Perú

[Agenda País] El socavón es una cueva que ha sido excavada en una montaña, habitualmente para acceder a vetas de minerales y explotar su producción.

Un socavón empieza con una entrada horizontal y a medida que uno se adentra va encontrado una maraña de túneles que se dirigen a todos lados, chimeneas verticales para subir o bajar de pisos y estrechos pasajes, algunos de los cuales solo permiten el paso casi rampando, a espacios más amplios, brillantes de pirita y con suerte, con el rayo de la veta deseada.

Pero un socavón también es una tumba. Y no solo por accidentes que siempre ocurren en la explotación minera, sino también, por ser testigo de ejecuciones como la que recientemente sumió en la eterna tristeza a 13 familias peruanas.

A estos 13 peruanos asesinados se suman otros 26 que corrieron el mismo destino en esta convulsionada provincia de Pataz. Crónica de una muerte anunciada.

El problema de la violencia en esta zona, sierra de la región de La Libertad, no es nuevo. Se remonta a fines de los 80’s cuando el terrorismo de Sendero Luminoso recorría las alturas del Perú sometiendo a inocentes pobladores, campesinos, trabajadores mineros y todo aquel que se opusiera a la doctrina asesina de su líder Abimael Guzmán, llamado Presidente Gonzalo por sus seguidores.

Con la decidida acción del ejecutivo de ese entonces, liderado por el Presidente Alberto Fujimori, se dotó a la policía y rondas campesinas de armamento y apoyo de inteligencia para luchar efectivamente contra los ataques terroristas que trataban de impedir la explotación minera. A ellos, se sumó el ejército para resguardar las cumbres de las montañas y los empresarios mineros que contribuyeron con recursos para que todo este esfuerzo tuviera éxito. Y lo tuvo.

Han pasado ya más de 30 años y hemos regresado a una nueva época de terror. Esta vez sin un líder claro, sino con hordas de extorsionadores y delincuentes, también organizados en células como Sendero Luminoso y con una red criminal latinoamericana extensa que tiene como brazos de apoyo organizaciones criminales como el Tren de Aragua.

La desidia del estado peruano ha obviado, sobre todo en la última década, las señales y realidades de un nuevo enemigo que se estaba alzando contra el estado de derecho, la democracia y los valores de nuestra nación.

La tardía reacción de crear una base militar en Pataz, la falla en inteligencia que hizo patinar al Premier Adrianzén minimizando el secuestro de estos 13 peruanos posteriormente asesinados y la absurda medida que anuncia la paralización de la producción minera en esa zona, no hace más que demostrar improvisación y que no estamos teniendo una estrategia consistente en la lucha contra este nuevo flagelo.

En paralelo al establecimiento de la base militar, se debe reflexionar, con todos los actores involucrados como empresarios, alcaldes, policía, militares e inteligencia, sobre una estrategia en común y las acciones a seguir. 

No podemos continuar en esta improvisación. Estuvimos a punto de perder el Perú a manos de Sendero Luminoso, no lo perdamos ahora en manos de extorsionadores y asesinos que harían de nuestro hermoso país, un estado fallido, violento e inmanejable.

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Por : Baldo Kresalja R.

No es necesario hacer un inventario de los males acumulados durante los últimos años, males vinculados a lo material y sobre todo a lo moral, lo emotivo, y al deterioro en los servicios públicos esenciales. Es de tal envergadura el desánimo, la corrupción y la desvergüenza, que es preciso llevar adelante algunas prácticas que se limiten a lo esencial, algo que sea de fácil entendimiento general.

Comencemos con una lección, una sola, que todos tienen que aprender y que debe repetirse todos los años al inicio del año escolar en todos los niveles, así como también en todos los hogares. Una sociedad que aspira a la paz y a la búsqueda de felicidad debe entender que ser ciudadano implica igualdad en derechos y deberes, sin excepciones. Que los gobernantes deben ser elegidos por el pueblo y su gestión tiene plazo inmodificable. Que las familias y las escuelas deben comportarse con disciplina y corrección para el logro de sus objetivos. Que nadie tiene derecho a exigir premios o prebendas. Que el mérito está en el cumplimiento del deber frente a uno mismo y frente a los demás, para de esa manera generar la confianza que hace posible la vida saludable.

