Esta casita de cartón abre sus puertas despidiéndose de dos grandes amigos al que la vida puso en su camino y tuvo la suerte de conocerlos en mis años en la ‘Ciudad de la furia’, haciendo arte y cultura en una de las capitales justamente del arte de nuestro continente. Cada uno desde sus trincheras como la poesía, la narrativa, la pintura o la radio, pero siempre enalteciendo orgullosamente la bandera de dónde vinimos. Hablo de Germán Martínez Lizarzaburu y Juan Manuel Corbera.
Del primero, Germán, o ‘Yo Germán’ como se hacía llamar en su programa de Radio en la emisora Frecuencia Latina, es oriundo de la calurosa y afable ciudad de Pucallpa. Tuve la oportunidad de conocerlo por esas casualidades de la vida en la Feria del Libro de Buenos Aires, donde publiqué mi libro y tuve una participación sobre Narrativa Peruana contemporánea, entre uno de esos entrañables días fue que nos presentaron y a partir de allí mantuvimos una amistad sincera hasta hoy. Participando de dos entrevistas en su programa radial, entre ellas una conmevodora y grata, que fue la última de su programación. Según me contaría en nuestras largas caminatas por Once ( un distrito como ‘La rica Vicky’ en Perú), desde muy joven ya incursionaba entre el pantanoso y hermoso mundo de las artes donde decidiría estudiarlo a profundidad, obteniendo un título en esta área, a su vez en educación y periodismo, del cual tendría una maestría en Cuba y un doctorado en Perú. Amigo y compadre de otros ‘bravos’ de las letras como Domingo de Ramos u Oswaldo Reynoso, y de una especial admiración por el excelso pintor, Víctor Humareda. ‘Siempre fui también un fiel admirador de Marilyn Monroe, como Humareda. Y mírame, ahora vivo como él, por esas raras pero lindas coincidencias de la vida’. Y era así, viviría en un cuartito en Once, como el aclamado pintor ( aduciendo que está Marilyn a su lado) en La Victoria, en uno muy sencillo, con cuadros rodeándolo y dos camas y con una tv en blanco y negro, fiel estilo bohemio.
En el tiempo que estuvo, pudo tener su espacio radial, donde hablaría de la sociedad, actualidad, las artes, etc. Y estaría en diversos culturales, recitando sus atrapantes y arquitectuales poemas. Ahora se va dejando un poemario que retrata rincón a rincón esta ciudad de vientos tangueros, nacido por y para estas latitudes, ‘Old City’, una descripción poética de esta misteriosa ciudad. Y así dibuja en uno de sus versos: ‘la ciudad que tienen un río de plata / donde los barcos son libros con puertos de viejas bibliotecas/ las calles están llenas de árboles milenarios,/ y la gente quiere ser buena./ Hay un lugar donde los perros son felices,/ menos sus dueños / Hay un lugar de colectivos /menos de pasajeros / Hay un lugar que se bebe mate y se fuma/ menos se alimenta / Hay un lugar con nuevo soñador menos mal que aún no se dan cuenta.
Con ‘Juanma’, como así le dicen los amigos de Juan Manuel Corbera, también fue otro encuentro del destino. El vate, quien nació entre la sinérgica unión de la metrópoli y las playas limeñas, como señala, es también narrador y gestor cultural, a quien llegué a conocer en una de mis visitas a la inmensa Feria del libro de Buenos Aires, al cual cada año asistía religiosamente como miles de argentinos y turistas (siendo de la región de las más visitadas), donde trabajaba en un stand, vendiendo ‘joyitas’ literarias. Y del cual, ni bien no saludamos no paramos de hablar de arte, historia y literatura por horas. Como también de su gran proyecto conocido en Perú, como el ‘Anti fil’ con otras mentes brillantes de la cultura, como una respuesta sonora y ‘under’ a la podredumbre que muchas veces se viste de gala en los mainstream, y que es infaltable para muchos amantes del arte. A raiz de eso, teníamos conocidos en común. De otro lado, tuve la dicha de compartir escenario en algún que otro evento cultural con él, porque si de algo sobresalía tanto como su poesía, era en su gestión cultural. Sobre todo en ‘Ganesha’ (Paraguay 5519, CABA) epicentro y cuna de grandes artistas locales y extranjeros en Buenos Aires y donde se prepara de las más apetitosas pizzas, y donde pude ver en más de una ocasión sus puestas en escena de su poesía electrizante y frenética, vanguardista, no apto para pulsaciones suaves. Y gratamente, ante de decir adiós a esta ciudad, acaba de publicar la segunda edición de su ópera prima, ‘Reconfiguraciones’. De este, parte del poema que desnuda a muchos de los extranjeros que emigramos en busca de otros vientos, y que mejor de los ‘bueno aires’ que latían en esta ciudad y que fue parte naturalmente de nuestro crecimiento. He aquí a esta obra de arte: ‘Exige de la espera,/ viento fuerte/ y un camino pídele al destino/ que te sorprenda/ que a veces te evada/ que así te enseñe/ guarda silencio en cada cruz que te salude/ y algún pan para cuando nadie conteste la puerta / cree en los signos que desaparecen/ esos que solo tú ves, / recuerda que los dioses dibujan con arena y espuma / y a veces fallan con las estrellas/ hoy tu casa puede ser el cielo y el techo, las piedras de un altar; solo aquel que corta sus raíces es libre’.
Esta casita de cartón cierra sus puertas triste por sus idas pero a su vez esperanzado porque sabe que estos dos genios solo han puesto tres puntos sobre las tierras de esta ciudad, porque alguna vez inevitablemente tendrán que regresar. Porque todos los que vivimos alguna vez en Buenos Aires, siempre lo llevamos a cualquier parte del mundo que vayamos. Y para entonces, sin duda los ‘buenos aires’ les estará esperando. ¡Hasta la próxima, vates!

