descontento popular

[CASITA DE CARTÓN] Esta casita de cartón abre sus puertas recién llegado de la celebración y del haber oído su primer discurso como presidente de Javier Milei, quien, como dije semanas atrás, estaba con mayores probabilidades de llegar al sillón de Rivadavia. Acudiendo como espectador neutral. Porque de esto se  trata el periodismo, aunque a veces es inevitable no palpar el sentimiento humano, y lo objetivo se vuelve subjetivo. Pero trataré de explicar, con mis casi 10 años de viviendo en este país, porqué ganó este outsider. O este ‘salvador’, como así lo ven muchos en nuestro continente, que es la imagen fresca de la derecha.

Años de hiperinflación, llevaran en su momento a que la extinta República de Weimar –Alemania-, considerada como el país más culto por aquellos años (y que ha sido motivo de múltiples estudios), véase las mentes brillantes que había como Benjamín o Adorno, permitieran el ascenso de Hitler. Pero de la inteligencia no se come, y Argentina ha estado en decadencia casi siete años. La década ganada, cuando Argentina tenía el sueldo en dólar más alto de la región, ha quedado en la historia. Hoy hay un 40 % de pobreza, y 10 % en la indigencia, que ha acelerado que llegara este candidato en casi dos años a la presidencia. Es que él es el candidato antisistema, alejado del podrido peronismo y radicalismo, luego macrismo (aunque se uniera en la segunda vuelta), que prometieron erradicar con este cáncer de la corrupción, y que solo ha generado un descontento y miseria incalculable, que las urnas lo han simplificado con esta frase: ‘están cansados de todos’. Es que el ‘que se vayan todos’, frase vitoreada por aquellos años del 2001, donde sacaron en un helicóptero al ex presidente, De la Rúa, ha renacido. Cantada con mucho fervor por toda esa gente que se congregaron en el hotel Libertador desde temprano, a las esperas del resultado. Y entre la política del odio, del que no queremos más kichnerismo, por eso pedían presa a Cristina Fernández de Kirchner, en cada momento. Y es que el cambio para más de la mitad de la población es él, bien o mal, el tiempo lo manifestará, la gente se muere de pobreza, no quieren oír ‘rugir’ más sus panza vacías y el mundo mejor llegará, ahora importa el hoy, el pan para poder sobrevivir un día más.

Y a pesar que hay hechos imposibles de ignorar, como el que su vicepresidenta, desmienta las cantidades de muertes que hubo en el trágico periodo dictatorial, increíblemente, hecho tan marcable en la historia reciente Argentina, como la venta de órganos, dispuesto a una idea de libre mercado que recalcó el ahora presidente o el libre uso de armas. O algo tan llamativo, como con las Malvinas, donde el candidato no mostró un férreo apoyo por el territorio que ahora tiene Inglaterra. Y pensar que hace unos meses, cuando salían campeones del mundo, lo cantaban con la famosa canción: ‘Muchachos, ahora nos volvimos a ilusionar’. Con esta frase: ‘De los pibes de Malvinas que jamás olvidaré’. Ahora el voto del asco y del hambre ganó. Y a pesar de no ser estar en ese derrotero, solo me queda decir, que el tiempo lo dirá, el tiempo que es la memoria del pasado, que inevitablemente, en este juego, siempre vuelve, recordará a esta nación si su voto fue realmente el mejor o no. La batalla cultural la ganó en esta partida este movimiento revolucionario para muchos, como se ve en Europa o hasta en USA con Trump o acá al lado, con Bolsonaro. La misma que perdió el Peronismo, que en mi llegada era un movimiento de tantos jóvenes que cantaban hasta la marcha peronista con asados y birras. Pero es que el pueblo, no es de derecha ni izquierdas, conservadurismo, privatizaciones, sino de lo que es la realidad. La justicia social es eso. Ayer acabó un ciclo, que no supo capitalizar la necesidad que su pueblo imperaba. Y que puede ser el indicio para que la ola remueva a los otros países del continente con una fuerza mayor. Y esta casita de cartón entendió, como en el entrañable libro del Gabo, ‘El coronel no tiene quien le escriba’, que a buena hambre no hay mal pan. Pero si no la hay, ¿dónde habrá que buscar? El pueblo nunca se equivoca, ellos también tienen derecho a tener un plato de comida para poder vivir un día más.

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Este gobierno no va a salir de su zona de mediocridad. Carece de visión y de capacidad para convocar cuadros capacitados para las circunstancias que le toca manejar (aun cuando esté a años luz del desastre administrativo que supuso la gestión nefasta de Pedro Castillo) y lo vemos en designaciones como el de la nueva presidenta de EsSalud, un cargo de suma importancia para millones de peruanos.

En esa medida, a pesar de resultar conveniente, en términos políticos, darle cierta estabilidad al país, luego de haber tenido cinco presidentes en cinco años (Pedro Pablo Kuczynski, Martín Vizcarra, Manuel Merino, Francisco Sagasti y Dina Boluarte), lo más sano es proceder a un adelanto ordenado de las elecciones, tanto presidenciales como congresales, y que se reinicie el proceso desde fojas cero.

Los niveles de descontento de la inmensa mayoría de la población son de tal envergadura que dejarlos crecer o mantenerse, nos va a poner al borde de un polvorín en las elecciones del 2026 (si Boluarte insiste en completar su mandato, como ya ha dejado saber). Igual, unas elecciones adelantadas no aseguran que no vaya a surgir con posibilidades un disruptivo radical como lo fuera Castillo, pero más probable es que si algo así ocurre, sea el 2026 y no antes.

No obstante ello, la marcha de protesta convocada para el 19 de julio, ampulosamente denominada Tercera Toma de Lima (como si hubiera habido dos precedentes), no responde a esas consideraciones, sino a una agenda ideológica de la izquierda que hoy quiere, con la oposición a Boluarte, lavarse la cara de su desprestigio radical por haber sido comparsa cómplice del gobierno ineficiente, corrupto y golpista de Castillo.

La izquierda merece castigo político y electoral por no haber sido capaz, seducida por las migajas del poder, de tomar la distancia que debieron tomar del desastre castillista, el mismo que de haber continuado hubiera puesto al Perú al borde de ser un Estado fallido. Pero al respecto, ya no una marcha, ni siquiera una performance crítica en algún espacio público (en el colmo de la impostura, algunos líderes de la izquierda creen que por haber publicado tres o cuatro artículos en algún periódico, ya cumplieron con su cuota de responsabilidad y de alejamiento del fiasco castillista).

La izquierda no merece, por un buen tiempo, la oportunidad de reciclarse y regenerarse, por más argumentos que le regale un gobierno mediocre y torpe como el que tenemos. Y el objetivo político de esta marcha es ése: que esa izquierda silente se recoloque en el establishment político-electoral del país. A ello no hay que sumarse.

 

 

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