laboral de los venezolanos en Perú?

Hay una altísima informalidad. Al haber un número menor a 300 mil con carné de extranjería, al haber otro documento como el CPP (que es nuevo y que mucha gente lo desconoce) y al tener un alto número de solicitantes de refugio que, pese a que tienen garantizado el derecho al trabajo a través de un permiso especial, muchos de estos permisos no son aceptados por los empleadores. Entonces el empleo precario, el trabajo informal y los peligros latentes como la explotación laboral, la trata de personas y explotación sexual de mujeres, ha venido creciendo.

¿Podría darnos cifras?

Estamos hablando que, respecto a la trata de personas, específicamente en mujeres, el 92% son venezolanas. Para nosotros el enfoque es la regularización migratoria y un proceso de regularización que permita la obtención de un documento que habilite realmente la integración económica y social, como es el caso del carné de extranjería. 1) como medida de seguridad nacional, porque si sabemos quiénes están podemos medir los riesgos respecto a estas personas. Y 2) para evitar que caigan en ofertas engañosas de empleo, que son el mecanismo más usual para las redes de trata de personas y explotación.

¿En qué trabajos u oficios vienen desarrollándose?

En este momento se computa más de 3000 las empresas propiedad de migrantes venezolanos, microempresa que aportan a la economía peruana. 56 mil, aproximadamente, están en planilla y están trabajando como trabajadores dependientes, según el Ministerio de Trabajo de Perú. Y el remanente, tienen su RUC activo y emiten su recibo por honorarios. Aún hay un reto muy importante, respecto de la formalidad.

¿Cuánto es el impacto de la migración venezolana en la economía peruana?

Respecto al consumo, la migración aumentó la demanda agregada del Perú en 1500 millones de dólares. Esto representa el 1.1% del consumo peruano y eso representa el 0.74 del PBI peruano. Es decir, hay un impacto positivo.

¿Y si nos vamos al ingreso fiscal?

Estamos hablando de que la cifra entre el IGV (Impuesto General a las Ventas) y el ISC (Impuesto selectivo al consumo), así como el Impuesto a la Renta, suman 88 millones de dólares, equivalente al 0.043% del PBI peruano. Lo que a su vez representa el 0.66% de la totalidad de los ingresos fiscales del Perú.

La migración no le está costando al Estado peruano, sino que está aportando, pese a la situación de informalidad que estamos hablando.

Si se facilita la obtención del carné de extranjería, si se facilita los mecanismos para disfrutar de productos financieros, si se facilita la incorporación del talento productivo a través del reconocimiento de títulos universitarios y técnicos, sobre todo en los técnicos, donde todavía hay barreras importantes, o las colegiaturas que habiliten a determinados profesionales, este impacto según el Banco mundial podría superar los 4 mil millones (de dólares).

Ustedes tienen un proyecto donde llevan profesionales venezolanos a brindar ayuda a comunidades alejadas y vulnerables en el país como, por ejemplo, llevar doctores a zonas como Purús, en la selva peruana…

El programa Chance para sumar está articulando, con gobiernos locales, regionales, con los sectores del Ejecutivo nacional y con el sector privado, Confiep, y con distintos gremios, planes de desarrollo concertado y busca llevar este talento productivo que pueda ser recolocado de Lima, Arequipa o Trujillo, Cusco hacia otras zonas donde haya una demanda insatisfecha.

¿Qué profesiones serían?

Por darte un ejemplo sencillo. En el 2018 hubo un cambio curricular. Ese cambio curricular dice que todos los niños en el territorio peruano deben tener clases de educación física. Eso genera una demanda de 41 mil docentes de educación física, que no existen en el Perú. El Perú no ha producido 41 mil docentes de educación física. En la migración hay 9 mil. Entonces, si hay 9 mil, podemos acortar la brecha, que se propicie la inserción para cumplir con el mandato del currículo escolar peruano. Estamos trabajando en la ubicación de estos docentes. Ellos pasarían por un proceso de acreditación de sus títulos a través de la Sunedu y, por supuesto, por un proceso de capacitaciones. No se trata de competir con la mano de obra local para reemplazarla, sino aportar en los espacios donde las necesidades siguen latentes y no hay profesionales ni técnicos para suplirlas.

¿Cómo afectó la pandemia a la población venezolana en el Perú?

De una forma dramática. Nosotros hicimos un estudio y determinamos que el ingreso (de trabajadores informales venezolanos en el Perú) es de S/. 850.29 soles. Esto no alcanza para pagar alquileres de vivienda, alimentación, educación y gastos de una familia (que la conforman, en promedio, 3 o 4 venezolanos).

¿Considera que hay una estigmatización sobre la comunidad venezolana en el Perú?

Ha hecho mucho daño la matriz mediática de asociar migración con delincuencia, que no tiene base estadística. Hay un millón de personas, hay un millón de historias. El año tiene 365 días. Si la historia de un ciudadano de origen venezolano que ha trasgredido las normas la repito 3, 4 o 5 veces. ¿Cuántas historias son? ¿Son representativas de la comunidad venezolana? Yo no estoy minimizando la actuación de las personas que trasgreden la norma, deben recibir todo el peso de la ley y por su puesto nadie pide excepcionalidades al respecto.

¿Por qué la nacionalidad tiene que ser un epíteto? La delincuencia representa el 0.012% de la migración. Solo hay 26 mujeres privadas de la libertad de nacionalidad venezolana, y las mujeres representamos el 50% de la migración.

Para conocer esta problemática, así como la reinserción laboral, la capacidad emprendedora, y la integración de talento venezolano en el Perú, en los próximos días se realizará un evento, en trabajo conjunto con la Cámara de Comercio de Lima y la Confiep.

Se desarrollará este 15 de diciembre. Es sobre la recuperación económica y la inclusión socioproductiva, para la inclusión del capital técnico productivo, con un enfoque de diversidad y con miras a la reducción de brechas en las regiones del Perú. Para más información pueden entrar a pactoporlaintegración.org y las redes de Cedro Perú y de Chance para sumar. Ahí también se transmitirá el evento en vivo.

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Todos los días, de lunes a viernes, Alexandra Ames, David Rivera y Paolo Benza discuten los temas más importantes del día por Debate. En nuestro episodio número 224: Bellido suspende el Consejo de Ministros. ¿Qué relación debemos tener con Venezuela? Una congresista dice que su sueldo no le alcanza y otro explica por qué cobró instalación.

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