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Esta casita de cartón abre sus puertas rememorando días de antaño en estas fechas, cuando en la quinta donde crecí mis primeros años de vida, Enrique Palacios, todavía aludes de fe brotaban de algunos vecinos, como la familia de mi gran amigo, el ‘pumita’ Andy (apodo que le pusieran por el famoso cantante del grupo Génesis), que lo llevaban a regañadientas a la iglesia o lo encerraban para hacerle ver la vida de Jesús en películas que se emitían por canales de señal abierta, como a varios alguna vez nos pasó, o como también cuando los niños teníamos la excusa al no tener clases para hacer ‘diabluras’ y media por el barrio, como jugar hasta altas horas de la noche fútbol en las veredas o las pistas, a las canicas, al trompo, a los ‘chipitaps’, a las escondidas, chapadas, etc. Pero a su vez, justamente entre esos recuerdos está uno en especial, porque descubría el otro lado del pueblo y del que era parte inevitablemente al ser hijo de provincianos emigrados a Lima. Y es que en aquellos tiempos mis padres se encontraban en separaciones y por eso me iba por temporadas a vivir al cerro San Cristóbal, donde mi tío Felix, en aquellos años donde los celulares no tenían cámaras que pudieran registrar al momento, o con un ‘live’ compartirlo o subirlo al Tik Tok, sino por el contrario, eran unos ladrillos que pocos tenían, y entre eso estaba un acontecimiento extraordionario, por el sentimiento popular entrañable que vería. Era el funeral de un vecino y quien lo despedía era el famoso ‘cantante de los muertos’ o de los ‘funerales’, como así también lo conocían a William Palomino, el popular ‘Chacalín’.
Cuenta la historia, que aquel chico humilde, ‘crema’ de corazón, tendría su primera oportunidad en un escenario por el recordado Tongo, quien lo conoció cuando vendía caramelos y cigarros, y en una presentación le invitaría a subirse en el escenario, y de allí no pararía con el estilo ‘chacalonero’ que lo distinguiría. Compartiendo escenarios con grandes de la chicha como ‘Papá’ Chacalón o el ‘Rey’ Vico. Y es que se dice que despidió a más de diez mil muertos en los cerros y barrios fervorosos de la Lima profunda. Curiosa y tristemente, quien lo hacía en despedida para los que están arriba, ahora lo hace presencialmente. Y es que todos lo que alguna vez éramos ‘patas de perro’ o hemos vivido en algún cono o calles o cerros candentes donde los vientos populares se respira, ha oído ‘Diabetes de amor’ (en relación a la penosa enfermedad que tenía) o aquella memorable interpretación allá por finales del 2016, un lunes aparentemente cualquiera y en un cumpleaños, en la ‘sabrosa’ Santa Anita, con los ‘herederos’ de los ‘bravos’ de la carretera central, Pity Coronado y Richard Navarro. Y los temas eran ‘Vasito de Licor’ y ‘Virgen de las Mercedes’, ésta última, canción emblema para las personas recluidas. Y de esto y en sí, en la búsqueda de ese palpito y sentir único que tiene el pueblo, del que no se puede describir pero que late en cada cerro o barrio profundo, escribiría en mi libro ‘Generación Equivocada’ este episodio real. He aquí a un párrafo:

«Allá en el cielo se escucha un canto/ Aquí en la tierra, / lamento y llanto. / De tus amigos/ que te extrañan tanto/ Y tu familia/ que llora por ti… La canción era parte del repertorio de despedida que infaltablemente en cada cerro de Lima se escuchaba. Nunca te olvidaré y para otros Se Fue, eran los nombres, aunque más conocido era por el último. Y el féretro saldría cargado con mi primo de uno de sus lados delanteros. Veía llorar a sus amigos y familiares penosamente. “Se fue…/ se fue…/ Y no volverá jamás / Carlos se ha ido / Para la eternidad…/ Carlos – era el nombre de la persona fallecida – se ha ido / para la eternidad. Lo bañarían de cervezas. Allí vería a mi otro primo, Fidel, con el rostro caído mientras que Pool lloraba insondablemente como la novia que dejaba al igual que su hija. La madre sería auxiliada, estaba ahogándose entre llantos y penar. Al fondo de la sala vería una gigantografía de su foto con las siguientes palabras: “Carlos Alberto Ruiz Paredes. El adiós del amigo del barrio. ¡Hasta siempre hermano!”. Dentro de mí un suspiro conceptualizó el momento: ojalá alguna vez me despidan así, con esa muestra tan afectiva llena de pasión y sentimiento. Del suelo se alzaba el polvo y las casitas de estera eran empapadas por éstas, y las gentes lanzaban flores mientras los fuegos artificiales al cielo le daba un hermoso marco. Fue la mejor despedida que le pudieron dar, estoy seguro. Me uní a las voces que coreaban: “¡Carlos, presente! ¡Carlos, por siempre presente!”.
Con los años este artista volvería a mi vida y justamente con aquella ya lengendaria presentacion de ese himno que todo carretero ha oído, ‘Vasito de Licor’. Pero curiosamente ya no por aquellos lugares, sino en el corazón de la capital, el Centro de Lima, y con aquellos bellos y jóvenes locos que suelen reunirse, como el ‘Chato’ Alex o Crisor y los grupos urbanos que invaden con sus diferentes modas extranjeras, pero del que cuando llegan a sus puertas el desamor, desprenden lágrimas y cantos profundos con estos temas. Pues así como el amor tiene una pasión indescriptible al amar, al desamar no hay respuesta, por igual. Se dice que el ‘cantante de los muertos y los entierros’ murió a consecuencia de la diabetes que acarreaba. Yo creo que allá arriba, ahora, con su voz quebrada y ‘aguardientosa’, como lo tienen aquellos artistas destinados a cantar al alma, está ahora cantando esas canciones que dan una ‘sed’ inacabable y a puro baile. Esta casita de cartón cierra sus puertas evocando aquel día en homenaje a este cantante popular de ese otro Perú o Lima que se desconoce pero que existe, y del que también va para ellos este reconocimiento. Con esa música que nos acompaña en el sentimiento al perder un
amor y hasta un familiar. ‘Allá en el cielo se escucha un canto’… seguramente. Hasta volvernos a encontrar, maestro.