Pero es también preciso echar a volar un anzuelo a fin de poder elegir una acción que supere facciones, ideologías, diferencias. Esa pesca favorece una idea alocada, difícil de compartir, pero no encuentro otra que permita generar un entusiasmo generalizado en busca de un futuro diferente. Se trata, nada menos, de construir una nueva capital en un lugar que los técnicos más destacados escogerán. Es cierto que costará mucho dinero y esfuerzo, pero no seremos los únicos en hacerlo, pues ya lo han llevado adelante varios pueblos y países en distintas épocas, como también se realiza en estos días.

Cusco ya fue dos veces el centro del poder en el Perú y Lima lo es desde hace varios siglos. Ambas ya cumplieron con su misión, ahora es preciso cambiar y crear un nuevo centro de poder, que nos entusiasme y acoja. Lima, ahora que ya aloja a todas las sangres, seguirá siendo una ciudad de gran importancia económica y cultural. Los que emigraron hacia ella se esforzaron mucho para incorporarse a su ritmo y dimensión; la propuesta de una nueva capital les llamará la atención, pero no perderían lo ya invertido. Simplemente el poder central debe alejarse de Lima, de su desorden natural, de los intereses concentrados que limitan y estorban todos los grandes desarrollos futuros para buscar que el Perú vuelva a ser una gran nación, el núcleo liberador y unificador de Sudamérica, concentrando y compensando por su nueva ubicación las tendencias exógenas de toda la región.

Y es conveniente que esa inmensa tarea tenga un símbolo convocatorio de fácil elaboración. Hay que recordar cómo algunos eslóganes sirvieron entre nosotros para generar entusiasmos compartidos. Por ejemplo, las campañas políticas del presidente Fernando Belaunde con su partido Acción Popular, vinieron acompañadas de lemas tales como “el pueblo lo hizo” o “la conquista del Perú por los peruanos”. Cómo, de otro lado, la revolución cubana y las andanzas del Che Guevara fueron seguidas por sus seguidores con el grito “hasta la victoria siempre”. Y quizás, no hubo alguno que superará la propuesta aprista: “fe, unión, disciplina, acción”. 

Pues bien, ojalá que esa primera lección política se conozca y se respete, que ese anzuelo que es la construcción de una nueva capital nos entusiasme porque será mestiza y convocante, que pueda naturalmente acogerse con ilusión en las mentes de niños, jóvenes, adultos y ancianos, y que la tarea venga acompañada de un nuevo reclamo, que sirva como correa de transmisión en la aventura que exige una renovada república.

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[Agenda País] La encuesta de Ipsos, a un año de las elecciones generales peruanas publicada el domingo último por Perú21, ha arrojado un punto de partida previsible, tanto de los candidatos con opciones, como de lo que la ciudadanía busca en el perfil presidencial.

Con 42% entre indecisos, blancos y nulos, la derecha conservadora ha tomado la ventaja con Keiko Fujimori liderando el podio con 11%, seguida de Rafael López-Aliaga con 6% y Carlos Alvarez con el mismo porcentaje.

Luego sigue un grupo grande que obtienen entre 2% y 3%, desde los conocidos De Soto y Acuña al centro, Verónica Mendoza, Vladimir Cerrón y Guillermo Bermejo de la izquierda radical, “caviarones” como Rafael Belaúnde, Lopez-Chau y Susel Paredes ( quien no puede postular a la presidencia ) y nuevamente algunos de derecha conservadora como Philip Butters y Alfredo Barnechea.

A nivel ideológico, podemos extrapolar que la derecha, entre conservadora y liberal, puede estar aglutinando un 30%/35% del electorado, los radicales de izquierda alrededor del 25%/30%, los “no sé qué soy” un 15%/20%, al igual que la izquierda caviar.

Esta foto actual nos encaminaría al mismo escenario del 2021, con un candidato de derecha conservadora enfrentando a uno de izquierda radical. Y el final de la historia, ya la conocemos.

Pero otra parte importante de la encuesta de Ipsos es que la ciudadanía, preocupada por el aumento de la inseguridad y un deterioro de su economía, quiere un presidente con agallas que luche de manera decidida contra la delincuencia y que tenga propuestas claras (y simples) de cómo va a mejorar el bienestar de todos los peruanos.

