golpe

En el extremo opuesto del extremismo izquierdista, las fuerzas del orden nacionales, vencedoras en un mismo tiempo y en un mismo lugar de los dos principales grupos terroristas de América Latina, sabían qué hacer en cada lugar del país apenas los ultra izquierdistas dieran el primer paso. Como bien lo explicó la mañana del sábado el director de Inteligencia del Comando Conjunto, era importantísimo tomar el control militar de los aeropuertos del sur andino del país, sobre todo del aeropuerto de Huamanga, Ayacucho, punto estratégico para controlar todo el movimiento de tropas en la sierra sur. Como es lógico, los militares saben eso como parte del manual de la defensa integral del territorio, pero, ¿cómo lo saben Cerrón, Bermejo y Bellido? Por eso, para algunos expertos, cobra actualidad el papel cumplido por estrategas extranjeros y, sobre todo, el rol cumplido por la inteligencia militar boliviana, subsede de la inteligencia cubana, la más activa de América Latina.

Por eso es necesarísimo que Aníbal, Betssy y, sobre todo, Roberto Helbert Sánchez Palomino nos digan a nombre de quién obligaron a Pedro Castillo a disparar la crisis social que hoy estamos viviendo.

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autogolpe, golpe, Pedro Castillo

Hay que avanzar en aquello que facilite el tránsito de los congresistas de su renuencia a recortar su mandato a su aceptación de que es la mejor salida política posible a la crisis permanente que sufrimos desde el 2016.

No le regalemos la narrativa política al castillismo derrotado y golpista y mucho menos al radicalismo destructivo de Antauro Humala. La izquierda fue un desastre absoluto, que además de mediocre y corrupta, fue autoritaria y antidemocrática. Esa impronta debería quedar marcada a sangre y fuego en la mentalidad colectiva de la ciudadanía, que le sirva de experiencia aleccionadora y que ese aprendizaje ayude a que en adelante el país aprenda a votar con un mayor sentido de razón y menos de emotividad antiestablishment o identitaria.

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Boluarte, golpe, golpe castillista

En los modernísimos años noventa, con caída del muro de Berlín, globalización, televisión por cable, inicios de internet y todo, Alberto Fujimori nos contó la historia de que el Perú todavía era caldo de cultivo para sofisticadísimas dictaduras, con inteligencias grises a la cabeza. Me refiero a Vladimiro Montesinos -especie de gran hermano orwelliano, que todo lo ve y todo lo sabe, y todo lo controla y todo lo corrompe y con el amén, explícitamente firmado en cartas de sujeción de las Fuerzas Armadas. Con estos métodos se quebró el orden constitucional el aciago 5 de abril de 1992 y se intervinieron todas las instituciones del Estado. Cuánta nocturnidad, cuánta extorción, cuánto chantaje, cuántos destrozos en nuestra per se precaria institucionalidad; el Estado quedó en pie porque no puede desaparecer ¿o sí? Pero los partidos políticos no. Agentes de inteligencia con un mínimo de pudor y que denunciaron las miserias del régimen acabaron torturados, estudiantes dinamitados, fosas comunes a la orden del día, tanto como madres esterilizadas sin que nadie se los advierta primero. Estaba por advenirse nuestro nuevo milenio y las prácticas de Fujimori eran peores de obscenas que las de Sánchez Cerro, solo que con internet.

¡Pero no participamos tampoco en lo de Manuel Merino! Nos dicen. Sí, sí. Sí participaron, puesto que lo permitieron y sus fuerzas disuasivas, entre ellos se lucieron los impresentables ternas, que se movían como cangrejos del apocalipsis, arrestando a nuestros jóvenes, lo que nos hizo notar que rápidamente se erguía, de súbito, una nueva dictadura. Por eso salimos los mayores en masa a las calles, para cuidarlos y proteger a nuestros jóvenes, pero nada impidió que perdiésemos a Inti y a Bryan, a punta de fuego policial, lo que sí logramos fue impedir el asentamiento de una nueva dictadura, apenas ayer, en 2020. Triunfo de la sociedad civil y de nadie más.