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Esta casita de cartón abre sus puertas un día lluvioso en Buenos Aires, mirando por las ventanas el cantar de las lluvias que caen sobre la ciudad con furia, destendiéndose lleno de magia. E inevitablemente se me hace imposible no poner aquella memorable canción ‘Purple Rain’, en Syracuse (1985), de Prince, mientras releo ‘Nunca me abandones’ de Kazou Ishiguro, escritor asiático ganador del Nobel de Literatura en 2017. Pero por una razón en especial. Y es por una frase de ese libro que resonó en mí al terminar de ver ‘Vidas Pasadas’, uno de los filmes nominados al Óscar recientemente como mejor película, pero que no llegó a llevarse la preciada estatuilla.

De Oppenheimer, el ganador, hay inumerables ríos de tintas escritos. Era la favorita. Y mientras se celebrabra este magnánimo evento, me fui al cine más cercano a casa a ver esta película coreana- americana, por el trailer que me conmovió. Es que en sí, ya mucho no me llama la atención los premios de la academia, viendo el menú de sus nominaciones, que en muchos rozan lo superficial de lo efímero o en el peor de los casos, cuando son llevados al terreno de lo político y se soslaya la esencia, a priori, de lo que llevaba esta distinguida gala en antaño, asi como el Nobel, y es el arte per se. Debo confesar que en algún momento pensé que podria haber de eso en esta cinta, como muchas veces me ha pasado. Pero nada más alejado que eso, felizmente. Justo hablaba con una amiga este fin de semana, sobre el amor y como el ‘amor’ de Hollywood nos ha obnubilado con sus cansinos ‘happy end’. Y por suerte, este filme no incurre en eso. Por el contrario, uno halla el arte de lo simple, en lo cotiano. El exceso de positividad (Byung-Chul Han) envuelto dentro de la monotonía, en la cual estamos prefijados como la del personaje principal, Nora Moon, quien para lograr su aspiración de ganar el Nobel de Literatura algún día ( ‘los coreanos no ganan el Nobel’), se traslada con su familia a Canadá de niña, para ya de joven estudiar en Usa. Pero a medida que va creciendo, ve a sus anhelos volverse más terrenales, viviendo prácticamente para sobrevivir en una sencilla morada. Y es que la vida dista mucho con la que uno cree de niño. Y la realidad con sus experiencias nos cambia, hasta los sueños se van mirando cada vez más a lo lejos, cada vez más inalcanzables y hasta olvidados con el tiempo. Quién no se ha sentido alguna vez especial o tocado por ‘algo’ mágico de joven, pero que, justamente, al dar el salto a la adultez, uno se ve engullido en el mecanismo en el que vivimos, tragicómico y muchas veces patético.

Cuando has visto una buena película, te quedas pensando durante el recorrido a casa o charlando con los que viste, para luego volver a aparecer en los últimos minutos de la noche antes de dormir, y es acá donde brotó la frase del libro que menciono: ‘No hago más que pensar en ese río de no sé qué parte, con unas aguas muy rápidas. Y en esas dos personas que están en medio de ellas, tratando de agarrarse mutuamente, aferrándose con todas sus fuerzas el uno al otro, hasta que al final ya no pueden aguantar más. La corriente es demasiado fuerte. Tienen que soltarse, y se separan, y se los lleva el agua’. Como es natural, la corriente no nos atreviesa dos veces con las mismas aguas, nos lleva por otros senderos, bifurcados, como cuando se despiden de niños Nora y Hae Sung, subiendo a distintos escalones, o cuando se dividen los buses que llevaban a dos niños también predestinados por el amor, Kevin Arnold y Winnie Cooper: ‘Quería decirle que ella era la única, que siempre había sido la única desde que eramos niños, desde que vivía cruzando la calle (…) Al llegar al asiento vacío en el que viajaría a casa, encontré el anillo que le había dado a Winnie, el anillo que me estaba devolviendo, la busqué en el otro autobús pero no pude verla ya estaba perdida entre la multitud,y entonces supe se habia ido, y que mi vida no volvería a ser la misma jamás’. Con ‘God only knows’ sonando de fondo en la mejor serie que vi, ‘Los años maravillosos’, o como se llamó en España, ‘Aquellos años maravillosos’, con los vientos del pasado entonando lo latente.

O también, como en el capítulo 66, cuando Kevin entiende que ‘era parte del pasado de Winnie, un pasado que ella quería olvidar”. Como Nora Moon con Hae Sung, cuando por la distancia ella decide alejarse de él. Pero aún pasado los años, y ya siendo un adulto con oficio y pareja, Hae Sung no puede desprenderse de su ilusión, y viaja hacia la otra parte del mundo para ‘verla una vez más’, aunque ella esté casada. Y como a Kevin, cuando los padres de su amada le prohibían verla. Y es cuando decide subir a escondidas por un árbol, a la habitación de una convalicente Winnie, quien estaba en cama después de haber sufrido un accidente. Viéndose el uno al otro a través de la ventana, con las miradas traspasando lo que las palabras pueden decir de alma a alma: un te amo en ambos, y al final de la escena la foto de ellos de niños, acompañados de estas enternecedoras palabras: ‘Hay cosas en la vida que son importantes, cosas del pasado que no se pueden negar; Winnie Cooper era parte de mí y yo era parte de ella, y no importaba cómo, mientras viviéramos sabía que nunca podríamos olvidarnos’. Con el tema de Bob Seger, ‘We’ve Got Tonight’. Alguna vez oí que el amor para toda la vida es uno, lo demás son espejos o búsqueda de espejos de aquel recuerdo. El final de esta apoteósica serie como de la película es un canto a la vida y a la nostalgia. Y debo confesar que por más pétreo que uno pueda ser o que aparente, unas pequeñitas lagrimitas cayeron de mis ojos silenciosamente por el desenlace en ambas historias, como me sucediera con ‘Puedo escuchar el mar’, de Ghibli, otra oda al amor y al pasado. Y es que todos tuvimos alguna vez nuestra Winnie Cooper como nuestra historia de amor con alguien de alguna vida pasada, nuestro In-Yun, porque eso es lo que sentimos cuando amamos. Pero que en esta vida no tuvimos la suerte de estar siempre a su lado.