Nadie ha tomado la bandera del liberalismo como plataforma político-ideológica y los llamados a hacerlo, como Rafael Belaúnde y Carlos Anderson, más paran criticando a la derecha conservadora, posible aliada de gobierno, por lo que automáticamente son tildados de “caviares” y no aprovechan ese espacio vacío del “Milei” peruano que les podría dar la oportunidad de aglutinar una importante porción electoral.

La figura del outsider que Milei pudo encarnar con la bandera del liberalismo libertario y su efusiva crítica a la casta gobernante (los caviares peruanos) no la está tomando nadie y ms bien es Carlos Alvarez, con una alocución disruptiva y fuerte en contra de la inseguridad y el crimen, quien se está aprovechando de la tibieza de la mayoría de candidatos.

Imaginemos un candidato que, no solamente tenga un discurso a lo “Bukele”, sino también, que enarbole los principios del liberalismo económico y social.

Sí, aquel donde la iniciativa privada es el motor fundamental de la economía, donde se priorice al individuo como eje de la sociedadrespetando sus decisiones personales de vida, incluso la de amar a quien le de la gana y que propugne un estado eficiente donde prime la seguridad ciudadana, el estado de derecho y los servicios públicos de calidad en educación y salud.

El espacio político está allí. Solo se tiene que mirar el bosque desde afuera otra vez para que algún candidato tome la bandera del liberalismo bajo el lema de “Seguridad con Bienestar” y se meta de lleno en la contienda electoral. Lo necesitamos.

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[Agenda País] Del “Día de la Liberación“ anunciado por Trump con el establecimiento de aranceles (tarifas como literalmente se traduce) al “Día del Arrepentimiento”, pasó solamente una semana.

El 2 de abril pasado, Donald Trump, en una sorpresiva aparición en los jardines de la Casa Blanca, anunciaba al planeta el establecimiento de aranceles, según él, recíprocos, para intentar revertir la balanza comercial deficitaria que tiene los Estados Unidos de América comparándola contra el resto de países.

Aun tratando de entender el estrafalario cálculo por el cual a un país le pone 46% de arancel, a otro 58% y a varios 10%, el impacto ha sido brutal. Las empresas exportadoras e importadoras jalándose los pelos, los consumidores aterrorizados ante aumentos de precios, las bolsas de valores tambaleando y hoy rebotando ante el sorpresivo perdón arancelario que el magnánimo Rey de EEUU, Donald I, ha otorgado a sus súbditos internacionales.

A partir del 9 de abril, todos pagarán 10% de arancel, salvo China, con la cual, cada día que pasa, se suben mutuamente las tarifas. Pero el peligro de una guerra comercial mundial e incluso, una militar, no ha terminado.

Si por ahora el enfoque de la administración Trump es China, lo cual puede desencadenar en escenarios inimaginables, el resto de países tiene 90 días para justificar una contrapropuesta arancelaria. 

Para el Perú, el establecimiento de aranceles adicionales a los pactados en el Tratado de Libre Comercio (TLC)  que el 1ro de febrero pasado cumplió 16 años de vigencia, y donde el 98% de productos están con arancel 0%, podría afectar nuestras exportaciones, más aún hoy, que la ventaja relativa de tener el menor arancel (10%) se ha perdido. 

Va a depender de la agilidad de los empresarios en revisar costos y márgenes en la cadena de comercialización, y del estado peruano, principalmente del Ministerio de Comercio Exterior y Turismo (MINCETUR) para la negociación y de PROMPERU en la promoción comercial y búsqueda de nuevos mercados y nichos a través de su red de Oficinas Comerciales en el Exterior (OCEX), para que este 10% sea atenuado y no afecte, principalmente, a los pequeños productores.

El Perú importó de los Estados Unidos en el 2024 un poco más de USD 10 billones mientras que le exportamos al mercado norteamericano USD 9.55 billones, es decir, una balanza comercial superavitaria para el país del norte. Entonces, ¿por qué adicionar aranceles a un país, pequeñísimo en términos de intercambio y con el cual se tiene superávit comercial?

