28 de julio

¿Alguien en su sano juicio puede creer que con el gabinete actual, el gobierno va a ser capaz de pergeñar un programa ambicioso de reformas tendientes a dar un giro copernicano a la gestión pública en lo que vendría a ser su penúltimo año de mandato?

¿Puede uno esperarlo de una mandataria de mirada corta, visión nula y proyección política inexistente, más pendiente de sobrevivir a costa de concederle todo al Congreso?

¿Puede aspirarse a que desde el Parlamento se olviden de distribuciones oportunistas de cuotas de poder para mantener el statu quo en la Mesa Directiva o que se dispongan a iniciar reformas o desandar las contrarreformas nefastas que han perpetrado en el último periodo, que han debilitado el Estado de Derecho impunemente, sin que les importe, al parecer, el bajísimo nivel de aprobación que exhiben?

Si algo va a cambiar a partir del 28 de julio, fecha política que antes marcaba un parteaguas gestor de la administración pública, va a ser para peor. La política en el Perú se ha degradado a pasos agigantados. Ha ocurrido en el último año un condensado intensivo de lo que nos viene sucediendo desde el 2016.

Y lo grave es que es el último año en el que algo importante se podría hacer, porque ya el periodo 2025-2026, el gobierno de salida no arriesga nada, no tiene perspectiva para iniciar nada significativo y, además, la atmósfera política ya estará impregnada de vientos electorales que catalizarán todas las expectativas ciudadanas.

Ya van dos lustros perdidos en el Perú por culpa de la crisis política incubada en los dieciséis años de bonanza económica precedentes, pero huérfanos de reformas básicas (salud, educación, seguridad ciudadana, regionalización, reforma del Estado, etc.) que hubieran permitido construir cimientos poderosos que hubieran hecho imposible el zigzagueo mediocre en el que estamos embarcados hace diez años.

El 28 de julio asistiremos a un espectáculo que de republicano solo tendrá la parafernalia, pero que solo será un peldaño más de descenso en la calidad democrática del país, que se asoma, justamente por ese deterioro, a un escenario electoral impredecible, inédito por la cantidad de candidaturas, y que no promete nada nuevo. La desgracia de hoy puede ser solo el preámbulo de un desastre mayor.

 

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28 de julio, Discurso presidencial

Se ha colocado en un disparadero el propio presidente. En un año ha destruido todo posible horizonte de gobernabilidad, por sus propias malas decisiones. No le queda otro camino decente que la renuncia. Y si ella no se produce, ojalá el Congreso pueda activar la vacancia o, en el peor de los casos, procesar un adelanto de elecciones, que le evite al Perú tres años de desangramiento.

Porque si las cosas siguen como están hasta el 2026, el Perú será un país más pobre, más violento, más desigual, con un Estado nulo en muchos sectores en los que antes al menos funcionaba y, lo que es más grave, con las esperanzas de los propios ciudadanos -como ha revelado una última encuesta de Ipsos- por los suelos.

 

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28 de julio, Fiestas Patrias, Pedro Castillo
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