Esta casita de cartón cierra sus puertas descubriendo que para el amor no hay mejor fondo musical que la lluvia, por lo menos en la ‘ciudad de la furia’. Y que la melancolía tiende a hacernos perfeccionar lo que vivimos, o es que nosotros mismos somos los directores de esa película y le damos el mejor recuerdo para atesorarlo siempre en aquellos rinconces donde la vida y su tristeza no pueda dañarlo. Y más sobre un amor. Esas que ‘nos hace llorar cuando nadie nos ve’, sea de felicidad o no, pero con la mirada al cielo por todo lo vivido. Al final creo que somos una mota en el universo escribiendo una historia en paralelo a nuestros sueños, maia, buscando encontrarse dentro del sendero de la eternidad y de lo inexplicable. Y es por estas obras de arte, que vale la pena vivir.

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Esta casita de cartón abre sus puertas leyendo el libro póstumo que se hiciera del minimalista y a su vez extraordinario escritor, Raymond Carver, ‘Si me necesitas, llámame’. Una colección de cuentos que da el sello final a un legado perdurable hasta el día de hoy. Por eso, la referencia de escritores de tallas tan grandes como Haruki Murakami, quien tradujera toda su obra en japonés. Y es que, el escritor nipón, al que siempre lo señalan como el próximo Nobel de literatura, mucho bebió del maestro como de otro beodo norteamericano, el romántico nostálgico de las letras, Scott Fitzgerald. 

Y fue gracias a Tess Gallagher, poeta y viuda de uno de los más grandes exponentes del realismo sucio, que tenemos este último alud del que supo ser el mejor cuentista de su época. Y que cuando llegara a tocar los primeros cristales de la fama, un cáncer de pulmón le despojara rápidamente del sendero de la vida como a sus lectores de muchas más obras, con apenas 50 años. Pero comencemos con su aparición en el mundo silencioso y sacrificado de la literatura. Y de esto se podría asimilar con su misma vida, y en que creciera en una familia muy pobre y con padre alcohólico, como su primer amor con 20 años él, y su compañera de 15, y que cuando ella cumpliera la edad en que lo conoció a Carver, 20, ya tener ambos dos hijos. O en los 70’s, cuando era profesor universitario, que emprende sus primeros relatos, llegando a la mitad de la década a tener reconocimientos con premios de notoriedad como el O. Henry, de relatos cortos. Pero del que se dice que en sí fue el que le tendió servido su estilo novedoso hoy reconocido, descarnado, parco, lacónico y exacto, es su famoso editor, Gordon Lish. Y es que con el tiempo se descubrió apuntes de corrección de una de sus obras más excelsas, ‘De qué hablamos cuando hablamos de amor’. Libro que ahonda por las turbulentas mareas existenciales con lo que abarca este sentimiento del que hasta el día de hoy no tiene respuesta, pero del que puede uno entenderlo al dejarnos enclaustrados en cantinas de mala muerte bebiendo por inacabables noches, escuchando las de Chacalón o de José Alfredo Jiménez. En sí, estos cuentos iban a tener el nombre de ‘Principiantes’, pero es por Gordon que cambia como mucho de aquellos textos, como sacando personajes o cambiando drásticamente la trama como los finales. Lo cierto es que tiempo después Carver se alejaría y haría dos de sus mejores libros: ‘Catedral’ y ‘Tres Rosas amarillas’, este último, que es sobre la muerte de su gran farol literario, Antón Chéjov. Y así desmarcándose completamente de la sombra de su editor.

Más allá de ser un insigne cuentista, también tuvo otra faceta aunque no muy conocida, y es como poeta. Del cual pude dar con dos grandes perlitas, para mi grata sorpresa, como ‘Lluvia’ o ‘Donde hayan vivido’, con estas conmovedoras letras que en reflejan puramente la esencia de su arte: ‘Fuera donde fuera,/ aquel día andaba por su propio pasado./ Dando puntapiés a jirones de recuerdos./ Mirando las ventanas que no hace mucho le habían pertenecido./ Trabajo, miseria y pocos cambios. / En aquella época vivían para sus deseos,/ decididos a ser invencibles. / Nada les detendría. / Al menos durante muchísimo tiempo. / En la habitación del motel aquella noche, de madrugada, abrió una cortina/. Vio nubes cubriendo la luna. / Se apoyó en el cristal. / Le traspasó un aire frío que puso la mano sobre su corazón./ Te amé, pensó. / Te he amado mucho./ Hasta que se me acabó el amor.