Según el documento emitido por la oficina de Donald Trump, titulado “Barreras en el Comercio International” (Foreign Trade Barriers), si bien el Perú y Estados Unidos mantienen un TLC con cero aranceles, la Casa Blanca considera que existen otras barreras no arancelarias que generan sobrecostos en los productos peruanos, los cuales, se incluyen en los precios de exportación. Esto, para los Estados Unidos, tiene un valor del 10%.

Estas barreras no arancelarias van desde infracciones a la propiedad intelectual, nuevos requerimientos para la importación de carne, regulaciones de la Comunidad Andina sobre cosmética, la extensión de la moratoria a la biotecnología, requisitos para compras gubernamentales, temas sanitarios y fitosanitarios, barreras al comercio digital y procedimientos regulatorios, prácticas laborales, entre las más resaltantes.

Si en estos 90 días el Perú puede presentar un plan con acciones específicas, metas claras y fechas de realización para resolver estos impasses, muchos de los cuales los Estados Unidos considera como violaciones al TLC, no solamente tendremos la oportunidad de regresar al arancel 0% sino, además, iniciar un camino de formalización largamente esperado, así como entrar, más de lleno a la modernización digital, la simplificación administrativa y la inclusión de la biogenética en la agricultura.

Si había necesidad de hacer tanto show (bueno, Trump tuvo un programa de televisión muy exitoso) es algo que podría quedar en la anécdota si al cabo de los 90 días el mundo vuelve a una relativa normalidad en el comercio internacional. 

Pero si esta guerra comercial, ahora enfocada en China, no se resuelve, junto con los conflictos que continúan con la invasión de Rusia a Ucrania, y el de los rehenes en Gaza, la mecha de un conflicto armado de envergadura mundial está sobre la mesa.

¡Ya pues Donald, deja de Trumplicarnos! 

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Javier Milei y Donald Trump, dos figuras emblemáticas de la política de derecha contemporánea, están unidos por una retórica incendiaria y un populismo que resuena con amplios segmentos frustrados con los sistemas políticos tradicionales. Sus trayectorias, sin embargo, sus enfoques y estilos, presentan diferencias significativas que, en cierto modo, representan a sus respectivos países y los contextos políticos que los moldearon.

Milei, un economista de formación, es un defensor pronunciado y radical del liberalismo económico. Su retórica es de austeridad fiscal, reduciendo el tamaño del estado y oponiéndose a lo que él llama «socialismo» en las estructuras de poder. Su personalidad está impregnada de una retórica casi apocalíptica que promete la destrucción de estructuras políticas que considera corruptas e ineficaces, e imponiendo un orden más «liberal».

Este extremismo económico no llega solo: va acompañado de una defensa feroz de los valores tradicionales argentinos, especialmente en materia social, y ya le viene dando resultados importantes en lucha contra la inflación y reducción de la pobreza.

Trump, en contraste, no es ni economista ni teórico político, sino un empresario que entró en la escena política con un mensaje populista motivado por la superioridad nacionalista y el odio a la élite globalista. Aunque también recorta impuestos y es proteccionista, su enfoque económico es más pragmático y menos ideológico que el de Milei.

Trump no tiene tanto deseo de destruir el sistema como de reformarlo desde dentro: su «América Primero» rechaza el enfoque tradicional en política exterior, favoreciendo presuntamente a la clase trabajadora estadounidense (a la que la inflación ya existente se la está devorando).

Ambos tienen una crítica contundente de la izquierda y una especie de retórica incendiaria que trata el caos y la indignación como combustible para los motores políticos. Pero mientras Milei encarna una visión de austeridad y reforma económica general, Trump prospera en el nacionalismo y una crítica contundente del sistema político estadounidense.

Así, mientras Milei habla de una reconstrucción económica a través de la cruz de una liberalización dolorosa, Trump es un avatar de resurrección nacional arraigado en el proteccionismo y el orden. Milei es ultraliberal, Trump es ultraconservador. Ambos son iconos de la desilusión, pero ofrecen diferentes caminos hacia el futuro.

