Entonces, parece ser que este sería un caso donde lo principista podría ser enemigo de lo práctico. Al oponerse a esta propuesta, sabiendo que el matrimonio igualitario no será aprobado en este Congreso mayoritariamente conservador, se privaría a la comunidad LGTBQ+ de contar con las protecciones y beneficios mencionados arriba. ¿Es entonces lo perfecto enemigo de lo bueno?
Quienes se oponen a la propuesta, consideran que, una vez aprobada, se usará como argumento para no debatir el matrimonio igualitario. Sin embargo, los ejemplos de otros países, como Chile, nos dicen que la Unión Civil es muchas veces un paso previo al matrimonio igualitario, en el cuál las sociedades van evolucionando y comprobando que las uniones entre personas del mismo sexo no le hacen daño a nadie.
Lo que correspondería en un Estado de derecho con igualdad ante la ley sería que la ley sea igual para todos. Sin embargo, mientras el Matrimonio Igualitario no sea una posibilidad, creo que las bancadas progresistas deberían reflexionar sobre si realmente quieren privar a las parejas del mismo sexo de tener al menos los beneficios que ofrece este punto medio. En este caso el “todo o nada” pone mucho en juego.
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