Esta casita de cartón cierra sus puertas con la felicidad de haber leído y escrito sobre uno de sus escritores favoritos de cabecera. Del que rememora mucho sus pasajes de juventud, y ahora entendiendo con el pasar de los años lo que sus personajes sufrían, es que el tiempo avanza y como la obra de Carver, no existe final, eternizada por sus cuentos imperecederos aún hoy, porque acaso la miseria, la esperanza muerta, el divorcio, el amor… son temas tan recurrentes en la vida de cada uno que nunca pierden su fulgor. El autor abrá muerto, pero si se lo necesita, se le puede ‘llamar’, y de la única manera que puede hacerlo un lector, es a través de sus obras, que traspasan el tiempo y la distancia, y he allí a su inacabable magia.

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Esta Casita de Cartón abre sus puertas consternado al ver la realidad social que acontece en la Argentina. Desde luego que el cambio que pregonaba el ‘León’ no iba a ser tarea fácil, sino por el contrario, un ardua lucha constante. Pero a raíz de lo que se ve, en estos tres primeros meses, es que en vez de ir realmente al frente contra la confradía política y económica, va, según sus acciones, en contra de gran parte de la población que le allanó el camino a la Casa Rosada. Sobre todo la clase media, que es la que a diario hacen resonar los famosos ‘cacerolazos’, ya que está siendo cruelmente diezmada con los ajustes que lo único que están provocando en la economía real, que es la de todos los días, más pobreza y hambre. Es que realmente, no hay seriedad ni coherencia en sí en su gobierno, cuando tiene de Ministro de Economía al ‘Messi de las finanzas’, como le definió Macri (ex presidente y ahora socio), alguien allegado a la más rancia casta de este país y culpable de una inpagable deuda de Argentina con el FMI, y justamente, designar a ‘Toto’Caputo, uno de los grandes responsables de ese aberrante gobierno, en ese caldeado sillón es un chiste grueso. Porque incluso, en su momento, dijo abiertamente en una entrevista antes de llegar al sillón de Rivadavia, Milei, que era de los grandes responsables del caos financiario del gobierno macrista. Entonces, ¿cómo es posible que tenga tal puesto en su gobierno?

Ahora, el verso de los que pagarían el ajuste serían los políticos , fue un tétrica pantomima. Porque a diario los que realmente están pagando todo eso, es el pueblo. Y a las pruebas me remito, con la subida de la SUBE (tarifa del pasaje) y de los alimentos básicos, que van en diferente consonancia con las ganancias mensuales que son en pesos, cuando los precios son dólares, como si se viviera en USA o en europa. Mientras que los más poderos siguen llenando sus cuentas bancarias en paraísos fiscales, celebrando de este banquete en viento en popa. 

Y curiosamente, haciendo zapping en algunos medios de comunicacion en Perú, he quedado anonado ante la inverosimil propaganda que le hacen, vendiendo su imagen como la de un salvador o un Bukele, realmente de Ripley. Cuando acá muchos de sus votantes están arrepentidos de haberle dado su apoyo en las urnas, y me pasa con muchas amistades en común, y que nunca marchaba y ahora son infaltables en cada movilización. Lo cierto es que en Perú están buscando construir un ‘Milei’ para la podrida política que tenemos. Y lo necesitan imperantemente ante los hechos nefastos en la cual han caminando estas últimas décadas, y que cada día salen más a la luz, produciéndonos repugnancia. Claro está, que de igual manera Argentina venía de gobiernos corruptos y de escandolosas ineficiencias, del cual permitió el ascenso de éste peculiar personaje. Por eso debemos tener cuidado con ‘comernos’ fácilmente el verso que se trata de implementar para luego no arrepentirnos por enésima vez. Siempre he pensado que cuando los medios levantan, rindiendo pleitesía a un candidato, que allí no va mi voto. 

Y ante la tendencia de estos tiempos, la revolucion social viene por parte de los gobiernos nacionalista, o del conservadurismo, por llamativo que sea. Es que la izquierda si no está obnubilada en trasnochadas luchas, lo está en ‘peleas’ donde la población en su mayoría no le da sustantiva importancia, no les llena ni satisface. Para el pueblo, derecha o izquierda no existe, lo que existe es lo que se ve y lo que pasa a diario, el pragmatismo, la solución a sus problemas del día a día. Por eso del vapuleante triunfo de Bukele con más del 85 %, y con la Imagen del presidente más popular del continente. Y eso que para muchos es un dictador. Es que no importa si hay o no democracia para las masas, según parece los vientos populares que mecen nuestros tiempos, lo importante es dar lucha y fin a las necesidades esenciales para sobrevivir. 

Ante esto, le está saliendo el tiro por la culuta a la derecha peruana, por la decadencia de la imagen del tembloroso gobierno de Milei. La narrativa del ‘mesías’ está transcurriendo turbulentos momentos. Con talentes autoritario, de reacciones poco cooperativas para mantener la democracia con las otras provincias o amenazas fuera de sí. Y tal como se venía auguriando, al parecer la única vía para que implemente sus reformas es la del fujimorismo, cerrando el congreso e imponiendo lo que sus socios o ‘mandamases’, como su perro muerto, Conan, con el que dice que habla, le demanden.

Esta casita de cartón cierra sus puertas afirmando que no está tomando parte de una posición política ni idológica, toma lo empírico, las contradicciones e incongruencias con la cual este gobierno lleva las riendas de este país. ‘La villa miseria de la que tanto pregonaba que se estaba volviendo la Argentina, él mismo se está encargando en hacerlo realidad. Lamentablemente.