Y ahora el cuento es que los militares se han convertido, de súbito, en paladines de la democracia por no sumarse a la pantomima de un pobre infeliz, Pedro Castillo, que nunca entendió de qué trataba la banda bicolor que lucía y a quien la casta militar odiaba profundamente: primero por tratarse de un campesino rural al que les costaba mucho cuadrársele y reconocerlo como su Jefe Supremo, segundo porque veían en él a un terruco, debido al partido de izquierda que lo llevó al poder. No cabe duda de que Pedro Castillo es un villano por donde se le mire y que es un alivio que él mismo, en su inconmensurable torpeza, se haya autoeliminado políticamente con su pantomima golpista, pero ¿tenían acaso los militares algún motivo para seguirle el rumbo a esta bala perdida?

No seré tan concluyente en mis últimas palabras; la negativa de las FFAA a plegarse a lo que fuera que intentó Pedro Castillo el martes 7 -además de autosabotearse- no suprime de un plumazo su secular vocación golpista y de irrespeto impenitente al orden constitucional. Aunque declarativamente se grite su vocación democrática, la respuesta no la tiene la voz de los jerarcas castrenses sino Cronos, el Dios olímpico del tiempo. 

Sólo las próximas décadas, que de seguro nos traerán coyunturas complicadísimas                                   -probablemente colmadas de aprendices de Fujimori y Montesinos- como complicada es nuestra historia republicana, nos dirán si realmente los militares se quedarían en sus cuarteles si un aspirante a sátrapa, que les insinué una sonrisa con la parte derecha de la cara, los disponga a una nueva y harto patrimonialista -léase corrupta- aventura autoritaria. El tiempo lo dirá, pues Pedro Castillo “nunca dijo nada”. Su corrupta inteligibilidad fue su rasgo más saltante. 

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“Fueron unos minutos confusos cuando los oficiales leales a la Constitución nos informaron que Castillo y Torres estaban saliendo de Palacio hacia la Embajada de México situada en una casona sanisidrina. En ese momento, la fiscal Benavides llama al comandante general de la Policía Nacional, quien estaba reunido con los otros comandantes generales y el jefe del Comando Conjunto. El alto jefe policial le dice a la doctora Benavides que podría detener al golpista en flagrancia. La titular de la acción penal le dice que proceda, que era lo ajustado a la legalidad. El comandante general de la PNP le dijo que ellos podían proceder en la medida que ‘usted lo autorice y nos respalde, porque en esos temas la legalidad la conduce el Ministerio Público’. Como en esos momentos la situación era aún confusa, la fiscal y el general deciden esperar hasta que el Congreso consiga los 87 votos para subrogar al Presidente de la República. Por eso, una vez que se consiguen los 101 votos y se lee la resolución que declara vacante la sede del Poder Ejecutivo, se le ordena a un destacamento de la Sub Unidad de Acciones Tácticas (SUAT) que detenga a la caravana presidencial, capture al ciudadano Castillo Terrones y lo conduzca a la Prefectura. En síntesis, en el momento que el presidente del Congreso lee la resolución de la vacancia, y Betssy Betzabe huye con rumbo desconocido, Castillo y Torres son detenidos por la Policía.

Una vez detenidos los golpistas, la Fiscal de la Nación se dirige a la Prefectura para realizar los actos propios de tan histórico momento”, nos dice con voz firme y perfecta dicción nuestro informante.

Finalmente, nuestra fuente nos dice: “Minutos después de escuchar el acta de detención, el expresidente Castillo mira a la fiscal Benavides y le pregunta: ‘¿cómo está mi hijita, cómo está mi Alondrita?’. Castillo sabe que ha perdido”.

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