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[Agenda País]En esta nueva estadía en Lima, he tenido la oportunidad de conversar con varios amigos, empresarios algunos, profesionales otros, todos exitosos en sus respectivos campos. Pero para mi sorpresa, en vez de estar expectantes ante el nuevo proceso electoral que se avecina, todos han mostrado una desazón, una decepción y un desinterés, que prácticamente no les importa quien gane las elecciones porque ya tendríamos el país perdido. Y esto no solamente pasa por el entorno político.

Si bien las cifras macroeconómicas están mostrando señales de recuperación con una perspectiva de más del 4% del PBI para este 2025, los problemas fundamentales, y principalmente la informalidad, continúan sin tener ningún horizonte de resolución. Es más, los formales se han adaptado al mercado informal, e incluso el ilegal, atrayéndolos como socios-proveedores y “formalizando” sus operaciones para que entren en los canales regulares.

Los empresarios y los emprendedores debido a su resiliencia y creatividad, son los que han venido sosteniendo este país, formal o informalmente, ante años de desidia e incompetencia de los gobiernos nacionales y regionales. Recordemos que 80% de la inversión en el Perú es de origen local ( el otro 20% proviene del exterior ) y de ese 80%, el 80% es inversión privada, Es decir, 64% de la inversión en el Perú es privada y nacional, por lo tanto, el principal motor de la economía.

Aún en situaciones difíciles, como en la época del terrorismo, la crisis internacional del 2008/2009 y la pandemia del Covid, el empresariado y la ciudadanía habían mostrado optimismo en el futuro, pero ahora, las cosas han cambiado.

Vemos diariamente que los problemas históricos continúan. Se caen los puentes, las pistas son un desastre, construimos un aeropuerto de primer nivel y nos olvidamos de hacer los accesos, el sicariato y la extorsión campean descontroladamente, los servicios de salud siguen siendo deficientes y lo peor de todo, con un desdén hacia los enfermos que linda con la crueldad.

Y a todos estos problemas, cuya lista queda ampliamente corta, se ha sumado el desmadre institucional que los distintos grupos de interés, que algunos llaman mafias, azuzan diariamente a través de medios y políticos afines, asolapados analistas “independientes” y aquellas ONG’s que se están quedando sin financiamiento externo. Pero esto no queda acá.

El Ministerio Publico, sumamente diligente para unos, extremadamente negligente para otros, inicia indagaciones a Fuerza Popular por una denuncia individual de supuestas prácticas antidemocráticas, un día después de convocadas las elecciones generales del 2026. Una raya más a este tigre altamente politizado que allanó la casa del entonces ministro del interior Santiváñez, por un supuesto abuso de autoridad. Excesos fiscales.

Pero claro, el gobierno tampoco ha ayudado a llevar la fiesta en paz. Desde los vaivenes plásticos de la Presidenta y su falta de transparencia, los relojes lujosos reflejo de vanidades en un país con 40% de pobreza y la pechada a los otros poderes del estado, solamente han agregado más leña al fuego de la intolerancia y el desorden.

Esperemos que la acertada anticipación en convocar a elecciones generales del 2026 por la Presidenta Boluarte, genere otro ánimo en los líderes de todos los poderes del estado y que puedan trabajar juntos en este período que ya es de transición. En estos 16 meses que le faltan a este gobierno, solo queda asegurar la transparencia del proceso electoral en un ambiente de relativa paz institucional, mejorar la seguridad ciudadana y continuar en la lucha contra la pobreza multidimensional.

No perdamos la esperanza. El Perú y nuestra gente somos gente de bien. Depende de nosotros.

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[Agenda País] Ante la mirada atónita de los congresistas Fernando Rospigliosi y Luis Aragón, presidente y vicepresidente de la Comisión de Constitución y Reglamento del Congreso de la República respectivamente, el jefe de la ONPE, Piero Corvetto, mostró lo que serían las cédulas de votación para las elecciones generales del 2026.

Porque ya no será una, sino dos cédulas, cual sábanas de más de medio metro que albergarán en una, la plancha presidencial, senadores por distrito único y parlamentarios andinos, y en la otra, a diputados y senadores de distrito múltiple.