Esta casita de cartón abre sus puertas viendo una vez más el peculiar recibimiento que le dieron a la máxima mandataria en la ciudad de Ayacucho hace unos días, por parte de Ruth Bárcena Loayza, unas de las viudas de aquella masacre perpetuada por las ‘fuerzas del orden’, el sangriento 15 de diciembre del 2022. «Mataron a mi esposo y… ¿creen que voy a estar tranquila yo? Soy Ruth Bárcena Loayza, viuda de Leonardo Hancco Chacca’. Fueron las palabras de una indignada mujer que burló con facilidad el cerco policial para atestar sus manos en la cabellera de la presidenta, vociferando: ‘asesina’. Y es que atemoriza y causa tanta pena hasta ahora la impunidad como ha sido rehuida esas muertes y como parte de la prensa ha sido gran responsable de eso, haciéndose de la vista gorda y continuar con el circo de su andar selectivo. Y es que estamos ciertamente en pañales de una democracia, o mejor dicho, estamos bajo una cacocracia (y en esto incluyen los grupos de poderes quienes son quienes realmente tienen las riendas del teatro político) en un ensayo risible de república bananera. En una cacofonía sistemática, con gobernantes y congresistas que ensalzan nuestra poca noción y compromiso ante la sociedad y el devenir. Y de todo esto, desde luego, la policía no podía estar al margen. Y es que su actuar ante el incidente mencionado, es el fiel reflejo de cómo realmente actúan ante la inseguridad ciudadana que campea a raudales. Y para la indignación mayor, muchas veces son parte de agrupaciones delincuenciales, como recibiendo buenas coimas. 

Ahora la misma policía afirma que denunciará al caricaturista ‘Carlín’ de La República, por un dibujo controversial, pero que dentro de la semiótica colectiva no tiene nada que deslindar de la realidad con la que se le percibe. Y es que desde hace mucho, dado la corrupción como los hechos de violación de derechos humanos en las protestas recientes, solo han incrementado la imagen pobre y penosa que venían arrastrando.  

Y es que la población está cada vez más cansada de su ineficiencia y de esta vorágine perezosa e incongruente, a la par de una recesión que cada vez pega más el bolsillo de uno. Con bandas delincuenciales que como narcos ocupan zonas importantes de la capital para sus turbulentos negocios provocando muertes a la luz del día. Y de eso, la sempiterna política y su actuar nulo y lucrativo a sus fines. Sin importarles los miles de emprendedores que a diario son extorsionados u obligados a retirar su negocio por estos malhechores. Y eso también demuestra la última encuesta sobre la desaprobación altísima a la gestión del actual alcalde que haría de Lima ‘potencia mundial’, y que demuestra una vez más como nos ‘comemos’ el verso con facilidad. Esta pobrísima gestión hace extrañar a algunos nostálgicos al ‘fantasma’ de Muñoz, quien brilló por su ausencia en el mismo puesto, increíblemente. 

Esta casita de cartón cierra sus puertas, por último, vislumbrando las asombrosas cortinas de humo que imperan estos días para tapar los onerosos hechos de corrupción que rodean a la misma Dina Boluarte, o como las reuniones siniestras del hermano, Nicanor Boluarte, y otra vez los hechos de corrupción entrelazados por familiares. Y es que pareciera que un gobierno digno y revolucionario sería solo uno donde los más altos puestos no estén manchados con este vil cáncer. Pero eso, está tan lejos de ser real, por lo menos eso nos cuenta la historia. 

 

[CASITA DE CARTÓN]  Esta casita de cartón abre sus puertas un nuevo año, viendo el amanecer en Santiago de Chile, con su sol fulguroso traspasando las ventanas y provocando emociones encontradas. Este año que se fue, probablemente sea el año más difícil que haya transitado, donde entendí que la ‘vida solo vale un segundo’. Y con esto que se entienda con lo singular y caprichoso que tiende ser. Y al perderme por lugares recónditas, como suelo hacer en cada ciudad que voy,  veo en pleno corazón de esta capital, un mural del inmenso cantautor, Víctor Jara,  con la frase de una de sus memorables piezas musicales, ‘El derecho de vivir en paz’. Y que va muy en consonancia con el año que ha pasado, que viene acarreando miserables guerras y derramamientos de sangres, donde los grandes perdedores como siempre somos nosotros, la población. Pero también se me viene a la mente, ‘Te recuerdo Amanda’, canción del cual en parte adopté el, Manuel, para mi álter ego en mi novela Generación Equivocada, ‘Manuel Esponja’. Me quedo perplejo ante su mirada del vate al cielo, lugar donde debe estar, en el parnaso sagrado de las letras. De pronto me pregunto, ¿cuándo volverá Manuel? En referencia a la canción. Y lo pongo en el celular, y me reencuentro por un momento con aquella persona retratada y su sentir, con la sencilla osadía de percibir sus sensaciones, y como años atrás, profundamente me conmueve, al punto de botar lagrimitas, en aquellas épocas cuando suspiraba sobre la esperanza de un mundo mejor o cuando dedicaba canciones de amor a mi compañera de vida por aquel entonces, de otros extraordinarios hermosos locos como Silvio Rodríguez o Joaquín Sabina. Qué serán de esas canciones como de ella, y como de aquel joven soñador, Manuel Esponja. Eran buenos tiempos más allá de toda tristeza, porque al final quedaba la frase de Miguel Abuelo: ‘Más allá de toda pena, siento que la vida es buena’. Y eso fue, aquellos tiempos de ensueño en un cambio social y en el amor. Con eso cumplí, así que tranquilamente ya puedo caminar por los círculos dantescos en el infierno. Y cada año que pasa, es un año menos de vida, como apuntalara el genio argentino, Charly García, o un año nuevo, un nuevo amanecer, como normalmente la gente profesa, dentro de la esperanza de que cambiarán su vida para mejor. Y ahora estoy en ese timón, por más que el surco de la cotidianidad muchas veces sea agobiante o desesperanzada, o ‘la luna una explosión’ ante la trágica y reiterativa historia del hombre y las guerras.

Creo que este año me ha acercado a definirme, de alguna manera, en lo esencial, por más que el dandi de la poesía, el vino y la elegancia, Oscar Wilde, señalara que ‘definirse es limitarse’. Pero es que hay cosas con las que uno nace y  que no se podrán diluir, por más que la corriente de los hechos traten de endurecernos o hasta fulminarnos, y es que no podemos ir contra natura, y sí, soy trágicamente sensible, pero eso no me imposibilita de ver la vida con los ojos de la neutralidad, o por lo menos lo intento. Y ahora, en esta etapa, después de quemar las cortinas de la noche, aceptando mis sombras. Y es que como señalaría Nietzsche: ‘Debes estar preparado para arder en tú propio fuego: ¿Cómo podrías renacer sin haberte convertido en cenizas? Y aquí seguimos, la historia del loco y el suicida todavía escribe su historia de vida en este año en qué aprendió a vivir. Para cuando me lleve la parca, me iré tranquilo, ya viví lo suficiente. O como cantaría al viento, el encantador de los lirios y los versos, Pablo Neruda, ‘Confieso que he vivido’. Ya no es ‘Me olvidé de vivir’, de Julio Iglesias, ya no. Así que la función debe continuar, hasta que el destino diga basta.

Esta casita de cartón cierra sus puertas agradeciendo a los que se toman el tiempo de leer estas líneas. Y a los que me escriben por eso. Buen año para todos esos hermosos locos lectores.

 

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Aceptación, Música, poesía, Vivencias

[CASITA DE CARTÓN]  Esta casita de cartón abre sus puertas recorriendo las calles peligrosas de Buenos Aires. Como bien saben los que me leen, el peligro es parte del latido de quien asume este trajinado oficio, el de escribir, y me gusta gastar las suelas siempre recorriendo y aprendiendo realidades, y más en aquellos lugares donde las cámaras no suelen llegar. Y si llegan, lo hacen para unos ‘likes’, amarillismo o por lucro. Al ver un informe sobre el maestro, la ‘lámpara’ de la curiosidad se encendió, así que no lo pensé dos veces, y me  adentré a las movidas calles de la villa 31, en Retiro, en busca de Nadie Huamán, quien saliera semanas atrás en famosos diarios del país del tango como Clarín, La Nación o Pagina 12 dando testimonio sobre lo que es ser el único librero en esta peligrosa villa, donde peruanos, paraguayos y argentinos luchan por la hegemonía de territorio, para hacer negocios turbios. Es un librero peruano, el único y primero, que imparte cultura en aquella tierra de nadie, como su nombre. Quien se ha hecho conocido como el ‘librero de la villa’.

Ante los rayos solares sofocantes de Baires en verano, nos dirigimos con mi amigo, el también escritor, Jairo C. Tokumine. Llegando de sorpresa al mediodía a la librería ‘Los libros de Nadie’. Ni bien nos vio Nadie, nos preguntaría en modo de prueba: ¿Qué les parece este lugar? Señalando alrededor. A lo que le respondería que un lugar con mucha pobreza y precariedad. Y me respondería: ‘Exacto. Y por mismo voy a permitirme hablar con ustedes. Mucha gente viene acá por entrevistas y le hago la misma pregunta, y cuando me responden que lo ven como pintoresco, hasta ‘lindo’, los rajo (boto). No saben la miseria y las cosas que se ven y se viven acá a diario’.

Al pasar ese umbral, comenzamos la charla. Contándonos que llegaría acá en 1993, en plena época Menemista en busca de un futuro mejor, dejando su querida Chosica. Y como muchas veces sucede, se enamoraría de esta ciudad, donde hay un ‘un respeto por la cultura, algo que en nuestro país lastimosamente no’, señalaría. Su nombre proviene del clásico griego, La Odisea, donde Homero lo emplea, ‘Outis’, en el IX canto para librarse del Cíclope. Y su apellido, Huamán, que significa en quechua ‘halcón’, hace gala de él, como su mirada, frontal y sigilosa, como la de un halcón observando el panorama. Lo cierto que por esa conjugación de nombre y apellido, cuenta que le llevó a tener muchas situaciones dificultosas en la escuela. Como se sabe, ‘Huamán’ es un apellido que en la jerga es usado de manera despectiva: ‘Estás Huamán’, por ejemplo, en sinonimia a lo que sería ‘estás huevón’. ‘Lo que se conoce como buylling ahora, a veces lo pasaba, pero en ese entonces esa palabra no estaba ni en pañales’. Pero lo vivido, en vez de diezmarlo, lo volvería más fuerte y macizo como una piedra. Llegando estar en su momento en la marina, pero por distintas circunstancias trágicas con sus compañeros, lo llevaron a alejarse de la vida castrense, evitando seguir el linaje familiar como sus abuelos que fueron militares. Después de eso su vida daría una vuelta de tuerca, y se volvería con los años un artista versátil y vendedor de libros. Este último, sin querer queriendo, apoyado por los cartoneros que prácticamente le regalaban obras, sin saber el valor cultural como de dinero, por esas colecciones. Sin embargo, don Nadie, lo vendería a un precio accesible, ‘para así muchos tengan la oportunidad de culturizarse’. Y de eso puedo dar testimonio, ya que me vendería ‘joyitas’ de colección como el ‘Martín Fierro’, una edición especial con cubierta de cuero y ‘2666’ de Bolaño, a precio de remate. Además de un entrañable y preciado regalo, su segunda obra, ‘La grandeza del inmigrante’, libro que lo devoraría en pocos días por su interesante trama, y que está ambientada en la misma villa por hechos de vividos como contados. Y debo decir que ha sido de las lecturas más agradables que he tenido en este último tiempo, que inevitablemente por el ambiente y los hechos, me llevó a  reencontrarme con los callejones o cerro donde crecí, como Enrique Palacios o el cerro san Cristóbal, con las diferencias del país, claro está, más no la pobreza y miseria que yace en cada país de américa Latina. Y el escritor se viste con el traje de Porfirio, un hombre sencillo, que en busca de un mejor futuro emigra a la argentina del corralito. Siendo víctima en un inicio de una estafa por parte de un compatriota. Pero como reza el dicho, ‘no hay mal que por bien no venga’, y eso daría pie al inicio de muchas vivencias, trágicas, sorpresivas como realistas, donde el tiempo pondría las cosas en su lugar. No sin antes pasar por la cárcel por un hecho injusto, al ser hacedor de una fortuna casual, por su bondad y lealtad a un amigo ‘cartonero’, y por el cual cambiaría su nombre a Marcelo. Y donde una vez adentro, conocería, sin saber, a su hermano, quien quería ‘darle vuelta’ por encargo del capo de la villa, que Porfirio mataría en defensa propia al hermano cuando intentaron robarle. Mientras su bella esposa, con hijo en panza, como familiares y amigos, esperaban que saliera… Tantas emociones y pulsaciones sorpresivas entrega en sus hojas, que podría enmarcarse en una palabra: destino. Un texto imprescindible si se quiere conocer realmente lo que hay dentro del ‘pintoresco’ mundo de las villas.