Imaginémonos el día de la elección. Si ya ahora el elector se demora varios minutos en la cabina para ejercer su voto, ni pensar en el tiempo que le dedicará a descifrar el contenido de cada una de las cédulas, ubicar en cada una de las 5 votaciones al partido político de su elección, marcar el cuadradito y poner el número preferencial de su candidato favorito entre los más de 10,000 que postularán tanto al parlamento andino como a diputados y senadores por distrito electoral y nacional. 

Un sin sentido. Ya la palabra absurdo queda pequeña, insignificante, inocua, ante la barbaridad que “mentes brillantes”, “sabios en temas electorales” y congresistas movidos por intereses, han parido en este aborto electoral.

Pero echar la culpa no nos lleva a nada sino a hincarnos el hígado (al igual que Pedro Francke cuando ve pasar un raudo Ferrari) y ver, inertes, el sancochado burdelesco al que asistiremos el 12 de abril de 2026.

Aún hay tiempo, muy poco, para que el congreso pueda sacar una norma que ayude en la simplificación de la elección, tiempo que la presidenta Boluarte tiene en sus manos como Cronos, Dios del tiempo, ya que a partir de la convocatoria a elecciones generales 2026, que necesariamente no puede pasar de este 12 de abril 2025, ya no podrán realizarse cambios a las normas electorales.

El congreso viene trabajando algunas modificaciones como dar más tiempo a las alianzas electorales, reducir el momento del cierre del padrón electoral a 180 días antes de las elecciones y otros temas de relativa importancia, pero se está dejando de lado cómo enfrentar el hecho de tener dos sábanas de votación que lo único que hará es poner dudas sobre los resultados electorales.

Uno de los problemas es la multiplicidad de partidos políticos al relajarse el proceso de inscripción reduciendo el número de firmas a unas 25,000. Así, tenemos a la fecha 42 agrupaciones en el partidor, más otras 30 esperando ser aprobadas por el JNE antes de la convocatoria a elecciones. 

Una propuesta que está rondando es dar un beneficio a las alianzas electorales para incluso disminuir la valla electoral de 5% a 4%, lo que haría más viable, si el ego de los candidatos lo permite, a formar alianzas y reducir el número de alternativas. La otra llave la tiene la presidente Dina Boluarte ya que, si hoy convocara a elecciones, nos quedaríamos con 42 partidos políticos y no con los probables cincuenta y tantos de esperar un mes más.

La otra propuesta es definir un solo tipo de votación para el Senado, desde mi punto de vista, por distritos electorales múltiples.

Adicionalmente, se tendría que modificar la Ley n.° 32166, que faculta a los miembros de las Fuerzas Armadas y la Policía Nacional desplazados el día de los comicios a sufragar exclusivamente por las autoridades nacionales (plancha presidencial, senadores por distrito único y parlamentarios andinos), permitiéndoles votar también tanto por diputados como senadores por distritos electorales múltiples. 

Ya el daño está hecho, pero aún el congreso está a tiempo de mitigar los potenciales problemas en que este embarazo electoral puede terminar, para que el resultado pueda ser creíble y legítimo a los ojos del mundo y de nuestros ciudadanos.

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En un contexto de creciente preocupación, el Consejo Internacional de Archivos (ICA) y la Asociación Latinoamericana de Archivos (ALA) han alzado la voz sobre la crítica situación del Archivo General de la Nación del Perú (AGN). Este valioso repositorio documental, que ha sido un bastión de la memoria histórica del país durante 163 años, enfrenta la inminente amenaza de desalojo de su sede histórica, ubicada en el Palacio de Justicia.

La posible pérdida de este espacio sin los procesos archivísticos adecuados plantea un grave riesgo para la conservación de sus fondos documentales, que son esenciales no solo para Perú, sino también para el estudio de las relaciones históricas con la Península Ibérica y otros territorios del Pacífico. La urgencia de esta situación se ve reflejada en la creciente inquietud de académicos, archiveros y conservadores de Iberoamérica, quienes reconocen el AGN como un patrimonio cultural invaluable.

El ICA, fundado en 1948 bajo el auspicio de la UNESCO, ha enfatizado la importancia de la preservación y el uso del patrimonio archivístico mundial. En este sentido, instan a las autoridades peruanas a suspender el desalojo y priorizar la construcción de una sede propia y adecuada para el AGN. Esta nueva sede no solo debe ser un espacio físico, sino también un entorno diseñado específicamente para garantizar la conservación y el acceso de investigadores y usuarios a un patrimonio documental de incalculable valor.