Esta casita de cartón cierra sus puertas entendiendo aquella clásica frase en latín: ‘vox populi, vox Dei’. Que sería en castellano: ‘la voz del pueblo es la voz de Dios’. Y eso nos muestra su labor de artista comprometido con la sociedad a su vez de su obra, mostrando una realidad donde la cámara de Dios nunca llega, pero para eso está la literatura, para reflejar el otro lado de la realidad que existe detrás la cotidianidad ilusoria que cada día religiosamente ignoramos. No duden en darse una vuelta a la librería ‘Los libros de Nadie’, donde un universo de arte, pueblo y cultura les espera.

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Buenos Aires, Librero, Nadie Huamán, Realidad Social, Villa 31

[CASITA DE CARTÓN]  Esta casita de cartón abre sus puertas leyendo el libro ‘China’, del ex secretario de Estado de Estados Unidos, personaje recientemente fallecido a una centena de edad, Henry Kissinger. Libro que ilustra el crecimiento del ‘Dragón Rojo’, que lo ha llevado al día de hoy a posicionarse como una de las economías más grandes del mundo. Si alguien quiere conocerse por qué China es lo que es hoy, tiene que leer este libro imprescindiblemente. Premio nobel de la paz, impulsador de dictaduras y artífice de múltiples guerras, entre ellas aquellas que llevaron a derrocamientos de gobiernos de la región, como pasó con Salvador Allende, o que se impusieron, como lo que pasó con el conocido Plan Cóndor y entre ellos dictaduras sangrientas. Geopolítico y geoestratega superlativo, amado por unos y odiado por otros.

Pero en este caso hablaremos de aquel nefasto día para nuestra selección nacional, que recibirían la visita en el vestuario de Kissinger y de Videla. Un 21 de Junio de 1978 en Rosario, partido que Argentina necesitaba ganar como mínimo por 4-0 para poder pasar de ronda. Perú ya estaba eliminado, pero eso no eximiría del pobrísimo papel que hicieran los seleccionados. De este hecho polémico, José Velásquez diría: ‘Videla entró al vestuario con el secretario de Estado de Estados Unidos, Henry Kissinger, supuestamente a desearnos suerte. ¿Qué tenían que hacer ahí? Fue una manera de presionarnos y ver a los que se habían vendido’. Añadiendo que los directivos de la federación recibieron también parte de esa ‘presión’ y ese ‘sentido de bienvenida’, como diría Chumpitaz, por parte de estos siniestros personajes. Otro futbolista que denunciarían aquel acontecer sería Roberto Mosquera: ‘Lo vi en el vestuario y me dio asco. Tenía 20 años y no le di la mano. Cuando un presidente entra con esa prepotencia en el vestuario, están abusando de ti, porque no puedes hacer nada. Está usando su poder para someterte psicológicamente. Te sientes agredido, abusado’.

Entre otras ‘peculiaridades’ del encuentro, el entrenador de la selección sacaría a los 10 minutos del segundo tiempo al ‘Patrón’, jugador imprescindible de nuestro medio campo, cuando el resultado ya nos era adverso, con un 2-0 abajo. Al final quedaríamos con el humillante 6-0. Ante los testimonios por ese hecho, Kissinger negaría los hechos. En una ahora clásica apreciación: ‘Si no me acuerdo, no pasó’. Al final terminaría el equipo del ‘Flaco’ Menotti llevándose la máxima presea, ganando una electrizante final a Holanda.

Por aquel entonces, ante el mundo llegaban ecos de los hechos de violaciones de derechos humanos como muertes, pero después del mundial, el lavado de esa ‘imagen’, revertiría esa apreciación internacional. Esto nos muestra que la política y el fútbol no siempre miran para otra esquina. Y que esta mente maquiavélica sabía tan perfectamente eso y por esa razón estaba metido en todas las piezas del tablero político y del poder real internacional. Jugando a los dados no solamente con los presidentes republicanos o demócratas, sino también con otros importantes protagonistas de la historia como Mao Zedong, Xi Jinping o Putin. De los cuales, de estos últimos, recomendaba no provocar a Rusia y aprender a convivir con China para sobrellevar el mundo. La mano derecha de Rockefeller se fue sin pagar las millones de muertes causados. Pereciendo en su limosina, antes de dirigirse a una convención demócrata, con 100 años de vida.

Esta Casita de Cartón, cierra sus puertas afligido al releer la historia y de la impunidad con la cual los dueños de la guerra manejan las vidas de los habitantes sin el más mínimo escrúpulo, en aras de poder. Se dice que la totalidad de muertes que provocó son un aproximado de 9 millones de víctimas. Si existe un Dios, no creo que lo reciba.

 

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Fútbol, Henry Kissinger, manipulación, Perú Mundial 1978
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