A pesar del tiempo transcurrido desde su fundación, la necesidad de contar con un edificio construido especialmente para el AGN es más apremiante que nunca. La construcción de un inmueble adecuado asegurará la protección de sus fondos documentales y facilitará el acceso al público, permitiendo así que las futuras generaciones puedan seguir explorando y comprendiendo su rica herencia cultural.

El Consejo Internacional de Archivos ha manifestado su compromiso de seguir de cerca esta situación y exhorta a las autoridades peruanas a tomar medidas inmediatas. La conservación del patrimonio documental del AGN es una responsabilidad que trasciende fronteras, y su salvaguarda debe ser una prioridad absoluta. La historia del Perú y su legado cultural dependen de decisiones que se tomen ahora para asegurar un futuro sostenible para el Archivo General de la Nación.

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[Agenda País] Hace pocos días, el ministro de Economía y Finanzas (MEF), José Salardi, manifestó que su portafolio está incrementando el objetivo de crecimiento del PBI este 2025 de 3.1% a 4%. También señaló que hará todo lo necesario para respetar la regla fiscal que fija un tope de 2.2% del PBI, así como no endeudar al estado por más del 33% del PBI.

También, recientemente la ministra de Comercio Exterior y Turismo (MINCETUR) expresó que en el 2024 el desempeño de nuestras exportaciones batió récord, con crecimientos en los sectores metalúrgico (+36%), pesquero (+24%), agropecuario (+22%), minero (+16%) y químico (+8%). El sector agro-exportador también estuvo a la altura llegando a US$ 12 784 millones, un incremento de 22,1% en el 2024.

Ambos ministros nos han dado buenas noticias, sin duda, pero, ¿se puede lograr o sobrepasar esos objetivos sin una política de gobierno e instituciones que generen confianza en la ciudadanía y principalmente, en el empresariado y en el emprendedor?

Por muchos años hemos escuchado a los principales actores políticos y a parte de la academia asegurar que la economía debe ir por cuerdas separadas de la política. Bajo esa premisa, no importaría cuánto se desgasten las instituciones en enfrentamientos inútiles, si las políticas públicas son inefectivas, si el gasto público aumenta pero no mejoran los servicios de salud, si el sicariato mata al bodeguero por 50 soles, si se cae un puente que nos lleva al flamante puerto de Chancay o si el acceso al nuevo terminal del aeropuerto Jorge Chavez se hace a través de puentes modulares, como los que se usaron en la segunda guerra mundial.

No. No es suficiente que un entorno internacional sea favorable al Perú con precios récords de oro y cobre, si el precio del petróleo tiene una tendencia decreciente y que a pesar de las turbulencias que siempre ocurren en el planeta, la demanda por nuestros productos agroindustriales continua en alza.

Es más, no nos estamos beneficiando completamente de este ciclo internacional virtuoso para el Perú, que, en circunstancias similares, nos hicieron crecer a tasas mayores al 6% durante el segundo gobierno de Alan García, que si bien, tampoco aprovechó plenamente del entorno mundial de ese entonces, al menos fomentó una política gubernamental que generó confianza para que el sector privado acompañe con inversión y la ciudadanía con gasto en esa coyuntura.

¿Cuánto más podríamos crecer con carreteras modernas, puentes seguros, leyes laborales flexibles, seguridad ciudadana, simplificación administrativa y tributaria que llevaría a una menor corrupción, así como un apoyo decidido a las inversiones mineras sostenibles? ¿Cuántos más turistas podríamos atraer con infraestructura, conectividad y seguridad? 

Estos son temas de política pública que van de la mano con el manejo macroeconómico para aprovechar los ciclos económicos positivos y que, de ser consistentes en el tiempo, aseguran una protección, una amortiguación ante momentos no tan favorables. 

La economía tiene que, necesariamente, ir de la mano con políticas públicas claras y efectivas, con un ejecutivo decidido pero conciliador y con instituciones como el congreso, el ministerio público y el poder judicial, que jueguen en equipo y no llevados por intereses particulares que al final, generan desconfianza en la ciudadanía.

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